jueves, 16 de octubre de 2014

LA CREATIVIDAD



Wright Refracted (Cyan) de Robin Eley




Por Teo Revilla Bravo *



La creatividad aparece siempre, desde la asociación novedosa de acontecimientos artísticos previos y legítimos que se dan en todo autor, con la idea y el efecto de conseguir nuevos propósitos a través del desarrollo de las propias inquietudes. Es un estado especial de conciencia, que permite generar, a través del magnetismo producido por un don inherente, una red asombrosa y compleja de conexiones e interrelaciones sensitivas, que permiten al artista identificar, plantear, plasmar y resolver, problemas o inquietudes propias o del medio en el que vive de manera relevante y divergente. Según Venturini, la creatividad, sería la capacidad humana de modificar la visión que se tiene del entorno a partir de la conexión con el yo esencial. Eso permite al hombre generar nuevas maneras de relacionarse en ese contexto en el que coexiste, y a partir de él crear nuevos objetos, nuevas aventuras o desarrollos culturales a través estructuras habilidosas y composiciones esmeradas y sutiles, necesarias en toda sociedad que evolucione bien. Esta actitud o poder de transformación mediante el arte, tendría un componente genético establecido, que conllevaría un posible desarrollo posterior a través del esfuerzo y del tesón del artista en obrarlo como individuo comprometido consigo mismo y con su tiempo. Sea como sea, la idea primigenia ha sido interferida en cuanto aparece este impulso asombroso, esta disposición originalidad que se va convirtiendo en algo preciso, necesario. 


El boceto latente de la obra a crear, se genera y crece en la mente -punto de partida de toda labor de creación, sea plástica, musical, de arquitectura o literatura…-, en esa masa craneana que delimita todo comportamiento existencial y nos hace seres únicos y personales. Ese germen ahí encerrado, en evolución y a la espera de realización, puede fundamentarse en un sueño, en una fuerte inquietud, en una imagen asombrosa, en una idea recogida al azar, en un pensamiento o razonamiento oportuno sobre lo divino o humano; puede fundamentarse en lo poético existencial y personal, como es la visión de un horizonte, la estructura de una flor, la textura de una hoja, el relieve de una montaña o cordillera, la línea divisoria entre el mar y el cielo... Esa energía retenida (que no es otra que la que nace de vivir con intensidad los acontecimientos), comienza a ponerse en marcha con espíritu de adaptación, desde que somos conscientes de los estímulos provocados. Si apreciamos la necesidad, creyendo que es para bien, sentimos que hemos de obrar de inmediato, desde nuestras posibilidades, desde nuestras capacidades sensitivas e intelectuales, haciéndolo avanzar e intentando contribuir con un granito de arena más, a la acción benefactora global… 



El arte, lo imaginado o soñado, el signo o las señales que nos proporciona este sentimiento magnánimo, debe de tocarnos directamente las fibras más impresionables, haciéndonos reaccionar; debe devolvernos a la meditación, al momento interior de donde surge toda idea sensible y transformable, imponiendo su anhelo y arresto, iniciando un diálogo, creando juicios de valores con fuertes connotaciones simbólicas y conceptuales; ha de hablarnos, con su lenguaje único, propiciando las potencialidades más perceptivas, de manera que seamos conmovidos positivamente -afecto-efecto-, generándose, esa emoción del artista, como un elemento de inquietud y sensibilidad hacia la realidad transformable, exigiendo actuar en consecuencia. No debemos olvidar que la creatividad se relaciona con nuestras habilidades, con nuestras aptitudes y enfoques sobre una situación que tiene lugar, ineluctablemente, dentro de nuestros propios límites personales, sociales y culturales. 



La técnica adquirida para realizar cualquier tipo de obra ha de estar al servicio de lo poético, ser parte del lúcido y mágico engranaje del sentimiento: obra sin poesía, es obra muerta, se dice con acierto. La obra ha de ser desnudada de su originalidad para pasar a ser subordinada a actos de complicidad con el espectador, con el lector, con el admirador. A veces todo en uno. Lo que convenga en cada caso concreto, ya que se revela a través de un diálogo con el espacio, atendiendo siempre a estados anímicos por lo que es y en cuanto se es, al activarse sorprendentemente la imaginación, ese campo o zona donde se alberga la primitiva idea, el discernimiento y la percepción, y desde donde comienza a ser surgida la obra artística, a ser bienintencionada, a ser posible mediante la inspiración y el esfuerzo creativo que deviene a veces como sin apenas darnos cuenta. Cualquier estímulo puede hacer que florezca como una evidencia clara, lo más pura posible y sin interferencias ni contraataques, ahí donde lo incorpóreo se hace corpóreo; ahí donde lo perceptible expresado, lo onírico simbólico, lo imaginario poético, se abrazan a través de una necesidad humana de transformación y provocación, que lo harán sin duda emerger y prevalecer a través de esa corriente o magma, eternamente cambiante, que llamamos arte. 



Elemento de altos grados de lo llamado poético o bello, forman vida al momento, a través de este mágico desarrollo que como verdadero procedimiento o método ha de plantear requerimientos, interrogantes e inquietudes emocionales, recurriendo siempre a la interioridad del alma, al estado de necesidad, al desahogo emocional inmediato. Ahí donde se forma ese bucle hermoso que ha de entrar en contacto con los propios sentimientos -ahora ya a través de lo hecho compartido- aún sin ser a veces conscientes de cuánto mantenemos y de cuánto aparentemente olvidamos, pero que permanece latente. El arte se revela, acaba revelándose en todo ello como necesaria convulsión y se acomoda. Como nos diría Antonio Gamoneda, «La memoria también está hecha de olvidos». Todo parece estar de alguna manera expresado, pero la verdad es que a la vez todo resta por hacer. El arte intensifica, da razón de ser a la vida, es absolutamente necesario para contrarrestar su parte o lado considerado como oscuro, contradictorio, perverso o negativo. Y ahí queda: como tributo fundamental para el desarrollo y equilibrio emocional de la misma humanidad que lo necesita y alienta… 





Octubre 2012. 



©Teo Revilla Bravo.






* Artista plástico, poeta y escritor catalán, director de Órbita Literaria, red de artistas, escritores y amigos de habla hispana, http://orbitaliteraria.spruz.com/


(Otras realidades, óleo sobre lienzo, 130 x9 7 cm., obra del autor español Modesto Trigo Trigo)

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