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lunes, 19 de agosto de 2019

EUROPA, MUSULMANA EN TRES DÉCADAS SI NADIE LO PARA


Musulmanes del Reino Unido en una manifestación a favor de la sharia.

Los líderes europeos aceptan la transformación de distintas ciudades y barrios de sus países en territorios enemigos. Pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer, simplemente no quieren: les costaría votos musulmanes. Y ese es precisamente su talón de Aquiles.

Por Actuall | 03/10/2017

El islam lleva años con alfombra roja en Occidente pero especialmente en Europa. El aumento incontrolado de inmigración desde el inicio del tercer milenio ha servido para que millones de musulmanes de primera, segunda y tercera generación tengan una presencia constante en la vida pública de un continente cristiano pero que ha dado la vuelta a sus valores.

A aquellos que osan levantar la voz contra estas políticas o contra lo establecido por el sistema, señalando los problemas que existen -y muchos, aunque se oculten deliberadamente por los medios generalistas-, son tachados de ‘ultras’, ‘radicales’, ‘xenófobos’, ’islamófobos’ o ‘racistas’.

Los políticos europeos parecen hacer oídos sordos a una gran parte del electorado que les piden más dureza contra el terrorismo islámico y el islam, mientras que siembran de oro y mirra a los progresistas que aplauden como lacayos toda política encaminada a la destrucción del continente.

El ataque terrorista de Barcelona obtuvo las mismas reacciones que todos los grandes atentados en Europa: lágrimas, oraciones, flores, velas, ositos de peluche y quejas de que «el islam significa la paz». Cuando la gente se congregó para exigir medidas más duras contra la creciente influencia del islamismo en todo el continente, se encontraron con una contramanifestación «antifascista».

Los musulmanes organizaron una manifestación para defender el islam; afirmaban que los musulmanes que viven en España son «las principales víctimas» del terrorismo, según el análisis de Gatestone Institute:

El presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Munir Benyelún El Andalusí, habló de una «conspiración contra el islam» y dijo que los terroristas eran «instrumentos» del odio islamófobo. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lloró delante las cámaras y dijo que su ciudad seguiría siendo una «ciudad abierta» a todos los inmigrantes. El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, usó casi el mismo lenguaje. El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, conservador, fue el único que se atrevió a llamar al terrorismo por su nombre. Casi todos los periodistas europeos dijeron que las palabras de Rajoy habían sido demasiado duras.

Los grandes periódicos europeos que describían el horror intentaron una vez más buscar explicaciones a lo que seguían llamando «inexplicable». El primer diario español, El Paísescribió en un editorial que la «radicalización» es el fruto amargo de la «exclusión» de ciertas «comunidades», y añadía que la respuesta era más «justicia social». En Francia, Le Monde dijo que los terroristas querían «incitar al odio» e insistió en que los europeos debían evitar los «prejuicios». En el Reino Unido, The Telegraph explicó que «los asesinos atacan a Occidente porque Occidente es Occidente; no por lo que hace», pero hablaba de «asesinos», no de «terroristas» o «islamistas».

Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza yihadista.


Varios especialistas en antiterrorismo, entrevistados en la televisión, dijeron que los ataques, perpetrados en todo el continente a un ritmo cada vez más rápido, se volverán más mortíferos. Señalaron que el plan original de los yihadistas de Barcelona había sido destruir la catedral de la Sagrada Familia y matar a miles de personas.

Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza de las matanzas indiscriminadas. No ofrecían ninguna solución. Otra vez más, muchos dijeron que los terroristas no eran verdaderamente musulmanes, y que los atentados «no tenían nada que ver con el islam».

Muchos líderes de los países europeos occidentales tratan el terrorismo islámico como una ley de vida a la que los europeos deben acostumbrarse, como una especie de aberración sin vínculos con el islam. A menudo evitan hablar de «terrorismo», directamente. Tras el atentado en Barcelona, la canciller alemana, Angela Merkel, condenó brevemente el «repugnante» suceso. Expresó su «solidaridad» con el pueblo español, y después pasó a otra cosa. El presidente francés, Emmanuel Macron, tuiteó un mensaje de condolencia y se refirió al «trágico atentado».

Musulmanes en Holanda a favor de la sharia y de que el islam domine el mundo.
En toda Europa, las expresiones de ira son marginadas a conciencia. Las llamadas a la movilización, o a cualquier cambio importante en la política migratoria, sólo vienen de políticos denigrantemente tildados de «populistas».

Incluso la más leve crítica al islam levanta inmediatamente una indignación casi unánime. En la Europa occidental, los libros sobre el islam que se encuentran por todas partes están escritos por personas cercanas a los Hermanos Musulmanes, como Tariq Ramadán. También existen libros que son «políticamente incorrectos», pero se venden por debajo del mostrador como si fuesen de contrabando. Las librerías islámicas venden folletos incitando a la violencia sin ni siquiera esconderse.

Decenas de imanes, parecidos a Abdelbaki Es Saty, el sospechoso de ser el cerebro del atentado en Barcelona, sigue predicando con impunidad. Si los detienen, son rápidamente puestos en libertad.

Impera la sumisión. El discurso omnipresente es que, a pesar del aumento de las amenazas, los europeos deben seguir viviendo con la mayor normalidad posible. Pero los europeos ven que la amenaza existe. Ven que la vida no es ni ligeramente normal. Ven a policías y soldados en la calle, que proliferan los protocolos de seguridad, y los controles en la entrada de teatros y tiendas. Ven la inseguridad por todas partes.

Se les dice que ignoren sin más la fuente de las amenazas, pero saben cuál es la fuente. Dicen que no tienen miedo. Miles de personas gritaron en Barcelona: «No tinc por» («No tenemos miedo»). En realidad están muertos de miedo.

Los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción


Las encuestas demuestran que los europeos son pesimistas, y que piensan que el futuro será desolador. Las encuestas también revelan que los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción.

Este cambio en sus vidas se ha producido en muy poco tiempo, en menos de medio siglo. Antes, en la Europa occidental, sólo había unos pocos miles de musulmanes, la mayoría obreros inmigrantes de las antiguas colonias europeas. Se suponía que iban a estar en Europa temporalmente, así que nunca se les pidió que se integraran.

Pronto empezaron a contarse por cientos de miles, y después por millones. Su presencia se volvió permanente. Muchos adquirieron la ciudadanía. Pedirles que se integraran se hizo cada vez más impensable: la mayoría parecía considerarse en primer lugar musulmanes.

Los líderes europeos dejaron de defender su propia civilización. Empezaron a decir que todas las culturas debían tener la misma consideración. Parecían haberse rendido.

Musulmanas en Francia en una manifestación a favor de la UE, que paga las ayudas.
Se cambiaron los currículos escolares. A los niños se les enseñaba que Europa y Occidente habían saqueado el mundo musulmán, y no que, en realidad, los musulmanes habían conquistado el Imperio cristiano bizantino, el norte de África y Oriente Medio, la mayor parte de Europa oriental, Grecia, el norte de Chipre y España.

A los niños se les enseñaba que la civilización islámica había sido espléndida y opulenta antes de que supuestamente la colonización llegara para devastarla.

Los países ricos, establecidos en el periodo de postguerra, empezaron a crear una gran subclase de personas permanentemente atrapadas en la dependencia, justo cuando el número de musulmanes en Europa se multiplicó. El aumento del desempleo masivo —que afectaba sobre todo a los trabajadores menos cualificados— transformó los barrios musulmanes en barrios de parados.

Los barrios musulmanes se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva


Los organizadores de las comunidades venían a decirles a los musulmanes en paro que después de haber saqueado a propósito sus países de origen, los europeos habían utilizado a los musulmanes para reconstruir Europa y que ahora los estaban tratando como herramientas que habían perdido su utilidad.

El crimen arraigó. Los barrios musulmanes se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva.

Llegaron los predicadores musulmanes extremistas; reforzaron el odio hacia Europa. Dijeron que los musulmanes tenían que recordar quiénes eran; que el islam debía cobrarse venganza. Explicaron a los jóvenes delincuentes musulmanes encarcelados que la violencia se podía utilizar para una causa noble: la yihad.

La policía recibió órdenes de no intervenir para no agravar la tensión. Las áreas de alto nivel delictivo se convirtieron en zonas de exclusión, en semilleros para el reclutamiento de terroristas islámicos.

Los líderes europeos aceptaron la transformación de varias partes de sus países en territorios enemigos.
Se produjeron disturbios, y los líderes hicieron más concesiones todavía. Aprobaron leyes que limitaban la libertad de expresión.

Cuando el terrorismo islámico golpeó por primera vez Europa, sus líderes no sabían qué hacer. Siguen sin saber qué hacer. Son prisioneros de una situación que han creado ellos y que ya no pueden controlar. Parecen sentirse impotentes.

No pueden incriminar al islam: según las leyes que ellos han aprobado, es ilegal hacerlo. En la mayoría de los países europeos, cuestionar siquiera el islam se tacha de «islamofobia». Acarrea fuertes multas, si no juicios o sentencias de cárcel (como les pasó a Lars HedegaardElisabeth Sabaditsch-WolffGeert Wilders o George Bensoussan).

No pueden reestablecer la ley y el orden en las zonas de exclusión: eso requeriría la intervención del ejército y un giro hacia la ley marcial. No pueden adoptar las soluciones propuestas por partidos que han empujado a la oposición en los márgenes de la vida política europea.

El Iman Anjem Choudary no se corta, quiere la sharia para Europa.regar leyenda
No pueden ni siquiera cerrar sus fronteras, abolidas en 1995 con el acuerdo Schengen. Reestablecer los controles fronterizos costaría tiempo y dinero.

Los líderes europeos no parecen tener ni la voluntad ni los medios de oponerse a las nuevas olas de millones de migrantes musulmanes que provienen de África y Oriente Medio. Saben que los terroristas se están escondiendo entre los migrantes, pero siguen sin vetarles la entrada. En su lugar, recurren a subterfugios y mentiras. Crean programas de «desrradicalización» que no funcionan: los «radicales», por lo visto, no quieren ser «desrradicalizados».

Los líderes de Europa intentan definir «radicalización» como un síntoma de «enfermedad mental»; se plantean pedirles a los psiquiatras que resuelvan el caos. Después, hablan de crear un «islam europeo», totalmente diferente del islam en todos los demás lugares del planeta.

Adoptan una actitud altanera para crear la ilusión de superioridad moral, como hicieron Ada Colau y Carles Puigdemont en Barcelona: dicen que tienen unos principios elevados; que Barcelona seguirá estando «abierta» a los inmigrantesAngela Merkel se niega a afrontar las consecuencias de su decisión política de importar a innumerables inmigrantes. Reprende a los países de Europa Central que se niegan a adoptar sus medidas políticas.

Los líderes europeos se dan cuenta de que se está produciendo un desastre demográfico


Los líderes europeos se dan cuenta de que se está produciendo un desastre demográfico. Saben que en dos o tres décadas, Europa estará regida por el islam. Intentan anestesiar a las poblaciones no musulmanas con sueños sobre un futuro idílico que nunca existirá. Dicen que Europa tendrá que aprender a vivir con el terrorismo, que no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer, simplemente no quieren: les costaría votos musulmanes.

Winston Churchill le dijo a Neville Chamberlain: «Pudisteis elegir entre la guerra y la deshonra. Elegisteis la deshonra y ahora tendréis la guerra». Lo mismo ocurre hoy.

Winston Churchill
Hace diez años, describiendo lo que llamó «los últimos días de Europa», el historiador Walter Laqueur dijo que la civilización europea estaba muriendo y que sólo sobrevivirían los monumentos y museos antiguos. Su diagnóstico era demasiado optimista. Los monumentos y museos antiguos también podrían saltar por los aires. No hay más que ver lo que los seguidores encapuchados de «Antifa» —un movimiento «antifascista» que es totalmente fascistoide— están haciendo con las estatuas de Estados Unidos.

La catedral de la Sagrada Familia de Barcelona se libró únicamente gracias a la torpeza de un terrorista que no sabía cómo manejar explosivos. Otros lugares podrían no tener la misma suerte.

La muerte de Europa será casi indudablemente violenta y dolorosa: nadie parece estar dispuesto a frenarla. Los votantes aún podrían hacerlo, pero tendrán que hacerlo ahora, rápidamente, antes de que sea demasiado tarde.

viernes, 15 de marzo de 2019

DOUGLAS MURRAY Y LA EXTRAÑA MUERTE DE EUROPA



Las argucias desplegadas para demostrar que Europa no puede sino resignarse a la inmigración masiva son muy variadas. El villano oficial seguirá siendo “la ultraderecha”, y el euro-progresismo seguirá entonando “We are the world, we are the children” hasta el final.

Francisco José Contreras - 15/03/2019 

Douglas S. Murray ha pintado en The Strange Death of Europe un cuadro dolorosamente lúcido sobre una Europa resignada a su desaparición (que tendrá lugar por “gran sustitución” migratoria, por suicidio demográfico, o por una combinación de ambas cosas). La exposición de Murray es sistemática y bien armada, pero aquí sólo tenemos espacio para unas pinceladas impresionistas, recordando algunos hechos que adquieren el valor de categoría: 

– En julio de 2015, el gobierno alemán todavía intenta afrontar con racionalidad la avalancha de “refugiados sirios” (en realidad, gran parte de ellos procedían de otros países, y eran simplemente inmigrantes económicos). Angela Merkel asiste a un encuentro televisado con “refugiados” en Rostock, y una chica palestina le transmite su temor de que su familia sea expulsada del país. La canciller contesta que “la responsabilidad política es una cosa dura”, que Alemania no puede acoger a todos los que quieran venir, y que tendrán que aplicarse filtros para determinar quiénes llegan huyendo realmente de la guerra; y sí, eso implica que algunos serán devueltos. Mientras Merkel se prepara para otra pregunta, un rumor inconfundible llega a las cámaras: la chica está sollozando. Game over. Al día siguiente, los medios criticarán a la canciller por “la frialdad de su respuesta”. Unas semanas después, la foto del cadáver del niño Aylan Kurdi en una playa griega zanja definitivamente el asunto: quien ponga cualquier objeción a la acogida indiscriminada es un monstruo que desea que los pequeñuelos se ahoguen. A finales de agosto, la canciller abandona las cautelas iniciales y pronuncia su famoso “Wir schaffen das” (“Lo conseguiremos”): Alemania está dispuesta a acoger un millón de “refugiados”. 

Los europeos sabemos que nunca podríamos llegar a ser árabes, africanos o japoneses, aunque permaneciéramos décadas en los países respectivos 


– La ministra sueca de Inmigración, Mona Sahlin, habla en una mezquita de inmigrantes kurdos en 2004. Les dice que los suecos les tienen envidia, pues los kurdos poseen una cultura rica y unitaria, mientras que Suecia no tiene otra cosa que “banalidades, como el festival de la noche del solsticio de verano”. En 2005, un periodista pregunta a Lise Bergh, secretaria parlamentaria del gobierno sueco, si cree que hay algo en la cultura sueca que merezca ser preservado. Contesta: “Bueno, ¿qué es la cultura sueca?”. En febrero de 2017, el candidato presidencial Emmanuel Macron afirma en Lyon: “No existe la cultura francesa. Existe la cultura en Francia, y es una cultura diversa”. 

– Andrew Hawkins, director teatral británico, descubrió que era descendiente de un John Hawkins que fue traficante de esclavos en el siglo XVI. En 2006 se incorporó –junto a otros 26 descendientes de tratantes, de nacionalidad alemana, británica y francesa- a un “sorry trip” por Gambia. Desfilaron con grilletes en el cuello y los pies por las calles de Banjul. Así llegaron al estadio, donde pidieron perdón de rodillas ante un público de 25.000 personas. Y entonces, el vicepresidente de Gambia, Isatou Njie-Saidy, les liberó ritualmente de sus cadenas. (Históricamente, el volumen del tráfico de esclavos intra-africano –con los países árabes o de las propias tribus africanas entre sí- excedió en mucho al tráfico transoceánico desarrollado por portugueses, británicos o franceses). 

– El noruego Karsten Nordal Hauken –que se define como “heterosexual, feminista y antirracista”- fue violado en su casa por un refugiado somalí. Su agresor fue capturado, identificado por medio de un test de ADN, y condenado a prisión de cuatro años y posterior expulsión a su país. Hauken declaró a los medios noruegos: “Tengo un fuerte sentimiento de culpa y responsabilidad. Yo soy la razón por la que él ya no podrá quedarse en Noruega, y será enviado a un futuro oscuro e incierto en Somalia”. 

– En enero de 2016 fue violada en Mannheim una alemana de 24 años. En la denuncia policial inicial, declaró que sus agresores parecían alemanes. Sólo en una declaración posterior reconoció que se trataba de extranjeros, y que había mentido para “no hacerles el juego a los racistas”. En una carta abierta a sus violadores, se disculpó y afirmó: “Yo quiero una Europa abierta y amable. Una en la que pueda vivir con alegría, y en la que ambos nos sintamos seguros. Lo siento. Lo siento muchísimo por vosotros y por mí. Vosotros no estáis seguros aquí, porque vivimos en una sociedad racista. Yo no estoy segura aquí, porque vivimos en una sociedad sexista”. 

¿De verdad es necesario importar mano de obra extranjera en países –como España- con tasas de paro superiores al 10%?; ¿no será porque los inmigrantes aceptan salarios más bajos? 


Lean a Murray para entender cómo hemos llegado hasta aquí. Los europeos sabemos que nunca podríamos llegar a ser árabes, africanos o japoneses, aunque permaneciéramos décadas en los países respectivos: sin embargo, nos obligamos a creer –so pena de racismo y xenofobia- que cualquier árabe o africano se convertirá mágicamente en europeo apenas ponga el pie en el continente. O bien, que no se europeizará, pero que da igual, y que tiene derecho a permanecer aquí de todas formas. O que quizás no tiene derecho, pero en cualquier caso es inevitable, pues no se pueden poner puertas al campo. 

Las argucias desplegadas para demostrar que Europa no puede sino resignarse a la inmigración masiva son muy variadas. Se explica que “los inmigrantes vienen a pagarnos las pensiones”, obviando los estudios –por ejemplo, “El coste de la emigración extranjera en España”, del GEES- que muestran que extraen del sistema asistencial más de lo que contribuyen a su sostenimiento. Se manipula el pasado para hacer creer que “siempre fuimos una tierra de inmigración” o que “en realidad, todos somos extranjeros”. Se insiste en que “vienen a hacer los trabajos que los europeos ya no quieren hacer”, soslayando la pregunta evidente: ¿de verdad es necesario importar mano de obra extranjera en países –como España- con tasas de paro superiores al 10%?; ¿no será porque los inmigrantes aceptan salarios más bajos?, y ¿no se podría negar el subsidio de desempleo al español que no esté dispuesto a recoger fresas? 

En Möllenbeck o Bradford es difícil encontrar cerveza, por la sencilla razón de que los pubs –y las iglesias- han cerrado: no ha tenido lugar una europeización de los inmigrantes, sino una islamización de ciertas zonas urbanas 


La doctrina pro-inmigración ha ido viendo desmentidas todas sus predicciones. Se dijo que los “trabajadores invitados” (Gastarbeiter, guest workers) estarían en Europa unos años y volverían satisfechos a sus países: en realidad, casi nadie volvió; al contrario, a partir de los años 70 trajeron a sus familias, y comenzaron a llegar otros muchos sin contrato de trabajo, atraídos por el generoso sistema asistencial y por la certeza de que quien pone pie en Europa termina siempre quedándose. Se dijo que los pakistaníes, argelinos o nigerianos establecidos en Francia o Inglaterra al cabo de una generación beberían pastís o cerveza tibia, y serían tan europeos como los demás; en realidad, en Möllenbeck o Bradford es difícil encontrar cerveza, por la sencilla razón de que los pubs –y las iglesias- han cerrado: no ha tenido lugar una europeización de los inmigrantes, sino una islamización de ciertas zonas urbanas. Quien visite la tumba de Carlos Martel en Saint Denis podrá preguntarse si su victoria sobre los musulmanes en Poitiers (732) sirvió de algo. Pues la abadía necesita constante protección militar; y el visitante, al salir, atravesará calles que se parecen mucho más a las de la Argel que a las de París. 

En lugar de reconocer estos fracasos, el pro-inmigracionismo ha arremetido furiosamente contra quien los pusiese de manifiesto. Quien discrepe de la ortodoxia inmigracionista es tildado de racista, xenófobo, fascistoide, nacionalista estrecho… Quien señale la específica inasimilabilidad de la inmigración musulmana será tachado de “islamófobo”. Y sí, es cierto que algunos musulmanes están en peligro en Europa. Pero no son los salafistas, sino los moderados como Hamed Abdel-Samad o Kenan Malik, o los “apóstatas” que se pasaron al cristianismo (Magdi Allam) o al ateísmo (Ayaan Hirsi Ali). Son Rushdie, Hirsi Ali o Allam los que tienen que vivir bajo protección policial. Amenazados, no por “islamófobos” de ultraderecha, sino por musulmanes radicales que campan por sus respetos en París o Londres. (El caso de Ayaan Hirsi Ali es revelador: una inmigrante modelo, una verdadera refugiada, que sufrió mutilación genital en su Somalia natal y llegó a Europa huyendo de un matrimonio forzoso; que trabajó y estudió con aprovechamiento, licenciándose en Ciencia Política en la Universidad de Leiden y colaborando con Theo Van Gogh –asesinado por un islamista- en el documental “Sumisión”, que pretendía denunciar la opresión de las mujeres en el mundo islámico. Ali, que llegó a ser diputada del Parlamento holandés, tuvo al final que emigrar a EE.UU.: Holanda era incapaz de garantizar su seguridad. Y su discurso de denuncia del Islam radical resultaba incómodo: chocaba demasiado con la ortodoxia buenista del multiculturalismo y la diversidad). 

El imán de Neukölln (Berlín) pidió en 2014 que Alá “destruya a todos los judíos sionistas, que mate hasta al último de ellos” 


Tampoco corren buenos tiempos para los judíos en Europa. Miles de judíos franceses están emigrando a Israel, como reflejó la novela “Sumisión” de Michel Houellebecq (otro que tiene que vivir escondido por desafiar lo políticamente correcto). La prensa progresista insiste en atribuir antisemitismo a partidos como Alternativa por Alemania o el Fidesz de Viktor Orban: en realidad, el primero es nítidamente pro-israelí, y el gobierno húngaro ha recibido reiteradas felicitaciones de Israel por su modélica política de protección de los judíos. Sí, en las calles alemanas vuelven a oírse gritos de “¡judíos a la cámara de gas!” (“Hamas, Hamas, Juden ins Gas”). Pero no vienen de neonazis, sino de manifestaciones pro-palestinas protagonizadas por inmigrantes musulmanes. El imán de Neukölln (Berlín) pidió en 2014 que Alá “destruya a todos los judíos sionistas, que mate hasta al último de ellos”. Los supermercados kosher en Francia necesitan protección: no frente a los lepenistas, sino frente a islamistas como Amedy Coulibaly, que en 2015 mató a cuatro rehenes en uno de ellos (en Toulouse, Bruselas o Copenhague se han producido también en los últimos años atentados antisemitas, siempre de autoría islámica). 

Da igual: el villano oficial seguirá siendo “la ultraderecha”, y el euro-progresismo seguirá entonando “We are the world, we are the children” hasta el final, profetiza Murray. Europa está poseída por un Zeitgeist suicida: se desprecia más o menos conscientemente a sí misma, y desea ser sustituida por otros (el alcalde de Londres Ken Livingstone celebró el censo de 2012 que indicaba por primera vez que los “británicos blancos” habían pasado a ser minoría en su propia capital). Y se desprecia porque se ha quedado sin su cosmovisión, que era el cristianismo. La mezquina filosofía de “disfruta mientras puedas, pero debes saber que la tuya es una vida sin sentido en un universo absurdo” no puede inspirar nada grande, ni siquiera una voluntad seria de supervivencia colectiva. 

Fuente: https://www.actuall.com/criterio/democracia/douglas-murray-y-la-extrana-muerte-de-europa/

sábado, 4 de agosto de 2018

HUNGRÍA: UN PAÍS QUE AFRONTA SU FUTURO CON RESPONSABILIDAD



La embajadora de Hungría en España, Enikö Györi, concedió una entrevista a Juan María Piñeiro de algunos de los temas de actualidad para Hungría, España y Europa:


¿Cómo es vivir a contracorriente en la UE?


Yo creo que llevamos varios años así. Prácticamente desde 2010 cuando el gobierno de Viktor Orban obtuvo dos tercios de los diputados; desde aquel entonces siempre hay críticas. Lo que está haciendo Hungría desde hace varios años tiene una línea muy clara: creemos fuertemente en la Europa original creada por los padres fundadores hace bastantes años ya, más de 60 años, y pensamos que hay que protegerla y conservarla para las futuras generaciones, para nuestros hijos y nietos. Y vemos que hay cosas pasando en Europa que desafían este modelo de Europa, mientras que nosotros estamos convencidos de que esto va contra los intereses de los ciudadanos europeos. Tenemos una línea bien clara.

Nosotros no decimos que la única verdad está con nosotros. Sólo pedimos que nos dejen gobernar nuestro país según los valores y principios en los que la mayoría de los húngaros creen; y hacer políticas con las que los húngaros, con una muy clara mayoría que fue confirmada ya dos veces en elecciones libres, dijeron estar de acuerdo.

“Europa está perdiendo su identidad original. Europa es una civilización con raíces en la cultura judeocristiana. Si continuamos con las políticas actuales vamos a perderla”

Sí hay diferencias. Pero creo que en los fundamentos, en la democracia, el Estado de Derecho o valores fundamentales no hay diferencia. Pero unos piensan que lo que nosotros protegemos o intentamos proteger, la Europa original, va contra el siglo XXI. Mientras que nosotros pensamos que no es obsoleto hablar de democracia cristiana, no es obsoleto hablar de familia, de una sociedad libre, de la libertad en su sentido original.

Todo esto se ha manifestado mucho más tras el inicio de la crisis de inmigración cuando mi primer ministro, desde el principio, tuvo una política muy articulada, muy clara, sin ningún cambio. Prácticamente somos el único país que en el curso de estos tres años no ha cambiado su posición. Y por eso estamos sufriendo varios ataques.



¿Qué diferencias hay entre los padres fundadores de la UE y la UE actual?







Pensamos que Europa está perdiendo su identidad original. Europa para nosotros es una civilización con raíces en la cultura judeocristiana. Tenemos una cultura muy rica, tenemos que estar orgullosos de todo lo que pasó en nuestro continente en más de 2000 años y pensamos que los fundamentos de esta civilización tienen que regir y continuar. Y que si continuamos con las políticas actuales gradualmente vamos a perderla.


Hay que abrir un debate. En este mundo, el que se ha creado en Europa en estos 2.000 años con toda la herencia que tuvimos, ¿hay otra manera de hacer nuestras cosas o la única manera de hacerlo es con la democracia liberal, como se está haciendo en los últimos años?

Pensamos que Europa se ha vuelto demasiado individualista. Estamos pensando demasiado solo en los individuos y mucho menos en las comunidades, ya sean más pequeñas como las familias, o más grandes como las comunidades de un pueblo, de una ciudad, de una nación. Pensamos en una Europa que está formada por estas comunidades, por estas unidades básicas de la sociedad. 

Y no quisiéramos perderlas. Y hay ciertos derechos que la comunidad tiene que gozar y no necesariamente el individuo. Porque si somos muy individualistas vamos a perder mucho de la Europa original, de los padres fundadores. Se puede exagerar pero no es ridículo. Si uno cita a uno de los padres fundadores de Europa, Jean Monnet, que dijo “Europa será cristiana o no será”, le acusan de ir contra las libertades básicas. Yo creo que esto es ridículo.

La Europa original sigue siendo una alternativa válida que y pensamos que no es obsoleta, y los retos de hoy se podrían afrontar mejor según sus ideas, valores y convicciones.

La alternativa, que es la Europa original, sigue siendo una alternativa válida que se puede creer y pensamos que no es obsoleta, ni demasiado antigua y los retos de hoy se podrían afrontar mejor según las ideas, valores y convicciones de la Europa original que con la democracia liberal en su expresión extremista.

Pero hablando de esto hay que afirmar que Hungría es muy favorable a los derechos y los fundamentos de los Derechos Humanos, las libertades básicas y no vemos ninguna contradicción en esto.

Por ejemplo, si hablamos de los problemas y los retos de la crisis económica. Vimos muy bien que pensando solo en el libre mercado, nos encontramos en una situación muy grave, en la que mucha gente perdió su trabajo, perdió su hogar, perdió su familia, e incluso varias personas se suicidaron por no poder afrontar todos estos problemas. Tal vez esta economía que hemos creado no ha funcionado y se puede proteger mejor a los ciudadanos, que sean un poco más responsables o menos responsables –aquí siempre hay una responsabilidad individual- pero el Estado tiene que estar muy atento y no dejar unas prácticas demasiado liberales que al final del día ponen en riesgo la propiedad o la vida de muchas personas.

Otro tema es la inmigración. ¿Si continuamos con este ritmo de flujos es seguro que en 20, 30, 50 años Europa será como la queremos, la amamos, como la actual o será otro tipo de civilización? Tenemos problemas demográficos y hay que hablar libremente. Si vamos a resolver la crisis demográfica con inmigración o pensamos en fortalecer la familia tradicional e intentar cambiar un poco el sistema de valores y el mundo en que estamos viviendo para que la gente intente valorar un poco más la familia, para que la gente pueda tomar la decisión de tener hijos. Hungría decidió ir con este último. Y así vamos a formar otro tipo de sociedad. ¿Por qué no se puede hablar de estos temas? Son los temas más importantes de la vida actual, los desafíos del siglo XXI. Pienso que se puede dar otro tipo de respuesta diferente a la que la mayoría de la Unión Europea, los países miembros o las instituciones europeas han dado últimamente. Hay que tener un diálogo y que no descalifiquemos un tipo de discurso –el que viene de Europa central o de Hungría- como algo que va contra los fundamentos de la Unión Europea mientras estamos convencidos de que somos nosotros quienes representamos los fundamentos originales de nuestra civilización.


¿Existe una Europa de dos velocidades –ideológicamente hablando-, una Europa oriental y otra occidental?







Creo que lo que hace muy bonita a la Unión Europea es que es muy colorida. Está compuesta de 28 países miembros que son muy distintos. ¿Qué tiene que ver Suecia con Portugal o Rumanía con Irlanda? Pero creemos lo mismo en muchas cosas, valores y principios y en algún tipo de organización y hacer juntos las cosas mejor porque estamos convencidos de que sirven para el interés de todo el mundo. No podemos forzar y hacer políticas que vayan contra las convicciones de algunos de los países miembros. Eso está muy mal.

Todos tenemos nuestro pasado, nuestras peculiaridades económicas, históricas, pero hay que ver todo lo que nos une y no todo lo que nos separa

Hay que creer en la cooperación leal pero al mismo tiempo ningún país puede sentirse dañado en cosas fundamentales por políticas de la UE. Cuando alguien abusa al tomar decisiones con la mayoría absoluta contra la voluntad de alguno cuando hablamos de temas básicos de soberanía como quién vive en tu territorio, ¿lo decides tú, con tu gobierno, el Parlamento y según tus propias reglas o alguien puede imponerte algo en este tema?. Yo creo que aquí se ha violado esta cooperación leal y la comprensión y el entendimiento mutuos que son unos de los fundamentos de la UE. Todo esto se ha producido por la crisis de la inmigración.

En cuanto a las varias velocidades, es un hecho. Hay países dentro de la misma UE que están en Schengen y hay otros que todavía no se han cualificado. Hay países que utilizan la moneda común, el euro, mientras otros no. La Europa de varias velocidades existe. Llevamos muchos años y creo que no ha habido ningún problema con esto. Hay países que quieren profundizar su cooperación, existen reglas muy claras para hacerlo, como la cooperación reforzada, y sí se puede profundizar la cooperación. Pero no todos los países tienen que ir juntos, pero algunos, si quieren, lo deciden y pueden hacerlo. Yo creo que esta arquitectura, que tiene sus fundamentos desde muy al inicio -1957- y sigue funcionando sorprendentemente bien. Empezaron seis países y ahora somos 28, aunque lamentablemente vamos a perder uno y creo que hay que pensar por qué ellos se van. Y Bruselas quizás tiene alguna culpa, para que un país importante de 60 millones de personas decida irse. Y es algo grave, unos problemas que hay que entender y encontrar la medicina para curar la civilización juntos. No hay que hablar demasiado de estas divisiones –norte contra el sur, oeste contra el este…-. Todos tenemos nuestro pasado, nuestras peculiaridades económicas, históricas, pero hay que ver todo lo que nos une y no todo lo que nos separa. No forzar demasiado y respetar, tolerar las diferencias.



Países como Austria o Alemania empiezan a tomar medidas contra la inmigración. Cuando lo hizo Hungría fue criticada. ¿Ha sido Hungría un modelo?



Es un tema muy complicado porque es cierto que hace tres años cuando éramos los únicos que dijimos que así no se podía continuar y que había que parar los flujos, y distinguir entre verdaderos refugiados e inmigrantes económicos, cuando tuvimos 10.000 llegadas al día por bosques, campos, entraron por todas partes en nuestra frontera del sur, dijeron que éramos crueles. No. Intentamos cumplir con nuestras obligaciones porque hay reglas de Dublín, de Schengen, que no son opcionales, sino que son obligatorias para cada gobierno. Controlar las fronteras. Si tus fronteras no están controladas no eres país. Si no dominas en tu territorio no eres nadie. Esto son fundamentos de la existencia de los países. ¿De qué estamos hablando? Echarnos la culpa por lo que hicimos parece ridículo. No era fácil soportarlo. Mucha gente en España me decía que España sufrió algo semejante en los años 2005-2006, con la crisis en Canarias. Claramente los tamaños eran distintos porque en aquel entonces España sufrió como 40.000 llegadas y era el único país que lo sufrió y era muy poco comprendido en Europa. Además como era el único país y por la situación geográfica, le tocó solo a ella y por ser en las Islas Canarias no era tan fácil moverse por todas partes en Europa. Era otro tipo de crisis.

Lo que están haciendo algunos países es cerrar las fronteras interiores en el espacio de Schengen y hacer imposible uno de los fundamentos de la UE que es la libre circulación

Mientras que en este caso llegaron a Hungría pero querían continuar a los países que tienen un sistema social de subsidios mucho más generoso que el nuestro y pensaban que Alemania y Suecia eran el paraíso mismo. Ahora estos países ya se están dando cuenta de que era un error. 

Nunca lo van a decir, nunca lo van a admitir pero es así. Lo que nos preocupa es que después de abrir las fronteras, sufrir las consecuencias y tener millones de personas, una parte de ellas casi sin ser identificadas y sin razones legítimas de permanencia, porque no se catalogaron como refugiadas pero desaparecen en el sistema y es casi imposible devolverlas a sus países de origen o con mucha dificultad, los países comenzaron a darse cuenta de que así no se podía continuar. 

Y lo que están haciendo es cerrar las fronteras interiores en el espacio de Schengen y hacer imposible lo que es uno de los fundamentos de la Unión Europea que es la libre circulación. Y esto es lo que nuestros ciudadanos más aprecian. Que desde Portugal hasta Polonia puedan ir sin mostrar su pasaporte. Es un valor. Esto ayuda económicamente a los países, que los camiones no tengan que pararse… Si imponen fronteras interiores rompemos lo que edificamos juntos –Hungría con su adhesión, lamentablemente por el pasado comunista llegamos tarde-, algo que es único en el mundo. Y corregimos políticas equivocadas de hace tres años con otras nuevas equivocadas en vez de fortalecer la frontera exterior y parar los flujos, y en el país de origen decidir a quién se acepta como refugiado. A los refugiados hay que dejarles entrar pero cuando la situación en su país de origen se arregle y hay que ayudar a estos países a que la situación se arregle, que regresen a su país. Porque tampoco está bien vaciar estos países porque entonces nunca podrán funcionar bien, nunca tendrán la posibilidad de hacer prosperar su propio país.

El Gobierno húngaro se esfuerza al máximo para proporcionar unas condiciones de vida en los países de origen de los refugiados que permitan evitar que millones de personas se vean obligadas a abandonar sus hogares. La reunión de Péter Szijjártó con líderes religiosos en Oriente Próximo también confirmó la existencia de la necesidad de prestar apoyo local in situ.




¿Aceptaría Hungría a inmigrantes que fueran cristianos perseguidos en su país de origen?




Es el mayor tabú de toda la crisis y está prácticamente prohibido hablar de esto. Creo que somos prácticamente el único país cuyo primer ministro habla abiertamente de esto. Lamentablemente mucha gente está escondiendo muchas cosas, muchos políticos están evitando el tema o rechazan hablar de esto porque sí hay problemas de integración con inmigrantes que llevan aquí ya varias generaciones. Tenemos inmigración en Francia, Alemania -millones de personas-, en Europa tenemos ya una tercera generación de inmigrantes no cristianos. La libertad de expresión es importante y por eso tenemos que tener un debate abierto sobre este tema, que reconozco que es difícil: si hay un problema de integración o no. Y creo que sí lo hay porque hay varias ciudades grandes en Europa occidental, en lo que hay guetos donde las policías locales no les gusta entrar porque es peligroso, donde hay problemas de criminalidad, problemas de paro, de educación… Y vemos que estos problemas se producen en mayor porcentaje en las comunidades de inmigrantes que en las comunidades autóctonas europeas. 

¿Por qué no se puede hablar de eso? Somos distintas civilizaciones en el mundo. Nuestros valores y reglas de convivencia son distintos. Hay cosas en común, pero hay reglas muy distintas. Y menciono solo una. La relación entre el hombre y la mujer es muy distinta en el islam en comparación con nuestra cultura cristiana. ¿Por qué no se puede decir esto? Y hay que pensar un poco: si cambiamos, si dejamos cambiar nuestra civilización… entonces estas reglas –la igualdad que está tan de moda en Europa- ¿la podríamos proteger, cultivar en 20 o 50 años? ¿Quién se va a adaptar a quién si miramos el ritmo de nacimientos, las tasas de fecundidad?… Son temas muy complicados, muy difíciles.

Hungría siempre ha estado en el cruce de varios movimientos durante la historia; fuimos invadidos mil veces, Europa central nunca fue un territorio fácil, siempre muy complicado, y mucha gente quería dominarnos. Hemos tenido flujos grandes de inmigración como los refugiados en el 89 de Rumanía, con la revolución de Ceaucescu, gran parte de ellos húngaros que vivían en Transilvania, con las guerras de los Balcanes con muchísimos refugiados de guerra europeos, cristianos, ortodoxos y también musulmanes, porque los Balcanes tenían las tres civilizaciones… Así que siempre hemos tenido esos desafíos.

Hay que hablar claramente de los temas de civilización, de cultura, de religión y si hay problemas de integración hay que hablar de estos

Para nosotros los Balcanes es Europa. Los tratados dicen que todos los países europeos se cualifican para poder pedir su adhesión a la UE. Pensamos que tenemos que integrarles, ayudarles porque nuestra seguridad depende de ellos. Son tres civilizaciones y si no las integramos nosotros en la UE tendremos otros poderes que están muy interesados en tener relaciones más estrechas con ellos. Si no hablamos de esto porque este territorio no está hoy en día en llamas, tal vez lo estará en dos días y entonces será muy tarde. Hay que hablar claramente de los temas de civilización, de cultura, de religión y si hay problemas de integración hay que hablar de estos. Porque la gente vive esos problemas, con los atentados terroristas. No todos los inmigrantes son terroristas. Es una locura. Pero si miramos, quienes cometieron los atentados eran primera, segunda o tercera generación de inmigrantes. ¿Por qué no se puede decir? Es una verdad que todo el mundo sabe. Si la gente viviendo en grandes ciudades occidentales sufre las consecuencias de la no integración de los inmigrantes, por qué no se puede hablar de ello. Porque así tendremos más confianza con los ciudadanos y van a entender que los políticos intentan encontrar una solución que de verdad representa sus intereses y no vamos a tener a los políticos muy alejados, con una gran brecha entre políticos y ciudadanos, votantes, que van a votar entonces a partidos extremos. Es mejor el diálogo, la charla clara de los temas que la gente vive en su vida cotidiana.


¿Cómo ven en Europa la idea de Hungría de fomentar que tener hijos esté de moda?





Esto es un experimento en Europa porque lo que está de moda es que haya problemas demográficos pero afirman que lo van a resolver con inmigración. Mientras que nosotros afirmamos que para conservar nuestro país como es, para conservar Europa, tenemos que intentar influir en nuestros ciudadanos para que tengan más hijos.


Es un tema muy complejo y sobre todo funciona solo a largo plazo. No es una inversión para mañana sino que es una inversión que en 20 o 30 años puede traerte frutos. Pero algo sí que se puede alcanzar. En Hungría en ocho años la tasa de fecundidad ha subido de 1,23 a 1,5, que no está mal, pero que no es suficiente porque hasta no alcanzar el 2, que una mujer tenga dos hijos, no puedes decir que todo funciona de maravilla.


Hay que intentar crear un ambiente donde las parejas jóvenes se encuentren bien y que tengan ganas [de formar una familia]



Es un tema al que puedes ayudar con temas financieros y por eso gastamos ya el 5% del PIB en la promoción de la familia, de las mujeres. Cuando preguntamos a las parejas jóvenes que cuántos hijos quieren tener, en general dicen al menos dos o tres, pero cuando llega el momento tienen solo uno o máximo dos. Y entonces hay que mirar cuáles son los obstáculos, qué les pasa para que estos niños planificados no nazcan; y dicen que es muy difícil tener un primer hogar, que están en la universidad y ahora no quieren interrumpir los estudios y si interrumpen los estudios se quedan sin fondos; o es muy difícil regresar al mercado laboral… Hay que mirar todo esto. Las familias que se encargan de tener tres hijos ya reciben, no solo un préstamo, sino una ayuda económica de casi 30.000 euros, y además el sistema tributario favorece a las familias –una familia de tres hijos ya casi no paga IRPF-, hay que tener guarderías, escuelas infantiles, las empresas que emplean madres jóvenes pagan menos a la seguridad social… Todo este conjunto de instrumentos ayuda porque así al menos los obstáculos financieros, no digo que desaparezcan, pero los reduces para que esto ya no sea una consideración negativa cuando tomes la decisión.

Hay que intentar crear un ambiente donde las parejas jóvenes se encuentren bien y que tengan ganas. Hay que reflejar valores. Esto es fundamental. Aunque es muy difícil porque siempre es una decisión individual que toman las parejas, pero pensamos que la sociedad a largo plazo tendría que funcionar así, con personas responsables, hombres y mujeres, con las familias en el sentido tradicional de la palabra porque así podemos guardar nuestro sistema de valores. Es un experimento. Estamos en ello, vamos a ver cómo funciona y ojalá tengamos más socios, más aliados en esto, que es una de las claves del mantenimiento y supervivencia de la civilización europea.



Fuente: 
https://www.actuall.com/entrevista/familia/embajadora-de-hungria-hay-que-hablar-de-los-problemas-de-integracion-de-los-inmigrantes/?utm_campaign=El%20Brief%20de%20Actuall&utm_source=hs_email&utm_medium=email&utm_content=64960567&_hsenc=p2ANqtz--1FmjknRs9zmS8ng9HE_LSJFt0pdMZ9c57BDActKFgjRuqHlyGlST8rD-HcP3Tff1tPrtHz20C5fAobl1uTedUnb7X0w&_hsmi=64960567

viernes, 26 de mayo de 2017

REINO UNIDO, CAMPO MINADO DEL YIHADISMO A PUNTO DE ESTALLAR




Medio millar de iglesias han cerrado en Londres, y se han abierto más de 400 mezquitas. La población musulmana se ha duplicado en el Reino Unido hasta los 3,1 millones, singularmente en la city, Birmingham o Manchester. Lo cual es terreno abonado para la amenaza yihadista.


Javier Torres

Salman Abedi, autor del atentado que ha costado la vida a 22 personas en Manchester el pasado lunes, era hijo de libios, pero nacido en Reino Unido, como muchos de los terroristas que en los últimos años han cometido atentados en suelo europeo. Sus padres eran refugiados que llegaron a las islas huyendo del régimen de Gadafi.

Tras este nuevo atentado Europa se lamenta de que el enemigo está en casa al tiempo que se pregunta cómo se ha llegado a este punto.

Pero la realidad es que las autoridades han fomentado que en las últimas cuatro décadas el auge de la inmigración haya modificado el paisaje y hasta los modos de vida en muchas de las grandes ciudades del continente.

Pocos países han acogido a más inmigrantes -especialmente de origen islámico- que el Reino Unido, donde actualmente viven 3,1 millones de musulmanes, lo que representa el 4,8% del total de la población.




La policía inglesa prohibió a los ciudadanos salir de los edificios que se encuentran cerca del Parlamento británico tras el atentado islamista / EFE

Londres es la ciudad en la que vive el mayor número de ellos: hasta un millón, lo que representa el 12,4% de los habitantes, según el Muslim Council of Britain. En la cima del multiculturalismo, de los 8,6 millones de habitantes de la capital, el 44% pertenece a una minoría étnica.

Además de la capital, los musulmanes tienen una presencia importante en todas las grandes ciudades: Manchester (15,8%), Birmingham (21,8%) y Bradford (24,7%).


El número de musulmanes en las islas ha crecido más del doble en los últimos 13 años: pasó de 1,5 millones en 2001 a 3,1 millones en 2014

En el Reino Unido la población de origen musulmán ha crecido más del doble en los últimos 13 años: pasó de 1,5 millones en 2001 a 3,1 en 2014. Actualmente el porcentaje de musulmanes en Inglaterra y Gales es del 5%.

Y todo ello se ha convertido en caldo de cultivo para la amenaza yihadista. Sobre todo desde que Bin Laden enseñó los dientes a Occidente y demostró, con el ataque del 11-S que EEUU y Europa eran vulnerables.

De Nueva York a Londres


La llegada del siglo XXI estuvo marcada por el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 que costó la vida a casi 3.000 personas. Desde ese momento el terrorismo islámico ha crecido con fuerza hasta el punto de atacar otras de las ciudades más importantes del mundo: Londres.

El 7 de julio de 2005 varios yihadistas sembraron el pánico en la capital británica con varios ataques en el metro y en un autobús público. El atentado terrorista acabó con la vida de 56 personas y dejó 700 heridos.

Desde luego no puede decirse que la influencia islámica en las islas sea menor. Reino Unido tiene 1.700 mezquitas, de las cuales 427 están en Londres. Esta situación contrasta con el hecho de que entre 2001 y 2017 hasta 500 iglesias cerraron en la capital británica. Una cultura, la cristiana, desaparece y otra, la musulmana, ocupa su lugar.


Mezquita de Woolwich, Londres / EFE
El empuje cada vez más fuerte del islam en el país explica que ahora haya zonas en las que predomine la ley islámica como si se tratara de un territorio independiente del británico.

Hace años que el Reino Unido y Europa miran hacia otro lado para tapar una de sus mayores vergüenzas: las ‘no go zones’, esos territorios en los que impera la sharia (ley islámica) al margen de la legislación del propio país.

Barrios en los que no llega el Estado de Derecho y el europeo autóctono prefiere no poner un pie por cuestiones evidentes: la seguridad no está garantizada, y menos aún para las mujeres europeas, habitual objeto de los insultos, vejaciones e incluso violaciones por parte de ciudadanos musulmanes. 

Propaganda en cárceles


El auge de esta ‘justicia comunitaria’ provoca que delitos que serían castigados con dureza -ya sean violaciones o incluso homicidios- no se denuncien por miedo a carteles como “Usted está entrando en una zona controlada por la sharia: reglas islámicas obligatorias”.

El Este de Londres alberga barrios como Tower Hamlets y Newham, hoy convertidos en guetos islamistas, ambos tutelados por el Islamic Forum of Europe, grupo radical que difunde el islamismo radical.

A estas alturas a nadie le sorprende que Mohammed fuese el nombre más elegido por los padres para los niños que nacieron en Londres en el año 2014.

Según ‘The Independent’ los imanes encargados de la atención a los presos musulmanes difunden propaganda yihadista y les animan a asesinar a los que rechazan la fe de Mahoma

En estas zonas tampoco se deja ver por allí la policía con la frecuencia debida. “Hay barrios en París en los que la gente te dice: ‘esto es la guerra’. Los franceses los llaman ‘zonas de no derecho’ porque no rige la ley. A partir de las 7 de la tarde no entran ni policías, ni bomberos ni ambulancias”, aseguró Jorge Verstrynge en una entrevista a Actuall.

Una década sangrienta


En una encuesta realizada en Gran Bretaña el verano de 2015, el 51% de los musulmanes británicos estaban a favor de poder elegir someterse a la jurisdicción de la sharia, el 20% respondió que la violencia estaba justificada para hacer la sharia la ley en el país. Otro 25% apoyaba la violencia contra aquellos que ofenden al islam.

El diario inglés The Independent publicó un investigación realizada en las prisiones británicas en la que se desvela que, al menos en diez prisiones, los imanes encargados de la atención a los presos musulmanes difunden propaganda yihadista y les animan a “asesinar a los apóstatas o a los que rechazan la fe musulmana”. A principios de 2016 habían 12.000 musulmanes presos en Inglaterra y Gales.

Y aunque hay una inmensa mayoría de musulmanes pacíficos, que solo quieren trabajar y sacar a sus familias adelante, la infiltración de las corrientes más radicales a través de mezquitas, escuelas coránicas y los guetos aislados donde los ‘bobbies’ no se atreven a poner el pie se ha convertido en “cajas de reclutamiento” de jóvenes yihadistas.

No hay más que ver el rosario de atentados de la última década, que han golpeado a la sociedad británica.

Desde 2005 el Reino Unido ha sufrido numerosos ataques terroristas de signo islamista. En Glasgow un coche cargado con bombonas de gas impactó contra la terminal del aeropuerto en junio de 2007. Afortunadamente no estalló.


Policías patrullan los alrededores del Manchester Arena horas después de que un terrorista islámico matara a 22 personas al hacer explotar un artefacto durante el concierto de la cantante Ariana Grande. / EFE
No puede decirse lo mismo de lo que ocurrió en Londres en mayo de 2013, cuando dos hombres de origen nigeriano atropellaron y degollaron a un soldado.

O cuando un somalí acuchilló a dos personas en el metro de Londres en diciembre de 2015. 

Más reciente fue el atentado que costó la vida a seis personas en el atropello múltiple y apuñalamiento de un policía en Westminster el pasado mes de marzo. En total, entre 2005 y 2017 han muerto 85 personas a causa del terrorismo yihadista en el Reino Unido. 

Pero todo indica que esto es solo el principio. Porque el enemigo está en casa y porque las autoridades no saben como combatirlo.

El Estado Islámico lo ha dejado bien claro, al reivindicar el atentado de Manchester: esto no ha hecho más que empezar.

“Lo que se avecina será aún más duro para los fieles de la cruz y sus aliados, con el permiso de Dios”, amenaza el texto que considera el ataque una “venganza”, un acto más de los “los esfuerzos para aterrorizar a los incrédulos” y “una respuesta a las agresiones contra las tierras de los musulmanes”.

Por ello la primera ministra Theresa May ha elevado la amenaza terrorista al Reino Unido a un nivel crítico -el más alto-, lo que significa que los servicios de inteligencia tienen información de un atentado inminente.

Precisamente en la mañana del miércoles la policía ha realizado tres detenciones más relacionadas con los atentados de Manchester.


Fuente:http://www.actuall.com/criterio/democracia/reino-unido-el-campo-minado-del-yihadismo-que-esta-a-punto-de-estallar/