jueves, 29 de octubre de 2015

LAS MUJERES, LA PATRIA Y EL FASCISMO TECNOCRÁTICO





Jorge E. Traslosheros*

Paraguay existe porque sus mujeres así lo decidieron. Si fuera por sus vecinos hace mucho que esa patria hubiera desaparecido. No estamos ante una bella alegoría, sino ante una realidad tangible que tuvo su momento decisivo después de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) contra Brasil, Argentina y Uruguay.

Al terminar el conflicto, los paraguayos habían perdido parte de su territorio y estaban al borde del colapso demográfico. De una población estimada en 500 mil habitantes, al final quedaba la mitad, de la cual sólo 80 mil eran varones. No pocos de ellos, empujados por el hambre, se engancharon en las plantaciones de mate como peones acasillados. Los políticos siguieron jugando a la guerra entre asonadas y golpes militares.

Paraguay no tenía futuro; pero sucedió un milagro. Las mujeres, como inteligencia colectiva, decidieron que ellas le darían un mañana a lo que llamaron su patria. Se transformaron en pequeñas empresarias, reactivaron los mercados locales y, a la par, reconstituyeron la familia y el altar como núcleo de aquella sociedad. Tuvieron muchos hijos, formaron familias y restablecieron la fe religiosa que les congregaba en la esperanza así en los hogares, como en las parroquias y la calle. La patria dejó de tener un significado partidista, político, para llenarse de sentido cotidiano compartido con quienes se ama, en cada hijo, en cada prójimo.

No se trata de una linda anécdota, sino de un desmentido categórico a la cultura narcisista que hoy domina las élites políticas, judiciales e intelectuales de Occidente, incluidas no pocas latinoamericanas. Éstas consideran que la familia y la religión estorban al progreso y la autodeterminación del individuo, lo que hace necesaria la intervención del Estado para salir al paso de tan nocivas influencias. La familia debe ser redefinida, la educación de los hijos controlada por el Estado y las religiones arrinconadas en la vida privada hasta desaparecer. Si las paraguayas hubieran pensado así, el Paraguay no existiría.

Esto que afirmo no es una novedad. Grandes pensadores durante el siglo XX lo vieron con claridad, sonadamente en la escuela de Frankfürt y lo mejor de los teólogos católicos. Según Horkheimer, las democracias occidentales han formado nuevos totalitarismos bajo formas sofisticadas de control ideológico, ejercidas a través de la opinión pública. Fromm lo calificó de fascismo tecnocrático y de Lubac lo denunció en su obra El drama del humanismo ateo.

Para consolidar esta dominación, el Estado necesita controlar o destruir tres instituciones que sustentan la vida de la sociedad: la educación autónoma, la familia y las iglesias. Así, una sociedad civil débil, pulverizada en individuos “autodeterminados”, desvinculados orgánicamente de sus lazos matrimoniales, familiares y comunitarios son presa fácil de la “opinión pública”, cera blanda en manos de lo que Chesterton llamó el gran mercado y el gran Estado, bajo dinámicas formalmente democráticas.

Rubén Cortés, director de nuestro diario, lo señaló con agudeza en su profundo testimonio sobre su Cuba natal. El totalitarismo atacó frontalmente a la familia como medio idóneo para controlar a la sociedad. Rubén debe saber que a los cubanos también les espera un milagro.

Hoy, cuando los ministros de la SCJN se aplican en redefinir el matrimonio y con éste la familia, cuando nuestros legisladores buscan desvincular a los hijos de la tutela paterna en asuntos tan delicados como la sexualidad (entre otras cosas), no están actuando como demócratas, ni liberales, ni progresistas, sino como arquitectos del fascismo tecnocrático, incluso sin darse cuenta.




* Doctor en Historia del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM



jorge.traslosheros@cisav.org
Twitter: @jtraslos

viernes, 23 de octubre de 2015

EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL DIBUJO



Presentación


Para quienes no lo sepan aún, practico el dibujo y la pintura desde hace años, y coincidió la lectura del artículo que presento más abajo, con mi inicio en una nueva técnica, la de la tinta china.

Comienzo pues con la nueva técnica, copiando una de esas maravillosas pinturas de paisajes chinos. A primera vista me parece muy laborioso y quizás hasta tedioso: tantas rayitas, tantas hojitas, tantos puntitos.

Después de iniciar, -lo aparentemente tedioso y repetitivo- voy experimentando una gran relajación y voy descubriendo lo interesante de cada prado, de cada ramita, la vida que esconden dentro de una pintura.

A lo largo de los años en que he participado en los talleres de pintura y coincidiendo con la opinión de muchos compañeros de los mismos, es convicción común el reconocer el efecto terapéutico del dibujo y la pintura; tanto así que muchos dicen “voy a mi terapia”, en lugar de decir “voy a mi clase de dibujo o de pintura”. Personalmente ha habido veces que he llegado al taller, sumamente tenso y hasta con dolor de cabeza, en otras muy cansado, y he salido relajado, y con la recuperación de las fuerzas perdidas.

Ni que decir que he tenido compañeros esquizofrénicos (obviamente medicinados), bipolares y con otras dolencias psíquicas y emocionales, en quienes he observado el efecto terapéutico del arte.

Aunque llegué a detestar esos artículos del Reader´s Digest y las “revistas del corazón”, que en 10 o 25 puntos resolvían todo, o te decían como eras, me parece digno de compartir el siguiente artículo y sobre todo de sugerirles que pongan en acción los “trucos” mencionados.
Jorge Pérez Uribe


23 Maneras De Poner El Cerebro En Su Lugar

¡Qué misterioso es el cerebro! Por momentos me da la sensación de que el cerebro y el cuerpo son dos cosas totalmente distintas cuando la realidad es que no… ¿Por qué digo esto? Muy sencillo, lo que quiere tu cerebro, no es positivo para tu cuerpo y para tu vida. Te doy un par de ejemplos: Al cerebro le encanta la azúcar, pero eso es fatal para tu cuerpo. A tu cerebro le encanta las cosas rápidas y fáciles y todos sabemos que lo que merece la pena en la vida nunca es fácil. La buena noticia es que el día de hoy te traemos 23 trucos para que tú domines a tu mente y no sea tu mente quien te domine a ti. ¿Quieres saber más? Sigue leyendo.
Acuérdate compartir esto con tu familia y tus amigos.
· Si estás cansado, dibuja flores.


· Si estás enojado, dibuja líneas.
· Si te duele algo, esculpe.
· Si estás aburrido, llena una hoja de papel con colores diferentes.
· Si estás triste, dibuja un arcoíris.
· Si tienes miedo, teje macramé o elabora aplicaciones de telas.
· Si sientes angustia, haz una muñeca de trapo.
· Si estás indignado, rompe el papel en pedazos pequeños.
· Si estás preocupado, practica origami.
· Si estás tenso, dibuja patrones diferentes.
· Si necesitas recordar algo, dibuja laberintos.
· Si estás decepcionado, haz una réplica de una pintura.
· Si estás desesperado, dibuja caminos.
· Si necesitas entender algo, dibuja mándalas.
· Si necesitas restablecer las energías, dibuja paisajes.
· Si quieres entender tus sentimientos, dibuja un autorretrato.
· Si es importante recordar tu estado, dibuja manchas de colores.
· Si necesitas sistematizar tus pensamientos, dibuja celdas o cuadrados.
· Si quieres entender tus deseos, haz un collage.
· Si quieres concentrarte en tus pensamientos, dibuja usando puntos.
· Para encontrar la solución óptima a una situación, dibuja olas y círculos.
· Si sientes que estás estancado y necesitas seguir adelante, dibuja espirales.
· Si quieres concentrarte en una meta, dibuja cuadrículas y un blanco.




Fuente. http://aprendelotodo.com/23-maneras-de-poner-el-cerebro-en-su-lugar/

miércoles, 14 de octubre de 2015

PARA ENTENDER EL SÍNODO DE LA FAMILIA




¿Qué piensa el actual Pontífice, sobre la familia de la actualidad, sobre el objetivo y temas a tratar y sobre la metodología a seguir, en el Sínodo de la Familia que se celebra del 5 al 25 de octubre?

En la Vigilia de Oración organizada por la Conferencia Episcopal Italiana para rezar por el Sínodo de los Obispos, el día 3 de octubre, Francisco pronunció una homilía, destacando entre otros aspectos:

Necesidad y espíritu del Sínodo


<<¿Vale la pena encender una pequeña vela en la oscuridad que nos rodea? ¿No se necesitaría algo más para disipar la oscuridad? Pero, ¿se pueden vencer las tinieblas?

En ciertas épocas de la vida –de esta vida llena de recursos estupendos–, preguntas como esta se imponen con apremio. Frente a las exigencias de la existencia, existe la tentación de echarse para atrás, de desertar y encerrarse, a lo mejor en nombre de la prudencia y del realismo, escapando así de la responsabilidad de cumplir a fondo el propio deber.>>

Entonces se refirió a la experiencia del profeta Elías, quién por miedo huye hasta el Horeb, el monte de Dios. Pero ahí le llega la palabra del Señor preguntando: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1 R 19,3.8-9). <<La gracia de Dios no levanta la voz, es un rumor que llega a cuantos están dispuestos a escuchar la suave brisa: los exhorta a salir, a regresar al mundo, a ser testigos del amor de Dios por el hombre, para que el mundo crea...

Con este espíritu, hace precisamente un año, en esta misma plaza, invocábamos al Espíritu Santo pidiéndole que los Padres sinodales –al poner atención en el tema de la familia – supieran escuchar y confrontarse teniendo fija la mirada en Jesús, Palabra última del Padre y criterio de interpretación de la realidad.

Esta noche, nuestra oración no puede ser diferente. Pues, como recordaba el Patriarca Atenágoras, sin el Espíritu Santo, Dios resulta lejano, Cristo permanece en el pasado, la Iglesia se convierte en una simple organización, la autoridad se transforma en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación y el actuar de los cristianos en una moral de esclavos.

Oremos, pues, para que el Sínodo que se abre mañana sepa reorientar la experiencia conyugal y familiar hacia una imagen plena del hombre; que sepa reconocer, valorizar y proponer todo lo bello, bueno y santo que hay en ella; abrazar las situaciones de vulnerabilidad que la ponen a prueba: la pobreza, la guerra, la enfermedad, el luto, las relaciones laceradas y deshilachadas de las que brotan dificultades, resentimientos y rupturas; que recuerde a estas familias, y a todas las familias, que el Evangelio sigue siendo la «buena noticia» desde la que se puede comenzar de nuevo. Que los Padres sepan sacar del tesoro de la tradición viva palabras de consuelo y orientaciones esperanzadoras para las familias, que están llamadas en este tiempo a construir el futuro de la comunidad eclesial y de la ciudad del hombre.

Cada familia es siempre una luz, por más débil que sea, en medio de la oscuridad del mundo. La andadura misma de Jesús entre los hombres toma forma en el seno de una familia, en la cual permaneció treinta años. Una familia como tantas otras, asentada en una aldea insignificante de la periferia del Imperio. […]

La Iglesia es una casa abierta, lejos de grandezas exteriores, acogedora en el estilo sobrio de sus miembros y, precisamente por ello, accesible a la esperanza de paz que hay dentro de cada hombre, incluidos aquellos que –probados por la vida– tienen el corazón lacerado y dolorido.

Esta Iglesia puede verdaderamente iluminar la noche del hombre, indicarle con credibilidad la meta y compartir su camino, sencillamente porque ella es la primera que vive la experiencia de ser incesantemente renovada en el corazón misericordioso del Padre.>>

El drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.


Al día siguiente, 4 de octubre, se celebró la misa la Misa de apertura del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. A ella asistieron los Padres Sinodales y demás invitados a la Asamblea de los Obispos.

Las lecturas se centraron en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.

El drama de la soledad

<<Adán… vivía en el Paraíso, ponía los nombres a las demás creaturas, ejerciendo un dominio que demuestra su indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque «no encontraba ninguno como él que lo ayudase» (Gn 2,20) y experimentaba la soledad.

La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.

Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía... Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero.

Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.>>

El amor entre el hombre y la mujer

<<… el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de Adán y dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude» (Gn 2,18). Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo de hoy (cf. Sal 128).

Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca. Es el mismo designio que Jesús resume en el Evangelio de hoy con estas palabras: «Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne» (Mc 10,6-8; cf. Gn 1,27; 2, 24).

Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido – probablemente como una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible-, responde de forma sencilla e inesperada: restituye todo al origen de la creación, para enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es él el que une los corazones de dos personas que se aman y los une en la unidad y en la indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante.

La familia

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios.

De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único yusque ad mortem[1].

Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano.

Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan–permanece atraído y fascinado por todo amor autentico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total.

En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito»[2]

En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

  • Vive su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el desierto, para defender el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven su matrimonio como un espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio.
  • Vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las tentaciones de autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vínculo temporal. «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad». (Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 3).
  • Vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre – se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser «hospital de campo», con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de la salvación.

Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que «el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27); y que Jesús también dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores» (Mc 2,17). Una Iglesia que educa al amor autentico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.

Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: «El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado [...] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo.»[3] Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: «El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Hb 2,11).

Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, su castísimo esposo.

Naturaleza y metodología del Sínodo


El día 5 de octubre se efectuó la primera sesión o Congregación General del Sínodo. En el saludo del Papa Francisco a los participantes, dejó ver cuál es la naturaleza y la metodología a seguir en el Sínodo:

<<La Iglesia retoma hoy el diálogo iniciado con la proclamación del Sínodo Extraordinario sobre la familia para evaluar y reflexionar juntos sobre el Instrumentum Laboris (Documento de trabajo) elaborado de la Relatio Synodi(Documento final del Sínodo de 2014) y de las respuestas de las conferencias episcopales y de los organismos con derecho.

El Sínodo es un caminar juntos con el espíritu de colegialidad y sinodalidad, adoptando valientemente la parresía, el celo pastoral y doctrinal, la sabiduría, la franqueza y poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de las familias y la suprema lex: la salus animarum (salud del alma).

El Sínodo no es un congreso o un parlamento, no es un parlamento o un senado donde nos ponemos de acuerdo. El Sínodo es una expresión eclesial es decir, la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios.

Es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe, que por ella no representa un Museo para mirar y menos salvaguardar, sino que es una fuente viva de la cual la Iglesia bebe para saciar e iluminar el depósito de la vida […]

En el Sínodo, el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan conducir por Dios que sorprende siempre, del Dios que revela a los pequeños aquellos que esconde a los sabios e inteligentes, del Dios que ha creado la ley y el sábado para el hombre y no viceversa, del Dios que deja las 99 ovejas para buscar la única oveja perdida, del Dios que es siempre más grande que nuestras lógicas y nuestros cálculos.

El Sínodo podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si nosotros participantes nos revestimos de coraje apostólico, de humildad evangélica y de oración confiada […]

El único método del Sínodo es el de abrirse al Espíritu Santo, con coraje apostólico, con humildad evangélica y con oración confiada, para que sea Él el que nos guíe, ilumine y nos haga poner delante de los ojos con nuestros pareceres personales la fe en Dios, el bien de la Iglesia y la salus animarum[4].>>


Jorge Pérez Uribe




[1] Hasta la muerte
[2] Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73
[3] Discurso a la Acción Católica italiana, 30 de diciembre de 1978, 2 c: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 21 enero 1979, p.9
[4] Salud del alma.

jueves, 8 de octubre de 2015

EL SÍNODO DE LA FAMILIA Y “EL HUMO DE SATANÁS”






Antecedentes



Como uno de los eventos más trascendentales del papado de Francisco, -está sin duda- la XIII Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, convocada bajo el lema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», y que tuvo lugar en el Vaticano entre el 5 y el 19 de octubre de 2014, popularmente fue conocida como el Sínodo sobre la familia. Su objetivo y desarrollo nos lleva a pensar en el histórico Concilio Vaticano II. El Latín que es el idioma oficial para estos eventos fue sustituido por primera vez por el italiano.

Este sínodo fue el preámbulo y preparación de otro más largo y más extenso, la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos «Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia», que estamos celebrando del 5 al 25 de octubre de 2015. Como es costumbre, al finalizar este sínodo el papa presentará una exhortación apostólica postsinodal conclusiva sobre el tema. Por sus contenidos, los dos sínodos conforman una unidad en dos etapas, con un período en medio de casi un año. El teólogo y arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte, secretario especial del sínodo, señalaba que ese período intermedio podría resultar determinante: «La gran novedad de la metodología del sínodo, que antes aparecía encorsetado, es este período entre los dos sínodos, porque va a involucrar a la base de la Iglesia, a los demás obispos y a los fieles». Y en efecto así ha ocurrido, pero también ha sido el período para una gran polarización entre los revolucionarios y los conservadores, que se han atrincherado y definido territorios.


“Esta película ya la vi”



Estudiante de bachillerato durante los años del Vaticano II, quizás no conocía mucho sobre religión y política, pero me parecía evidente el enfrentamiento de las dos corrientes: los progresistas o liberales y los tradicionalistas o conservadores y ahora que observo lo que está pasando con el Sínodo de la familia, no puedo sino exclamar: “esta película ya la vi”, y “se parece a la del Concilio Vaticano II”. Y es que se observa la misma lucha de dos grupos de “iluminados” que luchan encarnizadamente por hacer prevalecer “su verdad”. En el medio un Papa, al que buscan presionar o influenciar con sus escritos, desplegados, actos públicos y amenazas veladas. Y allá en el fondo, olvidado, Jesucristo, el fundador de la Iglesia Católica y lo que es peor, negada la asistencia del Espíritu Santo prometida por Jesucristo, cuando abandonando a sus discípulos, regresó a los Cielos.

Si bien lo anterior es humanamente entendible, ya que el hombre es un “zoon politicón” en el concepto de Aristóteles, él cual afirmaba que “El hombre y el animal por naturaleza son sociales, pero solo el hombre es político, siempre y cuando viva en comunidad”.

Pero es inentendible para los “adultos mayores” que vivieron el proceso del Concilio Vaticano II y que caen en los mismos errores de los falsos “profetas” del Concilio Vaticano II. Fue totalmente inútil que hayan vivido esta experiencia, de la cual no obtuvieron ninguna enseñanza, ya que adoptan las mismas actitudes necias de entonces (y estoy pensando -por ejemplo- en el anciano cardenal español Antonio María Rouco).

<< “Hay más oposición al Papa de lo se imagina. Se sabe que hay un porcentaje que supera el 50% de gentes de la Curia que actúan bajo cuerda en su contra. Dudan del Papa. Cuestionan ciertas medidas. Conocemos sus nombres, como los diez cardenales que firman el libro con Rouco”, afirma José María Castillo, uno de los grandes pensadores cristianos. Fue jesuita y ha tenido relación con el también jesuita Francisco, que le considera un maestro.>>[1]

En el bando contrario encontramos entre otros a los cardenales Walter Kasper y Reinhard Marx (este último encabeza un movimiento cismático en Alemania).


“El humo de Satanás”


Paulo VI, el Papa que sucedió al ahora santo: Juan XXIII, -convocante al Vaticano II-, y a quién toco continuar los trabajos del Concilio Ecuménico y llevarlos a buen puerto, en una homilía pronunciada en la solemnidad de San Pedro y San Pablo apóstol, el 31 de octubre de 1973 recordando el Concilio Vaticano II, se refirió concretamente a la situación comentada: << Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en el primer profeta profano —que nos viene a hablar desde algún periódico o desde algún movimiento social— para seguirle y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida; y, por el contrario, no nos damos cuenta de que nosotros ya somos dueños y maestros de ella. Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia. Pero la ciencia está hecha para darnos verdades que no alejan de Dios, sino que nos lo hacen buscar aún más y celebrarle con mayor intensidad. Por el contrario, de la ciencia ha venido la crítica, ha venido la duda respecto a todo lo que existe y a todo lo que conocemos. Los científicos son aquellos que más pensativa y dolorosamente bajan la frente y acaban por enseñar: “no sé, no sabemos, no podemos saber”.

Es cierto que la ciencia nos dice los límites de nuestro saber, pero todo lo que nos proporciona de positivo debería ser certeza, debería ser impulso, debería ser riqueza, debería aumentar nuestra capacidad de oración y de himno al Señor; y, por el contrario, he aquí que la enseñanza se convierte en palestra de confusión, en pluralidad que ya no va de acuerdo, en contradicciones a veces absurdas.

Se ensalza el progreso para luego poder demolerlo con las revoluciones más extrañas y radicales, para negar todo lo que se ha conquistado, para volver a ser primitivos después de haber exaltado tanto los progresos del mundo moderno.

También en nosotros, los de la Iglesia, reina este estado de incertidumbre. Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe. Predicamos el ecumenismo y nos alejamos cada vez más de los otros. Procuramos excavar abismos en vez de colmarlos.>>

San Juan Crisóstomo refiriéndose a estas situaciones comentaba: <<Luchamos unos contra otros, y es la envidia la que nos arma unos contra otros… Si todos se afanan por así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a dónde llegaremos? estamos debilitando el cuerpo de Cristo… Nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las fieras.>>

Los defensores del legado histórico de la Iglesia católica parecen olvidar que la Iglesia fundada por Jesucristo, no es una sociedad meramente humana en sí, sino que como lo declaró el Vaticano II, es el “Cuerpo Místico de Cristo”: <<Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf Mt 28 20), les envió su Espíritu (cf Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso la comunicación con Jesús se hizo más intensa: “por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo” (LG 7)>>.


Conclusión



En otras palabras la situación que se vislumbra alrededor del Sínodo, es la acción del maligno que fomenta la envidia, la soberbia de algunos dirigentes y principalmente las dudas de fe: en la infabilidad del Papa y en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, que son dogmas de fe, es decir verdades reveladas de las que el creyente no puede dudar.

Tanto líderes, como creyentes -si quieren ayudar a que prevalezca la verdad y no su verdad-, deben tener fe en el Santo Padre, y orar por que Dios le ilumine. Él finalmente, como lo hizo Paulo VI, tomará los dos proyectos o los que hubiera y se encerrara en una velada de oración (o las que hagan falta) con el Santísimo y como consecuencia presentará una exhortación apostólica postsinodal conclusiva sobre el tema, que hará las veces de “ley” o última palabra, a observar.

Si sienten que les falla la fe, deben recordar que esta es gratuita, que es un Don, un regalo de Dios, por lo que simplemente deberían pedir su incremento; pero ello implica una gran humildad, que pienso en muchos casos no se dará, porque lo que sobra es soberbia.

Da mucho que pensar la negativa que tienen en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia Católica, ya que si no reconocen esta verdad no se entiende que hacen dentro de ella, además de que todo creyente bien informado sabe que todos los pecados se perdonan, menos los pecados contra el Espíritu Santo.


Jorge Pérez Uribe


[1] http://politica.elpais.com/politica/2015/10/03/actualidad/1443898001_053125.html?id_externo_rsoc=FB_CM

jueves, 1 de octubre de 2015

FRAY JUNÍPERO SERRA





Por Ramon Torra i Puigdellívol


California – Las Californias


Las Californias es el nombre que originalmente tenía la zona del antiguo Virreynato de la Nueva España y que actualmente comprende los estados mexicanos de la Baja California y Baja California Sur y el estado de California de los Estados Unidos.

Es la zona occidental del continente americano que linda con el Océano Pacífico. En esta zona vivían, de tiempo inmemorial, los nativos americanos. En 1533 una de las expediciones tierra adentro hecha por Hernán Cortés llegó a la Baja California.

Creyeron que era una isla y así figura incluso en algún mapa, tardío, del siglo XVII. Hubo diferentes expediciones para conocer el territorio californiano, pero no fue hasta el 1539 que se empezó a reconocer la zona. En 1542 una nueva expedición descubre que no es una isla sino una península, una rebanada de tierra rodeada por el Mar de Cortés (o de California) y por el Mar del Sur (Océano Pacífico).

En 1683 los jesuitas se hicieron cargo de la colonización de la Baja California e instauraron las primeras misiones con esfuerzo, valentía y generosidad. El primer asentamiento, San Bruno, lo tuvieron que dejar por culpa de las características climáticas y en 1687 hicieron el segundo, en el Real de Loreto, que se convirtió en Cabeza y Madre de las Misiones de la Alta y Baja California. Instruyeron a los nativos, los protegieron de los abusos de los soldados y los ayudaron a integrarse en una sociedad más avanzada que la suya. Todo ello mezclado con un puñado de inconvenientes que los llevó a luchar contra plagas, desórdenes entre los soldados, enfrentamientos con los civiles, conflictos con las autoridades y los indígenas… durante casi noventa años.

Pero contra lo que no pudieron luchar fue contra la orden del rey que decretaba su expulsión. En 1767 el rey Carlos III, sospechando que los jesuitas intentaban interferir en los asuntos de Estado, decretó su expulsión de todos los dominios de la corona, lo que incluía el Virreynato de la Nueva España. Los jesuitas tuvieron que marcharse y dejaron las misiones diseminadas por todo el virreinato. El mismo año 1767 los jesuitas fueron sustituidos por dieciséis franciscanos, que estaban en la zona de Querétaro desde 1749, y que continuaron la gran labor de los jesuitas.

A pesar de la labor realizada por los jesuitas, California fue casi ignorada durante doscientos años, hasta que España dio cuenta de que California necesitaba defensas más fuertes para luchar contra ingleses y rusos que avanzaban por esta zona. Dos años después de la expulsión de los jesuitas, en 1769, el rey nombró al catalán Gaspar de Portolá gobernador de la Baja California. Fue allí acompañado por los franciscanos y Fray Junípero fue para hacer cabeza y organizar las misiones allí donde ellos hiciesen asentamientos.

Con la Guerra de la Independencia de México (1810-1821), esta parte de la Alta California dejó de ser española para pasar a ser una de las tres provincias interiores de México. En 1822 comenzó la transición pacífica de esta zona al nuevo estado mexicano. Veinticinco años después el gobierno mexicano perdió la Alta California ante los Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado al final de la guerra entre los dos estados (1846-1848) y como condición para la obtención de la paz.

Fray Junípero misionero


Ni las clases que daba a la Universidad, ni su doctorado, ni la predicación, ni la fama que tenía, hicieron que Fray Junípero dejara de sentir la necesidad de ir a las misiones. En 1749 dejó la Universidad, la predicación y la isla y zarpó desde Cádiz, con veinte franciscanos más, hacia Nueva España (México) para dedicarse a misionar por tierras americanas. No fue una decisión infantil o improvisada, sino una respuesta a la vocación que sentía de dar a conocer a Jesucristo a la gente de las tierras americanas. Tenía 36 años.

En Sierra Gorda (1749-1758) – En diciembre de 1749 esta veintena de franciscanos que salieron de Cádiz llegaron a Veracruz y de allí fueron a México. Todos fueron en carruajes, pero Fray Junípero y otro franciscano hicieron el recorrido a pie, un trayecto de 400 km, en el que un insecto lo picó en una pierna y le quedó una llaga con una dolencia de por vida. Una vez en México fue destinado a las misiones de Sierra Gorda, en la cordillera del actual estado mexicano de Querétaro, a 200 km al norte de ciudad de México, donde estará durante diez años con los también mallorquines Fray Francisco Palou (que se convirtió en el biógrafo de Fray Junípero) y Fray Juan Crespí.

Aquí vivían los indios pame y en estas misiones llegaron a reunir 3.500 indios y organizaron la estructura catequética y laboral de la zona de tal manera que se convirtió en modelo para las otras misiones. Cuando llegó Fray Junípero lo primero que hizo fue aprender su lengua y trabajar por su formación integral como personas y su promoción material, tanto a los hombres como a las mujeres. Iniciaron la edificación de un templo y despertó en ellos el hábito del trabajo -que lo tenían dormido por el entorno y su manera de vivir-, les enseñó a leer y escribir, a cultivar la tierra, criar ganado y muchas otras tareas y oficios como carpintero, herrero o hacer de albañiles; a las mujeres les enseñó cocina, costura y la confección de tejidos. También los adiestró en el canto, la pintura, el teatro, la música… de modo que mejoró en muchos aspectos la vida de los indígenas. También se preocupó de la evangelización: reorganizó la catequesis, bautizó los indígenas, y celebraba las fiestas religiosas de acuerdo con las formas de hacer de los indios y sus manifestaciones de religiosidad popular.

En México (1758-1769) – En 1757 los franciscanos habían establecido una misión entre los indios apaches. Era una misión peligrosa y querían que fueran Fray Junípero y el Padre Palou. Por este motivo el 1758 dejó Sierra Gorda y fue a México para preparar el viaje, pero hubo un alboroto por parte de los indios en la misión y el virrey decidió esperar hasta que la zona estuviera apaciguada. Por este motivo Fray Junípero se quedó en el Colegio apostólico de San Fernando, en la ciudad de México, donde trabajó durante diez años, para los cuatro obispados del país, haciendo de maestro de novicios, Comisario de la Inquisición, consejero del padre superior… Pero por encima de todo se dedicó a predicar misiones populares en la parte central y meridional de México donde recorrió, con su cojera, más de 4.500 km a pie. Cabe decir que las distancias en km de México a los pueblos que iba no eran cortas: Mezquital 455, Guadalajara 500, Puebla 125, Tuxpam 325, Oaxaca 460, Huaxteca 100…

En California (1769-1784) – El inicio de la tarea evangelizadora de los franciscanos en California se inició en 1769, cuando Fray Junípero acompañó el catalán Gaspar de Portolá a la Baja California como Presidente de los Misioneros de la Baja California. Se establecen en el Real de Loreto, a 2.000 km de México, donde habían comenzado las misiones los jesuitas y que tuvieron que marchar al ser expulsados de las tierras de España. También fueron los mallorquines Fray Francisco Palou y Fray Juan Crespí. Una vez allí Portolá decide ocupar la costa norte, la Alta California, y aquí nacerán las misiones franciscanas.

En 1772 se decide que los dominicos se hagan cargo de la Baja California y los franciscanos de la Alta California y que establezcan una frontera entre ellos. Los franciscanos dejan la península de la Baja California y al marchar el Padre Palou marca la división entre las dos Californias clavando una cruz de madera en el suelo, cruz que se la conoce como la Mojonera de Palou, donde hoy pasa la autopista Tijuana-Ensenada.

En la Alta California, 1.000 km al norte de Loreto, comienza a fundar las misiones, lo que posibilitó establecer los fundamentos del cristianismo en California, mejorar la vida de los indígenas y su formación como personas, ya que los indios de esta zona no conocían la agricultura ni la ganadería y su alimentación se limitaba a la recolección de frutas y raíces silvestres, a la caza y la pesca. No acostumbraban usar vestimenta y para protegerse del frío cubrían sus cuerpos con pieles de animales. Los enseñaron a leer y escribir, a cultivar la tierra y a criar ganado, además de dar a conocer la doctrina de Cristo. Aquí se estarán durante más de cincuenta años y llegaran a fundar 21 misiones (Fray Junípero fundó 9).

La fundación de las misiones se hizo de manera escalonada y una a una. Una vez escogido el lugar se plantaba un campamento y se empezaba a trabajar: se construían cabañas de madera, una capilla rudimentaria y se protegía la zona con una empalizada: ya estaba fundada la misión. Se empezaba por las misiones, donde vivían los franciscanos; a su lado se fundaba un pueblo con los indios conversos, y en unos lugares determinados se construían los "presidios", lugares donde vivían los soldados para proteger y ocupar el territorio. A partir de ahí comenzaba la siembra, la búsqueda de ganado… Con el paso del tiempo se cambiaban las construcciones de madera por otras hechas de piedra, ladrillos cocidos o adobe, construcciones grandes, hechas con materiales de construcción y pensadas para poder vivir mucha gente y que la región fuera un lugar que abasteciera de comida para todos, tanto cereales y vegetales como animales.

Para ir de misión en misión se iba por un camino de herradura, la única vía de comunicación terrestre. La una de la otra estaban a una distancia de un día a caballo o tres días a pie. Poco a poco se había de ensanchar el camino para facilitar la ida a la próxima misión. Esto fue una tarea ardua que duró muchos años, pero que dio lugar al Camino Real de California, un camino de casi 2.000 km que enlaza el rosario de misiones desde la primera misión de los jesuitas, Loreto, en Baja California (hoy México) y la última misión de los franciscanos, en San Francisco Solano, en Sonoma, en la Alta California (hoy USA). De la protección de este camino se encargaba la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.

Hoy la Carretera 101 de California, que va de Los Ángeles a San Francisco por la costa del Pacífico, recuerda el viejo Camino Real de las fundaciones franciscanas.

En 1822 se inició la transición pacífica del dominio mexicano de España al nuevo estado mexicano. Terminaba el dominio español y se iniciaba el declive del Camino Real, que acabaría con la secularización de muchas misiones a partir del 1834.

Fray Junípero consiguió que estas misiones fueran verdaderos graneros, grandes centros ganaderos y que cada una fuera autosuficiente. Consiguió poner las primeras piedras para la creación de una base económica de carácter agrícola en la costa del Pacífico de los Estados Unidos.

Todavía hay los restos de una forja catalana, en la misión de San Juan Capistrano. Es la instalación industrial más antigua de California (1790) y de las más antiguas de los Estados Unidos. En 1783 se hizo el primer vino producido en la Alta California y también salió de la bodega de la misión de San Juan de Capistrano. Con el tiempo, además, las misiones han sido el núcleo de muchas ciudades que han conservado el nombre que Fray Junípero les puso. Las huellas de Fray Junípero no fueron en vano.



Nota del blogger: el pasado 23 de septiembre fue canonizado por el Papa Francisco en su viaje a Estados Unidos.

(En el fondo la Misión de San Juan Capistrano,1776)