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jueves, 5 de octubre de 2017

CATALUÑA, UNA CRISIS DE ESPAÑA




Josep Miró i Ardèvol

A corto plazo la crisis más grande y aguda que tiene planteada España es la actual situación de Cataluña, donde más del 40% de la población postula la independencia, y el 70% desea una consulta sobre su futuro, unos, pactada con el gobierno español y otros, aunque sea unilateral. Esta es, sucintamente definida, la situación. Las cifras son el dato mayor de la cuestión, porque muestran que no se trata de minorías iluminadas, sino de un grueso importante de población. La cuestión política no es si tiene o no razón, aquella opinión, sino qué se hace para cambiarla, porque si no es así, mas allá del conflicto en torno al 1 de octubre y el intento de referéndum unilateral, la cuestión no va a desaparecer. Es más, el tiempo corre en contra, porque las jóvenes generaciones optan en mayor medida por la independencia.


Hay una cuestión molesta y quizás por ello mal abordada: ¿Por qué una parte tan importante de ciudadanos españoles quieren separarse? Se pueden dar muchas respuestas, pero hay una que debe destacarse: porque España hace años que dejó de tener un proyecto común; no lo tiene y no lo encuentra. Y no es solo el caso de Cataluña la manifestación más radical de esta carencia, sino que también lo muestra el enfrentamiento cainita entre los partidos. Para situar un caso concreto ¿Cómo puede tener un proyecto común una sociedad que es incapaz de conseguir que los partidos consensúen una ley de enseñanza buena y durable? No es obviamente lo mismo que la cuestión independentista, pero sí muestra una sociedad incapaz de dotarse de un horizonte de sentido común más allá del provecho individual El ingreso en la Unión Europea fue el último gran acicate compartido, después no ha habido otro.

Si España no es capaz de dotarse de un gran propósito común, necesariamente de naturaleza incluyente, no solo no resolverá el problema de Cataluña, sino que se multiplicaran sus conflictos internos.

La propia Cataluña reproduce a una escala menor el mismo problema, porque de la misma manera que es una evidencia la importancia numérica y cultural del independentismo, también lo es que esta iniciativa, al menos tal y como está planteada, ha generado una división interna como nunca ha registrado al menos desde la recuperación de la democracia.



España necesita un proyecto común que no sea humo, que vincule y motive. Ahora bien, la condición necesaria -no suficiente, pero sí necesaria- para que tal cosa acaezca es que consiga incorporar a la gran mayoría de catalanes, y para eso hace falta romper muchas barreras y perjuicios. Empezando por uno de central que determina que lo que sucede de malo en Cataluña concierne poco a España; la escasa participación en las manifestaciones convocadas en solidaridad con las víctimas del terrorismo yihadista de Barcelona y Cambrils, en Madrid, el centro neurálgico, no más de 300 personas es un último ejemplo.


Referéndum ¿movilización, revuelta? Demasiadas cosas en una





28 septiembre, 2017

Más allá de los límites de lo razonable y, por tanto, rozando el ridículo y superando la pérdida de credibilidad presidencial, Puigdemont ha mantenido la posición de que el referéndum se hará cuando ya ni siquiera es legal de acuerdo con la ley aprobada por el Parlamento. No cumple ninguna de las condiciones, empezando por la más importante como es la de la Sindicatura Electoral, por la dimisión forzada de sus miembros. La razón de la cerrazón es política: el día 1 se quiere una gran movilización que otorgue carta de naturaleza internacional al conflicto, pero mucha gente no iría si pensase que la cosa va directamente de enfrentamiento con la policía, que a fin de cuentas es lo que puede suceder. Ir a votar facilita una imagen más tranquila. Pero es que además la movilización reúne intenciones políticas muy diferentes. Una es la que se ciñe al tema: la independencia. Pero, cada vez deriva con más fuerza hacia otras dos orientaciones de para qué ha de servir el día 1-O. La de un gran voto de censura al PP que abriera la puerta a un gobierno encabezado por Pedro Sánchez es una de ellas. De hecho, el PSOE es el eslabón que hace inviable o no este empuje, y que puede ser sensible a la imagen que se dé en Cataluña, que tiene automáticamente un correlato, que es la elevación de la temperatura española, que en lugar de debilitar fortalecería el PP. El PSOE es sin duda la fuerza política más presionada por todos lados. Pero, más allá, la CUP, Podemos y otros grupos menores -y ERC no hace ascos- ven en el conflicto catalán una forma de forzar el cambio de régimen, un potente instrumento, y en este sentido la reunión de Zaragoza, de estos grupos más el PNV y PdeCat- que, por cierto, es más un producto de la circunstancia que de un sujeto político- sería el equivalente al Pacto de San Sebastián previo a la República. La historia ciertamente no se repite, pero enseña, y lo que nos dice hoy es que sobre el 1-O, y, por tanto, sobre los catalanes, se cruzan demasiadas líneas de ruptura sin que nadie llegue a tener el control de todas ellas.



3 de octubre: balance de daños y perspectivas de futuro





3 octubre, 2017

Lo que no habían logrado en estos años de trabajo desde el gobierno de la Generalitat, los partidos y las entidades que lo apoyan lo han conseguido en solo un día. Dos tipos de imágenes: largas colas de gente votando y una intervención desmesurada de la Policía y la Guardia Civil. Incluso para quienes lo consideran necesario o irremediable después de la actitud adoptada por la policía autonómica, no pueden negar su impacto negativo sobre la opinión: contraponer urnas y votos a cargas policiales tiene siempre y por definición un ganador claro en el ámbito mediático.

Se ha producido una quiebra histórica del Estado en Cataluña a causa de la incapacidad y errores del gobierno y el aparato administrativo, fuerzas de seguridad e información, delegados políticos. Hoy y para mucha gente en Cataluña, y no solo para los partidarios del Proces, la distancia emocional, anímica y psicológica que los separa de todo lo que signifique las instituciones españolas parece insalvable. La distancia a la inversa quizás sea igual de grande, pero tengo mis dudas de que esté tan extendida.

En términos culturales, en el sentido de los marcos de referencia, los criterios previos que informan nuestras opiniones y decisiones, de la mayoría, relativa o absoluta, en términos de conteo, pero hegemónica de catalanes, ha desconectado de España. Solo jueces y fiscales constituyen un enclave homogéneo de excepción. Esta es la realidad. Y en esa desconexión no se encuentran solo los partidarios del Procés, sino quienes, sin serlo por diversas razones, ven con desesperación como lo que se hace desde el gobierno es como echar gasolina a un incendio. Seguramente hay sucesos que a partir de un determinado punto son irrefrenables, como lo que sucedió el domingo, pero esto no es fatalidad, sino incapacidad o incuria, porque no estaba escrito que se tuviera que llegar a tal situación.

El día 1 no ha resuelto nada, y en todo caso todo está peor. Mucho peor para el gobierno de Rajoy, que ha visto como el tema catalán pasaba a ser reconocido por las instituciones y opinión publicada internacional como de primera magnitud. Pero también para el gobierno de la Generalitat, que debe manejar una situación muy favorable para sus planteamientos, con un público emocionalmente entregado y expectante, sin frustrar tales expectativas, ni tomar decisiones irreversibles, como sería la declaración unilateral de independencia sin reconocimiento internacional, que los conducirían al fiasco y a la plena intervención de la autonomía y por el tiempo que fuera necesario por parte del Gobierno español. Aunque no está claro, al menos en este momento, que esta segunda operación no reanimara el proceso. Y esta conclusión da pie a decir que estrategias, como la de Ciudadanos, son suicidas. Pero ¿cómo se les ocurre pedir la intervención de la autonomía, el ahora famoso artículo 155 de la Constitución, a efectos de convocar unas elecciones autonómicas? De hacerlo así, la campaña de los seguidores del Procés estaría hecha y convertida en marcha triunfal, porque barrerían.

El primer encontronazo con la economía real ya se ha producido, y se trata de ver su evolución futura: prima de riesgo de España, cambio dólar-euro, y el impacto en la bolsa sobre dos grandes empresas financieras catalanas, aunque de momento el impacto parece de un solo día. La huelga de hoy, día 3, está por ver qué secuelas deja en lo económico y en lo político.

La propia Cataluña registra daños importantes: non certeza, la división interna, que la emoción del momento atenúa, pero que se agudizara si nada cambia. Nadie duda ya de que la cosa va en serio. Menos hablado pero real y negativo el hecho de que la administración de la Generalitat funcione a media y mal. Mucho dinero de gasto diario para tan pocas nueces. Uno de los grandes damnificados es la policía autonómica, y no solo por las denuncias y sus resultados, sino porque su papel como policía judicial va a quedar muy disminuido, así como la colaboración con las otras fuerzas de seguridad del estado. Lo que tanto costó conseguir, una policía integral -y que la Ertzaintza nunca perdió- se ha esfumado. La congelación y control de pagos por parte del Ministerio de Hacienda es un lazo que ahoga, aunque no mate.

El fracaso de la burguesía catalana, mayoritariamente contraria al Procés, es clamoroso. Ni siquiera se puede decir que se han equivocado; simplemente no han existido, lo cual es un signo llamativo para un grupo social que ha sido activísimo en la vida política catalana.

El panorama es negro, pero no definitivo, porque cambia con el sentido de la marcha.

Desde mi punto de vista, cambiar las cosas sin esperar soluciones taumatúrgicas, requiere de inteligencia para comprender la realidad. Parece una condición obvia, pero observando lo que sucede es evidente que no los es.

Una línea de trabajo es “desinflamar” en términos de Enric Juliana, o si se quieren otros, tender puentes, crear vías para la mejor comprensión y el intercambio sereno de puntos de vista. En este sentido, la posición de la CET y la declaración de su Comisión tiene un valor inestimable. Los obispos están en buenas condiciones para trabajar estos puentes, si no se les aprieta por todos lados, claro. La sociedad civil tiene un importante papel en todo esto

La segunda es la vía política. La paliación de los daños, la recuperación de los límites. Y eso exige la iniciativa por parte del gobierno español y los partidos políticos. Negociar, acordar. Sabiendo, eso sí, que en tales acuerdos no radica la solución, sino solo el reducir la desafección.

Y la tercera vía, la más decisiva, es la de la construcción de otra cultura, otra mentalidad en Cataluña que, partiendo de sí misma, y eso implica su forja desde la catalanidad, construya otro relato, otro marco de referencia alternativo al del Procés.

Fuente: http://www.forumlibertas.com/cataluna-una-crisis-espana-2/

viernes, 25 de agosto de 2017

UN BLOGÜERO CATALÁN NOS HABLA SOBRE ISLAMISMO, SEPARATISMO, PROGRESISMO, CATOLICISMO


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Carlos López Díaz | 25 de agosto de 2017



El entrevistado de hoy se llama Carlos López Díaz, aunque en Twitter le conoceréis por su apodo Exprogre (su cuenta en esa red social es @Carlodi67). Catalán de Tarragona (la foto sobre estas líneas la hizo él, y muestra el Acueducto de les Ferreres), el atentado de Cambrils de la semana pasada le tocó cerca, a 20 kilómetros de su lugar de residencia: “Una sobrina mía se hallaba en un bar, en la misma zona del tiroteo, cuando sucedió todo, y entró la policía ordenando a los presentes que abandonaran el local a toda prisa”, comentaba hace unos días en su blog. Carlos es una de las cabezas mejor amuebladas del mundillo liberal-conservador, una posición ideológica que defiende desde un catolicismo militante y sin complejos. Columnista de Actuall, es un escritor brillante y un excelente argumentador. Autor del libro “Contra la izquierda. Escritos liberal-conservadores”, entre 2007 y 2015 publicó el blog Archipiélago Duda de la Red Liberal. A su término inició uno nuevo, Cero en Progresismo, que es hoy uno de los mejores depósitos de munición argumental que hay en la red frente a las falacias del progresismo y de sus diversas franquicias (corrección política, ideología de género, multiculturalismo, ecocatatrofismo, etc.) Veamos qué nos dice.



Cataluña es hoy el mayor foco de radicalismo islámico de España y uno de los mayores de Europa. ¿Cómo se plasma eso en el día a día de esta comunidad?

El radicalismo islámico lógicamente tiende a camuflarse. Lo que se percibe, sobre todo por la indumentaria femenina, es que hay muchos musulmanes en las calles de pueblos y ciudades, especialmente en determinados barrios, como en tantos lugares de Europa. En Reus (la segunda ciudad más grande cercana a Cambrils, y un conocido foco de yihadismo) he llegado a ver mujeres con el hiyab integral, conocido popularmente como burka, aunque también en la propia Tarragona y otras poblaciones. Frecuentan determinados bares, tienen sus tiendas halal, no se mezclan más allá de lo indispensable, salvo en zonas muy concurridas, como centros comerciales, donde predomina el anonimato. Así es muy difícil captar cómo son y cómo piensan realmente.

En los medios de comunicación, tanto autonómicos como nacionales, intervienen no pocas veces musulmanes, como columnistas, tertulianos o representantes de su comunidad, que se esfuerzan en transmitir una imagen de moderación, de no violencia y democracia. Pero junto a esa retórica siempre van acoplados el victimismo y la condena “preventiva” de la islamofobia, incluso a las pocas horas de los atentados yihadistas, lo que revela un preocupante déficit de empatía hacia la sociedad en la que viven. No es normal que cada vez que le pongan un micrófono a un musulmán aproveche para reñirnos por la islamofobia a todos los que no profesamos su credo, como si algunas pintadas fueran moralmente equiparables a los asesinatos. Se echa de menos una mayor sensibilidad. La Iglesia católica ha pedido perdón por los casos de pederastia, a pesar de que esas conductas repugnantes son radicalmente opuestas a la fe cristiana. Pero cuesta imaginar a un musulmán pidiendo perdón por una violencia que, por mucho que se quiera negar, se comete en nombre del islam, desde los tiempos del profeta Mahoma. Repetir mecánicamente que “el islam es paz” sólo corrobora una nula capacidad de autocrítica.

“No es normal que cada vez que le pongan un micrófono a un musulmán aproveche para reñirnos por la islamofobia a todos los que no profesamos su credo”

¿La agenda política del separatismo catalán ha influido de alguna forma en este proceso de islamización?

Es evidente que sí. Tanto de forma activa como pasiva. En primer lugar, si tú procedes de un país hispanoamericano, lo que se supone que es una ventaja por la lengua común, y te dicen que en el colegio tus hijos van a recibir todas las clases en catalán, te lo piensas dos veces antes de elegir, por ejemplo, Barcelona y no Madrid o Sevilla o Zaragoza para residir. Esto lógicamente reduce la inmigración hispanoamericana, y por tanto aumentará relativamente la de otras procedencias, como la magrebí o pakistaní.

Pero sobre todo son conocidos los vínculos entre las asociaciones musulmanas y el entramado nacionalista. Los dirigentes de esas asociaciones creen, con razón, que llevándose bien con quienes mandan en Cataluña pueden obtener determinadas concesiones, como facilidades para construir mezquitas, introducir el islam en la enseñanza, incluir sus fiestas religiosas en el calendario, etc. Y por supuesto, más subvenciones con dinero público. Por su parte, los nacionalistas consiguen adeptos para su causa, en forma de votos nada despreciables, entre los musulmanes con nacionalidad española, así como el reclutamiento de más militantes separatistas. Para un musulmán puede ser más fácil acercarse al catalanismo por un cierto sentimiento antihispánico, al asociarse la unidad de España con la expulsión de los moros por los Reyes Católicos. Destruir esta unidad contribuiría innegablemente a recuperar Al-Ándalus, aplicando el viejo principio divide et impera. Quien no lo vea es que está ciego o no quiere verlo.

“Para un musulmán puede ser más fácil acercarse al catalanismo por un cierto sentimiento antihispánico”

Volviendo al separatismo, ¿hay riesgo de fractura social en Cataluña ante el proceso rupturista encabezado por Puigdemont?

El riesgo existe, sin duda alguna. Por mucho que los nacionalistas finjan ser adeptos de la no violencia (aunque de vez en cuando se les escapan pensamientos menos bucólicos), es evidente que no puedes romper la legalidad constitucional sin que se produzca un conflicto. Los de la CUP, en su línea revolucionaria comunista, en esto son totalmente francos. En algún momento, los Mossos d’Esquadra deberán decidir si obedecen a los jueces y a las autoridades legítimas o a los sediciosos. Y si eligen lo segundo, deberán enfrentarse a la Guardia Civil, salvo que el gobierno central se convierta en cómplice de los separatistas. O dicho de otro modo, deben elegir si secundarán o no el golpe de Estado que Puigdemont, Junqueras y Forcadell no dejan de anunciar todos los días, ante la pasividad incalificable del gobierno del PP. Puestos en esta tesitura, si el golpe se produce, la sociedad catalana se encontrará dividida. Las consecuencias son difíciles de imaginar, pero lo que está claro es la irresponsabilidad criminal con la cual se están conduciendo los dirigentes separatistas.

“Si el golpe se produce, la sociedad catalana se encontrará dividida”

Cataluña lleva varias décadas con la educación controlada por los nacionalistas. ¿Cómo se refleja esto en los jóvenes?

Hay dos tipos de efectos de la educación nacionalista, bastante previsibles, por lo demás. En muchos jóvenes ha tenido éxito, es decir, son separatistas y probablemente lo serán ya toda la vida. Simplemente no les cabe en la cabeza cómo es que Cataluña sigue formando parte de España, cuando en la escuela y en TV3 presentan a “su país” como una nación milenaria que fue ocupada militarmente por el “Estado español” hace trescientos años. Esta patraña se refuerza con una imagen de España como un país chusquero, con una democracia decorativa implantada por los herederos del franquismo. Partiendo de estos embustes, que además son compartidos por gran parte del progresismo, incluso el menos nacionalista, es bastante comprensible que muchos renieguen de ser españoles. Sin embargo, influyen también mucho los padres. Muchos jóvenes están inmunizados desde casa contra todo ese bombardeo masivo de propaganda, que incluso les provoca mayor rechazo hacia el nacionalismo. En la mía, por ejemplo, muy raramente sintonizamos los canales autonómicos, salvo para ver alguna película. Ni siquiera cuando retransmiten un partido del Barça, si lo ofrecen también por una cadena nacional. ¡Y eso que somos culés! (Salvo mi mujer, a la que no le gusta el fútbol.)

“Muchos jóvenes están inmunizados desde casa contra todo ese bombardeo masivo de propaganda, que incluso les provoca mayor rechazo hacia el nacionalismo”

He conocido ya a unos cuantos catalanes que se sienten abandonados por el gobierno central y por los partidos de ámbito nacional. ¿Los grandes partidos tienen alguna responsabilidad en la situación política que se vive en tu comunidad?

Alguna no, mucha. Prácticamente la misma que los partidos nacionalistas. Tanto PSOE como PP son cómplices del deterioro al que hemos llegado. El mal viene de lejos, de la propia Constitución del 78, y si me apuras de la Segunda República, en la cual se aprobaron los estatutos catalán y vasco. La experiencia demuestra que las concesiones no contentan al nacionalismo nunca, sólo lo alimentan. Personalmente no defiendo un estado centralista, pero sí que la descentralización se realice a nivel municipal y provincial, no en administraciones de ámbito regional que se acaban convirtiendo en miniestaditos. Dicho de paso, me parece un error lamentable que pretenda eliminar las diputaciones, pues se trata de una vieja reivindicación de los nacionalistas catalanes. El nacionalismo ha desterrado la palabra “provincia” del vocabulario, se habla de comarcas o demarcaciones. Con ello se acentúa la diferenciación del resto de España y se resta poder a las cuatro capitales catalanas. Ya se sabe que el nacionalismo tiene su mayor fuerza en el mundo rural.

No hay ningún partido con representación parlamentaria que tenga la valentía de decir que el Estado de las autonomías ha sido un fracaso. La única formación que defiende esta idea en solitario, y otras que comparto, es Vox.

“No hay ningún partido con representación parlamentaria que tenga la valentía de decir que el Estado de las autonomías ha sido un fracaso”

A día de hoy, el País Vasco y Cataluña son las comunidades más descristianizadas de España. ¿Es casual que sean dos comunidades con una gran influencia del separatismo, o hay otras causas?

Creo que no es casual en absoluto, lo que no obsta para que seguramente las causas sean varias. Y gran culpa de ello, siento decirlo como católico, recae en el propio clero catalán. En general, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha tendido en todas partes a querer hacer demasiadas concesiones para recuperar el terreno perdido. No digo que esto sea culpa del Concilio, pero sí es lo que entendieron muchos clérigos y cristianos en general que debía hacerse. Porque la descristianización es un proceso que viene de mucho antes, de siglos. Julián Marías lo analizó en su Introducción a la filosofía, con mucha perspicacia. Decía que el mundo puede ser cristiano aunque haya pocos cristianos, y al revés. Y que por tanto, no necesariamente nos debe preocupar que el mundo sea o no sea cristiano, lo que importa es que haya individuos cristianos. Por eso digo que es un error que la Iglesia pretenda “adaptarse” al mundo, porque con ello sólo se consigue que la gente vea menos diferencia entre ser cristiano y no serlo. ¿Para qué ser cristiano? ¿Para qué ir a misa los domingos, rezar, confesarse, si basta con ser “buena persona” y decir con los brazos abiertos “bienvenidos refugiados”, como muchos curas dan a entender en sus sermones dominicales? La llegada al papado de Bergoglio no ha hecho más que acentuar esta deriva.

Este fenómeno, que es universal, en Cataluña se acentúa, por los intentos de una parte del clero de agradar a los nacionalistas, especialmente en los pueblos, o simplemente porque se trata de clérigos que son antes nacionalistas que católicos. Luego no debe sorprendernos que las iglesias se vacíen, que sólo permanezcan las personas de más edad, que sólo van a comulgar y que probablemente ni presten atención a la homilía. Cosa que a veces es lo más aconsejable.

“Es un error que la Iglesia pretenda ‘adaptarse’ al mundo, porque con ello sólo se consigue que la gente vea menos diferencia entre ser cristiano y no serlo”

Tú has estado en las filas progresistas. ¿Qué es lo que te llevó a cambiar de ideas?

Fue un proceso gradual, pero desde luego me impactó decisivamente la caída del Muro de Berlín, y en especial la reacción de mis profesores en la Universidad (yo estudiaba Geografía e Historia), muchos de los cuales eran marxistas. En general, estaban tristes o enfadados. Nos decían que el mundo iba a ser ahora mucho peor, debido a la hegemonía de los Estados Unidos sin el contrapeso de la URSS, y cosas así. Esto contrastaba evidentemente con la alegría de la gente de la Alemania del Este por recuperar su libertad. Y me di cuenta de que, a diferencia de mis admirados profesores (digo sin ironía lo de admirados), yo sí compartía esa alegría, aunque fuera al principio de un modo poco reflexivo. Ahí empecé a replantearme mis propias ideas. Yo estaba muy influido por Herbert Mercuse, del que había leído creo que todos sus libros. Este autor marcaba distancias tanto de la URSS como de los Estados Unidos, pero cada vez más esa equiparación entre la primera democracia del mundo y un régimen totalitario empezó a parecerme disparatada. Volví a leer a Solzhenitsyn… Digo “volví” porque lo curioso es que ya lo había hecho mucho antes, pero su relato de los crímenes comunistas no me hizo en su momento replantearme mis ideas, porque el elegante marxismo teórico de Marcuse y los demás autores de la Escuela de Frankfurt parecía que no tenía nada que ver con el estalinismo, era algo así como si estuviera por encima de la vulgaridad del mundo real. En esta segunda lectura, sin embargo, caí en la cuenta del algo chocante, y es que el comunismo, pese a haber sido tan genocida o más que el nazismo, gozaba de una especie de dispensa general incomprensible. Esto lo entendí luego mucho mejor leyendo Camino de servidumbre, de Hayek, y los libros de Jean-François Revel, sobre todo El conocimiento inútil.

Pero hoy doy infinitamente más importancia a mi regreso a la fe católica que a mi evolución ideológica. Creo que esta última sólo fue una preparación que me permitió abrirme a la gracia divina, porque la fe no se puede explicar solamente como resultado de una reflexión intelectual, como algo que dependa exclusivamente de nosotros. Lo que sí es cierto es que podemos cerrarnos a ella, y las ideas de izquierdas se interponían entre Dios y yo. Ser de izquierdas significa querer cambiar el mundo, como si estuviera mal hecho. En cambio, el sentimiento primordial del cristiano es de agradecimiento, no de protesta. Poco a poco me volví más receptivo a valorar no sólo las cosas buenas que tiene Occidente, tan denostado por los progresistas, sino la existencia en general. “El mundo está bien hecho”, reza un verso de Jorge Guillén con un punto de provocación, pero que yo comparto esencialmente. Por supuesto que la injusticia y el sufrimiento son enormes, pero despotricar contra la existencia no ofrece el menor consuelo, sino al contrario. Uno de los pensadores de la Escuela de Frankfurt, Theodor W. Adorno, dijo aquello de que “después de Auschwitz no se puede escribir poesía”. Aunque parece un pensamiento que denota una gran sensibilidad, para mí se trata de una completa impiedad. Significa convertir el sufrimiento en algo insuperable, definitivo, olvidando el bien positivo, que sigue existiendo por mucho mal que haya. El mal es una negación del bien, como decía San Agustín. Y esto significa que debemos partir del bien, del sentimiento de gratitud, no del mal ni del resentimiento.



“Ser de izquierdas significa querer cambiar el mundo, como si estuviera mal hecho. En cambio, el sentimiento primordial del cristiano es de agradecimiento, no de protesta”

En tus escritos das mucha importancia a las palabras. ¿Crees que en los sectores ideológicos que dan la batalla de las ideas al progresismo nos hemos dejado imponer la “neolengua” progre?

Desde luego. El progresismo actual es una evolución del marxismo, lo que se llama marxismo cultural. En resumen, se trata de ganar primero la batalla cultural, para poder realizar la revolución social, en contra paradójicamente de lo que sostenía Marx, para quien el motor de la historia eran las relaciones de producción económicas, no las ideas. De hecho los comunistas ya venían aplicando las técnicas de manipulación del lenguaje y de propaganda con gran maestría, como se vio en nuestra guerra civil. Orwell estuvo en España, y aquí obtuvo parte de su inspiración para escribir, entre otras obras, su novela más famosa, 1984, donde imagina un futuro en el que el socialismo domina el mundo, y la manipulación del lenguaje (y por tanto del pensamiento) está a punto de alcanzar la perfección más siniestra. Y muchas veces resulta inquietantemente profético.

Si queremos librar la batalla cultural en condiciones, no podemos seguir aceptando el lenguaje del adversario. Pero para ello debemos tener ideas propias, evidentemente. No se trata de una cuestión de marketing, de elegir unas palabras u otras porque “funcionan” mejor, sino de tener claros los principios, y entonces las palabras adecuadas surgirán con naturalidad. Esto es lo que defiende el progresista George Lakoff pero al revés, claro, él pretende que la izquierda contrarreste la influencia de la derecha en Estados Unidos utilizando un lenguaje que cambie los marcos mentales de la gente. Sin embargo, sus consejos sirven tanto para una ideología como para otra. En España, de momento la hegemonía cultural progresista es abrumadora. La verdadera oposición al progresismo está reducida a las redes sociales, algunos digitales como Actuall y algunos blogs, como el tuyo, y sabes que no es coba. También algunos columnistas solitarios, como Hermann Tertsch. Incluiría el canal Intereconomía TV, si no estuviera lastrado por contradicciones muy extrañas, debidas, supongo, a su precariedad económica. Me refiero a lo del acuerdo con RT, la televisión de Putin que defiende descaradamente la dictadura venezolana, entre otras intoxicaciones. No hay una sola cadena de televisión en España con informativos potables.

“Si queremos librar la batalla cultural en condiciones, no podemos seguir aceptando el lenguaje del adversario”

En el ámbito internacional, el hombre del momento es sin duda Donald Trump. ¿Qué opinas de él?

A mí no me gustaba Trump cuando era candidato a las primarias del Partido Republicano. Prefería otros candidatos, porque veía a Trump como un oportunista, no como un liberal-conservador sincero, sino como un populista cuyas ideas aislacionistas no me gustaban ni un pelo. Pero al quedarse él solo frente a Hillary Clinton, tenía claro que era mi preferido, aunque fuese por eliminación. Y desde que gobierna, mi opinión sobre él ha mejorado muy considerablemente. Sus medidas a favor del derecho a la vida del no nacido, su valentía al salirse del acuerdo de París sobre el cambio climático, su política energética a favor del fracking, su veto a los transexuales en el Ejército, me parecen signos de que este hombre no era un mero oportunista, como parecía, ni un simple bocazas, sino que tiene algunas opiniones propias, y está dispuesto a defenderlas contra la dictadura global de la corrección política, de la que forman parte los principales medios de comunicación. Y encima, resulta que no es el amiguete de Putin que muchos esperaban desde la derecha. Así que la Europa del Este y las repúblicas bálticas pueden respirar más tranquilas.

Pero si hay algo que está consiguiendo que Trump me resulte cada vez más simpático es el odio visceral que destilan todos los medios de comunicación contra él, por la razón que he indicado. Y cuando digo todos quiero decir todos, incluidos los supuestamente de derechas. Es algo tan descarado y tan sucio, a veces tan ridículo, que me parece que en muchas personas provocará el efecto opuesto al que pretenden. Se nota que les ha sentado como un tiro que Trump ganara a “su” Hillary, pero aquí hay algo más profundo. Parece como si vieran en Trump por primera vez alguien que puede realmente empezar a erosionar la hegemonía progre. Veremos.

“Parece como si vieran en Trump por primera vez alguien que puede realmente empezar a erosionar la hegemonía progre”

En su famoso ensayo sobre los cuentos de hadas, J.R.R. Tolkien decía que los críticos de la literatura de evasión “confunden la fuga del prísionero con la huida del desertor”. Ante el ruido político y mediático de la realidad diaria, ¿cuál es la forma de evasión que más te gusta?

Disfruto por encima de todo con un buen libro. Este mes he leído la Divina Comedia por vez primera. Una obra difícil, desde luego. La he leído en la traducción en prosa de la colección Austral, con un aparato de notas muy útil, sin las cuales confieso que no me hubiera enterado ni de la mitad. Pero a pesar de la dificultad de la lectura, he quedado maravillado, hasta el punto de que me planteo hacerme con una traducción en verso o una bilingüe, para releerla dentro de un tiempo. Me gusta mucho aprovechar las vacaciones para leer clásicos pendientes. El verano pasado fue Ana Karenina, que me cautivó. Es sin duda una de las dos o tres mejores novelas que he leído en mi vida.

También me gusta mucho la música, desde la clásica hasta el rock, pasando por el jazz y el flamenco. Uno de mis últimos “descubrimientos” es el Fausto de Liszt, un poema sinfónico poco interpretado, quizás por su complejidad orquestal, con un coro final como en la Novena de Beethoven. Es una música subyugante, misteriosa e inquietante, con tres temas que se repiten una y otra vez y que representan a Fausto, Margarita y el diablo. En YouTube hay una versión memorable de Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York.

“Me gusta que ganen los buenos”

Eso sí, cuando estoy cansado, después de un día de trabajo, me distraigo con alguna película de acción o de intriga que echen por la tele. Quizás te referías más bien a eso, al hablar de evasión. Hace unos días, me parece que en 13 TV, emitieron French connection, con un joven Gene Hackman. El episodio de la persecución del suburbano con un coche por debajo es magistral, no ha envejecido en absoluto. Confieso que me entretienen las películas de policías y mafiosos, o de policías buenos y policías corruptos. También las de espías. Y me gusta que ganen los buenos. Hay películas cínicas en las que es al revés, en que los delincuentes son muy simpáticos y se salen con la suya. O en que las diferencias entre buenos y malos quedan difuminadas. No creo que el arte deba ser moralista, pero personalmente, pienso que una buena película del género policial, de gánsters o de atracadores es más perfecta si al final vence el bien y pierde el mal. Decididamente, soy una persona de orden.