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sábado, 23 de noviembre de 2019

PENSADORES ATEOS EMPIEZAN A ALERTAR: EL DECLIVE DEL CRISTIANISMO ESTÁ DAÑANDO SERIAMENTE LA SOCIEDAD


Richard Dawkins, en una entrevista de principios de año en CNN Chile, donde se reiteró como militantemente ateo y anticatólico. Pero hay cosas de la sociedad sin Dios que parecen inquietarle.


ReL
| 17 noviembre 2019


Han hecho todo lo posible por descristianizar la sociedad, convertidos en gurús del ateísmo radical con amplio eco mediático. Pero ahora que ya se palpan los frutos de la secularización, empiezan a barruntar que tal vez su sueño de un mundo sin Dios pueda acabar en pesadilla. Jonathan Van Maren analiza en Life Site News el cambio que se aprecia en el discurso incluso de algunos militantes anticristianos como Richard Dawkins: 

Los ateos alertan: el declive del cristianismo está dañando seriamente la sociedad

Hace unos años, el agresivo movimiento New Atheist, que incluía entre sus filas a alborotadores retóricos como Christopher Hitchens y a biólogos de renombre como Richard Dawkins, encabezaba las acusaciones contra la religión y contra los últimos vestigios de la fe cristiana en Occidente. La religión, declaró Hitchens en una frase que se hizo célebre, "lo envenena todo" y sólo puede ser considerada, como mucho, el "primer y peor" intento de la humanidad de resolver las cuestiones existenciales. Si estas supersticiones cubiertas de telarañas fueran eliminadas por los vientos refrescantes de la razón y la Ilustración, de sus cenizas surgiría una sociedad mejor... o así pensaban ellos. 

Sin embargo, a medida que el cristianismo se aleja en el espejo retrovisor de nuestra civilización, muchos ateos inteligentes empiezan a darse cuenta de que la Ilustración sólo pudo tener éxito porque influyó en una sociedad cristiana. En una sociedad verdaderamente secular, en la que hombres y mujeres viven su vida bajo cielos vacíos y en la que esperan ser reciclados en lugar de ser resucitados, no hay una base sólida moral que distinga entre el bien y el mal. Anti-deístas como Christopher Hitchens se burlaban, ultrajados ante la idea de que la humanidad necesitara un Dios para saber lo que está bien y lo que está mal; pero han bastado dos generaciones inmersas en la Gran Secularización para no saber ya distinguir lo masculino de lo femenino.



De izquierda a derecha en la foto, Jordan Peterson, Douglas Murray y Sam Harris: mantuvieron dos debates en Dublín y Londres en julio de 2018 sobre las "preguntas esenciales".

Sería interesante saber cómo Hitchens respondería a las insensateces que han surgido desde su fallecimiento, y si se percataría, como han hecho algunos de sus amigos "sin dios", de que uno no necesita considerar creíble el cristianismo para darse cuenta de que es necesario. Douglas Murray, que en ocasiones se llama a sí mismo "un cristiano ateo", ha debatido públicamente con el compañero de Hitchens Sam Harris -el "Jinete del Apocalipsis"-, sobre si una sociedad basada en los valores de la Ilustración es posible sin la presencia del cristianismo. Harris espera que sí lo sea. Murray es comprensivo, pero escéptico al respecto. 

Murray ha admitido que, a medida que pasa el tiempo, está cada vez más convencido que el proyecto ateo carece de esperanza. Cuando, recientemente, aceptó participar en mi programa para hablar sobre su último libro The Madness of Crowds [La locura de las masas], reiteró que cree que, en ausencia de la capacidad de los laicistas de forjar una visión ética sobre cuestiones fundamentales como la santidad de la vida, tal vez estemos obligados a reconocer que volver a la fe es la mejor opción posible que tenemos. Observó que es una posibilidad muy real que nuestro concepto moderno de derechos humanos, basado como está en los fundamentos judeocristianos, solamente pueda sobrevivir al cristianismo unos pocos años. Separados de la fuente, nuestra concepción de los derechos humanos podría marchitarse y desaparecer a gran velocidad, dejándonos caminando a tientas en una oscuridad densa e impenetrable.


Manifestación islamista en Londres, con carteles invitando a alzarse "contra los cruzados", pidiendo la yihad "para defender a los musulmanes" y anunciando que "el islam conquistará el mundo".

Sin el respaldo del cristianismo en nuestra sociedad, seremos nosotros los que tengamos que decidir qué está bien y qué está mal y, tal como demuestran claramente nuestras guerras culturales, nuestra civilización se despedazará antes de que recupere el consenso. 

En tiempos recientes, muchos ateos optimistas creían que una vez que Dios hubiera sido destronado y hubiera desaparecido podríamos vivir como adultos, y seguir con el proyecto utópico de crear una sociedad basada en la fe sobre nosotros mismos. Estos escépticos eran, por desgracia, escépticos acerca de todo, salvo sobre la bondad de la humanidad, a pesar del hecho de no tener una base metafísica, ni siquiera darwiniana, para este supuesto, de fácil refutación. La increíble popularidad de Jordan Peterson está basada, en parte, en su reconocimiento de que la gente en general no es buena, una realidad fácilmente demostrable con la gran cantidad de sangre derramada durante el siglo pasado. 

Es el deplorable fracaso de esta tesis lo que está llevando a algunos ateos de gran relevancia a admitir, a regañadientes, que tal vez el cristianismo es más necesario de lo que ellos pensaban. En fecha tan reciente como 2015, Richard Dawkins (autor de El espejismo de Dios) alegaba que había que proteger a los niños del punto de vista religioso de sus padres, e hizo una serie de comentarios alarmantes sobre el derecho de los padres a educar a sus hijos según los principios de su fe religiosa. Sin embargo, en 2018, Dawkins alertaba de que la "religión cristiana benigna" tal vez estaba siendo reemplazada por algo decididamente menos benigno, y que quizás deberíamos dar marcha atrás para discutir qué sucedería si los apóstoles del laicismo consiguieran destruir o eliminar el cristianismo. 

Otros ateos y agnósticos como Bill Maher y Ayaan Hirsi Ali han secundado los planteamientos de Dawkins. Es un giro radical en muy pocos años, y el hecho de que sean personas ateas las que estén dando la voz de alarma debería alertar a los cristianos sobre las consecuencias de la actual secularización, que no tiene visos de detenerse. 

Dawkins ha saltado a la palestra y ha repudiado su antigua creencia según la cual el cristianismo debía ser firmemente eliminado de la sociedad. De hecho, hizo unas declaraciones en The Times en las que afirma que acabar con la religión -antes, su objetivo más deseado-, sería algo terrible, porque le daría "a la gente licencia para hacer cosas realmente malvadas". 

A pesar de que Dawkins sostuvo durante mucho tiempo que la idea de que el Dios de la Biblia es necesario para fundamentar moral es ridícula y ofensiva, da la sensación de que ahora está dando marcha atrás. "La gente puede sentirse libre de cometer maldades si siente que Dios no está mirando", ha dicho, citando el ejemplo de las cámaras de seguridad como elemento disuasorio para robar en las tiendas. Uno se pregunta si tal vez haya escuchado a Douglas Murray cuando recordaba que los soviéticos mataron a millones de personas porque creían firmemente que no había ningún Juez esperándoles para juzgarles cuando hubieran acabado la masacre.

Imágenes profanadas y destruidas en el fuego durante las algaradas revolucionarias en Chile.

Dawkins aborda estas ideas en su último libro, Outgrowing God. "Sea o no irracional, por desgracia parece plausible que, si alguien cree sinceramente que Dios está observando sus movimientos, crea que es mejor comportarse bien", ha confesado a regañadientes. "Tengo que decir que odio esta idea; me gustaría creer que los humanos somos mejores que esto. Me gustaría creer que soy honesto independientemente de si alguien me está mirando o no". Si bien ser consciente de esto no es, para él, una razón suficientemente buena para creer en Dios, ahora se da cuenta de que la afirmación de la existencia de Dios sí que beneficia a la sociedad. Por ejemplo, admite, "haría descender los índices de criminalidad". 

La conversión de Dawkins a la creencia de que el cristianismo es bueno y, tal vez, incluso necesario para que la civilización occidental funcione en armonía es alucinante. Dawkins ha sido uno de los más intolerantes y fundamentalistas defensores del laicismo, un hombre que creía que había que negar a los padres su derecho a transmitir la fe a sus hijos, y que el gobierno debía ponerse activamente de parte de los que no creen en Dios en detrimento de los creyentes. 

En muy pocos años ha cambiado de registro y ahora parece reconocer que no se puede contar con que los seres humanos sean automáticamente buenos y actúen con el espíritu de armonía y solidaridad que tanto aprecian él y sus compañeros defensores del nuevo ateísmo. Y si la bondad inherente de la humanidad brilla por su ausencia, ¿cómo podremos prever que las personas no destrozarán una civilización que ha sido construida por hombres y mujeres de fe? 

La respuesta es simple: necesitamos a Dios. 

Traducido por Elena Faccia Serrano

lunes, 16 de febrero de 2015

EL FEMINISMO RADICAL Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO






Estupor y confusión ante la ideología de género



La sociedad de nuestros días no acaba de entender que es lo que pasa, pero hay desasosiego, pasmo, asombro y confusión, mucha confusión. Hay ya, quien incluso se cuestiona si por siglos estuvimos equivocados al considerar que solamente existían dos géneros identificados con las características sexuales de la persona: masculino y femenino, hombre y mujer. En su interior –añora y reconoce que era mejor el sistema anterior-, en dónde existían solamente dos sexos, dos géneros, que además eran complementarios. No acaba de entender a carta cabal que pasa, el porqué de estos cambios.
Quien se manifieste en contra será tachado de ìntolerante´ y `retrogrado´, -por lo que cada vez menos- se atreven a hacerlo, pero en la intimidad manifiestan su disgusto con las exhibiciones públicas de homosexuales y lesbianas, y piensan con angustia que les espera a sus hijos.
Así una nueva dictadura se yergue sobre la inerme sociedad: la `dictadura de la tolerancia´. “Prohibido prohibir”. La “filosofía del permisivismo” lleva a aceptar que “todo es válido y lícito” y la del “relativismo”[1] dicta que “no existe verdad absoluta, universal, válida”, “nada es totalmente bueno ni malo”, “hay que probarlo todo”.  Para más, la legislación ya favorece a los grupos LGBT [2], que se han convertido en la nueva clase todopoderosa, que detenta derechos especiales.

Como empezó todo

La ideología de género inicia con el feminismo de los años 60´s, pero no con el feminismo de equidad, sino con el feminismo radical que toma la filosofía de Antonio Gramsci y la expresa en la voz de Simone de Beauvoir, pareja de Jean Paul Sartre –ideólogo del existencialismo-: "Mujer no se nace, sino que se hace", significa que el sexo es aquello que uno decide ser, no lo que la naturaleza ha determinado. A partir de la publicación de El Segundo Sexo (1960), de Simone de Beauvoir, y de La mística femenina (1963), de Betty Friedan, entran en el feminismo otras cuestiones como el concepto de sexualidad, el papel de la maternidad, y la verdad sobre la familia.
Christina Hoff Sommers, en su libro ¿Quién se robó el feminismo?,  acuña el término “feministas de género” para distinguir el feminismo de ideología radical surgido hacia fines de los 60´s, del anterior movimiento feminista de equidad, y distingue: “El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos […] Por el contrario, el feminismo del `género´ es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer;  la feminista del `género´ a menudo piensa que han empeorado”.[3]
Otra vertiente es la “Teoría Queer” cuyo sustantivo abarca los términos: "maricón", "homosexual", "gay". <<La aparición de los estudios queer tiene su origen en un complejo contexto social en Estados Unidos. En primer término, surgen a partir de nuevas teorías sobre la sexualidad (Foucault, 1976; Weeks, 1998); de los descubrimientos sobre la tolerancia a la homosexualidad desde la Antigüedad y hasta la Alta Edad Media de Boswell (1980); de la aparición del artículo de Adrienne Rich (1996) sobre la heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana; y de las evidencias arqueológicas de comportamientos homosexuales en la Grecia antigua de Dover (1980).La primera universidad estadounidense que contribuyó al desarrollo de la Teoría Queer fue Columbia, en 1989; posteriormente las de Duke, Nueva York, y el Centro de Estudios de Lesbianas y Gays de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En Estados Unidos se editan las principales revistas periódicas de estudios sobre la diversidad sexual, tales como The Journal of Sex Research, Journal of Homosexuality, Journal of the History of Sexuality, A Journal of Lesbian and Gay Studies. En Europa la pionera fue la Universidad de Utrecht, ubicada en el centro de los Países Bajos, con su Departamento de Estudios Interdisciplinarios Gays y Lesbianos, que edita el Forum Homosexualität und Literatur. Además, la Universidad de Amsterdam tiene el Centro "Homodok".>>[4]


Feminismo de `género´ y neomarxismo

<<En palabras de Dale O´Leary, la teoría del “feminismo de género” se basa en una interpretación neomarxista de la historia. Comienza con la afirmación de Marx, de que toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido, en una batalla que se resolverá solo cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. La sociedad será totalmente reconstruida y emergerá la sociedad sin clases, libre de conflictos, que asegurará la paz y prosperidad utópicas para todos.
O´Leary agrega que Frederik Engels fue quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello cita el libro El origen de la familia, la propiedad y el Estado, escrito por el pensador alemán en 1884 en el que señala:
“El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino”
Según O´Leary, los marxistas clásicos creían que el sistema de clases desaparecería una vez que se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en institutos de cuidado diario y se eliminara la religión. Sin embargo para las “feministas de género”, los marxistas fracasaron por concentrarse en soluciones económicas sin atacar directamente a la familia, que era la verdadera causa de las clases.

En ese sentido, la feminista Shulamith Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, más aún la diferencia de sexos: “… asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de los niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente –a diferencia del primer movimiento feminista- no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importan culturalmente”

Cuando la naturaleza estorba

Es claro pues que para esta nueva “perspectiva de género” la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto debe desaparecer. Al respecto, la propia Shulamith Firestone decía: “Lo `natural´ no es necesariamente un valor `humano´. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella” […]
Así los mencionados promotores del  “género” no han visto mejor opción que declararle la guerra a la naturaleza y a las opciones de la mujer. Según O´Leary, las “feministas de género” a menudo denigran el respeto por la mujer con la misma vehemencia con que atacan el irrespeto, porque para ellas el “enemigo” es la diferencia […]
Además, consideran que las diferencias de “género”, que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad ´para la mujer consistirá, no en actuar sin restricciones indebidas, sino en liberarse de “roles de género socialmente construidos” […]
Luego de revisa la peculiar “agenda feminista”, Dale O´Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Así mismo, agrega la experta, el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situación de la mujer ni aumentar su libertad, Por el contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden obstaculizar la revolución de clase sexo/género.
Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann que radicalmente afirma: “La cuestión de la mujer nunca ha sido la `cuestión feminista´. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer”.
Así dice O´Leary, la “nueva perspectiva” tiene como objeto propulsar la agenda homosexual/ lesbiana/bisexual/transexual, y no los intereses de las mujeres comunes y corrientes>>.[5]

Los objetivos: deconstruir la familia y la sociedad occidental

“El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal… en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma `institución de las relaciones sexuales´ en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural”
Alison Jagger, autora de varios libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en universidades norteamericanas, revela la hostilidad de las “feministas de género” hacia la familia, cuando exclama:
<<“La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres –al igual que los hombres- no tengan que dar a luz… La destrucción de la familia que Freud jamás visualizó, permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente”
Al parecer, la principal razón del rechazo feminista a la familia es que para ella esta institución básica de la sociedad “crea y apoya el sistema de clases/género”. Así lo explica Christine Riddiough, colaboradora de la revista publicada por la institución antivida Catholics for a Free Choice (Católicas por el derecho a decidir):
“La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos… tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que esta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente de la mujer”.
Para quienes tienen una visión marxista de las diferencias de clases como cusa de los problemas apunta O´Leary, `diferente´ es siempre `desigual´ y `desigual´ siempre es `opresor´.>>[6]

Su principal enemigo: las religiones judía, musulmana y las cristianas

Denominan `fundamentalistas´ a los cristianos católicos, evangélicos y ortodoxos, a los judíos y a los musulmanes, que tienen como común denominador la `Revelación Bíblica´.
Sobre la `Revelación Bíblica´ la “teóloga feminista de género” Elisabeth Schussler Fiorenza afirma: “Los textos bíblicos no son Revelación de inspiración verbal ni principios doctrinales, sino formulaciones históricas… Análogamente, la teoría feminista insiste en que todos los textos son producto de una cultura e historia patriarcal androcéntrica”
El informe de la reunión preparatoria a la Conferencia de Pekín, organizada por el Consejo Europeo en febrero de 1995, sostiene que: <<”El surgimiento de toda forma de fundamentalismo religioso se considera como una especial amenaza al disfrute por parte de la mujer de sus derechos humanos y a su plena participación en la toma de decisiones en la sociedad” […] “…debe capacitarse a las mujeres mismas, y dárseles la oportunidad de determinar lo que sus culturas religiones y costumbres significan para ellas”.

Vale señalar que para el “feminismo de género”, la religión es un invento humano y las religiones principales fueron inventadas por los hombres para oprimir a las mujeres. Por ello las feministas radicales postulan la re-imagen de Dios como Sophia: sabiduría femenina. En ese sentido las “teólogas del feminismo de género” proponen descubrir y adorara no a Dios, sino a la diosa. Por ejemplo, Carol Christ, autodenominada “teóloga feminista de género” afirma lo siguiente: “Una mujer que se haga eco de la afirmación dramática de Ntosake Shange: `Encontré a Dios en mí misma y la amé ferozmente´ está diciendo que el principio divino, el poder salvador y sustentable está en ella misma y que ya no verá al hombre o a la figura masculina como salvador”.>>[7] Siguiendo sus palabras, se podría afirmar: `toda mujer se debe autoconstruir en su propia diosa´.
El enemigo a combatir en Occidente, es sin duda el Vaticano que se opone a su agenda de deconstrucción de la familia, planificación natal por medios artificiales, aborto, renta de úteros, inseminación `in vitro´, matrimonios lésbico-gay y adopción de hijos por estas parejas. Si bien, la Iglesia Evangélica ha aceptado como ministros a mujeres y hombres gay y ya ha ungido al menos a uno de cada sexo como obispos, además de celebrar bodas gay; las Iglesias Católica y Ortodoxa –en Eurasia- se mantienen fieles a sus postulados milenarios.


Jorge Pérez Uribe



[1] Ver post la Cultura Light de septiembre de 2012 

[2] Siglas que designan colectivamente a lesbianas, gais, bisexuales y transexuales 

[3] Entrevista a Christina Hoff Sommers en Faith and Freedom, 1994, p.2 

[4] Carlos Fonseca Hernández y María Luisa Quintero Soto La Teoría Queer: la de-construcción de las sexualidades periféricas, Revista Sociológica, año 24, número 69, enero-abril de 2009, UAM Azcapotzalco, México 

[5] La ideología de género. Sus peligros y alcances, Comisión Episcopal para los Laicos, IMDOSOC, México, D.F., 2003 

[6] Ibídem, p.32,33 
[7] Ibídem, p.42,43



sábado, 7 de febrero de 2015

ANTONIO GRAMSCI Y LA REVOLUCIÓN CULTURAL





Preámbulo


Si Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Ilicht Lenin y Leon Trotsky, han sido reconocidos como los teóricos de la revolución marxista violenta, existe un intelectual poco reconocido, teórico de la revolución cultural no violenta, que en forma imperceptible vive el mundo occidental desde los años 50´s. El es, no otro, que Antonio Gramsci, político, periodista, filósofo, y teórico marxista italiano. 

¿Quién fue Antonio Gramsci?


Antonio Gramsci, nació el 22 de enero de 1891 en Ales, provincia de Cagliari, en Cerdeña, en el seno de una familia humilde. Sufría una deformación de la columna vertebral que empezó a ser visible desde los siete años. Gracias a su hermano pudo superar éste defecto y acceder a la Universidad de Turín en 1914. Fue un estudiante brillante de la carrera de Letras, lo que le llevó a obtener un premio que le ayudó a proseguir sus estudios, aunque tuvo que suspenderlos en 1914 por problemas de salud. Desarrolló un gran interés por la educación y la cultura. Trabajó como periodista en Avanti!, periódico del Partido Socialista en 1916. Posteriormente fundó otro diario junto a Palmiro Togliatti, al que llamaron Ordine Nuovo en 1919. Formó parte del movimiento de Consejos de Fábricas durante 1920. 

Fue activista del Partido Socialista y posteriormente fundador del Partido Comunista en Italia en 1921. Trabajó para la Komintern (III Internacional comunista) en Moscú y Viena, y volvió a Italia en el año 1924 para unirse a la oposición parlamentaria que enfrentó a la dictadura de Mussolini. Detenido en 1926 por el régimen fascista de Mussolini, fue condenado en 1928 a más de 20 años de prisión, por lo que pasó el resto de su vida preso, produciendo una gran obra escrita (los voluminosos Cuadernos de la cárcel y las Cartas desde la cárcel), que contiene una revisión original del pensamiento de Marx, en un sentido historicista y tendiente a modernizar el legado comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. Su obra quedó plasmada en 32 cuadernos que ocuparon casi 3.000 páginas.

Antonio Gramsci, -enfermo de tuberculosis desde años antes- murió el 27 de abril de 1937 en Roma víctima de un derrame cerebral, a la edad de 46 años.

Fue considerado un hereje y un proscripto en todos los feudos de los partidos de orientación leninista, debido a sus teorías acerca del predominio que los intelectuales deberían tener sobre aquello que los marxistas llaman el proletariado.



Una semblanza del pensamiento de Gramsci



Antes de fallecer en junio de 2014 el Dr. Arnaldo Córdoba intelectual y convencido marxista mexicano, publicó un interesante ensayo sobre Gramsci del cual transcribo dos párrafos: <<es el más grande pensador marxista que se haya dedicado al estudio del papel de la cultura y de sus creadores, los intelectuales, en la vida social, económica y política. Sus estudios, él mismo lo anticipaba, no pretendían ser de carácter sociológico, sino, precisamente, culturales e históricos (Quaderni del carcere, Einaudi, Torino, 1975, p. 1515). Ningún otro estudioso, de hecho, de ninguna tendencia ideológica o filosófica, ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desempeñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno. Él es único entre los marxistas, porque ninguno se había ocupado de esta crucial temática. Y resulta único entre todos los que han estudiado los fenómenos culturales y espirituales de la sociedad, porque ninguno llegó a los hallazgos que él logró.

Gramsci jamás creyó en fatalismos materialistas o determinismos económicos. Para él, el mundo es el escenario de la vida social, en el que los hombres, con todas sus capacidades espirituales y todas sus energías naturales, actúan y crean su vida en sociedad. Los hombres, al actuar en el mundo, crean la cultura, que es la obra humana en la realidad natural. Pueden destruirlo todo, es posible; pero incluso eso es obra suya y no hay fuerzas ocultas en la naturaleza que lo obliguen a hacer lo que no quiere o él mismo no decide. Las llamadas fuerzas productivas de la sociedad, que los marxistas convirtieron en un fetiche con poderes demiúrgicos, no son sólo “cosas”, fuerzas ciegas de la naturaleza, sino y sobre todo, inteligencia aplicada, pensamiento organizado y voluntad de crear y de cambiar en la realidad.>>[1]

Carlos Marx y la estrategia de Gramsci





Marx afirmaba que el motor de la historia de todas las sociedades ha sido la historia de la lucha de clases entre opresores y oprimidos Esta lucha ha terminado siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la ruina común de las clases contendientes.

Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores. 

El fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad y establezca la dictadura del proletariado. 


Gramsci, por su parte, elaboró una sutilísima estrategia, ya qué captó el problema que suponía reducir el marxismo a la mera economía y a la lucha de clases. La originalidad de su planteamiento consiste en que trabajó sobre las "superestructuras" -lo que normalmente llamamos cultura- sin desligarlas de la "estructura" -los medios de producción y las relaciones de trabajo-. […] "para Gramsci las ideas y creencias no son simple emanación pasajera de la economía, sino que poseen una realidad que constituye la cultura en que cada hombre y cada pueblo vive inmerso".

Así, Gramsci elaboró una filosofía de la praxis mucho más integral que la de la mayoría de los marxistas. Como consecuencia, -mientras muchos marxistas no lo comprendieron, tanto social demócratas como reformistas y progresistas, se apropiaron de su estrategia y la utilizaron -y la utilizan- para disolver los valores de la sociedad del siglo XX.

<<Gramsci entendió que para llevar a buen puerto la revolución, era necesario conquistar la conciencia individual, y para ello, era imprescindible demoler:

- La religión
- La Iglesia Católica
- La filosofía realista
- El sentido común
- La familia.

Pero esto no debía hacerse para Gramsci mediante la fuerza bruta o la imposición militar, sino propugnando la "dirección" antes que el "dominio", hasta lograr una hegemonía en el pensamiento. Para ello, propuso elaborar una pedagogía de masas, con la finalidad de establecer una reforma "intelectual y moral", tanto de los intelectuales como del pueblo. Los instrumentos para ello serían:

- La escuela de monopolio estatal
- El periodismo
- Los medios masivos de comunicación social. […]

"El medio en que esta metamorfosis puede realizarse es el pluralismo ideológico de la democracia, que deja indefenso el medio cultural atacado, porque en ella sólo existen "opiniones" y todas son igualmente válidas. La labor se realizará actuando sobre los "centros de irradiación cultural" (universidades, foros públicos, medios de difusión, etc.) en los que, aparentando respetar su estructura y aún sus fines, se inoculará un criticismo que les lleve a su propia destrucción." […]



La democracia moderna será como una anestesia que imposibilitará toda reacción en el paciente, aun cuando esté informado del sistema por el que está siendo penetrada su mente." […] el objetivo de esa profunda reforma "intelectual y moral" planteada por Gramsci, es obtener un nuevo arquetipo humano, en virtud de que el intelecto y la ética han sido las bases de la cultura occidental. Por tanto, para conquistar la conciencia individual, Gramsci intentará insertar en su inmanentismo ateo y materialista, la subjetividad humana. Con lo cual estaríamos ante un modelo de hombre que "se construye a sí mismo" […]

Gramsci no cree que las ideas por sí solas, logren convencer a nadie, si antes no se trabaja sobre la conciencia individual criticando y -demoliendo- los fundamentos del realismo y del sentido común. En este sentido, destaca la importancia fundamental de la cultura de la imagen, que ataca más a lo emocional que a lo racional.

Otro punto central del pensamiento de Gramsci, es la negación de la naturaleza humana individual ya que la traslada a un ente colectivo. Para Gramsci, la naturaleza humana no puede ser hallada en ningún hombre en particular, sino en toda la historia del género humano. Dicho de otra forma, el hombre es el género humano que se manifiesta en el devenir de la historia. Por eso, una de las pretensiones de Gramsci es planificar un "género humano mundialmente unificado".

La estrategia educativa de Gramsci consiste en crear una escuela "niveladora", que tiende a "disciplinar y obtener un conformismo" con los principios y el sistema de la filosofía de la praxis. O lo que es lo mismo, la escuela se utiliza para "lavar el cerebro del alumnado expurgándole la concepción del mundo familiar y ambiental".




En cuanto a la "revolución cultural" en general, Gramsci propone un movimiento de pinzas bien sincronizado, mediante el cual, al tiempo que se utiliza la cultura, se van destruyendo una a una todas sus dimensiones, y se las va sustituyendo por otras. Así la trascendencia religiosa se sustituye por el inmanentismo ateo, la filosofía especulativa por la filosofía de la praxis y la ética personal por la sumisión a la reforma moral. Su objetivo final era lograr una sociedad sin clases regulada por el nuevo príncipe, el Partido Comunista. En resumidas cuentas, todo se reduce de alguna manera, a meter un Caballo de Troya cultural para, cambiando las costumbres, lograr un objetivo político.>>[2]


La Reingeniería Social y la Cultura Light



En el ensayo sobre la “Cultura Light” (septiembre de 2012) señalaba lo siguiente:<< En el trasfondo de esta mentalidad se encuentra la filosofía del nihilismo (del latín, nihil significando 'nada') es una posición filosófica desarrollada sobre todo por Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, que argumenta que el mundo, y en especial la existencia humana, no posee de manera realmente objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior [...]

Nihilismo es la negación de todo principio, autoridad, dogma filosófico o religioso. El nihilismo hace una negación a todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas; hace ese énfasis negando la idea de progreso en la historia. En cambio es favorable a la perspectiva del devenir constante de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior.

La cultura light es el producto de nuestra sociedad post-moderna, caracterizada por una tetralogía de valores nihilista: hedonismo, consumismo, permisivismo, y relativismo, todo ello enhebrado por el materialismo.
  • El hedonismo significa que la ley máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, alcanzando progresivamente cuotas más altas de bienestar. Ello conlleva a la muerte de los ideales, a un vacío de sentido y a la búsqueda de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes. El hedonismo sustituye la verdadera libertad por un vector que se vive como una nueva experiencia de libertad: el consumismo (todo puede escogerse a placer; comprarse, gastarse y poseerse).
  • El consumismo que se podría considerar como un ideal de la sociedad capitalista -que no tiene otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de objetos por otros cada vez mejores-; tiene una fuerte raíz en la publicidad masiva y en la oferta bombardeante que nos va creando nuevas y hasta absurdas necesidades, que obviamente nunca acabamos de satisfacer, pero que nos dan la sensación de tener una libertad que por otro lado hemos perdido.
  • Permisividad significa que no hay prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos, salvo las leyes civiles. La permisividad se sustenta sobre una tolerancia total, que considera todo válido y lícito, con tal de que a la instancia subjetiva le parezca bien. La ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado.
  • Relativismo. Hijo natural de la permisividad, se define como aquella postura según la cuál no existe verdad absoluta, universal, válida y necesaria para todos los seres humanos. Por él se sustituye el absoluto por lo relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo. No hay nada absoluto, todo es relativo, nada es totalmente bueno ni malo. El relativismo se convierte en otro código ético, que nos lleva a una tolerancia interminable y de ahí a la indiferencia pura.

Esta tetralogía de valores nos conduce a una revolución sin finalidad y sin proyecto, (que no sea la progresiva degradación humana). Así la permisividad propugna la llegada a una etapa clave de la historia, sin prohibiciones ni territorios vedados, sin limitaciones, que deje a un lado las <<hipocresías>>. Hay que atreverse a todo, probarlo todo, llegar cada día más lejos; si para ello es necesario modificar las leyes de la antigua moral, se hace.

A esta tetralogía de valores se agregan el subjetivismo y el escepticismo. El subjetivismo que proviene de Descartes, lleva a erigir al individuo en el supremo juez de todo y a su punto de vista personal como la única norma de conducta; así cada individuo tiene su verdad, su religión, su moral, etc.; obviamente todo ello persiguiendo su beneficio inmediato y alejándolo de lo que es la verdad del hombre y de su naturaleza.

La filosofía del relativismo desemboca gradualmente en el escepticismo, con la diferencia de que para el relativismo, la verdad es algo que está en constante cambio, moviéndose de allá para acá, según el juicio de cada uno; en tanto que para el escepticismo, la verdad absoluta si existe, pero la razón humana es incapaz de alcanzarla; por lo que se produce una desvalorización del entendimiento, que no pude acceder a las cimas del conocimiento de la verdad con los medios naturales que tiene a la mano.>>

En una sociedad relativista y permisiva es sumamente fácil, efectuar una sustitución de valores, ya que no hay verdades absolutas, universales, válidas y necesarias para todos los seres humanos y todo es tolerado ya que todo es válido y lícito, con tal de que a la instancia subjetiva le parezca bien.

Y viene un cuestionamiento a su consideración: ¿Acaso esta estrategia de Gramsci, es lo que hemos vivido con el “choque de generaciones” (década de los 50´s), que no ha parado, baste ver el actual sometimiento y el temor de los maestros ante el cada vez más poderoso poderoso alumnado, la “liberación femenina” (década de los 60´s en adelante) y la actual “ideología de género”?



Jorge Pérez Uribe



[1] Arnaldo Córdoba, Antonio Gramsci: la cultura y los intelectuales, La Jornada Semanal, 19 enero 2014, México 
[2] Álvaro Fernández Texeira Nunes, Ideología de Género: Caballo de Troya Cultural, http://es.slideshare.net/ramoncopa/ideologa-de-gnero-caballo-de-troya-cultural-40209296




sábado, 15 de septiembre de 2012

PERFIL PSICOLÓGICO DEL HOMBRE LIGHT


(continuación de La Cultura Light)

<<El hombre light es un producto que abunda especialmente en los niveles socioeconómicos altos de Occidente. También puede aflorar en estratos medios y medio-bajos, como influjo resonante de las capas superiores […] Al tener el hombre de la sociedad de bienestar todas las apetencias materiales cubiertas, además de una serie de libertades claramente dibujadas, puede suceder que si no abre otras vías más ricas en el campo cultural o espiritual se deslizará por una rampa que termina en frivolidad. En el hombre esencialmente frívolo no hay debate ideológico ni inquietudes culturales. ¿Cuales son sus principales motivaciones? Todas aquellas correspondientes al hedonismo materialista permisivo>>.[1]


<<Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que empieza a no saber a que atenerse o, lo que es lo mismo, hace suyas las afirmaciones como <<Todo vale>>, <<Qué más da>> o <<Las cosas han cambiado>>. Y así, nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado –como está- en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral>>.[2]

En él se dan pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia, su ideología es el pragmatismo, su norma de conducta, la vigencia social, lo que se lleva, lo que está de moda, su ética se fundamenta en la estadística, que sustituye a su conciencia; su moral está repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad, queda relegada a la intimidad.

El hombre light es frío, no cree en casi nada, sus opiniones cambian rápidamente y ha desertado de los valores trascendentes. Se convierte en un absoluto para sí mismo y de este modo, se absuelve de cualquier reproche moral.

Si bien está encaminado al éxito, para cuya consecución <<todo es válido>>; finalmente como todos los productos de su tiempo, será desechado una vez que pierda su utilidad o se vuelva obsoleto, es ya un ser rebajado a la categoría de objeto; eso sí repleto de consumo y bienestar.

Hace poco tiempo se me hizo la pregunta de porque en la actualidad no hay caudillos, como en el siglo XIX. Aquí está la respuesta: el hombre light nunca arriesgaría su seguridad, menos su vida por un ideal o por defender la verdad; pero eso mismo lo lleva a un vacío moral, que pese a todos los satisfactores de que dispone, le crean infelicidad.

El hombre light no es antirreligioso, pero si busca una religión que se adapte a él, por eso el auge de las filosofías orientales y de sectas como la dianética, o aquellas cristianas que ofrecen el éxito económico y una moral flexible –light-. Las que mantienen sus principios incólumes como la católica o la ortodoxa, cada día pierden más adeptos. Ante ello, partiendo de un diagnóstico equivocado, se da una corriente que busca <<aligerar>> el dogma y la moral, creyendo que con eso podrá posicionarse ante una feligresía light.



COMO ENFRENTAR ESTA ALIENACIÓN



El ocaso de los valores supremos es uno de los dramas del hombre actual. <<Vivimos en una sociedad triste, sin ilusión, distraída por cuestiones insustanciales en la que son necesarias mucha fuerza, tesón e ideas claras para salir de ahí. Pero no es fácil. La cotidianidad invita a seguir en ese carrousel. Hay que proyectar y ensayar un nuevo esquema para escapar de estas redes que hacen mucho ruido, pero que no satisfacen el corazón humano. El hombre light no es feliz: tiene una cierta dosis de bienestar, pero no puede saborear lo que es la felicidad, aunque sólo sea de forma esporádica; tiene placeres, pero sin la verdadera alegría, ya que está centrado en sí mismo, en una egolatría sutil en la que se encuentra atrapado>>.[3]

El límite del relativismo tiene que venir impuesto por algo absoluto, objetivo y punto de encuentro de la condición humana. Lo absoluto no puede ser objeto de una opción ni someterse a un estudio estadístico en el que se alcanza la verdad por aprobación mayoritaria. Hay que buscar la verdad universal, aquella que está por encima de nuestras ideas o preferencias particulares. Si no es así, caeremos en una verdad a la carta que uno encarga según sus gustos u opiniones. Lo absoluto gira y se compone de valores milenarios e invariables, como esas estrellas fijas que iluminan nuestro caminar nocturno.

Frente a la frivolidad estandarizada y al hombre prefabricado lo mejor es tener metas concretas: nobles, humanas, realistas y ambiciosas, y estar dispuesto a sufrir y a luchar por conseguirlas.

Debemos conceptuar nuestra vida como un proyecto en desarrollo, que si bien no iniciamos nosotros, si está ahora bajo nuestra responsabilidad para hacerlo trascendente. Para programar la vida hacen falta dos componentes: ilusión y entusiasmo. El fracaso se debe vivir como un elemento necesario para la maduración de la personalidad.

El proceso de desintoxicación cultural lleva al establecimiento de relaciones profundas con el otro u otros, y de compromisos permanentes tanto a nivel personal como social.

Para superar la permisividad se debe reencontrar el valor de los códigos de conducta en la humanización y dignificación del hombre.

En resumen, tenemos que hacer una introspección [4], analizando hasta donde esta cultura light ha permeado en nuestra mentalidad y en nuestro sistema de valores para iniciar un proceso de desmasificación y desintoxicación, que nos lleve a aspirar a la verdadera cultura y a buscar la trascendencia a través de una vida coherente con unos valores absolutos y unos principios morales como guía.






viernes, 7 de septiembre de 2012

LA CULTURA LIGHT






INTRODUCCIÓN



El 6 de mayo de 2007 -en el Zócalo de la Ciudad de México-, cerca de 20,000 personas de todas las edades y parentescos decidieron posar desnudos para una sesión de tomas del fotógrafo Spencer Tunick, en forma gratuita y a costa de una buena desmañanada. Hecho que plantea la interrogante de: ¿qué puede llevar a una sociedad urbana mal calificada como conservadora, a participar sin mayor recato y beneficio en un evento así? 

El propósito de este ensayo es analizar la cultura de nuestra sociedad, desde el enfoque de la <<cultura light>>, señalando cuáles son sus características, que nos ha llevado a ella y como podríamos escapar a su influjo.

Para ello hago un planteamiento general de lo que es cultura, de cuáles son sus elementos, y sobre la transmisión de la cultura, o el arte de educar.

Procedo posteriormente a analizar que es la cultura <<light>> y sus raíces filosóficas, en donde veremos reflejado mucho de nuestro modo de actuar, de pensar y de sentir –a veces ya automático, inconciente-.

Si bien los productos materiales de la cultura <<light>> nos mueven a risa: comidas sin calorías, sin grasas, sin excitantes, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, Coca Cola sin coca, café sin cafeína, revistas del corazón, etc.; el producto humano que ésta cultura está generando, nos deben llevar a una honda preocupación: es el hombre metrosexual [1], frívolo, evasivo ante los compromisos vitales, alienado. [2]

No es una respuesta exhaustiva a la transformación de nuestra cultura urbana, ya que existen otros factores que habría que ponderar; pero considero que analizar lo que es la cultura <<light>>, puede ayudarnos a entender algo lo que nos está pasando - personal y socialmente- y a enfrentar esta nueva alienación.




QUÉ ES LA CULTURA



En un sentido estricto cultura es cualquier manifestación humana. Una nota definitoria de la persona humana es la capacidad de manifestarse, así, la cultura es la expresión interna de su interioridad. 

Originariamente, cultura es un término que apunta a la acción de cultivar: significa la acción mediante la cuál el hombre se ocupa de sí mismo, no quedando en puro estado natural. De ahí la contraposición naturaleza-cultura.

El origen de toda cultura es el núcleo creativo y afectivo de la persona, una sabiduría que crece hacia adentro, porque se cultiva, para después salir fuera. Frente a la primacía de la exterioridad, el espíritu humano se caracteriza por saber habitar dentro de sí y crear un mundo interior, que no es soñado, sino vivido. Sólo en este habitar se encuentran la felicidad y la plenitud. Es el lugar del encuentro con la propia intimidad, retirada a un santuario interior, realidad creadora de la que brotan ideas, proyectos que acabarán saliendo al exterior. La persona humana ama el silencio porque le permite soñar, imaginar, escuchar su voz íntima conocerse. El descubrimiento de la interioridad y su cultivo son el requisito para una verdadera formación o autoconstrucción

La cultura, entonces, está constituida por todas aquellas acciones mediante las cuales la persona se manifiesta.

Por la cultura aparecen también obras humanas, los objetos que los hombres producen: los útiles, los adornos, los objetos artísticos, la literatura, las cuentas corrientes, las leyes, los aparatos médicos, las estructuras, etc.

La cultura en sentido objetivo es una continuación de la naturaleza, ya que mediante esta manifestación humana el hombre da forma a las cosas e incrementa así el mundo natural, aumenta el número de realidades. Los seres humanos dotamos de significado a las nuevas realidades, enriquecemos el mundo, lo hacemos pasar de ser tierra a ser el hábitat, la casa, el lugar donde se desarrolla nuestro carácter mundano.

La cultura es libre, y por tanto convencional, variable, histórica.

La transmisión de la cultura se hace a través de proceso de socialización primaria, que se da dentro de la familia y posteriormente a través del proceso de educación escolar, y últimamente -y de una manera cada vez más importante-, bajo el influjo de los medios masivos de comunicación (radio, televisión, revistas, cine e Internet).

Educar, para bien o para mal, es enseñar no solo conocimientos teóricos, sino sobre todo modelos y valores que guíen el conocimiento práctico y la acción y ayuden a adquirir convicciones e ideales.



LA CULTURA LIGHT




En la segunda mitad del siglo XX, se empezó a hablar de <<crisis de valores>> y luego de <<pérdida de valores>>; pero no se tomó en cuenta que los valores perdidos, serían reemplazados por otros, ya que el ser humano no puede vivir sin ellos.

Ya en la década de 1980 se escucharon voces de advertencia como la del escritor ruso Alexander Soljenitsin, quién refiriéndose a la decadencia occidental y la crisis de valores de occidente, manifestó que era consecuencia de un bienestar exclusivamente material y hedonista.[3] Por su parte el escritor Milán Kundera reflejando a la sociedad europea, nos anticipó en su obra “La insoportable levedad del ser”, lo que vendría.

Se ha considerado que la época post-moderna es una etapa marcada por la desustancialización, impregnada, precisamente de la lógica de vacío. Así se afirma que <<el hombre posmoderno es cada vez más esclavo de sus pasiones, de sus gustos subjetivos. Prefiere una bulimia de sensaciones: probarlo todo, verlo todo, bajar al fondo de todo…Pero no para conocer mejor los resortes personales y buscar una mejoría, sino para divertirse sin más. Ya no hay inquietudes culturales, ni denuncias, ni grandes aspiraciones sociales. En occidente lo interesante es jugar, vivir sin objetivos nobles y humanistas. Este es el drama de la permisividad: una existencia indiferente, sin aspiraciones, edificada de espaldas a cualquier compromiso trascendente>>. [4]

En el trasfondo de esta mentalidad se encuentra la filosofía del nihilismo (del latín, nihil significando 'nada') es una posición filosófica desarrollada sobre todo por Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, que argumenta que el mundo, y en especial la existencia humana, no posee de manera realmente objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior. Los nihilistas pueden creer una de estas tres cosas:

  • Que ninguna finalidad o propósito superior existe. Sólo hay nada.
  •  Que la realidad que experimentamos los humanos no existe tal y como la vemos.
  • Que la realidad es incognoscible (no se puede conocer), por lo que entenderla siempre será inútil en lo práctico y sin sentido en lo teórico.

Nihilismo es la negación de todo principio, autoridad, dogma filosófico o religioso. El nihilismo hace una negación a todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas; hace ese énfasis negando la idea de progreso en la historia. En cambio es favorable a la perspectiva del devenir constante de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior.

La doctrina del nihilismo, cuyos hijos son la desesperación, el fatalismo, el cinismo y el pesimismo o escepticismo práctico; afirma que la vida carece de sentido y que la felicidad no existe y que es inútil buscarla porque no se le encuentra. Cuando se dice que lleva consigo la vivencia de la nada, es porque afirma que no hay nadie que sea término de mi manifestación. Cuando el otro desaparece, no tengo a quien dirigirme, no hay otro, y por tanto lo que me rodea es la nada, la desesperación.

La cultura light es el producto de nuestra sociedad post-moderna, caracterizada por una tetralogía de valores nihilista: hedonismo, consumismo, permisivismo, y relativismo, todo ello enhebrado por el materialismo.

  • El hedonismo significa que la ley máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, alcanzando progresivamente cuotas más altas de bienestar. Ello conlleva a la muerte de los ideales, a un vacío de sentido y a la búsqueda de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes. El hedonismo sustituye la verdadera libertad por un vector que se vive como una nueva experiencia de libertad: el consumismo (todo puede escogerse a placer; comprarse, gastarse y poseerse).
  • El consumismo que se podría considerar como un ideal de la sociedad capitalista -que no tiene otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de objetos por otros cada vez mejores-; tiene una fuerte raíz en la publicidad masiva y en la oferta bombardeante que nos va creando nuevas y hasta absurdas necesidades, que obviamente nunca acabamos de satisfacer, pero que nos dan la sensación de tener una libertad que por otro lado hemos perdido.
  • Permisividad significa que no hay prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos, salvo las leyes civiles. La permisividad se sustenta sobre una tolerancia total, que considera todo válido y lícito, con tal de que a la instancia subjetiva le parezca bien. La ética permisiva sustituye a la moral, lo cuál engendra un desconcierto generalizado.
  • Relativismo. Hijo natural de la permisividad, se define como aquella postura según la cuál no existe verdad absoluta, universal, válida y necesaria para todos los seres humanos. Por el se sustituye el absoluto por lo relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo. No hay nada absoluto, todo es relativo, nada es totalmente bueno ni malo. El relativismo se convierte en otro código ético, que nos lleva a una tolerancia interminable y de ahí a la indiferencia pura.

Esta tetralogía de valores nos conduce a una revolución sin finalidad y sin proyecto, (que no sea la progresiva degradación humana). Así la permisividad propugna la llegada a una etapa clave de la historia, sin prohibiciones ni territorios vedados, sin limitaciones, que deje a un lado las <<hipocresías>>. Hay que atreverse a todo, probarlo todo, llegar cada día más lejos; si para ello es necesario modificar las leyes de la antigua moral, se hace.


A esta tetralogía de valores se agregan el subjetivismo y el escepticismo. El subjetivismo que proviene de Descartes, lleva a erigir al individuo en el supremo juez de todo y a su punto de vista personal como la única norma de conducta; así cada individuo tiene su verdad, su religión, su moral, etc.; obviamente todo ello persiguiendo su beneficio inmediato y alejándolo de lo que es la verdad del hombre y de su naturaleza.

La filosofía del relativismo desemboca gradualmente en el escepticismo, con la diferencia de que para el relativismo, la verdad es algo que está en constante cambio, moviéndose de allá para acá, según el juicio de cada uno; en tanto que para el escepticismo, la verdad absoluta si existe, pero la razón humana es incapaz de alcanzarla; por lo que se produce una desvalorización del entendimiento, que no pude acceder a las cimas del conocimiento de la verdad con los medios naturales que tiene a la mano.

De este cóctel de relativismo, escepticismo y nihilismo surge un hombre pesimista, desilusionado e indiferente frente a la verdad. Así surge la idea del consenso como juez último. Estamos ante la ética del consenso: si hay consenso la cuestión es válida. El mundo y sus realidades más profundas se someten a plebiscito, porque lo importante es lo que opine la mayoría. 

Las grandes transformaciones sufridas por la sociedad en los últimos años, son al principio, contempladas con sorpresa, luego con una progresiva indiferencia o, en otros casos, como la necesidad de aceptar lo inevitable. La nueva epidemia de crisis y rupturas conyugales, la proliferación de las drogas, de la pornografía, las uniones gay, la marginación y el desempleo, la corrupción y la injusticia se admiten sin más, es algo que está ahí y contra lo que no se puede hacer nada.

“La cultura light es una síntesis insulsa que transita por la banda media de la sociedad: comidas sin calorías, sin grasas, sin excitantes… todo suave ligero, sin riesgos, con la seguridad por delante. Un hombre así no dejará huella. En su vida ya no hay rebeliones, puesto que su moral se ha convertido en una ética de reglas de urbanidad o en una mera actitud estética. El ideal aséptico es la nueva utopía, porque como dice Lipovetski estamos en la era del vacío. De estas rendijas surge el nuevo hombre cool, representado por el telespectador que con el mando a distancia pasa de un canal a otro buscando no se sabe bien qué o por el sujeto que dedica el fin de semana a la lectura de periódicos o revistas, sin tiempo casi –o sin capacidad- para otras ocupaciones más interesantes”.[5] 

En la cultura nihilista el hombre no tiene vínculos, hace lo que quiere en todos los ámbitos de la existencia y únicamente vive para sí mismo y para el placer sin restricciones, por eso rompe y rehuye a los compromisos.