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jueves, 5 de octubre de 2023

¿QUÉ NO ES EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD 2023-2024?

 


Por Carlos Zapata | 3 octubre, 2023


Desde la Fe

El Sínodo de la Sinodalidad 2023-2024 se realizará del 4 al 29 de octubre en el Vaticano

Mucho se comenta sobre el Sínodo de la Sinodalidad, cuya asamblea general está a punto de comenzar (el 4 de octubre de 2023) en Vaticano. Pero, ¿es marxista, “progre”, pro LGBT, o agenda 2030? La respuesta corta y simple es: no. Y en Desde la fe respondemos otras preguntas…

Entendido como un “caminar juntos” en el marco de un proceso de consulta, discernimiento y escucha, una de las primeras aclaratorias que da el mismo papa Francisco es que: “El Sínodo no es un parlamento, ni un sondeo de opiniones”. Explica el pontífice que se trata, en cambio, de “un momento eclesial”. Y abunda que “el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo”. Por eso, advierte que “si no está el Espíritu, no habrá Sínodo”. (Francisco, sábado, 9 de octubre de 2021).

El Sínodo de la Sinodalidad 2023-2024 no es una moda

La sinodalidad tampoco es una moda, “un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo y su misión” (Roma, 18. IX. 2021).

Cuando la Iglesia es sinodal entonces se configura como una “Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”.

No obstante, insiste el Papa, aunque la Iglesia avanza y “camina junta”, siempre es el Espíritu Santo “el gran protagonista de la Iglesia”.

¿Cómo crecer como una Iglesia Sinodal?

De acuerdo con la información oficial, el objetivo del Proceso Sinodal en marcha “no es proporcionar una ‘experiencia temporal’ o única de sinodalidad”.

“Es más bien ofrecer una oportunidad para que todo el Pueblo de Dios discierna conjuntamente cómo avanzar en el camino para ser una Iglesia más sinodal a largo plazo”

De hecho, “mientras que en los últimos sínodos se han examinado temas como la nueva evangelización, la familia, los jóvenes y la Amazonia”, el Sínodo de la Sinodalidad en curso se enfoca de manera central justamente en el tema de la Sinodalidad.

En efecto, el actual proceso sinodal busca responder: ¿Cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en los distintos niveles (desde local hasta universal), permitiendo a la Iglesia anunciar el Evangelio? y ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer como Iglesia sinodal?

El Sínodo de la Sinodalidad no es para redactar documentos

Como resultado de las consultas, así como del proceso de escucha, diálogo y discernimiento, es natural que se emitan documentos, conclusiones y propuestas.

Sin embargo, la finalidad del Sínodo de la Sinodalidad “no es producir más documentos”. Lo que sí se propone es “inspirar a la gente a soñar con la Iglesia que estamos llamados a ser, hacer florecer las esperanzas de la gente, estimular la confianza, vendar las heridas, tejer relaciones nuevas y más profundas, aprender unos de otros, construir puentes, iluminar las mentes, calentar los corazones y vigorizar nuestras manos para nuestra misión común”.

El objetivo del proceso sinodal “no es sólo una serie de ejercicios que empiezan y terminan, sino un camino de crecimiento auténtico hacia la comunión y la misión” a las que Dios llama a vivir a su Iglesia.

Fuente:https://desdelafe.mx/noticias/iglesia-en-el-mundo/que-no-es-sinodo-sinodalidad/?fbclid=IwAR2B00IBDbG_Em9U2MeCNZnqO1hoHiNETNP5IZL8br_vMRIdW-uKIRj_buk

sábado, 18 de abril de 2020

FRANCISCO: “UN PLAN PARA RESUCITAR” ANTE LA EMERGENCIA SANITARIA




Francisco: Un plan para resucitar


“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1). Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

Notas:
1. Romano Guardini, El Señor, 504.
2. Carta encíclica Laudato si’ (24 mayo 2015), 13.
3. Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4.
4. Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

domingo, 7 de abril de 2019

FRANCISCO, OPERACIÓN EUROPA

Francisco con el presidente de Sudán del Sur Salva Kiir Mayardit

Felipe Monroy | 01 abril 2019 

Si acaso algo ha logrado el papa Francisco en los primeros días de su séptimo año de pontificado es la vuelta a los titulares políticos. La primavera le sienta bien y Jorge Bergoglio ha regresado al interés de los medios de comunicación por sus gestos y declaraciones; pero, sobre todo, por el impacto que parece tomar en la trama internacional. 

El papa Francisco sostuvo tres audiencias con líderes políticos muy relevantes: los presidentes de Sudán del Sur, Malta y Lituania. El primero, con el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir Mayardit, a quien le confirmó sus deseos por visitar la joven república. Hay que recordar que en 2017 se canceló esta visita por un conflicto de la tribu del presidente con la tribu del vicepresidente; obviamente, no se podía garantizar la seguridad del pontífice. 

Días más tarde se reunió con la presidente de Malta, Marie-Louise Coleiro Preca, con quien habló sobre el fenómeno migratorio tan urgente en el mar Mediterráneo. El mensaje fue para el resto de Europa que sostiene una tensión ideológica y económica negativa contra la migración africana y del medio oriente. Por si fuera poco, el Papa dio audiencia a otra mujer presidente: Dalia Grybauskaitė de Lituania, una muy activa política que ha hecho sentir su liderazgo en la Unión Europea y que seguramente jugará un papel importante en las definiciones de los europeos respecto al Reino Unido el próximo 12 de abril. 

Antes de concluir marzo, el Papa realizó una rápida pero efectiva visita a Marruecos; se publicó la agenda de la visita pontificia a Rumanía en mayo; y se hizo el anuncio de su viaje a Madagascar, Mozambique y Mauricio en septiembre próximo. Es decir, más conexiones África-Europa con un mensaje evidente: el Papa quiere estar en las fronteras complejas de la migración humana. 


Por si fuera poco, Francisco entró de lleno a la política internacional europea (y muy particularmente en las campañas políticas de España) con una entrevista al periodista Jordi Évole. En el encuentro, el Papa fue radical en su posicionamiento desde el Evangelio a favor de los migrantes. Un tema que, se insiste, ha creado una tensión ideológica y humanitaria en todo el viejo continente. 

En los últimos meses, los partidos antiinmigrantes europeos vieron crecer sus números en las encuestas. Favorecidos principalmente por su discurso proteccionista y el fenómeno de popularidad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En España, el partido Vox por ejemplo, que no se ruboriza en denunciar ‘una invasión migratoria dirigida por oligarquías globalistas en connivencia con la ultraizquierda’ y proponer el retiro de ciudadanía a inmigrantes y su consecuente expulsión, avanzó sólidamente en el sur y se coloca como el único partido español que sube en las encuestas electorales. 

Hay que decir que el fenómeno antiinmigrante español sería anecdótico si no coincidieran estas elecciones nacionales con la elección del Parlamento Europeo y los entuertos por la definición del Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Por ello, Francisco se ha implicado de una manera absoluta. Le dijo al periodista español: “La madre Europa envejeció de golpe. Europa se olvidó que, después de las guerras, sus hijos fueron a golpear las puertas de América… Lo importante en el tema de la migración es recibir, acompañar e integrar”. 

En la entrevista, Francisco critica a las autoridades que obligan a organizaciones a permanecer en puerto y evitar la obra humanitaria que rescata embarcaciones de migrantes en el Mediterráneo: “¿Para qué lo hacen? ¡Para que se ahoguen!” El pontífice ha sido radical en su posicionamiento y manda señales claras al máximo exponente político de esta ideología antiinmigrante: “Quien levanta el muro queda prisionero del muro que levantó. Es una ley universal”. 

Hay una última frase de la entrevista del Papa a Évole: “El miedo es el material sobre el cual se edifican las dictaduras”. Hay suficiente evidencia en los discursos del papa Francisco para intuir que Bergoglio no se refiere a dictaduras nacionalistas o militares sino a dictaduras ideológicas. Francisco inició su Operación Europa desmontando el miedo al otro, al migrante, a reconocer la humanidad compartida y a comprender que su papel es un puente entre estas tensiones globales. Veremos qué sucede en las próximas elecciones españolas y las elecciones europeas; pero que conste que el Papa ha hecho su apuesta. 

Todo esto sucedió mientras el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, intentó una inmersión en los espacios vaticanos para lograr saludar al Papa; fue un encuentro apresurado, trastabillante. Obtuvo, en todo caso, un saludo cordial y una bendición al pueblo mexicano. 

@monroyfelipe 

viernes, 8 de marzo de 2019

LA GRAN CRUZADA CONTRA LA PEDERASTIA




La convocatoria de San Juan Pablo II 


A fines del siglo XX, no solo se agravaba el Parkinson de Juan Pablo II, sino que, empezaban a llegar al Vaticano noticias sobre actos de pederastia encubiertos por algunos obispos en Estados Unidos e Irlanda. A partir de 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe recibió acusaciones, que ya en parte se hicieron públicas, contra el padre Marcial Maciel Degollado fundador de la Congregación de los Legionarios de Cristo, por delitos reservados a la competencia exclusiva del dicasterio [1]. El enfermo Pontífice encargó entonces, a su mano derecha, el cardenal Ratzinger que investigara a fondo el asunto y a personajes como Marcial Maciel, el dirigente de Los Legionarios de Cristo. 


De hecho, a la oficina de Ratzinger, comenzó a llegar, sobre todo a partir del año 2001, toda la 'porquería' de la Iglesia. En términos canónicos y en latín, les llaman los 'delicta graviora', los delitos que la Iglesia católica considera más graves. Tanto que esos pecados/delitos están 'reservados' directamente a la Santa Sede. 


En mayo de 2001, por orden de Juan Pablo II, la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por Joseph Ratzinger, endureció las penas de varios delitos, con la novedad de la pedofilia. El poderoso dicasterio romano asumió ya el control de esos procesos, para sustraerlos a la órbita local, con la carta 'De gravioribus delictis' (Sobre los delitos más graves). 


Como consecuencia de la nueva encomienda, se dio el aumento del personal del dicasterio que dirigía Ratzinger que pasó de 25 a 40 empleados. 


Mientras numerosos eclesiásticos leían y releían las tajantes palabras del Papa sobre la exclusión de los pederastas del sacerdocio y la vida religiosa, el jurista italiano Pietro Scoppola señalaba que «Karol Wojtyla ha antepuesto la coherencia del Evangelio a la defensa de la imagen de la Iglesia, rechazando la hipocresía y aceptando el riesgo de actuar en público». El profesor de Derecho señala que «entre los motivos por los que el problema sale a la luz se cuenta el cambio de cultura que la Iglesia ha favorecido: el menor de edad, el niño, no es una cosa, sino una persona, que merece todo el respeto precisamente por su propia fragilidad. La dignidad de la persona humana es un quicio de la enseñanza de la Iglesia sobre el que ha insistido sin descanso Juan Pablo II». >> 


Quizás a muchos parezca que el asunto podría haberse resuelto sin escándalo, recurriendo a un buen especialista en manejo de conflictos, ¡y es verdad! Sin embargo, el místico Juan Pablo II, habría decidido hacer público el horrendo pecado, no solo a los ojos de Dios, sino también del hombre. Debía abrirse la purulenta herida para extraer de una vez por todas este cáncer, y como consecuencia la Iglesia vestirse con el sayal de la pederastia y expiar públicamente ante todo el mundo este horrendo pecado. 



El viacrucis de Benedicto XVI 





El viernes 25 de marzo, tocó al cardenal Joseph Ratzinger rezar el viacrucis en el Coliseo romano, de esa semana santa de 2005, debido a la incapacidad física del Papa Juan Pablo II, y en forma sorpresiva expresó el mea culpa de la Iglesia Católica en la Novena Estación: <<Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? […] ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y también entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! […]>> y a continuación la oración esperanzada: <<Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace agua por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los ensuciamos nosotros mismos. Nosotros somos quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, te arrastramos a tierra, y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos. >> 

Días después, el domingo 2 de abril, fallecía Juan Pablo II. Tras las exequias vino el Cónclave y fue Joseph Ratzinger el elegido como nuevo Papa, el 19 de abril. 


Una vez que Ratzinger se convirtió en el papa Benedicto XVI, el Vaticano cambió el tono, incluyendo un pedido de disculpas a las víctimas y nuevas disposiciones. El 2010 vio un aumento de miles de casos reportados en los medios de comunicación. Unos 527 casos fueron reportados a la Congregación. No se revelaron cifras de sacerdotes cesados. 


De esta forma Benedicto XVI, se vistió con el sayal de la pederastia, tomo su cruz y la cargó con ánimo, como lo había hecho en el viacrucis de 2005. Humanamente, el ser el foco de continuos y renovados ataques lo desgastó física y mentalmente, lo “quemó” en su breve, pero enérgico pontificado y probablemente lo dejó agotado y sin fuerzas para seguir adelante, al frente de una Iglesia -que entendía- “no era suya, sino de Cristo” [2]
El renombrado exorcista Gabriele Amorth al expresarse sobre los ataques al pontífice, en marzo de 2010 expresó: <<No existe duda alguna de que han sido sugeridos por el Demonio, ya que tratándose de un Papa maravilloso, digno sucesor de Juan Pablo II, intenta tomarla con él>>. 
Un documento dado a conocer por la Associated Press el viernes 17 de enero de 2014, reveló que el papa Benedicto XVI destituyó a 384 sacerdotes en el lapso de dos años por abusar sexualmente de niños. 


La cruzada de Francisco 



Los sucesos de 2018 hicieron ver que el problema de la pederastia continuaba vigente en la Iglesia Católica. En enero de 2018 el papa Francisco realizó, una visita a Chile, en donde defendió a los obispos, en especial a Juan Barros, obispo de Osorno señalado encubridor del pederasta Karadima. Esto creo una monumental indignación local y Francisco se vió obligado a ordenar una investigación especial. El resultado fue que el Papa estuvo mal informado. Así lo reconoció Francisco en una carta y en mayo convocó a todos los obispos chilenos a Roma. Después de un día de silencio y oración, todos y cada uno de los obispos le presentó su renuncia. 

En agosto, se publicó en Pensilvania, Estados Unidos, el informe de Gran Jurado de la fiscalía, después de dos años de investigaciones. Revelando que durante 70 años había habido más de 300 sacerdotes abusadores de por lo menos mil víctimas. Ese mismo mes, en la visita del Papa a Irlanda, muy sensible por los abusos sexuales de clérigos, se desató una rebelión del ex nuncio Carlo Maria Viganò, quien pidió la renuncia del papa Francisco al asegurar que conocía, desde junio de 2013, las acusaciones de abusos sexuales que pesaban sobre el cardenal Theodore McCarrick, quien fue sancionado en junio pasado por el pontífice. 


Finalmente, en diciembre: la Fiscal General de Illinois reveló que, la Iglesia católica encubrió los nombres de al menos 500 sacerdotes acusados de abuso sexual a menores, ya que solo se habían reportado 185 casos. 

Así el 12 de septiembre 2018, la Oficina de prensa de la Santa Sede anunció que el papa Francisco, a sugerencia del Consejo de cardenales (el llamado C9), había decidido convocar a los presidentes de las conferencias episcopales a un encuentro antiabusos. Y el 23 de noviembre, Francisco nombró a los miembros el Comité organizador y determinó quiénes participarán en el Encuentro. 


El 18 de diciembre, se anunció el envío de la carta de invitación al Encuentro, en la que se pidió a los participantes a que se reunieran con víctimas de abuso antes de acudir a Roma y el 16 de enero, se informó sobre los objetivos y el contenido del Encuentro, y del nombramiento del P. Federico Lombardi, S.J., como moderador de las sesiones plenarias. 


El encuentro se denominaría: Encuentro sobre la Protección de Menores, y se celebraría en Roma desde el jueves 21 hasta domingo 24 de febrero. Según el documento, participarían en el encuentro, en primer lugar, el Papa y los presidentes o representantes de las 114 conferencias episcopales: 36 de África, 24 de América del norte, Centroamérica y Sudamérica, 18 de Asia, 32 de Europa, 4 de Oceanía,14 cabezas de las Iglesias Católicas Orientales, 15 ordinarios no integrados en una conferencia episcopal, 12 superiores generales de instituciones religiosas masculinas, 10 superioras generales de instituciones religiosas femeninas, 10 prefectos de dicasterios vaticanos, 4 miembros de la curia romana, 5 miembros del Consejo de cardenales y 6 miembros del comité organizador, el moderador del Encuentro, y relatores. En total, 190. 


En su discurso de inauguración de la gran cumbre sobre los abusos el día 21, el Papa Francisco pidió “concreción”. Después se repartió a los 190 participantes una lista de 21 puntos para orientar y hacer que fueran más concretas las discusiones de esos tres días. Un “mapa” para llegar al objetivo de formular estrategias aplicables en el futuro en las Iglesias de los cinco continentes. 


El domingo 24 de febrero, tras cuatro días de intenso debate y en la Sala Regia, uno de los espacios más emblemáticos del Palacio Apostólico. El Papa decidió hablar después de la misa y no en la homilía. 


Trazó entonces un análisis teológico del problema. Calificó a los consagrados abusadores como “instrumentos de satanás”, que se convierten en “la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños”. Identificó “el misterio del mal” detrás de la crisis y advirtió sobre la necesidad de limitar los gravísimos abusos no sólo con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia. 


Describió al abuso sexual como un abuso de poder, una crueldad, una forma de ofrecer el sacrificio idolátrico de niños “al dios del poder, del dinero, del orgullo (y) de la soberbia”. Se concentró en identificar un “significado” a tanto mal, una explicación más allá de lo natural. Porque, según él, no basta sólo con tomar medidas prácticas sino -sobre todo- espirituales: humillación, acto de contrición, oración, penitencia. “Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal”, apuntó. 


Más adelante, deseó que la Iglesia se ubique “por encima” de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que “a menudo instrumentalizan”, por intereses varios, los dramas vividos por los pequeños. 


Y abundó: “Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves delitos”. 


El P. Federico Lombardi, Moderador del Encuentro sobre Protección de Menores, anunció en rueda de prensa, que el Vaticano impulsará una nueva serie de normativas y códigos legales destinados a proteger a los menores en la Iglesia y prevenir los abusos.| 


Entre esas iniciativas citó un nuevo “motu proprio” [3] del Papa Francisco “sobre la protección de menores y de personas vulnerables”, para “reforzar la prevención y contrarrestar los abusos en la Curia Romana y en el Estado de la Ciudad del Vaticano”. 


Ese motu proprio “se acompañará de una nueva ley del Estado de la Ciudad del Vaticano y de líneas guía para el Vicariato de la Ciudad del Vaticano sobre esa materia”, que deberá estar disponible en uno o dos meses. 


Otra iniciativa es “la publicación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe de un vademécum [4] que ayude a los Obispos del mundo a comprender claramente sus deberes y sus obligaciones”. 



Jorge Pérez Uribe 


Notas:
[1] Concepto genérico utilizado para referirse a diversos organismos de la curia romana, que ayudan al Papa en el ejercicio de su ministerio al servicio de la Iglesia universal. 
[2] https://novusdiesest.blogspot.com/2014/03/benedicto-xvi-el-papa-de-la-expiacion.html 
[3] Un motu proprio es un documento emanado directamente del Papa, por su propia iniciativa y autoridad. Contiene la promulgación de una ley particular, que modifica y perfecciona la Constitución apostólica. 
[4] Un vademécum es una obra de referencia que contiene las nociones o informaciones fundamentales de una materia

sábado, 8 de septiembre de 2018

HECHOS Y OMISIONES EN EL DOCUMENTO DE VIGANÒ CONTRA FRANCISCO


Día 2 de mayo de 2012 (bajo Benedicto XVI), el nuncio Viganò participa en la entrega de un premio al "sancionado" cardenal "McCarrick (foto del blog del cardenal Sean O'Malley.


Lectura detenida del informe del ex nuncio que pide la renuncia del Pontífice y de sus contradictorias conclusiones



«Creo que el comunicado de Viganò habla por sí solo, y ustedes tienen madurez profesional para sacar conclusiones». Con estas palabras, dirigidas a los periodistas durante el vuelo de vuelta a Roma desde Irlanda, Francisco invitó a leer el informe de 11 páginas divulgado por el ex nuncio apostólico en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, que pide la renuncia del Papa acusándolo de haber encubierto al cardenal estadounidense de 83 años Theodore McCarrick, emérito de Washington, que habría tenido relaciones homosexuales con seminaristas adultos y sacerdotes. Hay que comenzar leyendo atentamente el texto, analizándolo, separando los hechos citados de las opiniones e interpretaciones. Y, sobre todo, de las omisiones.



La operación anti-Bergoglio



La clamorosa decisión del diplomático vaticano de violar el juramento de fidelidad al Papa y el secreto profesional representa el enésimo ataque contra Francisco desplegado organizadamente por los mismos ambientes que hace un año trataron de llegar a una especie de “impeachment” doctrinal, después de la publicación de la Exhortación “Amoris laetitia”. Aquella estrategia no funcionó. Viganò es, efectivamente, uno de los que firmaron la llamada “Profesión”, en la que se dice que el Papa Bergoglio es un divulgador del divorcio, y tiene muy buenas conexiones en los ambientes conservadores tanto en Estados Unidos como en el Vaticano. No es simplemente el desahogo de un hombre de la Iglesia cansado de la suciedad que ha visto a su alrededor, sino una operación bien calibrada que trata de presionar al Pontífice para que renuncie. Lo demuestran tanto el momento como la participación de la misma red mediática internacional que desde hace años está propagando (a menudo sirviéndose de anónimos) las instancias de quienes pretenden cambiar el resultado del Cónclave de 2013. Y lo demuestran los mismos testimonios escritos en diferentes blogs por los periodistas que publicaron el “dossier” Viganò: en primera fila, como siempre, en la defensa de la familia tradicional, sin preocuparse por lanzar la “bomba” precisamente el día en el que Francisco concluía con una gran misa el Encuentro Internacional de las Familias.



La denuncia de 2000



Antes que nada, pues, los hechos, presumiendo que cuanto afirma Viganò sea verdadero. El 22 de noviembre de 2000, el fraile dominico Boniface Ramsey escribió al nuncio apostólico en Estados Unidos, Gabriel Montalvo, para informarle sobre los rumores que ha escuchado según los cuales McCarrick había «compartido la cama con seminaristas». Un día antes, el 21 de noviembre, Juan Pablo II nombró a McCarrick arzobispo de Washington. Viganò anota que esta señalación enviada por el nuncio a la Secretaría de Estado, guiada por el entonces cardenal Angelo Sodano, no tuvo ningún eco. Hay que recordar que la primera denuncia que llega a la nunciatura y de allí al Vaticano es inmediatamente posterior al nombramiento en Washington. Podríamos preguntarnos por qué, si estos rumores sobre McCarrick eran tan conocidos e insistentes, no frenaron el nombramiento como auxiliar en Nueva York (en 1977, al final del Pontificado de Pablo VI), el nombramiento como obispo de Metuchen (en 1981, a comienzos del Pontificado de Juan Pablo II), el paso a la archidiócesis de Newark (en 1986, con Papa Wojtyla), la promoción a Washington (2000) y la creación cardenalicia (2001).



Sodano, el culpable de todo



Un año después de su promoción a Washington, pues, Wojtyla incluyó a McCarrick en el Colegio cardenalicio. En su informe Viganò descarga (sin ningún indicio) la “culpa” del nombramiento sobre Sodano, explicando que el Papa en esa época ya estaba enfermo y casi era incapaz de razonar o de gobernar la Iglesia. Quien tenga presentes las cosas vaticanas sabe que no es verdad, por lo menos no lo era en el año 2000: Juan Pablo II habría vivido otros cinco años. Y sabe también que, en ese entonces, en el “entourage” wojtyliano que se ocupaba de los nombramientos estaban el secretario particular del Papa Stanislaw Dziwisz (nombre omitido por Viganò) y el Sustituto de la Secretaría de Estado y después prefecto de los obispos, Giovanni Battista Re (a quien Viganò menciona, pero para absolverlo de toda sospecha. ¿Esa primera indicación, sin denunciantes que asumieran responsabilidades en primera persona, tal vez fue considerada no confiable? ¿O el poder (también financiero) de McCarrick fue capaz de abrir puertas vaticanas que debían permanecer cerradas? Se pueden tener dudas sobre su nombramiento en Washington, pero ¿por qué nunca nadie consideró que era oportuno investigar antes de elevarlo a la púrpura un año más tarde? ¿Sodano no le pasó la denuncia al Papa? ¿Por qué el nuncio, si estaba tan seguro de los abusos cometidos contra seminaristas y sacerdotes (adultos), no insistió ni pidió una audiencia con Juan Pablo II?



Las “sanciones” de Benedicto XVI



En 2006 llegan nuevas acusaciones, cuando el Papa ya era Benedicto. Su Secretario de Estado era Tarcisio Bertone. Esta vez entra al escenario un ex sacerdote y abusador de menores: Gregory Littleton, que envía al nuncio en Estados Unidos (entonces monseñor Pietro Sambi) un texto en el que narra haber sufrido abusos sexuales por parte de McCarrick (ya cuando era mayor de edad). Viganò prepara un apunte para los superiores, que no responden. Vale la pena recordar que en ese momento McCarrick ya estaba jubilado: el nuevo Papa, Benedicto XVI, aceptó su renuncia el 16 de mayo, que había sido presentada un año antes, el 7 de julio de 2005, por razones de edad. Si los rumores y las denuncias eran tan conocidos, ¿por qué no se aceptó la renuncia de McCarrick inmediatamente, cuando cumplió 75 años? En 2008 circularon nuevas acusaciones sobre los comportamientos inadecuados de McCarrick y nuevamente Viganò escribe que envió a sus superiores otro apunte. Sin embargo, parece que esta vez algo se mueve, aunque con los tiempos no tan veloces de la burocracia vaticana. Habría intervenido Benedicto XVI con una serie de sanciones en contra del cardenal ya emérito y jubilado. Viganò no es preciso al indicar la fecha de estas sanciones: en ese momento ya no estaba en la Secretaría de Estado, en la que se ocupaba de coordinar el trabajo del personal en las nunciaturas, pues había sido nombrado secretario del Gobernatorado. Entonces, si Viganò afirma un hecho verdadero (y hay que presumir que lo hace) «en 2009 o 2010», Benedicto XVI interviene y ordena a McCarrick que lleve una vida retirada, de oración, y que deje de vivir en el seminario neocatecumenal Redemptoris Mater, inaugurado por él mismo en Washington.



Restricciones misteriosas



Esta orden de Benedicto nunca es revelada, sino transmitida de palabra por la Santa Sede al nuncio en Washington (todavía Sambi), para que la comunique al interesado. ¿Indulgencia para un cardenal ya viejo y jubilado, a quien se le quiere ahorrar la sanción pública? ¿O Benedicto XVI consideró que las pruebas no eran suficientes? Si él fue quien decidió las sanciones, tenía que estar bien informado sobre lo que McCarrick había cometido. ¿El Papa Ratzinger sabía, pero consideró suficiente recomendarle al cardenal ya jubilado que permaneciera tranquilo y alejado de la vida pública? Hay que recordar que nadie, nunca, se ha referido (y mucho menos ha denunciado) a abusos sexuales contra menores. Estamos hablando de conductas inapropiadas con adultos, pero que se perfilan como verdaderos abusos, puesto que el obispo era quien invitaba a su cama a los propios seminaristas o a los propios sacerdotes: no existe una situación de paridad, es un abuso de poder clerical. Nunca nadie ha afirmado que al invitar a dormir con él a seminaristas a un paso del sacerdocio o a sacerdotes jóvenes el “tío Ted” (como se hacía llamar McCarrick) hubiera utilizado formas de violencia o amenazas. Podemos preguntarnos: si estos hechos graves eran tan evidentes, ¿por qué no reservar al cardenal una sanción ejemplar y pública, pidiéndole una vida retirado en penitencia?



¿Nadie vigila?



Algunas dudas sobre el contenido real de las sanciones son más que lícitas, sobre todo a la luz de lo que sucedió después. El “dosier” de Viganò da a entender que en los últimos tres o cuatro años del Pontificado ratzingeriano McCarrick vivió como un eremita o como un monje de clausura y que solamente después de la elección de Francisco pudo salir de su encierro. Una vez más, hay que atenerse a los hechos documentados. Y la historia es muy diferente, documentada y documentable. Al alcance de todos: basta navegar un poco por la red. Durante los últimos años del Pontificado de Ratzinger, McCarrick no cambió su estilo de vida: es cierto que dejó el seminario en el que vivía, pero celebraba ordenaciones diaconales y sacerdotales al lado de importantes cardenales de la Curia romana, estrechos colaboradores del Papa Ratzinger. Incluso dictaba conferencias. El 16 de enero de 2012 participó, junto con otros obispos estadounidenses en una audiencia de Benedicto XVI en el Vaticano, y su nombre fue indicado en el boletín de la Sala de Prensa de la Santa Sede como uno de los presentes. El 16 de abril de 2012 se encuentra nuevamente con Benedicto XVI en la audiencia de la Fundación Papal y festeja con todos los presentes el cumpleaños del Pontífice. Viaja a Roma en febrero de 2013 para despedirse del Papa que ha ya presentado la renuncia y le estrecha la mano sonriente (todo ello quedó inmortalizado por las cámaras de la TV vaticana). Es evidente que su posición no era considerada tan grave, que los indicios de su culpabilidad no fueron juzgados tan evidentes y que las sanciones no debían ser tan restrictivas.



También aparece Viganò al lado de McCarrik



El mismo Viganò, que mientras tanto había sido alejado del Vaticano por decisión de Benedicto XVI, quien le dio la “promoción” a nuncio en Washington, no se veía muy preocupado por la situación. Hay documentos que demuestran su participación en eventos públicos con el purpurado abusador, como concelebraciones en Estados Unidos y la entrega de un premio a McCarrick (el 2 de mayo de 2012, en el Pierre Hotel de Manhattan), ceremonia durante la que Viganò aparece en una foto para nada avergonzado o indignado al lado del viejo cardenal. ¿Por qué, entonces, puesto que tenía el poder de llegar directamente a Benedicto XVI, en calidad de uno de sus representantes en una de las sedes diplomáticas más importantes del mundo, el nuevo nuncio no se rebeló, no actuó, no pidió audiencia, no llamó a respetar las disposiciones restrictivas?



Involucrar a Francisco



El actual Papa, verdadero y único blanco de toda la operación, entra al escenario en junio de 2013, pocos meses después de su elección. Recordemos: McCarrick, de más de ochenta años, no participó en el Cónclave, porque era un cardenal jubilado, aunque hiperactivo. Sigue viajando por el mundo, dictando conferencias, presidiendo celebraciones. Viganò va a una audiencia con Francisco. Y es el Papa quien le hace una pregunta sobre McCarrick; Viganò le explica que el cardenal «ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes» y que en el Vaticano hay un informe que lo demuestra. Cuidado: no es Viganò quien, preocupado, saca a relucir el tema. Es el Papa quien le pide un parecer. El nuncio no dice haber entregado a Bergoglio ningún informe sobre el caso ni haber pedido su intervención. Ahora, indignado, Viganò escribe sobre las sanciones de Benedicto XVI, mismas que nadie conoce, pero (presumiendo su existencia) él, como nuncio, no parece haber actuado para que se respetaran. Esa respuesta es todo lo que comunica al Papa.



¿McCarrick consejero?



Viganò escribe que el viejo cardenal se habría convertido, en los primeros años del Pontificado de Francisco, en uno de sus consejeros, sobre todo en relación con los nombramientos estadounidenses. No ofrece, por lo menos hasta ahora, ninguna prueba de ello. En cambio, sostiene que (y también en este punto no hay por qué no creerle) que en ese primer encuentro de junio de 2013 el nuevo Papa le habría pedido que «los obispos en Estados Unidos no tienen que estar ideologizados, deben ser pastores». Como en los meses que siguieron también McCarrick hizo una afirmación semejante, hablando con monseñor de la nunciatura (que lo refiere a Viganò), el ex nuncio que pide la renuncia del Pontífice deduce que precisamente McCarrick está detrás de la actitud de Bergoglio frente a la Iglesia estadounidense. Una deducción bastante débil. Es mucho más simple y plausible pensar que Francisco (que conocía a la Iglesia estadounidense) hubiera dicho a diferentes personas con las que se encontraba la frase sobre los obispos que «no deben estar ideologizados», sino que deben ser «pastores». Además, para comprender que este es precisamente uno de los puntos más insistentes de su magisterio sobre el episcopado, basta leer los discursos del Papa, que ya pensaba de esta manera mucho antes del Cónclave de 2013.



El desmentido del ex embajador



Una interesante confutación de la teoría de Viganò llegó ayer. La pronunció el ex embajador estadounidense ante la Santa Sede, Miguel Díaz, nombrado en mayo de 2009, quien se dijo sorprendido al haber leído las afirmaciones de Viganò sobre las palabras de Francisco, «porque me acordé inmediatamente de que durante mi primer encuentro con el nuncio Sambi en su residencia de Washington (estamos todavía en el Pontificado de Benedicto XVI, ndr.)», él dijo que «necesitamos obispos estadounidenses que sean menos políticos y más pastorales, no “guerreros culturales”». Ya desde el Pontificado del Papa Ratzinger, la indicación que llegó al nuncio apostólico en Estados Unidos era la de nombrar a obispos pastores y no “guerreros culturales”. Evidentemente, la cuestión del excesivo colateralismo del episcopado estadounidense con ciertas posiciones políticas y un cierto interés unilateral solo en relación con determinadas cuestiones éticas eran percibidos como un problema desde finales del Pontificado ratzingeriano.



La nueva denuncia



Pasan cuatro años y medio, y, en 2018, lleva al Vaticano, por primera vez, la noticia de un abuso contra un menor cometido cincuenta años antes por McCarrick, joven sacerdote. Nunca antes había sido presentada la denuncia, nunca antes nadie (según lo afirmado por Viganò) se había referido a posibles abusos de menores en los que estuviera involucrado McCarrick. La diócesis de Nueva York abre rápidamente un procedimiento canónico regular y envía la documentación a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Surgen nuevas noticias, divulgadas por la diócesis de Newark, sobre denuncias de molestias presentadas por seminaristas mayores de edad cuando sucedieron los hechos. Con una decisión que no tiene antecedentes en la historia reciente de la Iglesia, Francisco no solo impone el silencio y la vida retirada a McCarrick (ese silencio y esa vida retirada que antes no se le habían impuesto o que nadie se había encargado de que cumpliera), sino que le quita el birrete cardenalicio. El cardenal emérito de Washington ya no es cardenal, fue “des-cardenalizado”.



Los hechos y la lógica (al revés)



No solo hay que preguntarse si lo que cuenta Viganò es cierto (como repiten a modo de mantra los medios de comunicación que piden la cabeza de Francisco). Hay que preguntarse si la secuencia de hechos descrita por Viganò, si sus consideraciones, sus omisiones, sus interpretaciones son razonables y conducen a la atribución real de alguna responsabilidad del Pontífice reinante. De cualquier manera, según los hechos puros y crudos, y presumiendo que cada detalle narrado por el ex nuncio sea verdadero, esto es lo que sucedió. Hay un Papa santo cuyo “entourage” (mucho menos santo) promovió y convirtió en cardenal a un obispo homosexual que abusaba de su poder para llevarse a algunos seminaristas a la cama, aunque no queda claro cuántas comunicaciones directas al respecto haya recibido Juan Pablo II, que en ese entonces todavía estaba en condiciones de tomar decisiones. Y algo tan importante como el nombramiento del arzobispo en Washington no podía tomárselo a la ligera. Hay otro Papa, hoy emérito, Benedicto, que (tal vez) habría ordenado que este cardenal viviera retirado, pero no habría sido capaz de que se respetaran sus órdenes. No habría dicho nada al encontrárselo en el Vaticano en varias ocasiones. Y su nuncio en Estados Unidos (Viganò) no habría tenido ningún problema para aparecer en fotografías a su lado, para concelebrar con él, cenar con él y pronunciar discursos ante su presencia. Y, para concluir, está el Papa Francisco, quien le quitó al cardenal (a pesar de que fuera ya un anciano jubilado desde hacía tiempo) la púrpura después de haberlo reducido al silencio y de haberle prohibido celebrar en público. Pues bien, precisamente de este último es de quien ahora Viganò, indignado, pide la cabeza. Probablemente solo porque Francisco ha “osado” nombrar en los Estados Unidos a algunos obispos menos conservadores con respecto a los que fueron nombrados antes, cuando quienes daban consejos sobre los nombramientos en Estados Unidos eran cardenales como Bernard Law. La instrumentalización en esta operación es evidente, si se reflexiona sobre la sucesión cronológica de los hechos, sin la necesidad de llenar páginas para desacreditar la figura de Viganò.



Andrea Tornielli | Ciudad del Vaticano


Fuente:http://www.lastampa.it/2018/08/28/vaticaninsider/hechos-y-omisiones-en-el-documento-de-vigan-contra-francisco-UU3zoSxVllfMltnG2FdhTJ/pagina.html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook

jueves, 1 de marzo de 2018

«FRANCISCO ESTÁ METIENDO A LA IGLESIA EN EJERCICIOS ESPIRITUALES» PADRE SPADARO





28 de febrero de 2018 

«Todo lo que nos dice el Papa marca rumbo y dirección», y «todo lo que hacemos en la vida tiene que tener carácter pascual». Con esta promesa, alfa y omega de la vida cristiana, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, animaba este martes, 26 de febrero, al público congregado en la sede del Instituto Teológico de Vida Religiosa a ser «provocadores de encanto» y a construir «centros de amor que evangelicen», como pueden ser «la parroquia o la familia». Y lo hacía durante un encuentro con el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista italiana La Civiltà Cattolica, al hilo de la publicación del libro sobre el Pontífice En tus ojos está mi palabra (Ediciones Claretianas). 

El prelado tomó la palabra ante un abarrotado auditorio que escuchaba atento las palabras del pastor de la Iglesia que peregrina en Madrid. «La lectura del libro ha sido algo especial, desde el comienzo hasta el final», subrayó el arzobispo, «y os animo de corazón a que sea un libro que tengáis en vuestras manos». Un volumen que «nos convierte, nos advierte y nos pone a todos en una misma dirección», hasta descubrir la síntesis del mismo, que tiene un solo nombre: «Construir la cultura del encuentro». En el libro, además, el Santo Padre «hace un gesto de donación total de su vida», dijo el cardenal, porque «está su vida entera en esas palabras». El Papa «une los corazones del que habla y de los que escuchan», y «lo hace con todo su ser», mostrando una Iglesia «que ama a los hombres y que quiere mostrar el amor mismo de Jesucristo». 

El laboratorio del pontificado del Papa 


En un mundo a veces desencantado, «entreguemos propuestas de justicia y de amor» y «descubramos que evangelizar es construir la cultura del encuentro». De este modo, el arzobispo de Madrid daba paso al consultor del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales y del Pontificio Consejo de la Cultura, Antonio Spadaro. El sacerdote y periodista italiano centró su ponencia en El liderazgo del Papa Francisco. Cinco años de pontificado: Balance y perspectivas. A su lado, el director del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, Carlos Martínez, CMF, y el director de la editorial claretiana, el padre Fernando Prado, CMF, quien ha preparado la edición española de esta obra que incluye una larga entrevista con el Papa Francisco realizada por el padre Spadaro. «Agradezco la presencia del cardenal Osoro, porque su presencia como pastor da relevancia a este libro», confesó el periodista antes de comenzar su disertación. Una ponencia que estuvo cargada de anécdotas y que recogió el testimonio de una vida –la del Papa Francisco– entregada a manos llenas. 

«El periodo del cardenal Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires se puede considerar como el verdadero laboratorio de su pontificado». En Francisco, dijo, «se ve una continuidad y una maduración», porque «tiene contacto con la gente de su diócesis». Y todas las ideas que tenía «se convirtieron en carne», destacó, «porque ha tenido contacto con la gente, y esta es la experiencia de este libro». 

Fruto de un discernimiento del Santo Padre 



«Hoy vemos bien desarrollada la película, pero las fotografías se habían hecho hace muchos años», subrayó. Del volumen, que recoge las homilías de Jorge Mario Bergoglio durante los cinco años previos a su elección como Papa, descubrió que «no es una antología de escritos ni un libro organizado por temas», sino que se ha publicado cronológicamente para ver el desarrollo de su pensamiento: «Era oportuno presentar hoy toda la predicación como arzobispo de Buenos Aires para que la gente entienda el contexto de esta predicación». Y se hizo realidad «fruto de un discernimiento del Papa». 

Nuestro pasado «contiene el paso de Dios por nuestra vida», manifestó Spadaro, antes de enumerar los dos grandes temas de este volumen, que son «la educación –que ha tenido relación con los jóvenes– y la política –que ha tenido relación con los políticos–». Detalles que «ayudan a interpretar al Francisco Pontífice» y «da las grandes claves para entender los grandes temas que está poniendo encima de la mesa hoy». 

La Iglesia, incidió, «está viviendo un momento fuerte de cambio», y «el Papa ha influido en el camino de la Iglesia». Francisco «es el primer Papa que no ha vivido el Concilio en persona», pero «él mismo ha sentido la necesidad fuerte de recuperar el espíritu del Vaticano II y de llevarlo adelante». Él «sabe que el Vaticano II todavía no se ha digerido bien» y, por ello, « hay que ir adelante con él». 


«El albañil de la Iglesia» 


Y en sus palabras, un deseo, el mismo que el del Papa Francisco: «Yo solo quiero poner a Cristo siempre más al centro de la Iglesia; si Cristo está en el centro, el Espíritu Santo reformará Iglesia”. Dos afirmaciones «fundamentales» para entender la mente de Bergoglio, quien «no eligió el nombre de Francisco solo porque aquel fuera pobre, sino porque la reforma de Francisco era la reforma espiritual de la Iglesia». Por ello, «ha querido ser el albañil de la Iglesia, construyendo una pequeña capilla y quiere ser el albañil de la Iglesia católica». Quiere una reforma espiritual «porque esto va hasta el fondo» y, por tanto «está metiendo a la Iglesia en ejercicios espirituales». 

La Iglesia «se ha convertido en un gran laboratorio teológico». Y, de la mano, Francisco, «un Papa eléctrico», en torno a quien «se crean campos de atracción y de repulsión». Pero yo, expuso el sacerdote jesuita, «estoy viendo que Francisco se está convirtiendo en un catalizador de energías positivas». El Papa, continuó, «toma sus decisiones por discernimiento, reza, trata de entender qué debe hacer y, después de haberlo hecho, hace discernimiento sobre lo que ha hecho». Y en contra de lo que algunos piensan, «no actúa sin tener una consolación interior, ya que toma las decisiones en la capilla». Por tanto, quiso señalar que «no existe la Iglesia de Francisco» y que «el Papa no tiene un programa rígido». 

«El modelo del Papa es Cristo» 


Finalmente, el consultor del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales y del Pontificio Consejo de la Cultura expuso que para el Papa, «la Iglesia debe estar siempre en contacto con la plaza, con las puertas abiertas, para que Jesús –que está dentro– pueda salir fuera». Por ello, «la Iglesia debe estar en la calle, siendo una antorcha y acompañando a las personas». Y ahí, quizá, radica el testimonio, a imitación de Cristo, del Pontífice, que no entiende de reconocimientos o de «éxito», ya que, como subrayó Spadaro, «el éxito no forma parte del programa de un Papa», porque «su modelo es Cristo y el gran éxito de Cristo fue morir en la cruz». Y «este es el modelo de un Papa: ser crucificado». Un pontificado, concluyó, de frutos y no de semillas: «Las semillas que está sembrando son mucho mayores que los frutos que está recogiendo». 

Así, alentó a los presentes a entrar en las páginas del volumen para comprender el origen de todo lo demás. Y hacerlo «con todo el ser, con las manos, con el corazón y con la palabra», como dijo el Santo Padre en la primera homilía que pronunció y que puede leerse entre las páginas de este libro. 

jueves, 22 de febrero de 2018

«AL CRECER LA MALDAD, SE ENFRIARÁ EL AMOR EN LA MAYORÍA»

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2018



Queridos hermanos y hermanas:


Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión» [1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.

Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).

Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.



Los falsos profetas



Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.

Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.



Un corazón frío



Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo [2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos [3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.

El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero [4].



¿Qué podemos hacer?



Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.

El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos [5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad? [6]

El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.



El fuego de la Pascua



Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu» [7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.

Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.

Vaticano, 1 de noviembre de 2017

Solemnidad de Todos los Santos


Francisco


[1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.
[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29).
[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).
[4] Núms. 76-109.
[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.
[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.
[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.

Fuente:http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/papa-francesco_20171101_messaggio-quaresima2018.html