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sábado, 29 de febrero de 2020

HACIA DÓNDE VA EL ARTE

"La mesa", obra cubista de Georges Braque
(Algunas consideraciones) 

La pregunta, siempre relevante, de hacia dónde se dirige el arte como camino que se abre paso constantemente y se proyecta como corriente incesante y necesaria, es una gran incógnita. Parte de la percepción del presente con todo su legado, avanzando hacia un futuro incierto y desconocido.

La obra de arte, como tal, no debería significar, sino ser por sí misma creciendo en la sensibilidad, magia y conciencia, de las personas que le son receptoras, con arraigo, sutileza, y evidente deseo de trasformación. El arte es una manera de sentir y, como tal, de pensar, remover, engranar; de alguna manera, de concienciar y sensibilizar mientras nos va gratificando con su poder de asombro. El arte no es un mero objeto estético; el arte es un vehículo emotivo, necesario para sensibilizar las necesidades del espíritu humano de cada época. 

El artista vive para su obra. Intenta darle vida propia, e interpretarla como algo superior a sí mismo y a su realidad. De esta manera, emerge libre, se sitúa e involucra- más allá de la idea y de su interpretación- en una dimensión luminosa -casi podríamos decir que sagrada-, incorporándose y revelándose tenazmente de revolucionaria forma.

Vivimos un momento de debate constante. Un período confuso en el que en apariencia cualquier objeto o cosa puede presentarse ante el espectador como obra de arte, pudiendo estar hecha de cualquier tipo de material no importa mucho qué. Un momento confuso, decía, donde no existen criterios claros en virtud de que sean o no sean obras de arte, sino montajes que tienden más hacia el espectáculo o la provocación; sabemos que hoy triunfa lo “feo”.

La definición entre obras de arte y meros objetos, es decisiva y compleja, ya que no reside en algo que el ojo pueda ver y controlar: esos objetos u obras que nos agradan unas veces y nos desconciertan otras, montados y observados dentro de una galería de arte, nos hacen detenernos un momento, quizás para reflexionar; o simplemente para desconcertarnos por imprecisos, con la sensación de que nos han tomado el pelo o se han reído de nosotros quienes como arte lo han considerado, pues cuando esos objetos se desmontan, se sacan del contexto expositivo en que están y se dejan en la calle al lado del contenedor de basuras más cercano como algo inservible, han dejado de ser supuestos objetos de arte para pasar a ser simples desechos sin ningún interés especial. La discusión entre significar y ser, es un punto de partida para intentar definir todo esto y desarrollar una perspectiva crítica: hay que preguntarse de qué manera el significado está incorporado –si es que hemos logrado tomar conciencia de ello- en la obra u objeto, ya que hay un problema a la hora de distinguir entre no ser nada y ser sobre nada. Quizás se pueda entender mejor esto, cuando las imágenes van más allá de las defensas y prejuicios del conocimiento golpeando en las almas del espectador.

Hay que mirar la verdad en el arte, como algo que hay que descubrir; hay que interactuar en él con él; sentir una verdad desnuda y sin tópicos que podamos hacer nuestra y signifique deslumbramiento, revelación, transformación. El arte muestra la relación entre la sociedad y el espíritu global que la atraviesa. Esa verdad es una suerte de interface, a través de las muestras sensibles que produce. Por tanto, es una entidad compleja, necesaria en un mundo donde la cultura evoluciona constantemente.

Hegel sostiene que “El arte comparte con la filosofía las más profundas verdades del espíritu”. En este sentido obraría como una presentación de la verdad que intentamos hallar -como la tradicional metáfora del espejo de la mente-, surgiendo y relumbrando con gran velocidad y urgencia, rodando como una gran ola de brillantez, agudeza, sabiduría y entretenimiento, volteando en el vacío mental sin límites, cambiando y trascendiendo para alcanzar una expresividad que produzca trance contemplativo…

¿Hacia dónde va el arte? Creo que no hay respuesta, que camina y da pasos transformándose poco a poco con la misma humanidad, de la que no deja de ser reflejo.


Barcelona.-2011.

©Teo Revilla Bravo.

lunes, 29 de julio de 2019

LA OBRA DE ARTE Y SU MISTERIO


Fragmento del cuadro de Velázquez "las Meninas" 


¿Qué está dibujando Velázquez en ese lienzo siempre sorprendente y misterioso? No pueden ser los monarcas, porque acaban de llegar, y no pueden ser las meninas, porque están justo al lado del pintor... 

La realidad del cuadro, aunque esté titulado como Las Meninas, es que no está dibujándolas a ellas; tampoco a los reyes que entran por la puerta... Aquí llegan algunas suposiciones interesantes: ¿acaso nos está pintando a nosotros, los espectadores, que nos situamos frente a su pincel y nos toma como modelos? Esto sería tan inquietante como asombroso. En realidad nadie sabe qué esconde este lienzo...

Velázquez nos dejó un asombro con su pincel, quizás un mensaje. Disfrutemos tratando de entenderlo, o simplemente admirémoslo complacidos.

«No hay nada sobre la tierra que tienda con tanta fuerza a la belleza y se embellezca con mayor facilidad que el alma. Por eso muy pocas almas resisten en la tierra a un alma que se entrega a la belleza».” Nos lo dice Maeterlinck, dramaturgo y ensayista belga.

La obra de arte y su misterio


Toda obra de arte, innegable e indiscutible, es global, no puede ser una creación inútil solo válida para alegrar la vista y adornar paredes. La obra de arte innegable e indiscutible ha de aparecer cargada de sensaciones, de inquietudes que se atemperan, de imágenes que atrapan el alma y la abducen conduciéndola más allá de lo crudamente razonable. Toda obra de arte tiene una vida propia que no admite alteraciones una vez dada por concluida, posiblemente porque iniciada nunca tiene fin concreto, algo que sabe muy bien el artista cuando decide lanzar ese: “Ya está, déjalo así, no marees más la perdiz”, dándolo por finalizado. La obra de arte indudable, es siempre contemplativa; es mística o espiritual, pues está llena de sentimientos y sensaciones, algo frágil siempre pero que sirve para el desarrollo y a la sensibilización humana. La obra de arte deja una huella secreta, necesaria, y libre. 

No hay poder que pueda sustituir al arte ni acabar con él, por mucho que se haya intentado y manipulado desde altas esferas del poder preponderantemente políticas. La obra de arte nace del artista, y éste tiene el deber de intentar transformar a través de ella la situación de la realidad que respira, reconociendo ese deber como algo grande y sagrado que orbita en torno al arte y en torno a sí mismo. Para ello el artista debe ahondar en su propia alma y educarla; debe cuidarla y desarrollarla para que su talento pueda manar con absoluta autonomía libre de elementos tóxicos; y lo ha de hacer adecuando la forma ideada a un contenido atmosférico íntimo, subjetivo y vital, algo que con frecuencia se convierte en su propia cruz por la dificultad que existe de poder lograrlo. 

Pensamiento y sentimiento, son los principales materiales que posee el artista para realizar sus creaciones; luego vendrán los otros elementos palpables y oportunos que harán posible poder llevar la obra a la práctica. Alma y arte están íntimamente relacionados, por vía reveladora -como diría Kandinsky-, al utilizar el artista líneas, formas, notas o colores, todo eso que le es necesario para lograr sus fines, que nos son otros que lograr independencia y singular existencia artística en cada obra; ambos sujetos, artista y obra, quedan independientes una vez acabada la obra, han de respirar libertad ya que viven y actúan, uno devenido del otro, como fuerzas creativas singulares. La obra de arte indiscutible e innegable, no deja indiferente: atrae poderosamente la atención del espectador cuando existen puntos de encuentro entre ambos. Decía Claude Debussy con respecto a la música: La belleza debe apelar a los sentidos, nos debe proporcionar un goce inmediato, nos debe impresionar e insinuar sin ningún esfuerzo de nuestra parte. 

En tal caso, tras ponemos ante una supuesta obra de arte, solo se puede discutir si es buena (deja vibraciones), mala (provoca rechazo), o simplemente nos es indiferente. Pero esto, como dar con esa obra especial que nos deslumbra como ninguna otra sin saber bien por qué sucede, es también una cuestión particular. 


Barcelona, julio de 2017. 

©Teo Revilla Bravo.

domingo, 23 de junio de 2019

ALGO MÁS SOBRE LA OBRA ARTÍSTICA. “CRITERIOS DE CALIDAD”


"Estudio para composición VII", obra del pintor ruso Wassily Kandinsky 


Las pinturas de Kandinsky muestran una tendencia hacia la plenitud, por la equivalencia en intensidad de las áreas de color y la superficie reluciente que destruye toda ilusión de profundidad.


ALGO MÁS SOBRE LA OBRA ARTÍSTICA- “CRITERIOS DE CALIDAD”


Los criterios de calidad en toda obra artístico-literaria, devienen en gran parte del momento en que ésta aparece dentro de un contexto determinado, considerándosela útil en la afinación de un estilo al que se quiere beneficiar por supuestos valores previamente concertados o preestablecidos desde sombras controladoras dominantes. Valores –llámenseles de estilo, tendencia, agrupación, escuela, etc.- puestos en boga por quienes se proclaman responsables intelectuales a la hora de decidir sobre el arte y su destino, valorando contenidos y tendencias sin admisión de réplicas ya que todo -y todos- está comprado y hábilmente retribuido por soportes especulativos de la oferta y la demanda. Hablo de quienes dictaminan, enjuician, favorecen, discriminan (con respaldo académico o político a menudo), a capricho, dando por sentadas unas opciones sobre otras al hilo de intereses concretos sin importarles realmente hallar lo esencial comunicativo, valores necesarios que van surgiendo y transformando el arte desde la soledad y sinceridad sin hacer mucho ruido.

Cualquier supuesta obra de arte que pudiera marcar directrices o tendencias novedosas a considerar, han de venir avaladas por esos importantes señores, o simplemente no ser salvo en milagrosas excepciones. Esto da idea del daño que puede ocasionar, en la historia del arte y en su desarrollo a lo largo de los siglos, la manipulación y el interés de los que poseen el poder de decidir y la potestad de influir, creando cátedra y abriendo espacios al público. A mi modo de entender, el hecho artístico no tiene más credibilidad en estos juicios que la que deviene de círculos determinados con fuertes intereses en esquemas elegidos en todo momento bien protegidos por las redes que dominan el comercio. Provechos e intereses económicos que subyugan al arte espontáneo en un intento por anularlo. Intereses y provechos que varían según la época y criterios del momento, pero que incitan a entrar y persistir, casi por obligación, en una corriente determinada, lo que no deja de ser una cuestión de prácticas amparadas y protegidas, lanzadas con mucho ruido o boato, volátiles y arbitrarias como para atribuirles respeto como determinantes en el hacer cultural.

Lo vemos en ferias de arte, en galerías, en exposiciones más o menos rimbombantes, a través de sorprendentes anuncios, o en medios donde aparecen críticas influyentes. Todo es subjetivo en el arte. La mayoría de lo que hoy son aparentes relumbres cegadores, acaban al cabo en oscuras naderías. Estamos condicionados por el consumo rápido, por efecto del camelo; estamos atraídos por la publicidad, quizás sin habernos detenido realmente en la obra señalada para poder vivirla desde la necesaria emoción o desinterés. Nada puede considerarse de validez universal ni llegar a todo tipo de público, ya que afortunadamente siempre hay quien sabe elegir por sí mismo huyendo de engaño fácil o de la ortodoxia impuesta por ímprobas academias o escuelas condicionadas por intereses especulativos. Huir de los convencionalismos que genera lo mediático a bombo y platillo, ayuda a saber elegir y encontrar valores más allá de los que intentan meternos a toda costa por los ojos como si fuéramos estúpidas esponjas.

Es esencial, ese aparte que hacemos al mirar una obra, el silencio revelador, la distancia necesaria de observación, no sólo para valorar lo notable creíble que nos impresiona y fascina, sino que también para ayudarnos en la propia creación particular si a ello nos dedicamos, fuera de influencias perniciosas. Hay que saber apartar (esto es lo difícil como todo en la vida) el trigo de la paja, y sobre todo saber descubrir la maléfica cizaña protegiéndonos de cicutas o perejiles de los marjales que embellece caminos pero que ingeridos matan. 

Un análisis desapasionado, dejándonos mecer por la melodía del instante, nos pondrá en alerta inmediata del farsante, acercándonos mejor a la obra de calidad, al autor, al artista. Y aprender a seguir avanzando.


Barcelona.-29.-07.-2012.

©Teo Revilla Bravo.



sábado, 18 de mayo de 2019

LO NOVEDOSO EN ARTE



Arte, grafiti, escultura, todo mezclado en perfecta armonía.




Teo Revilla Bravo | 17 de mayo de 2019

Lo novedoso, aquello que va rubricado por un marcado carácter presentándose desde unas coordenadas artísticas distintas a las habituales, enseguida atraen poderosamente la atención, pues somos seres por encima de otras consideraciones curiosos. Investigar, descubrir, topar con la sorpresa e indagar, es parte de la riqueza de la vida. Cuando es así, cuando nos encontramos ante una obra altamente centrada, de gran poder de inventiva, bien resuelta a nuestros ojos, sentimos que el hombre y con él la sociedad avanzan un poquito más por el buen camino contrarrestando aspectos sombríos. El artista intenta crear con su obra, el acercamiento a la comprensión de su realidad esencial, llegar a sus últimos elementos integradores, tocar el alma virtuosa e inquieta, ir en búsqueda constante de la realización y de la mejora. Esa obra que se va generando poco a poco sin mucho ruido, a veces con toques iconoclastas ojalá con acierto y valentía, sabe que es parte de la respuesta.




Somos curiosos, sí, pero también debemos ser aventureros viajeros que prescinden de lo asombroso aparencial, así como de lo repetitivo y aburrido que roza o cae directamente en lo superficial o en el engaño. Quizás por eso el artista vocacional es inconformista, un inadaptado que lo pasa mal en el intento por pretender aclarar los estímulos que salen de su alma a borbotones, pues tiene una meta a la que llegar, una idea entre ceja y ceja que desarrollar, un objetivo inmediato por cumplir, un mandato metal que obedecer, una obra nada o poco entendida que emprender. Y lo intenta, obsesivo, a través de la motivación, del trabajo y de la exigencia. Si esto falla, decae, deja de obrar como tal, entra en crisis, muere. Para que esto no suceda, hay que desprenderse constantemente de lo banal y de lo postizo, de todo aquello inservible a lo que nos enganchamos sin darnos cuenta y que tiran de nosotros de una manera poderosa y cruel limitándonos, entorpeciéndonos, impidiendo que avancemos. Debemos prescindir de todo lo que resulte artificial, fingido, interpuesto, o de algún modo manejado o manipulado desde esferas de poder, cualquier poder.





Hay que mutar, extender el radio de acción, contemplar todo el vasto dominio de la situación que se nos presenta; hay que penetrar en esa realidad que pretendemos transformar en algo mejor y sublime que dé sentido a la existencia, para oírnos y olernos vivir y amar, para oírnos y olernos morir tal vez. ¿Cómo lograrlo? Existe en todo ser perceptivo y concienciado una alquimia personal, unos efectos mágicos que trasmutan, unos valores que con poca frecuencia se ponen -por comodidad o descreencia- en práctica. El artista ha de asumir su labor con ilusión, rompiendo esa opacidad y rigidez que se nos echa encima a cada instante que respiramos: la sociedad envenena, ata, va en contra con frecuencia de los intereses netamente humanos que necesita el artista para sobrevivir, ya que tiende a esclavizar, a convertirnos en miembros vigilados, mecanismos fieles colocados en el engranaje que mejor cuadre en cada momento a sus fines. Es el artista, precisamente, quien tiene la facultad de romper ese estado de cosas, esa dinámica machacona, mecánica y dictatorial que nos anula en lo fundamental, para intentar hacer de la realidad algo más traslúcido, más libre y solidario, más expansivo, sorprendente, descontaminado y por supuesto creativo. Así avanzamos, a contracorriente, con mucho esfuerzo y poco ruido, abriéndonos a los sueños que alientan novedades y expanden espacios. El artista es el mago que nos abre los ojos a la luz. No lo entorpezcamos, dejemos que entre esa luz a raudales y nos envuelva en ella.



Barcelona.-20012. 

©Teo Revilla Bravo.



Fuente: https://entrepalabrasysilencios.blogspot.com/2019/05/lo-novedoso-en-arte.html?spref=fb&fbclid=IwAR3mOopPe7vcnkXQksogwCqbxDkjX4CVdikELlGiDTpyh5837ONeNAvihHA

sábado, 18 de noviembre de 2017

LA PERCEPCIÓN DEL ARTE


Obra, "Ejercicio de pintura, Limonero" Teo Revilla Bravo. 2012
                            “Lo que parece no siempre es lo que es, y lo que es no siempre es lo que                          parece; la percepción crea nuestra propia realidad” Rob McBride.

El arte ha de ser el lenguaje que trasmita al espectador lo sublime, todo aquello que sensibiliza, altera para bien, y colma el espíritu haciendo que cada vez que el espectador observe una determinada obra el sentimiento percibido sea idéntico o incluso mayor, acompañándolo en el crecimiento, evolución y maduración. El arte, si realmente satisface, ha de producir un efecto efectivo que se acomode con facilidad al júbilo intelectual del espectador.

El arte, tras pasar una etapa de investigación, de informalismo, novedad y duda, como ha sido su desarrollo a lo largo del siglo XX, parece entrar ahora en una etapa de regreso a la sensibilidad, a la belleza formal, a lo elevado, al talento. Quizás porque el momento actual, pleno de desgarros vicisitudes y temores, nos lo demanda sin tanta ansia de originalidad y novedad como en otros periodos. El arte no es más que un reflejo del tiempo social, cultural y emocional, en que se desarrolla. Lo importante es que esté siempre presente, como fanal de atracción sensitiva sea del estilo que sea, alejado de la manipulación constante de intereses comerciales y políticos que deberían estar, sobre todo, por la dedicación y empeño en educar a los niños en las escuelas para que un día logren saber distinguir una obra común -por buena que sea- de otra simplemente genial.

Llegados a este punto, surge una pregunta: ¿Cómo saber realmente que una obra en concreto es realmente del agrado axiomático de uno, que no existan fuertes condicionamientos para aceptarla tal como nos la presentan? Porque puede muy bien ser que esa obra concreta esté diseñada, con calculada destreza, precisamente para agradar (ya los interesados en imponer gustos artísticos y sus manipuladores se afanarán mediante los medios de comunicación de masas que controlan espacios de audiencias de que esto sea así) y, cuando uno la intente interiorizar compruebe que no queda recogida emocionalmente, que es puro humo y nada más. Las obras que interesan y llegan, han de estar plenas de energía y eficacia, han de llegar directas al corazón como bellos acordes, texturas, tramas, colores, formas, etc., invadiéndolo sin que uno se dé cuenta. La obra de arte, sea del estilo o movimiento que sea, ha de sacudir el ánimo, y también las entrañas.

En este amplio panorama de belleza artística contemporánea, no podemos olvidarnos del trabajo interactivo creador de mundos virtuales que engrandecen el concepto del arte y que poseen un gran potencial. Obras llegadas con gran expectación e intensidad, trabajadas con todo detalle y esmero seguro que para quedarse, transformarse, y engrandecerse: aerografía, videojuegos, películas, arte digital, hologramas, arte conceptual… Aspectos artísticos donde el que escribe, ha de reconocerlo, es un neófito que no ha logrado llegar del todo, admirándolo en ocasiones, pero descaminándose y perdiéndose todavía con harta frecuencia.


Barcelona, noviembre, 2017.

©Teo Revilla Bravo


Fuente: https://entrepalabrasysilencios.blogspot.mx/2017/11/la-percepcion-del-arte.html?spref=fb

jueves, 19 de mayo de 2016

EL COMPONENTE EMOCIONAL EN EL ARTE


Obra del escultor tinerfeño Román Hernández. Tenerife 1963.



Teo Revilla Bravo*


EL COMPONENTE EMOCIONAL



El hombre ante sus propios misterios. El hombre situado ante un espejo que le restablezca la propia efigie emocional más humana y en lo posible más desnuda; el hombre interrogándose, buscando eternales explicaciones y respuestas; gravitando sobre una suerte de anexo o reflejo fiel que le ayude a comprender la magnitud o significancia del existir, mediante expresiones más o menos gratificantes. Cuando estos enunciados se convierten en obras de arte, nos permiten anhelar la perfección latente a través de la misma mirada, en un acto afortunado proveniente de lo que sentimos como inspiración o transfiguración estética, filtrada desde esa identidad emocional interior donde nace y se hace necesaria. La mirada ha de ser fotográfica, no tanto en la forma de captación vehemente como en la de la misma esencia; ha de recoger, como lo hace la lente de la máquina, esa especie de serenidad que capte la aparición de la idea, del objeto o la obra idealizada a crear, sin artilugios ni engaños, lo más fiel a nosotros mismos. El arte, aún inconscientemente, nace como una búsqueda necesaria, un poner a prueba o analizar la realidad que nos pueda ayudar a canalizar la propia vida y situarnos ante ella. Su función es llegar, es transformar, es ser reflejo de continuado avance, y sobre todo es desahogar y es conmover. Cuando nos impresionamos o emocionamos, todo se revoluciona dentro de uno. Así nace o cobra valor el arte -que está en las obras del hombre, pero sobre todo en la naturaleza de donde recogemos sus fuentes esenciales-. Para ello, ha de tocar las fibras más sensibles del artista al realizar su obra y por ende las del potencial receptor cuando la contempla. Como si uno y otro lo hicieran a través de una trascendente respiración comunicativa, producida milagrosamente en las entrañas vitales del hermoso pulmonar del alma, ese propulsor que junto al corazón nos mantiene vivos. 

La herramienta del arte pictórico, la produce esencialmente la luz (capítulo anterior). La luz sirve como medio para la omisión de significados en su revelación experimental, formando el lenguaje universal que permite conocer los aspectos más positivos del alma humana. En las obras teóricas, es la expresión lo que funciona como filtro simbólico del pensamiento y es el acto de fe –poesía- lo que permite rendir culto a los más altos valores. En arte, los personajes, sus rostros, los paisajes, las formas abstractas, el barro, la palabra, la nota musical, etc., son proyectados hacia una luminiscencia que les es inherente; son violentamente iluminados en el exterior –acto creativo proveniente de lo interno-, bañados por una luz que anuncia el evento inesperado, aquello sutilmente recogido que de otra forma inevitablemente se perdería –esto se da muy bien en fotografía, pero también en toda obra artística, musical o literaria-. Todo ello queda aislado en una especie de aura, que es al mismo tiempo un hálito extremadamente fluido y sensible. Sin arte, la humanidad, espiritualmente, se asfixiaría. O como diría el genio de Nietzsche: “sin el arte –música- la vida sería un error”. El hombre ha de experimentar –crear- para intentar comprenderse y entender el entorno en que vive, a través de la callada tortura o goce que es obrar y es existir. Nada, nadie responde claramente a esa llamada de auxilio vital que lanzamos desde bien temprano. Lo creado debe de sobrevivir y establecer una situación poética de transferencia, pócima, elixir, cura, que nos ayude a situarnos ante la savia emocional de la vida, y comprenderla. En esa correspondencia, uno podría encontrar, quizás, el principio a la solución del problema que se genera con la ansiedad que el hombre tiene de avanzar: las obras han de tender a no significar más allá que el propio momento que vive el artista en su creación y luego del mismo momento que siente el espectador cuando las contempla, sin tener que crearse esa sensación de ansiedad que generalmente trata de conjurarse forzando significados –crítica-, que debieran permanecer libres y sin condicionantes hasta del propio creador. Quizás todo sea más simple y nos compliquemos más de lo necesario perdiéndonos en valoraciones. La ansiedad es mala compañera, genera siempre exigencia, rápidas expectativas y posiblemente malos resultados y por ende malas referencias y peores explicaciones.

Es a través de las obras de arte que se puede uno avenir con la existencia, atravesando órbitas, abriendo caminos, confinando pesadumbres, aliviando ansiedades, liberándonos en lo posible mientras sondeamos ese viaje interminable. EL anhelo del artista es crear ámbitos atemporales que sean integradores; es lograr la comunión con los otros; producir la armonía en la personalidad; es el placer de reflejar la vida y la realidad estructurando –a su modo- la moral de cada época; expresar conflictos internos y externos, denunciar; es ayudar a satisfacer y mejorar la subsistencia, desplegando las imágenes o las sensaciones, dejando sus silencios guardados en esos universos, yendo tras lo mitológico donde el presente transformado se convierta en un todo o absoluto integrador, eternidad habitable real y soñada. Y todo, a través de una obra bruñida con esa luz dirigida directamente al corazón, a los procesos comunicativos, a fortalecer los valores de la humanidad y sus necesidades estéticas y de conocimientos, estableciendo una visión novedosa de la realidad y optimizando en lo posible sus procesos de comunicación y de integración en lo social transformable.

El componente afectivo en el arte, ha de estar explícito e implícito, coronando la obra con una poderosa carga emotiva de la índole que sea; ha de convertirse en un sonoro grito de libertad, rabia, gozo o expectativa. Sin corazón, no hay obra. En tal caso, es una necesidad esencial para la propia marcha de la existencia; es un grito libertario, desgarrador, emocional, turbador, que nace de las fibras más sublimes de la conciencia transgresora y sensible. Si esto no se produce, la obra es obra muerta, obra ya realizada o simplemente no es. El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin hombre pero tampoco habría hombre sin arte. Es así de sencillo desde que la humanidad comenzó a utilizar las manos y generar un complejo lenguaje. Todos sabemos que el mundo se hace más inteligible a través de las distintas facetas artísticas desarrolladas a lo largo de los tiempos. Aún la labor provocadora en arte, ha de tener un lirismo innato, un latigazo esclarecedor, una alerta o emoción poética que impulse sensaciones, aunque éstas sean encontradas. La obra de arte, cualquier obra (englobándolo todo: pintura, escultura, música, literatura, etc., etc., ha de convencer, ha de hacernos descubrir el soplo de la creación, el Aleph, el deseo de partir desde el mismo origen tras la exploración de los ricos enigmas que atesora el universo que encierra la grandeza del propio ser. La obra de arte (verdadero lujo de la existencia), es el logro, es la bondad de sentir lo asequible necesario desafiado y desafiando, investigándose, deteniéndose a escuchar el murmullo de los pensamientos, el rumor de los pasos y el susurro del aire, el latir de la sangre, el hálito vital enriquecedor, la vida, la muerte, los ritmos cardíacos y circulares... 


* Artista plástico, poeta y escritor catalán, director de Órbita Literaria, red de artistas, escritores y amigos de habla hispana, http://orbitaliteraria.spruz.com/.


Agosto del 2012.

viernes, 23 de octubre de 2015

EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL DIBUJO



Presentación


Para quienes no lo sepan aún, practico el dibujo y la pintura desde hace años, y coincidió la lectura del artículo que presento más abajo, con mi inicio en una nueva técnica, la de la tinta china.

Comienzo pues con la nueva técnica, copiando una de esas maravillosas pinturas de paisajes chinos. A primera vista me parece muy laborioso y quizás hasta tedioso: tantas rayitas, tantas hojitas, tantos puntitos.

Después de iniciar, -lo aparentemente tedioso y repetitivo- voy experimentando una gran relajación y voy descubriendo lo interesante de cada prado, de cada ramita, la vida que esconden dentro de una pintura.

A lo largo de los años en que he participado en los talleres de pintura y coincidiendo con la opinión de muchos compañeros de los mismos, es convicción común el reconocer el efecto terapéutico del dibujo y la pintura; tanto así que muchos dicen “voy a mi terapia”, en lugar de decir “voy a mi clase de dibujo o de pintura”. Personalmente ha habido veces que he llegado al taller, sumamente tenso y hasta con dolor de cabeza, en otras muy cansado, y he salido relajado, y con la recuperación de las fuerzas perdidas.

Ni que decir que he tenido compañeros esquizofrénicos (obviamente medicinados), bipolares y con otras dolencias psíquicas y emocionales, en quienes he observado el efecto terapéutico del arte.

Aunque llegué a detestar esos artículos del Reader´s Digest y las “revistas del corazón”, que en 10 o 25 puntos resolvían todo, o te decían como eras, me parece digno de compartir el siguiente artículo y sobre todo de sugerirles que pongan en acción los “trucos” mencionados.
Jorge Pérez Uribe


23 Maneras De Poner El Cerebro En Su Lugar

¡Qué misterioso es el cerebro! Por momentos me da la sensación de que el cerebro y el cuerpo son dos cosas totalmente distintas cuando la realidad es que no… ¿Por qué digo esto? Muy sencillo, lo que quiere tu cerebro, no es positivo para tu cuerpo y para tu vida. Te doy un par de ejemplos: Al cerebro le encanta la azúcar, pero eso es fatal para tu cuerpo. A tu cerebro le encanta las cosas rápidas y fáciles y todos sabemos que lo que merece la pena en la vida nunca es fácil. La buena noticia es que el día de hoy te traemos 23 trucos para que tú domines a tu mente y no sea tu mente quien te domine a ti. ¿Quieres saber más? Sigue leyendo.
Acuérdate compartir esto con tu familia y tus amigos.
· Si estás cansado, dibuja flores.


· Si estás enojado, dibuja líneas.
· Si te duele algo, esculpe.
· Si estás aburrido, llena una hoja de papel con colores diferentes.
· Si estás triste, dibuja un arcoíris.
· Si tienes miedo, teje macramé o elabora aplicaciones de telas.
· Si sientes angustia, haz una muñeca de trapo.
· Si estás indignado, rompe el papel en pedazos pequeños.
· Si estás preocupado, practica origami.
· Si estás tenso, dibuja patrones diferentes.
· Si necesitas recordar algo, dibuja laberintos.
· Si estás decepcionado, haz una réplica de una pintura.
· Si estás desesperado, dibuja caminos.
· Si necesitas entender algo, dibuja mándalas.
· Si necesitas restablecer las energías, dibuja paisajes.
· Si quieres entender tus sentimientos, dibuja un autorretrato.
· Si es importante recordar tu estado, dibuja manchas de colores.
· Si necesitas sistematizar tus pensamientos, dibuja celdas o cuadrados.
· Si quieres entender tus deseos, haz un collage.
· Si quieres concentrarte en tus pensamientos, dibuja usando puntos.
· Para encontrar la solución óptima a una situación, dibuja olas y círculos.
· Si sientes que estás estancado y necesitas seguir adelante, dibuja espirales.
· Si quieres concentrarte en una meta, dibuja cuadrículas y un blanco.




Fuente. http://aprendelotodo.com/23-maneras-de-poner-el-cerebro-en-su-lugar/

jueves, 7 de mayo de 2015

EL CREADOR Y EL IMPULSO CREATIVO


EL CREADOR


          "El nacimiento de Venus" de Botticelli, retrata uno de los más pintorescos mitos clásicos que nos transporta a un mundo de sueños y poesía... 

Teo Revilla Bravo*


El creador provoca las ideas, las ensalza desde su interior, intenta darles forma, línea, dibujo, color, textura, armonía, toda la esencia y esplendor posible consciente de la necesidad racional, intuitiva y de perseverancia, que ha necesariamente de tener. Al contar todos los azares en que se va desplegando la supuesta ficción o elaboración en la que se ha metido, el autor expone, ante el lector o público, su fondo personal como un desahogo plausible, si es que éste logra interesar.


Para ello intenta no celar demasiado aquello directamente relacionado con sus deseos y ansiedades más primordiales, escribiendo o creando con la idea de llenar el contenido con muchas ideas y juicios múltiples, por muy heterodoxos que aparenten estos ser. Y lo ha de hacer activando resortes literarios o artísticos que quizás pensaba no poseer, pretendiendo darle el impulso necesario, ese que permite dar presencia a la capacidad creativa para que circule con entera libertad. 

Simplemente, y ahí es nada, hay que entrar a fondo para desarrollar el tema y urdir la trama en situación; algo así como ver si contiene suficientes acontecimientos o elementos contrapuestos, que sean lo suficientemente apasionados como para no aburrir. ¿Cómo? En el caso del escritor, a través de pinceladas punzantes que hagan entrar al lector en la aventura por su centro, intercalando personajes y ambientes adecuados que la representen y defiendan aunque sea a través de novelar desfiguradamente la propia biografía. 

Hay que intentar formar un espacio escénico creíble personalizándolo lo más posible con el protagonista, de forma que nos sintamos intermediadores con conocimientos de causa suficiente como para alterarlo cuando sea conveniente, sabiendo ponerlo en contacto con la realidad, cosa siempre deseable en el caso de la literatura, y dentro de ella en la novela realista y en el teatro.

Stanislavski, actor, director escénico, gran pedagogo teatral en el campo del control de las emociones y de la inspiración artística, nos dice que hay que manejar la palanca que nos permita trasladar la realidad al único universo en el que se puede realizar la creación. Para encontrar el verdadero camino, hay que equivocarse mediante una finalidad comunicativa que ayude a corregir errores; hay que deambular por rutas inseguras, intentando entrar en situación hasta hallar la que mejor se adapte a nuestros intereses; hay que propiciar reglas y personalizarlas, aunque haya que ir transformándolas constantemente.


 Para hallar esos caminos, hay que formular preguntas y contestarlas de la mejor manera posible para ir asegurándonos lo realizado con certezas plausibles. A menudo hay que hacer retrocesos y experimentar caídas, para ver señales que alienten senderos donde los personajes creados estén completamente vivos… 

 Comprender todo esto, es sentir que se está ante una ardua labor; es también entristecerse, al pensar que quizás no se llegue a conseguir el objetivo ni en lo más mínimo: no hay mayor angustia para un creador, que vivir con la sensación de insuficiencia y de sentir el recorrido del tiempo caminando inevitablemente hacia la nada...


Barcelona.-2011.

©Teo Revilla Bravo.



EL IMPULSO CREATIVO


Picasso. "Taller" 1934.


Teo Revilla Bravo*

El impulso creativo surge durante ese tiempo de parón en que uno queda a la expectativa, donde el artista busca la solución a una sed creativa muy impetuosa y necesaria, que de momento, por unas causas u otras, se le niega. Hasta que comienza a notar la percepción primaria de una nueva incógnita con múltiples conexiones recorriendo el cerebro formando ideas ilusionantes aún poco perceptibles, pero que ya se agitan más allá del umbral de la conciencia. 


Es el comienzo de algo. Momento esencial en que sentimos que se ilumina una chispita, una pequeña luz, energía que impulsa a proceder con valentía y descaro dándole vueltas a la idea, agregando pesquisas, realizando una inmersión sobre un conjunto de factores, imágenes e inquietudes que no dominamos pero que van trascendiendo, formando la base desde donde se intentará resolver de la mejor manera ese potencial efecto de “inspiración” recibido. Este periodo primero es crucial, ya que en medio del entusiasmo generado ante la expectativa de volver a crear algo, pueden surgir angustias, ansiedades e incertidumbres, ante la sensación de dificultad, temiendo incluso que se pueda llegar a perder el objetivo ilusionante que nos animó en principio. 

Es, como si tras haber comenzado a actuar, se quedara uno de repente en blanco, debido a un miedo momentáneo que se apodera de nosotros dejándonos ante el vacío o la incertidumbre… 

Momento en el que muchos artistas abandonan la obra iniciada, al verse ésta como un condicionante que no siempre se controla ni se puede debidamente solventar. Sin embargo y paradójicamente, es a través de estas dudas y contrariedades, que se va suscitando, terca y cabezonamente, erre que erre, el hecho creativo. Es la fase de la incubación de la duda, algo por lo que casi siempre hay que pasar, y en la que se han de buscar distintas alternativas para resolverla. 

Cuando se logra traspasar ese instante y lo descubierto confluye y se amalgama bien en la elaboración consiguiente, se abre otro momento clave, caracterizado por la elaboración, ahora más sosegadamente, de la obra: la solución a las dudas aparece, y las partes antes dispersas se acoplan presentando un conjunto armonioso y ordenado. Es el momento más agradecido: para nuestra sorpresa va asomando y a la vez se va asentando la magia actuando sobre la mente del artista, quien a su vez genera avances cada vez más interesantes y atinados, produciendo –mientras se ultima la obra- cuando es complaciente y despejado, un éxtasis muy placentero. Momento compensatorio y feliz en el que se siente que todo va bien… 

Tras esto, comienza otra fase no menos importante: la de verificación, la del examen exhaustivo para evaluar si la obra merece la pena de verdad dándola por concluida estampando la firma, o bien abandonarla si comprendemos que es mejor sea así por inútil, infructuosa y baldía. En tal caso es una decisión no siempre fácil de decidir. La valoración ajena, entendida y amiga, puede tener su importancia en esta última fase para no precipitarnos, para no destrozar, en un momento de rabia e insatisfacción, algo que puede ser valioso. El instinto artístico de cada cual, a la postre, tiene la última palabra.

El objeto artístico, por mucho que nos empeñemos, no tiene fondo ni tiene fin y nunca quedará cumplido. Seremos nosotros quienes decidamos interrumpirlo, porque así, tal cual como lo vemos, nos complace, comprendiendo, sensatos, que somos incapaces de llegar más lejos: la obra siempre estará muy por encima de su creador. En esta tesitura, hemos de ser conscientes de que nunca conseguiremos colmar las expectativas. Esa es la mayor desazón, lucha y drama, del inquieto, impulsivo e innovador artista.



Barcelona.-16.-Noviembre.-2014

©Teo Revilla Bravo.


*Artista, poeta y escritor catalán, director de Órbita Literaria: lugar de encuentro de artistas, poetas y escritores de la lengua hispana y sobre todo de buenos amigos.


http://orbitaliteraria.spruz.com/blog.htm?cat_id=BE479393-16EB-4B32-80F9-F1D141917062

viernes, 30 de enero de 2015

“EL GRAN EQUÍVOCO DEL ARTE CONTEMPORÁNEO: IGNORAR TÉCNICA Y OFICIO” (Continuación)


(La primera parte se puede consultar en el post del 19 de junio de 2014) 

"Laoconte" El greco. Renacimiento español.
Laoconte es una pintura de estilo Manierista. Tiene inspiración clásica y cambios contemporáneos que le dan el misterio de tener muchas interpretaciones, Parece ser que El Greco se inspiró en la escultura de mármol del mismo nombre que representa a Laoconte -mito troyano- y sus dos hijos, descubierta en Roma en el año 1506. Enigmática desnudez de los cuerpos. Impresionante.




Teo Revilla Bravo


Hay una gran desconexión entre los intereses creados por los poderes políticos y o financieros, y la realidad de lo que se presupone es el gusto artístico de la gente. Algo que no solamente pasa en artes plásticas, sino que también en todas las artes. Lo que es cierto es que cuando aparece una obra que cala en la sensibilidad de la gente, ésta acude a contemplarla entusiasmada, formando grandes colas. Por tanto, habrá que ver de qué obra se habla, el valor del montaje que se ha hecho, la facilidad económica para que pueda acceder el público, el gancho del artista, o el intento de conservar un status quo, algo que supone un alejamiento, de facto, entre élites artísticas y público en general, prerrogativas o privilegios nunca bien aceptados. Nos encontramos, pues, ante aspectos valorativos del arte bien diferenciados. De todo ello sacamos la conclusión, de que la vuelta a la figuración en las grandes exposiciones, conecta muy bien con la gente y llena salas; el claro ejemplo lo tenemos en las grandes retrospectivas que se han hecho últimamente sobre artistas muy conocidos, como son las que se realizaron sobre Antonio López o Sorolla, por nombrar dos de las más significativas. Ese entusiasmo que despertaron y despiertan estos pintores, significa una reacción lógica contra el caos que se impuso, décadas atrás, al privilegiar el arte conceptual -y demás modernidades- por encima de otras valoraciones, algo que no acabó de calar en la conciencia ni en los gustos del gran público. Habría que crear cánones claros y tomar decisiones, que mantengan enlazados ambos aspectos necesarios y complementarios, que en arte, para su engrandecimiento y desarrollo, han de hallar cabida y continuidad.

Se cuestiona también a menudo, el otro lado de la cara... Me refiero al hiperrealismo. Hay quien opina que ampliando la fotografía e imprimiéndola sin más, tendríamos prácticamente el mismo efecto que pintándola con tanta minuciosidad… El hecho de llamar a estas obras hiperrealismo desagrada a algunos -entre los que me encuentro-, ya que la definición debería ser la de arte figurativo sin más paliativos, ya que posiblemente sea la máxima reacción que existe contra o ante la abstracción absorbente y avasalladora durante algunos períodos. El llamado hiperrealismo consiste, como todos sabemos, en exagerar la figura, hasta llegar a términos realistas casi perfectos, demostrando así que se puede pintar la figura mejor de lo que se ha pintado nunca. La fotografía, en este caso, es un medio del que puede valerse el artista plástico para llegar a ese fin. El reto que se impone y se le exige, no es que la pintura se parezca mucho a la fotografía, sino que logre superarla en todas las percepciones posibles. El resultado, en una u otra forma artística –fotografía o pintura-, siempre es, ni mejor ni peor a priori, indiscutiblemente diferente. En pintura puede resultar más cálido y matizado el efecto al contener una inspiración más sugerente, más íntima y o artesanal, ya que se realiza, no con los ojos y la pulsación de la máquina, sino con los dedos de la mano y sobre todo con los del corazón.

Hay falsos revolucionarios del arte que niegan la asistencia a la academia o al taller compartido por incómodos o trasnochados, pero, al conducirse así, están demostrando simplemente que son unos oportunos ignorantes: los verdaderos revolucionarios respetan y admiran el pasado, ya que saben que es una fuente de información constante, de donde se aprende; saben que nos conmueven las obras de los grandes artista por su estética, por su magistral influencia, elogiando con ello la misma ética legada, y sabiendo que sobre esa base han de aprender, han de saber volar, han de construir un futuro lleno de descubrimientos y de nuevos valores.

Si no tienes base ni práctica de navegación, eres el guía de una barcaza a la deriva, perdida en el océano de un gran despropósito.


Barcelona.-mayo.-2014.


©Teo Revilla Bravo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

EL SECRETO DE LA CREATIVIDAD


Imagen cortesía de Alfonsina Blyde


Por: Edith Sánchez

La palabra creatividad se evoca en contextos muy distintos, incluso en los que pueden parecer menos creativos. En general, pensamos que se trata simplemente de realizar actos inusuales o poco convencionales. Aunque sin duda estos son señal de originalidad, no necesariamente pueden catalogarse como actos creativos en estricto sentido.

Se puede definir la creatividad como el conjunto de procesos mentales que da lugar al descubrimiento de nuevos problemas, para los que también se halla una solución inédita. Aunque los actos inusuales pueden sugerir rasgos de creatividad, solamente si construyen soluciones, en cualquier nivel, se definen como creativos.


¿Un don o una destreza?



Hace apenas algunas décadas se pensaba que la creatividad era un don casi sobrenatural, otorgado apenas a unos pocos. Los estudios sobre el cerebro y la inteligencia han demostrado que no es así. Al igual que con otros atributos, la semilla de la creatividad está presente en todos los seres humanos; pero solo algunos deciden cultivar esa semilla y hacerla florecer.

Durante los años noventa se realizaron varias investigaciones en los Estados Unidos para descubrir los secretos de la creatividad. En uno de los estudios midieron la actividad eléctrica del cerebro, en personas que estaban desarrollando procesos intelectuales y/o creativos.

Los individuos que estaban resolviendo problemas de matemáticas o decidiendo el sitio a donde irían de vacaciones, tenían cerebros que emitían ondas beta, cuya frecuencia es de 15 a 20 hertz. Los sujetos que desarrollaban actividades con mayor grado de complejidad y originalidad, como escribir un poema o hacer una pintura abstracta, mostraban cerebros que emitían ondas alfa, de 8 a 12 hertz.

Las ondas alfa también aparecen en quienes practican yoga o meditación profunda. Corresponden a un estado sereno, relajado y de atención difusa. Sí: difusa. La creatividad no parece tener mucho que ver con la concentración. Y ese es el secreto.


La hipofrontalidad: el secreto de la creatividad



Según Sharon Thompson-Schill, neurocientífico de la Universidad de Pensilvania, la creatividad fluye cuando se reduce el control sobre los procesos cognitivos. En otras palabras: entre menos restricciones le pongas a tus ideas y tus pensamientos, más creativo logras ser.

La corteza prefrontal del cerebro es la región que regula todo el pensamiento lógico. Cada vez que se te ocurre algo, o piensas en actuar, o tomas una decisión, etc., esta zona te da uno de dos mensajes: es razonable o es una locura. Si pasas por alto ese filtro, va a fluir tu creatividad. A ese fenómeno se le llama “hipofrontalidad”.

El evaluar una y otra vez las ideas que llegan a tu mente, mirando los pros y los contras, es eficaz si lo que quieres es resolver un problema práctico o funcional. Pero si tu propósito es dar lugar a una idea original, a una solución innovadora o a una creación propia, debes aprender a eliminar las restricciones impuestas por la lógica. Dejar fluir el pensamiento sin detenerte a pensar en cuan lógico es. Tener una atención difusa. Sumar peras y manzanas, a ver qué resulta.

La creatividad también tiene un componente emocional. Entre más querida y aceptada se sienta una persona, mayor seguridad tendrá en sí misma y más fácil le va a resultar eludir los cercos de la lógica formal.

En cualquier caso, la creatividad es una destreza que se puede desarrollar. No importa la edad, ni la condición. Siempre existe la posibilidad de mirar y hacer las cosas de un modo diferente.



http://lamenteesmaravillosa.com/el-secreto-de-la-creatividad/

jueves, 16 de octubre de 2014

LA CREATIVIDAD



Wright Refracted (Cyan) de Robin Eley




Por Teo Revilla Bravo *



La creatividad aparece siempre, desde la asociación novedosa de acontecimientos artísticos previos y legítimos que se dan en todo autor, con la idea y el efecto de conseguir nuevos propósitos a través del desarrollo de las propias inquietudes. Es un estado especial de conciencia, que permite generar, a través del magnetismo producido por un don inherente, una red asombrosa y compleja de conexiones e interrelaciones sensitivas, que permiten al artista identificar, plantear, plasmar y resolver, problemas o inquietudes propias o del medio en el que vive de manera relevante y divergente. Según Venturini, la creatividad, sería la capacidad humana de modificar la visión que se tiene del entorno a partir de la conexión con el yo esencial. Eso permite al hombre generar nuevas maneras de relacionarse en ese contexto en el que coexiste, y a partir de él crear nuevos objetos, nuevas aventuras o desarrollos culturales a través estructuras habilidosas y composiciones esmeradas y sutiles, necesarias en toda sociedad que evolucione bien. Esta actitud o poder de transformación mediante el arte, tendría un componente genético establecido, que conllevaría un posible desarrollo posterior a través del esfuerzo y del tesón del artista en obrarlo como individuo comprometido consigo mismo y con su tiempo. Sea como sea, la idea primigenia ha sido interferida en cuanto aparece este impulso asombroso, esta disposición originalidad que se va convirtiendo en algo preciso, necesario. 


El boceto latente de la obra a crear, se genera y crece en la mente -punto de partida de toda labor de creación, sea plástica, musical, de arquitectura o literatura…-, en esa masa craneana que delimita todo comportamiento existencial y nos hace seres únicos y personales. Ese germen ahí encerrado, en evolución y a la espera de realización, puede fundamentarse en un sueño, en una fuerte inquietud, en una imagen asombrosa, en una idea recogida al azar, en un pensamiento o razonamiento oportuno sobre lo divino o humano; puede fundamentarse en lo poético existencial y personal, como es la visión de un horizonte, la estructura de una flor, la textura de una hoja, el relieve de una montaña o cordillera, la línea divisoria entre el mar y el cielo... Esa energía retenida (que no es otra que la que nace de vivir con intensidad los acontecimientos), comienza a ponerse en marcha con espíritu de adaptación, desde que somos conscientes de los estímulos provocados. Si apreciamos la necesidad, creyendo que es para bien, sentimos que hemos de obrar de inmediato, desde nuestras posibilidades, desde nuestras capacidades sensitivas e intelectuales, haciéndolo avanzar e intentando contribuir con un granito de arena más, a la acción benefactora global… 



El arte, lo imaginado o soñado, el signo o las señales que nos proporciona este sentimiento magnánimo, debe de tocarnos directamente las fibras más impresionables, haciéndonos reaccionar; debe devolvernos a la meditación, al momento interior de donde surge toda idea sensible y transformable, imponiendo su anhelo y arresto, iniciando un diálogo, creando juicios de valores con fuertes connotaciones simbólicas y conceptuales; ha de hablarnos, con su lenguaje único, propiciando las potencialidades más perceptivas, de manera que seamos conmovidos positivamente -afecto-efecto-, generándose, esa emoción del artista, como un elemento de inquietud y sensibilidad hacia la realidad transformable, exigiendo actuar en consecuencia. No debemos olvidar que la creatividad se relaciona con nuestras habilidades, con nuestras aptitudes y enfoques sobre una situación que tiene lugar, ineluctablemente, dentro de nuestros propios límites personales, sociales y culturales. 



La técnica adquirida para realizar cualquier tipo de obra ha de estar al servicio de lo poético, ser parte del lúcido y mágico engranaje del sentimiento: obra sin poesía, es obra muerta, se dice con acierto. La obra ha de ser desnudada de su originalidad para pasar a ser subordinada a actos de complicidad con el espectador, con el lector, con el admirador. A veces todo en uno. Lo que convenga en cada caso concreto, ya que se revela a través de un diálogo con el espacio, atendiendo siempre a estados anímicos por lo que es y en cuanto se es, al activarse sorprendentemente la imaginación, ese campo o zona donde se alberga la primitiva idea, el discernimiento y la percepción, y desde donde comienza a ser surgida la obra artística, a ser bienintencionada, a ser posible mediante la inspiración y el esfuerzo creativo que deviene a veces como sin apenas darnos cuenta. Cualquier estímulo puede hacer que florezca como una evidencia clara, lo más pura posible y sin interferencias ni contraataques, ahí donde lo incorpóreo se hace corpóreo; ahí donde lo perceptible expresado, lo onírico simbólico, lo imaginario poético, se abrazan a través de una necesidad humana de transformación y provocación, que lo harán sin duda emerger y prevalecer a través de esa corriente o magma, eternamente cambiante, que llamamos arte. 



Elemento de altos grados de lo llamado poético o bello, forman vida al momento, a través de este mágico desarrollo que como verdadero procedimiento o método ha de plantear requerimientos, interrogantes e inquietudes emocionales, recurriendo siempre a la interioridad del alma, al estado de necesidad, al desahogo emocional inmediato. Ahí donde se forma ese bucle hermoso que ha de entrar en contacto con los propios sentimientos -ahora ya a través de lo hecho compartido- aún sin ser a veces conscientes de cuánto mantenemos y de cuánto aparentemente olvidamos, pero que permanece latente. El arte se revela, acaba revelándose en todo ello como necesaria convulsión y se acomoda. Como nos diría Antonio Gamoneda, «La memoria también está hecha de olvidos». Todo parece estar de alguna manera expresado, pero la verdad es que a la vez todo resta por hacer. El arte intensifica, da razón de ser a la vida, es absolutamente necesario para contrarrestar su parte o lado considerado como oscuro, contradictorio, perverso o negativo. Y ahí queda: como tributo fundamental para el desarrollo y equilibrio emocional de la misma humanidad que lo necesita y alienta… 





Octubre 2012. 



©Teo Revilla Bravo.






* Artista plástico, poeta y escritor catalán, director de Órbita Literaria, red de artistas, escritores y amigos de habla hispana, http://orbitaliteraria.spruz.com/


(Otras realidades, óleo sobre lienzo, 130 x9 7 cm., obra del autor español Modesto Trigo Trigo)