sábado, 7 de febrero de 2015

ANTONIO GRAMSCI Y LA REVOLUCIÓN CULTURAL





Preámbulo


Si Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Ilicht Lenin y Leon Trotsky, han sido reconocidos como los teóricos de la revolución marxista violenta, existe un intelectual poco reconocido, teórico de la revolución cultural no violenta, que en forma imperceptible vive el mundo occidental desde los años 50´s. El es, no otro, que Antonio Gramsci, político, periodista, filósofo, y teórico marxista italiano. 

¿Quién fue Antonio Gramsci?


Antonio Gramsci, nació el 22 de enero de 1891 en Ales, provincia de Cagliari, en Cerdeña, en el seno de una familia humilde. Sufría una deformación de la columna vertebral que empezó a ser visible desde los siete años. Gracias a su hermano pudo superar éste defecto y acceder a la Universidad de Turín en 1914. Fue un estudiante brillante de la carrera de Letras, lo que le llevó a obtener un premio que le ayudó a proseguir sus estudios, aunque tuvo que suspenderlos en 1914 por problemas de salud. Desarrolló un gran interés por la educación y la cultura. Trabajó como periodista en Avanti!, periódico del Partido Socialista en 1916. Posteriormente fundó otro diario junto a Palmiro Togliatti, al que llamaron Ordine Nuovo en 1919. Formó parte del movimiento de Consejos de Fábricas durante 1920. 

Fue activista del Partido Socialista y posteriormente fundador del Partido Comunista en Italia en 1921. Trabajó para la Komintern (III Internacional comunista) en Moscú y Viena, y volvió a Italia en el año 1924 para unirse a la oposición parlamentaria que enfrentó a la dictadura de Mussolini. Detenido en 1926 por el régimen fascista de Mussolini, fue condenado en 1928 a más de 20 años de prisión, por lo que pasó el resto de su vida preso, produciendo una gran obra escrita (los voluminosos Cuadernos de la cárcel y las Cartas desde la cárcel), que contiene una revisión original del pensamiento de Marx, en un sentido historicista y tendiente a modernizar el legado comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. Su obra quedó plasmada en 32 cuadernos que ocuparon casi 3.000 páginas.

Antonio Gramsci, -enfermo de tuberculosis desde años antes- murió el 27 de abril de 1937 en Roma víctima de un derrame cerebral, a la edad de 46 años.

Fue considerado un hereje y un proscripto en todos los feudos de los partidos de orientación leninista, debido a sus teorías acerca del predominio que los intelectuales deberían tener sobre aquello que los marxistas llaman el proletariado.



Una semblanza del pensamiento de Gramsci



Antes de fallecer en junio de 2014 el Dr. Arnaldo Córdoba intelectual y convencido marxista mexicano, publicó un interesante ensayo sobre Gramsci del cual transcribo dos párrafos: <<es el más grande pensador marxista que se haya dedicado al estudio del papel de la cultura y de sus creadores, los intelectuales, en la vida social, económica y política. Sus estudios, él mismo lo anticipaba, no pretendían ser de carácter sociológico, sino, precisamente, culturales e históricos (Quaderni del carcere, Einaudi, Torino, 1975, p. 1515). Ningún otro estudioso, de hecho, de ninguna tendencia ideológica o filosófica, ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desempeñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno. Él es único entre los marxistas, porque ninguno se había ocupado de esta crucial temática. Y resulta único entre todos los que han estudiado los fenómenos culturales y espirituales de la sociedad, porque ninguno llegó a los hallazgos que él logró.

Gramsci jamás creyó en fatalismos materialistas o determinismos económicos. Para él, el mundo es el escenario de la vida social, en el que los hombres, con todas sus capacidades espirituales y todas sus energías naturales, actúan y crean su vida en sociedad. Los hombres, al actuar en el mundo, crean la cultura, que es la obra humana en la realidad natural. Pueden destruirlo todo, es posible; pero incluso eso es obra suya y no hay fuerzas ocultas en la naturaleza que lo obliguen a hacer lo que no quiere o él mismo no decide. Las llamadas fuerzas productivas de la sociedad, que los marxistas convirtieron en un fetiche con poderes demiúrgicos, no son sólo “cosas”, fuerzas ciegas de la naturaleza, sino y sobre todo, inteligencia aplicada, pensamiento organizado y voluntad de crear y de cambiar en la realidad.>>[1]

Carlos Marx y la estrategia de Gramsci





Marx afirmaba que el motor de la historia de todas las sociedades ha sido la historia de la lucha de clases entre opresores y oprimidos Esta lucha ha terminado siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la ruina común de las clases contendientes.

Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores. 

El fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad y establezca la dictadura del proletariado. 


Gramsci, por su parte, elaboró una sutilísima estrategia, ya qué captó el problema que suponía reducir el marxismo a la mera economía y a la lucha de clases. La originalidad de su planteamiento consiste en que trabajó sobre las "superestructuras" -lo que normalmente llamamos cultura- sin desligarlas de la "estructura" -los medios de producción y las relaciones de trabajo-. […] "para Gramsci las ideas y creencias no son simple emanación pasajera de la economía, sino que poseen una realidad que constituye la cultura en que cada hombre y cada pueblo vive inmerso".

Así, Gramsci elaboró una filosofía de la praxis mucho más integral que la de la mayoría de los marxistas. Como consecuencia, -mientras muchos marxistas no lo comprendieron, tanto social demócratas como reformistas y progresistas, se apropiaron de su estrategia y la utilizaron -y la utilizan- para disolver los valores de la sociedad del siglo XX.

<<Gramsci entendió que para llevar a buen puerto la revolución, era necesario conquistar la conciencia individual, y para ello, era imprescindible demoler:

- La religión
- La Iglesia Católica
- La filosofía realista
- El sentido común
- La familia.

Pero esto no debía hacerse para Gramsci mediante la fuerza bruta o la imposición militar, sino propugnando la "dirección" antes que el "dominio", hasta lograr una hegemonía en el pensamiento. Para ello, propuso elaborar una pedagogía de masas, con la finalidad de establecer una reforma "intelectual y moral", tanto de los intelectuales como del pueblo. Los instrumentos para ello serían:

- La escuela de monopolio estatal
- El periodismo
- Los medios masivos de comunicación social. […]

"El medio en que esta metamorfosis puede realizarse es el pluralismo ideológico de la democracia, que deja indefenso el medio cultural atacado, porque en ella sólo existen "opiniones" y todas son igualmente válidas. La labor se realizará actuando sobre los "centros de irradiación cultural" (universidades, foros públicos, medios de difusión, etc.) en los que, aparentando respetar su estructura y aún sus fines, se inoculará un criticismo que les lleve a su propia destrucción." […]



La democracia moderna será como una anestesia que imposibilitará toda reacción en el paciente, aun cuando esté informado del sistema por el que está siendo penetrada su mente." […] el objetivo de esa profunda reforma "intelectual y moral" planteada por Gramsci, es obtener un nuevo arquetipo humano, en virtud de que el intelecto y la ética han sido las bases de la cultura occidental. Por tanto, para conquistar la conciencia individual, Gramsci intentará insertar en su inmanentismo ateo y materialista, la subjetividad humana. Con lo cual estaríamos ante un modelo de hombre que "se construye a sí mismo" […]

Gramsci no cree que las ideas por sí solas, logren convencer a nadie, si antes no se trabaja sobre la conciencia individual criticando y -demoliendo- los fundamentos del realismo y del sentido común. En este sentido, destaca la importancia fundamental de la cultura de la imagen, que ataca más a lo emocional que a lo racional.

Otro punto central del pensamiento de Gramsci, es la negación de la naturaleza humana individual ya que la traslada a un ente colectivo. Para Gramsci, la naturaleza humana no puede ser hallada en ningún hombre en particular, sino en toda la historia del género humano. Dicho de otra forma, el hombre es el género humano que se manifiesta en el devenir de la historia. Por eso, una de las pretensiones de Gramsci es planificar un "género humano mundialmente unificado".

La estrategia educativa de Gramsci consiste en crear una escuela "niveladora", que tiende a "disciplinar y obtener un conformismo" con los principios y el sistema de la filosofía de la praxis. O lo que es lo mismo, la escuela se utiliza para "lavar el cerebro del alumnado expurgándole la concepción del mundo familiar y ambiental".




En cuanto a la "revolución cultural" en general, Gramsci propone un movimiento de pinzas bien sincronizado, mediante el cual, al tiempo que se utiliza la cultura, se van destruyendo una a una todas sus dimensiones, y se las va sustituyendo por otras. Así la trascendencia religiosa se sustituye por el inmanentismo ateo, la filosofía especulativa por la filosofía de la praxis y la ética personal por la sumisión a la reforma moral. Su objetivo final era lograr una sociedad sin clases regulada por el nuevo príncipe, el Partido Comunista. En resumidas cuentas, todo se reduce de alguna manera, a meter un Caballo de Troya cultural para, cambiando las costumbres, lograr un objetivo político.>>[2]


La Reingeniería Social y la Cultura Light



En el ensayo sobre la “Cultura Light” (septiembre de 2012) señalaba lo siguiente:<< En el trasfondo de esta mentalidad se encuentra la filosofía del nihilismo (del latín, nihil significando 'nada') es una posición filosófica desarrollada sobre todo por Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, que argumenta que el mundo, y en especial la existencia humana, no posee de manera realmente objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior [...]

Nihilismo es la negación de todo principio, autoridad, dogma filosófico o religioso. El nihilismo hace una negación a todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas; hace ese énfasis negando la idea de progreso en la historia. En cambio es favorable a la perspectiva del devenir constante de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior.

La cultura light es el producto de nuestra sociedad post-moderna, caracterizada por una tetralogía de valores nihilista: hedonismo, consumismo, permisivismo, y relativismo, todo ello enhebrado por el materialismo.
  • El hedonismo significa que la ley máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, alcanzando progresivamente cuotas más altas de bienestar. Ello conlleva a la muerte de los ideales, a un vacío de sentido y a la búsqueda de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes. El hedonismo sustituye la verdadera libertad por un vector que se vive como una nueva experiencia de libertad: el consumismo (todo puede escogerse a placer; comprarse, gastarse y poseerse).
  • El consumismo que se podría considerar como un ideal de la sociedad capitalista -que no tiene otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de objetos por otros cada vez mejores-; tiene una fuerte raíz en la publicidad masiva y en la oferta bombardeante que nos va creando nuevas y hasta absurdas necesidades, que obviamente nunca acabamos de satisfacer, pero que nos dan la sensación de tener una libertad que por otro lado hemos perdido.
  • Permisividad significa que no hay prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos, salvo las leyes civiles. La permisividad se sustenta sobre una tolerancia total, que considera todo válido y lícito, con tal de que a la instancia subjetiva le parezca bien. La ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado.
  • Relativismo. Hijo natural de la permisividad, se define como aquella postura según la cuál no existe verdad absoluta, universal, válida y necesaria para todos los seres humanos. Por él se sustituye el absoluto por lo relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo. No hay nada absoluto, todo es relativo, nada es totalmente bueno ni malo. El relativismo se convierte en otro código ético, que nos lleva a una tolerancia interminable y de ahí a la indiferencia pura.

Esta tetralogía de valores nos conduce a una revolución sin finalidad y sin proyecto, (que no sea la progresiva degradación humana). Así la permisividad propugna la llegada a una etapa clave de la historia, sin prohibiciones ni territorios vedados, sin limitaciones, que deje a un lado las <<hipocresías>>. Hay que atreverse a todo, probarlo todo, llegar cada día más lejos; si para ello es necesario modificar las leyes de la antigua moral, se hace.

A esta tetralogía de valores se agregan el subjetivismo y el escepticismo. El subjetivismo que proviene de Descartes, lleva a erigir al individuo en el supremo juez de todo y a su punto de vista personal como la única norma de conducta; así cada individuo tiene su verdad, su religión, su moral, etc.; obviamente todo ello persiguiendo su beneficio inmediato y alejándolo de lo que es la verdad del hombre y de su naturaleza.

La filosofía del relativismo desemboca gradualmente en el escepticismo, con la diferencia de que para el relativismo, la verdad es algo que está en constante cambio, moviéndose de allá para acá, según el juicio de cada uno; en tanto que para el escepticismo, la verdad absoluta si existe, pero la razón humana es incapaz de alcanzarla; por lo que se produce una desvalorización del entendimiento, que no pude acceder a las cimas del conocimiento de la verdad con los medios naturales que tiene a la mano.>>

En una sociedad relativista y permisiva es sumamente fácil, efectuar una sustitución de valores, ya que no hay verdades absolutas, universales, válidas y necesarias para todos los seres humanos y todo es tolerado ya que todo es válido y lícito, con tal de que a la instancia subjetiva le parezca bien.

Y viene un cuestionamiento a su consideración: ¿Acaso esta estrategia de Gramsci, es lo que hemos vivido con el “choque de generaciones” (década de los 50´s), que no ha parado, baste ver el actual sometimiento y el temor de los maestros ante el cada vez más poderoso poderoso alumnado, la “liberación femenina” (década de los 60´s en adelante) y la actual “ideología de género”?



Jorge Pérez Uribe



[1] Arnaldo Córdoba, Antonio Gramsci: la cultura y los intelectuales, La Jornada Semanal, 19 enero 2014, México 
[2] Álvaro Fernández Texeira Nunes, Ideología de Género: Caballo de Troya Cultural, http://es.slideshare.net/ramoncopa/ideologa-de-gnero-caballo-de-troya-cultural-40209296




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