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miércoles, 6 de julio de 2022

ANTE LA OLA DE ASESINATOS, LA IGLESIA CATÓLICA CONVOCA A UNA "JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ"

 

Templo de la Sagrada Familia en la CDMX, en donde se conservan reliquias de P. Miguel Agustín Pro, S. J., fusilado el 23 de noviembre de 1927.

“Los asesinatos y desapariciones que diariamente se cometen en el país son un llamado de Dios a unirnos para pedir por la paz. La sangre derramada de estos hermanos y hermanas es la sangre de Jesús que cae a la tierra para hacerla fértil”, señaló la Conferencia del Episcopado Mexicano.


Por Rodrigo Vera | martes, 5 de julio de 2022

CIUDAD DE MÉXICO (apro). –Ante la ola de “asesinatos y desapariciones que diariamente se cometen en el país”, la jerarquía católica mexicana está convocando a todos sus sacerdotes y fieles a una “Jornada de Oración por la Paz”, que se planea realizar en todos los templos católicos durante este mes de julio.

“Los asesinatos y desapariciones que diariamente se cometen en el país son un llamado de Dios a unirnos para pedir por la paz. La sangre derramada de estos hermanos y hermanas es la sangre de Jesús que cae a la tierra para hacerla fértil y emprender un camino por la paz”, señala el comunicado donde se hace la convocatoria, firmado por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la Compañía de Jesús y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CIRM).

Ante la actual situación de violencia –agregan estas instituciones en su comunicado-, “convocamos a una Jornada de Oración por la Paz. Necesitamos estar unidos en este momento en que la indignación de nuestro pueblo, ante la barbarie de la violencia, nos están abriendo una puerta para la paz”.

Y dan cuatro grandes directrices a los sacerdotes y a la feligresía católica para realizar esta jornada por la paz:

1. En la primera, se pide que, el próximo domingo 10 de julio, se haga “memoria de todos los sacerdotes, religiosos y religiosas que han sido asesinados en el país y ofrecer la intención de la eucaristía por su vida para que su dolor nos acompañe en este camino por la paz”.

De ahí que, en todos los templos de México, se puedan colocar “fotografías de estos hombres y mujeres que han dado su vida por el pueblo de Dios y han recibido la muerte violenta”.

2. En la segunda directriz, piden que durante todo el mes de julio se celebren “misas” y “oraciones comunitarias” en “lugares significativos que representen a todas las personas que han desaparecido o sufrido una muerte violenta, sean homicidios dolosos, feminicidios” perpetrados contra “activistas sociales” o cualquier persona “en situación de exclusión o vulnerabilidad”, haciendo con esto “memoria de la muerte y resurrección de Jesús”.

3. Y en la tercera, se exhorta a que en las misas que se realizarán el próximo domingo 31 de julio “pidamos por los victimarios, oremos por sus vidas y la conversión de sus corazones, tendamos la mano para recibirlos con el corazón arrepentido a la casa de Dios”.

4. Finalmente, en la cuarta directriz, se señala que cada diócesis, congregación religiosa o parroquia, “definirá las acciones a emprender para abordar a este camino para la paz”, por lo que –a su entera libertad—podrá realizar “procesiones por la paz”, “mensajes al pueblo de Dios”, “horas santas” o cualquier otra acción que considere pertinente.
Indican que, con estas acciones, “nuestra apuesta es por el diálogo social para construir un camino de justicia y reconciliación que nos lleve a la paz. Queremos abrir horizontes de diálogo para construir la paz. Estamos delante de un problema complejo que necesita de todos y todas para atenderlo desde la raíz y así dejar que el Cristo Resucitado haga surgir una nueva mirada que permita construir los acuerdos que hoy México necesita”.

El comunicado lo firma el presidente de la CEM, Rogelio Cabrera López; la presidenta de la CIRM, Juana Ángeles Zárate; y el provincial de la Compañía de Jesús en México, Luis Gerardo Moro Madrid.

sábado, 4 de abril de 2020

"ES LA HORA DE AYUNAR DEL PAN Y APRENDER A COMULGAR CON LA PALABRA"



Rafael Luciani


"El clericalismo está tan arraigado en la cultura eclesial, y a todo nivel, que las respuestas pastorales que se ofrecen ante la situación tan dramática que estamos viviendo parecen no ir más allá de la oferta sacramental"


"Las palabras que seguimos usando y las ofertas teológico-pastorales que la institución eclesiástica está ofreciendo en este tiempo de crisis, sólo responden a la cuestión de si los fieles están recibiendo —o no— la gracia sacramental"

"Es muy cómodo para un cura limitarse a dar —no celebrar— misas online. Esto demuestra el inmediatismo pastoral en el que se han formado, sin capacidad de conectar con la vida diaria de las personas más allá del ambón"

"La gente está en sus casas y necesita mensajes realistas que ayuden a sentir que Dios los ama y abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no tendrán acceso. Centrarse sólo en la misa online no ayuda pastoralmente"

"La oferta pastoral que se está ofreciendo —o al menos transmitiendo con las palabras que se usan— es tan triste que sólo puede prometer un perdón a medias, un Dios que pone su amor en pausa. En fin, pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí viaja por todo el mundo"





Se trata de una frase muy repetida y muy bonita, que resuena en la voz de muchos/as, sin comprender toda su profundidad. La pastoral de conservación es aquella que sólo se preocupa por mantener el culto a toda costa y, por tanto, su oferta pastoral debe responder a cómo hacer para que todos/as puedan participar de los ritos sacramentales y recibir la gracia divina. En 1968, la Conferencia de Medellín, pidió superar esta visión, ya que sólo buscaba la sacramentalización ritualista de la vida cristiana centrada en la figura del sacerdote —y no del presbítero— como único mediador de la gracia y del encuentro con Jesús.


Las palabras que seguimos usando y las ofertas teológico-pastorales que la institución eclesiástica está ofreciendo en este tiempo de crisis, sólo responden a la cuestión de si los fieles están recibiendo —o no— la gracia sacramental. Seguimos anclados a una imagen de Iglesia que se cree dueña de Dios, de su gracia y su perdón, y que sólo pone más cargas en las conciencias de las personas, especialmente cuando hoy en día estamos aislados por la pandemia y sin posibilidad de acercarnos a un presbítero ni congregarnos como asamblea. Aunque no parezca, todo esto es muy contrario a la propia tradición de la Iglesia. Santo Tomás de Aquino sostuvo en su Suma Teológica que "la cosa significada por un sacramento se puede obtener antes de recibir este sacramento con sólo desearle".

Así es: "con sólo desearle". No se recibe la gracia, como si Dios pudiera ausentarse de nuestras vidas y la Iglesia es quien decide cuándo nos devuelve su presencia divina. La gracia es Dios mismo que se nos da como don primero, como regalo sin condiciones, abrazándonos desde lo más íntimo de nuestras conciencias, acogiendo nuestros pensamientos y sentimientos, y sanando nuestros miedos y temores. Todos/as, en nuestros hogares y comunidades, hemos sido ya agraciados, abrazados por Dios y perdonados. Esto fue lo que el mismo Jesús nos reveló cuando descubrió que Dios era como un Padre que nos ama desde las entrañas de una madre. Por ello, Jesús pudo reconocer más fe en los supuestos infieles e impuros de su época, en los alejados del Templo y excluidos por los sacerdotes, en los que no asistían a los ritos celebrativos ni a las purificaciones. Así se lo hizo saber a una mujer samaritana y a un centurión, entre otros y otras que iba encontrando en su camino.


La transmisión actual de la fe está en crisis. No ganamos nada repitiendo modelos tridentinos, ya fracasados, que no han ayudado a formar y a vivir una fe adulta. Nuevamente la Conferencia de Aparecida es iluminadora pues recuerda que las reformas de la Iglesia son "espirituales, pastorales e institucionales", deben tocar las mentalidades, las prácticas y las estructuras. Si nos sigue moviendo el clericalismo, sólo estaremos cambiando las formas —ahora virtuales—, más no el fondo. No habrá conversión de la institución eclesiástica y, cuando todo esto pase, seguiremos con los mismos problemas pastorales.

Lo que propongamos debe ser discernido a la luz de la eclesiología del Pueblo de Dios, en la que todos —obispos, clero, religiosos/as y laicos/as— somos iguales por el bautismo. Debemos empoderar a cada uno/a en su hogar con los Evangelios y no transmitir la idea de una institución eclesiástica que sólo se preocupa por el mero cumplimiento de la asistencia o no a los oficios litúrgicos. El reto está en comunicar la experiencia de un Dios que ya nos perdonó y reconcilió con su abrazo misericordioso, y superar así las narrativas que insisten en la falsa idea de una divinidad que pone en pausa su perdón hasta que, algún día, cuando pase la pandemia, busquemos a un sacerdote para confesarnos y recibir la verdadera gracia. La oferta pastoral que se está ofreciendo —o al menos transmitiendo con las palabras que se usan— es tan triste que sólo puede prometer un perdón a medias, un Dios que pone su amor en pausa. En fin, pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí viaja por todo el mundo.

Hemos de reconocer, pues, que seguimos anclados a modelos pastorales clericalistas y auto-referenciales, inspirados en la teología tridentina del ministerio ordenado y la gracia sacramental que predica, como otrora, que "donde no llegan los sacramentos, no llega la gracia ni la salvación". Las buenas voluntades no bastan. Pueden crear mayor daño a mediano y a largo plazo. Se necesitan palabras, gestos y acciones pastorales realistas y liberadores, en sintonía con el Concilio y en seguimiento al Jesús de los Evangelios.



El Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, situó la centralidad de la vida eclesial en torno al Pueblo de Dios, que somos todos y todas, y no sólo los clérigos. La eucaristía es una celebración de la comunidad, en la que el presbítero preside junto a la comunidad. Nunca solo y menos en privado. No hay misa sin Pueblo de Dios. El Decreto conciliar Presbiterorum Ordinis, en el número 13, hace mención a la celebración de la Eucaristía como la función principal del ministro ordenado. El texto no se refiere a la posibilidad de realizar una celebración eucarística sin la asamblea, es decir, sin Pueblo de Dios. Por ello, el mismo Decreto aclara que, aunque la función específica le viene concedida al celebrar la eucaristía, su identidad exclusiva nace de la Palabra (Presbiterorum Ordinis 4). En torno a la Palabra, el ministerio ordenado se une a cualquier ministerio y carisma, y encuentra ahí su fuente y sentido. Así, el presbítero, uno de la comunidad, ha de nutrirse y compartir la Palabra con todos/as, como uno más del Pueblo de Dios.


Ante la actual crisis se requiere una gran creatividad pastoral de todos/as —y no recetas mágicas de algunos. Urge escuchar y responder a los problemas reales de las personas: la necesidad de sentirse acompañadas, la angustia de no tener trabajo ni dinero para comprar comida, el miedo a enfermarse y a no ser atendidas debidamente, la soledad del aislamiento, la posibilidad de no poder ver a un familiar morir ni enterrarlo por haber contraído el virus.... Sólo regresando a Jesús, y colocando de nuevo a los Evangelios como nuestro libro diario de cabecera, podemos generar procesos de discernimiento y acompañamiento que respondan a todas estas necesidades, porque esos fueron los problemas que Jesús escuchó y a los que respondió cuando caminaba de aldea en aldea. Una Iglesia sacramentalizada es una Iglesia auto-referencial, alejada del Jesús de los Evangelios. Podemos estar muy cerca de la institución eclesiástica y muy lejos del Reino de Dios.

Ciertamente estamos en una situación irregular que necesita respuestas pastorales inmediatas. Pero la misa es sólo una de esas respuestas, más no la única ni la más importante en estos momentos. La gente está en sus casas y necesita mensajes realistas que ayuden a sentir que Dios los ama y abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no tendrán acceso. Centrarse sólo en la misa online no ayuda pastoralmente. Es seguir manteniendo el esquema de una religión privada, clerical y sagrada. Todo lo que se pueda hacer creativamente en función del empoderamiento religioso de las personas, sin la mediación del sacerdote, es fundamental para una respuesta pastoral real y coherente en estos momentos.

Es hora de alinear la eclesiología del Pueblo de Dios de Lumen Gentium con la teología del ministerio ordenado de Presbiterorum Ordinis. En Evangelii Gaudium, Francisco logró invertir la pirámide eclesial al superar la yuxtaposición que existía entre el Pueblo de Dios y la Jerarquía en Lumen Gentium (capítulos 2 y 3). Todos/as somos iguales por el bautismo, portadores de la gracia, Pueblo de Dios en camino. Todos somos fieles: obispos, clero, religiosos/as y laicos/as. Todos somos sacerdotes y portadores del Espíritu de Dios (Lumen Gentium 4,6,11). A pesar de este giro que representó el Concilio, los debates actuales se han centrado, casi exclusivamente, a la recepción de la gracia por medio de los sacramentos de la eucaristía y la reconciliación.

Es muy cómodo para un cura limitarse a dar —no celebrar— misas online. Esto demuestra el inmediatismo pastoral en el que se han formado, sin capacidad de conectar con la vida diaria de las personas más allá del ambón. Urge creatividad pastoral, abrirnos al Espíritu. El haber hecho que la vida cristiana se centre sólo en torno al templo y el culto, sólo ha contribuido a alejar a jóvenes y a tantos otros de la Iglesia Católica, porque para una gran mayoría el único referente de vida eclesial es la parroquia, con un modelo tridentino y ritualista, ya fracasado.

Es hora de recuperar la Palabra y el silencio. Los medios virtuales pueden ser usados para ofrecer actividades que ayuden a acompañar y a discernir lo que se está viviendo desde la Palabra de Dios que se encarna en nuestras casas hoy. Si no recuperamos la centralidad de la Palabra, estaremos devaluando el sentido mismo de la Eucaristía, que consta de dos partes por igual: la celebración de la Palabra y la celebración del Pan, sabiendo que la celebración del Pan nace de la Palabra, y no al revés. Si no es posible encontrarnos todos/as como Pueblo de Dios en torno al Pan, sí es posible que nos encontremos alrededor de la Palabra.
Cena del Señor

Tal vez sea la hora de ayunar el Pan y comulgar con la Palabra. Esa que nace del silencio, y que nos ayudará a sanar lo que llevamos en nuestros corazones. Un ayuno que nos haría a todos/as iguales, solidarios y partícipes de la misma dignidad, porque no habrá unos que comulguen pan mientras una mayoría lo ayuna "espiritualmente". Mientras no haya ayuno del pan para todos/as, seguirán las misas sin Pueblo de Dios, y los ritos quasi mágicos vía ondas televisivas u online sin relación alguna con la vida diaria de las personas y sus procesos de crecimiento. Una pastoral misionera y en salida es la que redescubre hoy la centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. Esa Palabra que se encarna en nuestros hogares mediante la lectura personal y comunitaria, pausada y meditativa, para conocer y discernir lo que Jesús hubiera hecho si estuviese hoy padeciendo esta misma situación.

La superación de la pastoral de conservación comienza con lo que el Decreto Ad Gentes nos enseñó. Ahí, el Concilio nos propone un camino: comenzar por el testimonio evangélico (AG 24), formar pequeñas comunidades ambientales —en nuestras familias o comunidades—, congregarnos todos/as en torno a la Palabra (AG 15), y discernir la realidad que vivimos (AG 6; 11). De este modo llegaremos, de nuevo, a comer el Pan todos/as juntos como Asamblea.

Rafael Luciani
Experto del CELAM y miembro del Equipo Teológico de la CLAR

jueves, 1 de marzo de 2018

«FRANCISCO ESTÁ METIENDO A LA IGLESIA EN EJERCICIOS ESPIRITUALES» PADRE SPADARO





28 de febrero de 2018 

«Todo lo que nos dice el Papa marca rumbo y dirección», y «todo lo que hacemos en la vida tiene que tener carácter pascual». Con esta promesa, alfa y omega de la vida cristiana, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, animaba este martes, 26 de febrero, al público congregado en la sede del Instituto Teológico de Vida Religiosa a ser «provocadores de encanto» y a construir «centros de amor que evangelicen», como pueden ser «la parroquia o la familia». Y lo hacía durante un encuentro con el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista italiana La Civiltà Cattolica, al hilo de la publicación del libro sobre el Pontífice En tus ojos está mi palabra (Ediciones Claretianas). 

El prelado tomó la palabra ante un abarrotado auditorio que escuchaba atento las palabras del pastor de la Iglesia que peregrina en Madrid. «La lectura del libro ha sido algo especial, desde el comienzo hasta el final», subrayó el arzobispo, «y os animo de corazón a que sea un libro que tengáis en vuestras manos». Un volumen que «nos convierte, nos advierte y nos pone a todos en una misma dirección», hasta descubrir la síntesis del mismo, que tiene un solo nombre: «Construir la cultura del encuentro». En el libro, además, el Santo Padre «hace un gesto de donación total de su vida», dijo el cardenal, porque «está su vida entera en esas palabras». El Papa «une los corazones del que habla y de los que escuchan», y «lo hace con todo su ser», mostrando una Iglesia «que ama a los hombres y que quiere mostrar el amor mismo de Jesucristo». 

El laboratorio del pontificado del Papa 


En un mundo a veces desencantado, «entreguemos propuestas de justicia y de amor» y «descubramos que evangelizar es construir la cultura del encuentro». De este modo, el arzobispo de Madrid daba paso al consultor del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales y del Pontificio Consejo de la Cultura, Antonio Spadaro. El sacerdote y periodista italiano centró su ponencia en El liderazgo del Papa Francisco. Cinco años de pontificado: Balance y perspectivas. A su lado, el director del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, Carlos Martínez, CMF, y el director de la editorial claretiana, el padre Fernando Prado, CMF, quien ha preparado la edición española de esta obra que incluye una larga entrevista con el Papa Francisco realizada por el padre Spadaro. «Agradezco la presencia del cardenal Osoro, porque su presencia como pastor da relevancia a este libro», confesó el periodista antes de comenzar su disertación. Una ponencia que estuvo cargada de anécdotas y que recogió el testimonio de una vida –la del Papa Francisco– entregada a manos llenas. 

«El periodo del cardenal Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires se puede considerar como el verdadero laboratorio de su pontificado». En Francisco, dijo, «se ve una continuidad y una maduración», porque «tiene contacto con la gente de su diócesis». Y todas las ideas que tenía «se convirtieron en carne», destacó, «porque ha tenido contacto con la gente, y esta es la experiencia de este libro». 

Fruto de un discernimiento del Santo Padre 



«Hoy vemos bien desarrollada la película, pero las fotografías se habían hecho hace muchos años», subrayó. Del volumen, que recoge las homilías de Jorge Mario Bergoglio durante los cinco años previos a su elección como Papa, descubrió que «no es una antología de escritos ni un libro organizado por temas», sino que se ha publicado cronológicamente para ver el desarrollo de su pensamiento: «Era oportuno presentar hoy toda la predicación como arzobispo de Buenos Aires para que la gente entienda el contexto de esta predicación». Y se hizo realidad «fruto de un discernimiento del Papa». 

Nuestro pasado «contiene el paso de Dios por nuestra vida», manifestó Spadaro, antes de enumerar los dos grandes temas de este volumen, que son «la educación –que ha tenido relación con los jóvenes– y la política –que ha tenido relación con los políticos–». Detalles que «ayudan a interpretar al Francisco Pontífice» y «da las grandes claves para entender los grandes temas que está poniendo encima de la mesa hoy». 

La Iglesia, incidió, «está viviendo un momento fuerte de cambio», y «el Papa ha influido en el camino de la Iglesia». Francisco «es el primer Papa que no ha vivido el Concilio en persona», pero «él mismo ha sentido la necesidad fuerte de recuperar el espíritu del Vaticano II y de llevarlo adelante». Él «sabe que el Vaticano II todavía no se ha digerido bien» y, por ello, « hay que ir adelante con él». 


«El albañil de la Iglesia» 


Y en sus palabras, un deseo, el mismo que el del Papa Francisco: «Yo solo quiero poner a Cristo siempre más al centro de la Iglesia; si Cristo está en el centro, el Espíritu Santo reformará Iglesia”. Dos afirmaciones «fundamentales» para entender la mente de Bergoglio, quien «no eligió el nombre de Francisco solo porque aquel fuera pobre, sino porque la reforma de Francisco era la reforma espiritual de la Iglesia». Por ello, «ha querido ser el albañil de la Iglesia, construyendo una pequeña capilla y quiere ser el albañil de la Iglesia católica». Quiere una reforma espiritual «porque esto va hasta el fondo» y, por tanto «está metiendo a la Iglesia en ejercicios espirituales». 

La Iglesia «se ha convertido en un gran laboratorio teológico». Y, de la mano, Francisco, «un Papa eléctrico», en torno a quien «se crean campos de atracción y de repulsión». Pero yo, expuso el sacerdote jesuita, «estoy viendo que Francisco se está convirtiendo en un catalizador de energías positivas». El Papa, continuó, «toma sus decisiones por discernimiento, reza, trata de entender qué debe hacer y, después de haberlo hecho, hace discernimiento sobre lo que ha hecho». Y en contra de lo que algunos piensan, «no actúa sin tener una consolación interior, ya que toma las decisiones en la capilla». Por tanto, quiso señalar que «no existe la Iglesia de Francisco» y que «el Papa no tiene un programa rígido». 

«El modelo del Papa es Cristo» 


Finalmente, el consultor del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales y del Pontificio Consejo de la Cultura expuso que para el Papa, «la Iglesia debe estar siempre en contacto con la plaza, con las puertas abiertas, para que Jesús –que está dentro– pueda salir fuera». Por ello, «la Iglesia debe estar en la calle, siendo una antorcha y acompañando a las personas». Y ahí, quizá, radica el testimonio, a imitación de Cristo, del Pontífice, que no entiende de reconocimientos o de «éxito», ya que, como subrayó Spadaro, «el éxito no forma parte del programa de un Papa», porque «su modelo es Cristo y el gran éxito de Cristo fue morir en la cruz». Y «este es el modelo de un Papa: ser crucificado». Un pontificado, concluyó, de frutos y no de semillas: «Las semillas que está sembrando son mucho mayores que los frutos que está recogiendo». 

Así, alentó a los presentes a entrar en las páginas del volumen para comprender el origen de todo lo demás. Y hacerlo «con todo el ser, con las manos, con el corazón y con la palabra», como dijo el Santo Padre en la primera homilía que pronunció y que puede leerse entre las páginas de este libro. 

domingo, 4 de febrero de 2018

SOPLAN VIENTOS DE RENOVACIÓN EN EL ARZOBISPADO DE LA CIUDAD DE MÉXICO




Otro de los grandes acontecimientos que nos trae el 2018, es el relevo del Arzobispo Norberto Rivera Carrera, tras 22 años de ejercer el encargo. Será sustituido por Mons. Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalneplantla, quien este sábado 3 de febrero, peregrinó al Tepeyac junto a sus feligreses por nueve años. La peregrinación fue una especie de despedida entre el pastor y su feligresía.

Sobre la razón de su posible nominación comentó, que en Tlalnepantla se vive un proceso misionero de salida tocando puerta por puerta para hacer el anuncio kerigmático. “Se lo dije al Santo Padre en junio pasado, personalmente, y me dijo: ¡Ese es el camino Carlos! Ése es el camino. Y yo creí que por eso me iba a dejar en la Iglesia de Tlalnepantla para consolidar ese camino, pero también me dijo, y ahora caigo en la cuenta: “se lo tienes que decir a otros obispos que ése es el camino”. Quizá por eso me trajo acá. Y lo voy intentar, y lo voy a procurar porque entiendo que eso es lo que Dios quiere, cuando mi autoridad, mi cabeza, me lo dice”.

En su homilía comentó: “Hoy, le pido al Señor, abriendo mi corazón y le digo a María de Guadalupe que me ayude a gobernar esta nueva Arquidiócesis que me ha encomendado, en donde ella está en el centro de la vida y de la identidad de nuestro pueblo de México”. Así es que este lunes 5 de febrero tomará posesión de su nuevo encargo.

Entre los primeros cambios está el vocero del Arzobispado, que ya no será ejercido por un cura, sino que por primera vez recaerá en una mujer. Ella es Marilú Esponda, ex directora de Prensa de la CEM, que nos presenta el perfil del nuevo Arzobispo Primado de México Cardenal Carlos Aguiar Retes durante el desayuno de SIGNIS México y la Red de Comunicadores Católicos del 2 de febrero de 2018 (Fiesta de la Candelaria):



Jorge Pérez Uribe

sábado, 9 de septiembre de 2017

LIBRO: UNA HISTORIA DE LA IGLESIA




Carmelo López-Arias

Angela Pellicciari es doctora en Historia Eclesiástica y profesora de Historia de la Iglesia en los serminarios Redemptoris Mater. Se ha especializado en dos fenómenos conexos: el Risorgimento que desembocó en la unidad de Italia a costa de los Estados Pontificios, y el papel de la masonería en la política contemporánea.

Acaba de publicar en la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) Una historia de la Iglesia, un libro que tiene aquella virtud que tanto valoraba el romanista y carlista Álvaro d'Ors (1915-2004): la virtud de una humilde parcialidad. Esto es, y sin merma del rigor en los datos y en su documentación, y en la justificación de cada aserto, la sinceridad de escribir amando aquella realidad de la que se escribe. La Iglesia, en este caso. Y amarla combativamente, apologéticamente, para lavar su rostro de manchas que no le corresponden. 

-Dice que lo que se cuenta de la Iglesia no tiene nada que ver con lo que ha vivido en ella y con lo que conoce como historiadora... 



Angela Pellicciari

-Yo vengo del ateísmo y del 68. Cuando conocí la predicación de Kiko y Carmen [iniciadores del Camino Neocatecumenal] me di cuenta de que todo lo que sabía sobre la Iglesia era falso. Como historiadora he podido documentar que las palabras de León XIII en 1883 eran literalmente ciertas: la llamada ciencia histórica se ha convertido en una conjura contra la verdad (Saepenumero considerantes). ¡Eso no quiere decir que todos los hombres de Iglesia sean santos! Sin embargo, la mayoría de los que conozco, y son muchos, viven y mueren santamente. La de la Iglesia es una historia interminable de persecuciones, violencias, mentiras, calumnias. 

-¿Alguna calumnia actual? 
-Un ejemplo vale por todos: se han proyectado sobre la Iglesia y sobre su historia las características islámicas. En las últimas décadas, el islam se describe como tolerante, mientras a la Iglesia se la presenta como violenta, opresora, intolerante. Se cuenta la leyenda de los cruzados movidos por el deseo de conquista, por el deseo de botín. Se han proyectado sobre los cristianos las costumbres de los musulmanes: la propaganda anticatólica, bajo la máscara de ciencia histórica, ha invertido las cartas sobre la mesa. 

-En Una historia de la Iglesia pone las cosas en orden... 
-Estoy contenta de que mi historia de la Iglesia se publique en español, porque me enfrento una a una a las mentiras que sobre la Iglesia y sobre los católicos se han escrito y divulgado, comenzando por las lanzadas contra la historia de la católica España, y son muchas. 

-¿Cuál es la constante en esos dos mil años de ataques a la Iglesia? 

-La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Satanás odia a Cristo. Contra Él nada puede, pero sin embargo puede intentar hacer daño a los cristianos. Jesús lo dice claramente: me han perseguido a mí, os perseguirán también a vosotros (Jn 15, 20). Y es lo que puntualmente sucede. El ataque a la Iglesia tiene lugar siempre en dos frentes: el externo y el interno. Desde fuera, con la violencia de las persecuciones y el terror que desencadenan. Desde dentro, con el ataque al magisterio por medio de la herejía. 

-¿Cuál es la defensa? 
-Contra ambos enemigos, contra los engaños del demonio, la Iglesia se ha defendido siempre con la oración, el ayuno y la limosna, buscando consuelo en el Señor. También se ha defendido con la apologética, esto es, con la directa y atenta refutación de las calumnias y de las acusaciones que a través del tiempo le han dirigido los poderes del mundo. 
-¿Cómo resuelve la Iglesia su perpetua lucha contra la mundanización? 

-Pienso que el modo correcto de vivir es el indicado por el Evangelio. Estamos llamados a ser ciudadanos del cielo, a estar siempre en tensión hacia Dios: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48), “amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian” (Lc 6, 27). A lo largo de los siglos, el Espíritu Santo siempre ha suscitado carismas que, en los diversos contextos, han encontrado el modo de hacer actual el Evangelio haciendo de los cristianos hombres celestiales. 

-¿Comparte la idea de algunos historiadores de la Iglesia y del pensamiento, de que la gnosis es el fondo común a todas las herejías de todas las épocas? 
-Sí. En el tercer capítulo del Génesis, la Biblia cuenta cómo “el mentiroso”, el que divide y odia al género humano, Satanás, engaña a Eva con el pretexto del conocimiento. O mejor: con el pretexto de un falso amor al conocimiento que, en realidad, responde a un deseo de poder que procede de la envidia del poder por excelencia que es Dios. Si vosotros decidís lo que está bien y lo que está mal, sugiere Satanás a Eva, seréis como Dios, porque podréis, como Él, definir el bien y el mal. De esa pretensión del hombre de establecer el bien y el mal surgen las incontables violencias contra la Iglesia y todas las revoluciones y las injusticias que han llenado la tierra de violencia y de sangre. 




La hipótesis gnóstica de un conocimiento reservado y revelado solo a los iniciados está en la base de la voluntad de poder masónica y determina su estructura jerárquica.

-¿Cuál es el peor enemigo que ha tenido la Iglesia? 
-A mi modo de ver, el mayor daño se lo ha hecho y continúa haciéndoselo la gnosis. Y por tanto, en los tiempos modernos, la masonería, que por lo demás tiene sus raíces en la revolución protestante (basta pensar en que el autor de las constituciones masónicas es James Anderson, un pastor presbiteriano). La voluntad de poder que se esconde tras las bellas palabras de libertad e igualdad genera la destrucción de las más elementales formas de humanidad. Basta ver lo que ha pasado en la época de la revolución francesa, del liberalismo, del comunismo y del nazismo. Y lo que está sucediendo hoy (y continuará sucediendo) con la transformación en derecho, en ley, del deseo individual. De cualquier deseo individual. 

-¿Qué dijo la Iglesia de la masonería? 
-De 1738 a 1903, esto es, de la primera condena de la masonería por Clemente XII a la muerte de León XIII, que escribe decenas de cartas contra la masonería, el papado desempeña una gran función profética: los papas ponen en evidencia los peligros, las contradicciones, el absolutismo, el cinismo, al ataque frontal a la Iglesia, el satanismo de las diversas obediencias masónicas, buscando de esta forma evitar a los reyes y a los pueblos la catástrofe de caer bajo la influencia de las sectas. Con León XIII concluye el precioso magisterio pontificio contra las sociedades secretas. Todo lo que se podía escribir y decir al respecto ya estaba dicho y escrito. 

-En su libro apunta al modernismo como el gran error moderno... 
-Pío X condena el modernismo, que no es sino el ataque mortal a la Iglesia dirigido desde dentro (y por tanto más peligroso, al estar camuflado) en nombre de principios que son los mismos que los de las logias, comenzando por el relativismo. Esto es, la posibilidad de la evolución del magisterio, modelando la Iglesia (cuya institución es divina, esto es, perenne) según las características de la sociedad civil. 

-¿Perdura ese error? 
-Hoy el ataque al magisterio lo lanzan abiertamente los mismos exponentes del clero, incluso a los máximos niveles. 

-¿Qué hacer? 
-¿Cómo afrontar este peligro? Con el heroísmo de la fe y la plena confianza en Dios. Dicho en otros términos: con buena voluntad y la ayuda del Espíritu Santo. Y con el estudio. 

-Y con el estudio como apologética, ¿con qué argumento justificaría que la Iglesia es santa y divina? 

-Uno por encima de todos: a pesar de las persecuciones sufridas, las torturas, las calumnias, las injusticias, las infiltraciones heréticas en su interior, la Iglesia continúa viva. En estos meses, por poner un ejemplo, miles de hermanos del Camino Neocatecumenal, hombres y mujeres, chicos y chicas, sacerdotes y seminaristas, han ido y van de dos en dos, sin dinero, sin teléfono móvil, sin nada (justo como Jesús mandaba a los apóstoles) a anunciar a todo el mundo la victoria de Cristo sobre la muerte. Un hecho heroico, bellísimo, que da testimonio de la juventud y del impulso vital de la Iglesia católica. 

-Los enemigos caen y la Iglesia permanece... 
-En el Evangelio de Mateo, Jesús profetiza a Pedro que las fuerzas del infierno no prevalecerán: non praevalebunt (Mt 16, 18). El conocimiento de la historia de la Iglesia muestra cómo se ha verificado la promesa de Cristo: a pesar del horror de las persecuciones y de la multitud de los mártires en todo tiempo y lugar, los enemigos de Cristo no han prevalecido. 
El 14 de abril de 2012, Daniel Jenky, obispo de Peoria (Illinois, Estados Unidos), en una homilía que ha venido a convertirse en un hito, desgranó con claridad y valentía la necesidad de heroísmo en los católicos de nuestro tiempo, señalando con nombres y apellidos a los enemigos de la Iglesia y su paso fugaz por la Historia ante la permanencia de la Iglesia. Es el argumento que también aduce Angela Pellicciari en Una historia de la Iglesia. 


-¿Cuál es para usted el personaje más atractivo e interesante de la historia de la Iglesia? 
-Aparte de Pedro, Pablo y la Magdalena, me siento muy vinculada a Agustín, a Pío IX y al Padre Pío. ¡Pío IX, tal vez el Papa más calumniado de la historia, que ha llevado mansamente la cruz durante 32 años! Por no hablar del protagonista de nuestra época: el pontífice que a mi juicio no es grande, sino gigante: Juan Pablo II. 

jueves, 25 de agosto de 2016

¿PUEDEN LAS IGLESIAS CRITICAR LAS LEYES?





¿Pueden las Iglesias, las distintas religiones criticar a las leyes? ¿Pueden sus autoridades, su clero, decir a sus seguidores y a todo quien quiera escucharlos que no les parece una ley? La pregunta es pertinente cuando vemos a los políticos atacando a las Iglesias que se oponen al aborto, al matrimonio homosexual o a otros temas con los que algunos políticos se visten de modernos. O cuando señalan la ineptitud de los gobernantes.

Tal vez la pregunta debería ser otra: ¿Por qué se les quiere prohibir que critiquen a las leyes? Es muy claro que los gobernantes quieren estar por encima de la crítica. Se necesita ser muy democrático y muy convencido de sus propios argumentos para permitir la crítica. Entre más se acerca un gobernante a la tiranía, más trata de silenciar a sus críticos.

Hay una frase, probablemente apócrifa, atribuida indistintamente a Lincoln, a Washington y a varios revolucionarios franceses: “No estoy de acuerdo con sus ideas, pero pelearé hasta la muerte para defender su derecho a expresarlas.” Eso es, probablemente, una de las bases de la democracia. ¡Qué lejos están nuestros partidos políticos de este ideal democrático!

Las religiones tienen el derecho de decir sus creencias. No solamente sus dogmas, sino también su interpretación de la realidad. No es un derecho que les dan los políticos ni las leyes. Más aún, sus dirigentes tienen la grave obligación, en conciencia, de ser claros en exponer los criterios de su religión. ¿Por qué? Porque creen firmemente que esas enseñanzas son para el bien de los fieles de su congregación. No tienen derecho a imponer sus creencias por la violencia (como en otros tiempos, desgraciadamente, ha ocurrido con muchas religiones y se sigue viendo en demasiados lugares) pero nadie les puede quitar la libertad de expresarse. Como nadie tiene derecho a quitarnos la libertad de expresión o de creencia a los individuos.

Por desgracia, esto es lo que está pasando. Los partidos, sin argumentos para defenderse de las críticas a leyes que nos han impuesto y que no se han consensuado, tienen como único argumento el decir que las religiones y sus dirigentes están faltando a la Constitución, que se están metiendo en política. Y amenazan con encarcelar a los dirigentes religiosos. Lo cual es muy grave pero que ya ha hecho que un obispo diga que gustosamente irá a la cárcel si lo acusan y que ahí evangelizará a los presos. ¿Será acaso, como dice Trasloheros, que estamos en los prolegómenos de una persecución religiosa en el estado de Morelos?



Si revisamos la historia de la Iglesia Católica, eso fue lo que hicieron los primeros apóstoles. Aceptaban con gusto ir a la cárcel y sufrir por Cristo. Y en muchas historias de la oposición civil a las tiranías, esa fue la estrategia de personas como Henry D. Thoreau, el expositor moderno de las ideas de la resistencia civil no violenta, Mahatma Gandhi, Desdemond Tutu y otros muchos. Y, ¿saben qué? Sus ideas triunfaron.

Hoy que, una vez más, los partidos políticos quieren acallar a las Iglesias mexicanas, no solo a la católica, podríamos preguntarnos: Si tienen éxito y las callan, ¿qué sigue? ¿Acallar a organizaciones civiles? ¿A otros partidos? ¿A los individuos? No es un asunto menor. Callar a los gobernados cuando critican a las leyes, es ponerse en el camino de la tiranía. Si sus argumentos son poderosos, la propia fuerza de la razón los impondrá, sin necesidad de que nos impidan a los distintos grupos opinar en contra. Si están seguros de la fuerza de sus argumentos, pónganlos a consulta pública en referéndum. Ábranse a un debate amplio y arriésguense a perderlo. Si no tienen argumentos, por favor, no quieran callarnos.

Antonio Maza Pereda

jueves, 21 de abril de 2016

EL LIBRO `TÚ ERES PEDRO´, UNA OBRA POLÉMICA





Quise asistir a la presentación del libro “Tú eres Pedro, Profecías sobre la Iglesia, el Papa y el Mundo” que haría su autor el licenciado Luis Eduardo López Padilla el pasado 17 de marzo, conjuntamente con el conductor Roberto O´Farril, pero el horario se me empalmó con la sesión del curso “El miedo en la Historia” que estoy siguiendo en la Academia Mexicana de Historia. Así es que me conformé con comprar el libro posteriormente y leerlo.


Para quienes no lo conozcan el Lic. López Padilla, es un mariófano [1] que ha ya publicado 29 libros, principalmente sobre temas de apariciones marianas.


Importancia del libro `Tú eres Pedro´


Elemental para quienes profesan la fe católica, también resultará interesante para aquellos que no sean creyentes, ya que trata de forma documentada en la Sagrada Escritura, el mandato de Jesucristo a su sucesor Pedro como cabeza de su Iglesia en este mundo y las promesas de asistencia perenne a sus sucesores, lo que ha llevado a establecer el `dogma´ o verdad revelada, de la infabilidad papal.

Me ha impresionado la gran cantidad de promesas de asistencia de Jesucristo a Pedro y los apóstoles, empezando por la designación de Pedro como cabeza de la Iglesia, de lo que Pedro poco habrá comprendido, en ese momento: <<Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mí Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la Tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la Tierra quedará desatado en los cielos.>> (Mt, XVI, 18-19)

Probablemente el momento teológico más fuerte fue el de la fundación de la Iglesia Católica, dentro de la celebración del la Pascua del Jueves Santo: <<No me habéis elegido vosotros a mí sino que yo los he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca: de modo que todo lo que pidáis al padre en mi nombre os lo conceda.>> (Jn, XV, 16)

En el mismo acto, anunciando su próxima partida de este mundo les promete la venida del Espíritu Santo:

<<…Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga convencerá al mundo, en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. 

Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.

Cuando venga él, el espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.>> (Jn, XVI, 7-12)

Después de la resurrección y antes de partir a los cielos Jesucristo les comunicó a sus discípulos su misión universal y la promesa de acompañarlos hasta el fin del mundo: 

<<Me ha sido dado todo poder en el cielo y la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizandolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo.>> (Mt. XXVIII, 16-20) 

Los recientes sucesos del Pontificado


Por el libro vemos desfilar los sucesos de esta década que han cimbrado la institución pontificia, ante la crítica corrosiva de ciertos teólogos y de una secta que ha ido tomando fuerza dentro de la Iglesia Católica. Entre estos sucesos podemos citar:

  • La renuncia de Benedicto XVI en el año de 2013.
  • El cónclave que eligió a Francisco y la validez de su elección.
  • La coexistencia por primera vez en la historia de dos Papas y su posible significado.

No abundaré más sobre estos acontecimientos que fueron ampliamente seguidos por este blog durante el año de 2013.

`El escándalo de la Sencillez y la Misericordia´


El capítulo bajo este nombre define el pontificado de Francisco, un obispo que arrastró al pontificado su estilo de vida sencillo y austero, lo que ha motivado el rechazo de los amantes de la pompa de otros tiempos e incluso de algunos “príncipes de la Iglesia” que más que olor de oveja llevan el perfume de los aeropuertos y de las tertulias con políticos y empresarios como nuestro ególatra cardenal Norberto Rivera, quién se atrevió a desafiar al Papa, cuando éste último les recordó a los obispos de México, como debe ser un buen pastor.

Sobre el tema de la `misericordia´, estoy en shock, ya que lo humanamente lógico es lo que hacen los “guardianes de la fe tradicionalista”, es decir hablar del castigo a que nos hacemos acreedores por nuestro alejamiento de la Ley de Dios, hablar de penitencia, de expiación de nuestros pecados. Y ante ello el sucesor de Pedro, nos habla del gran amor de Dios, de su deseo de perdón infinito y establece un “Año de la Misericordia” y nos repite con frecuencia: “Dios nunca se cansa de perdonar, el hombre es el que se cansa de pedir perdón”


El Sedevacantismo


Analiza el problema del movimiento sectario del Lefebrismo y/o Sedevacantismo –curiosamente muy extendido en Argentina, la tierra del Papa Francisco-, y que golpea en las redes sociales al Papa, a la liturgia y sobre todo a las enseñanzas de los Romanos Pontífices, a través de portales como: ADELANTE LA FE, RORATE CAELI, THE REMNANT, SI SI NO NO, DENZINGER-BERGOGLIO, CATHOLIC FAMILY NEWS, HEMOS VISTO, LA HORA DE LA VERDAD, MEDITACIÓN, SAN MIGUEL ARCÁNGEL, MISA TRADICIONAL EN DIRECTO, SAN PIO X, 1914-2014, EL ÚLTIMO PAPA SANTO y otros más.

El Lic. López Padilla define a dicho movimiento de la siguiente manera: “El sedevacantismo es una posición teológica iniciada dentro del catolicismo que considera la Sede Apostólica de Roma en estado de sede vacante. Los sedevacantistas afirman que hoy no hay Papa, y la mayoría creen que no ha habido desde 1958, cuando fue elegido Juan XXIII. Los argumentos de los sedevacantistas se basan fundamentalmente en un rechazo a la “nueva orientación” en la Iglesia inaugurada por el Concilio Vaticano II, esencialmente su apertura al mundo, así como al cambio de la misa tradicional, llamada de San Pío V para dar lugar a la nueva misa o Novus Ordo” [2].

Los miembros de estas sectas, aparentemente independientes unas de otras, empiezan rechazando en culto actual, instaurado por “pastores protestantes” en el Concilio Vaticano II, argumentando que las misas son un show, que no se respeta la comunión, que la música no es la adecuada, que la arquitectura de las iglesias actuales es aberrante, en resumen afirman que todo lo actual está mal. Sus publicaciones son de los Papas del siglo XIX, hablando contra “el modernismo”, o de G. K. Chesterton (1874-1936). Para ellos el tiempo y el pensamiento se ha detenido, como si en el siglo XX y XXI, no hubiera habido grandes pensadores. Obviamente las Encíclicas y los libros de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y por supuesto Francisco, están proscritos. Tristemente estas personas tienden a convierten en personas tóxicas, de las cuales sólo se pueden obtener opiniones negativas.

Desde un punto de vista teológico la posición de esta secta, como muchas otras que han surgido a lo largo de la historia, es endeble, ya que Jesucristo fundador de la Iglesia Católica, únicamente prometió su asistencia hasta el fin de los tiempos a su Iglesia y al sucesor de Pedro, y ellos como en su momento los evangelistas, los luteranos, etc., no cuentan con ningún antecedente que haga válida su postura.


Las Profecías sobre la Iglesia, el Papa y el Mundo


En los últimos tres capítulos se tratan las profecías sobre los Papas de san Malaquías, temas apocalípticos como el `fin de los tiempos´ las dos Iglesias en Roma, `la gran tribulación´, lo que convierte a la obra en polémica. 

Aquí debo recordar aquella célebre conferencia-debate efectuada el 28 de febrero de 2013 -día de la renuncia efectiva de Benedicto XVI-, moderada por Roberto O´Farril, con la participación de José Alberto Villasana teólogo especialista en Apocalipsis y del autor de libro en ciernes. El tema del debate fue la coexistencia de dos Papas, misma que se ha dado en la historia de la Iglesia Católica, únicamente cuando existe un Papa depositario de la auténtica fe y un Antipapa, enemigo de la misma. En ella José Alberto Villasana definió su afinidad con los “sedevacantistas” negando que el Papa a elegir fuera a ser un Papa legítimo –posición que ha sostenido-, y en la que el Lic. López Padilla –a contrario sensu-, afirmó estar seguro que el Papa que eligiera el Colegio Cardenalicio sería un Papa legítimo. Posteriormente haciendo un acto de sinceridad y humildad, reconoció que por vanidad él había seguido la tendencia de establecer fechas para los acontecimiento apocalípticos, pero que le habían hecho comprender su error y no lo volvería a hacer en el futuro. 


Jorge Pérez Uribe



[1] `Mariofanías´ son las manifestaciones de la Virgen María ante uno o varios videntes. 
[2] Luis Eduardo López Padilla, Tú eres Pedro, Profecías sobre la Iglesia, el Papa y el Mundo, México, 2016, pág.88

miércoles, 2 de abril de 2014

"CREO EN LA IGLESIA UNA Y SANTA", SAN AGUSTÍN


Raniero Cantalamessa O.F.M., predicando en el vaticano


1. Desde Oriente a Occidente


En la meditación introductoria de la semana pasada hemos reflexionado sobre el sentido de la Cuaresma como un tiempo en el que ir con Jesús al desierto, ayunar de alimentos y de imágenes, aprender a vencer las tentaciones y, sobre todo, crecer en la intimidad con Dios.

En las cuatro predicaciones que nos quedan, prosiguiendo la reflexión iniciada en la Cuaresma del año 2012 con los padres griegos, entramos en la escuela de cuatro grandes doctores de la Iglesia latina —Agustín, Ambrosio, León Magno y Gregorio Magno— para ver qué nos dice a nosotros hoy cada uno de ellos, a propósito de la verdad de fe de la que ha sido especialmente defensor es decir, respectivamente, la naturaleza de la Iglesia, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el dogma cristológico de Calcedonia y la inteligencia espiritual de las Escrituras.

El objetivo es redescubrir, tras estos grandes Padres, la riqueza, la belleza y la felicidad de creer, pasar, como dice Pablo, «de fe en fe»
(Rom 1,17), de una fe creída a una fe vivida. Un mayor «volumen» de fe dentro de la Iglesia será precisamente lo que construya luego la fuerza mayor de su anuncio al mundo.

El título del ciclo está tomado de un pensamiento querido para los teólogos medievales: «Nosotros –decían- somos como enanos que se sientan sobre las espaldas de los gigantes, de modo que podemos ver más cosas y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra mirada o por la altura del cuerpo, sino porque somos llevados más arriba y somos alzados por ellos a una altura gigantesca» [1]. Este pensamiento ha encontrado expresión artística en algunas estatuas y ventanas de las catedrales góticas de la Edad Media, donde están representados personajes de estatura imponente que sostienen, sentados a hombros, hombres pequeños, casi enanos. Los gigantes eran para ellos, como son para nosotros, los Padres de la Iglesia.

Después de las lecciones de Atanasio, de Basilio de Cesárea, de Gregorio Nacianceno y de Gregorio de Nisa, respectivamente sobre la divinidad de Cristo, sobre el Espíritu Santo, sobre la Trinidad y sobre el conocimiento de Dios, se podía tener la impresión de que quedaba muy poco por hacer a los padres latinos en la edificación del dogma cristiano. Una mirada sumaria a la historia de la teología nos convence enseguida de lo contrario.

Empujados por la cultura de la que formaban parte, favorecidos por su fuerte temple especulativo y condicionados por las herejías que estaban obligados a combatir (arrianismo, apolinarismo, nestorianismo, monofisismo), los padres griegos se habían concentrado principalmente en los aspectos ontológicos del dogma: la divinidad de Cristo, sus dos naturalezas y el modo de su unión, la unidad y la trinidad de Dios. Los temas más queridos a Pablo —la justificación, la relación ley-evangelio, la Iglesia cuerpo de Cristo— habían quedado al margen de su atención, o tratados de paso. A su objetivo respondía bastante mejor Juan con su énfasis sobre la encarnación, y no Pablo que plantea el misterio pascual en el centro de todo, es decir, el obrar más que ser de Cristo.

La índole de los latinos más inclinada (Agustín aparte) a ocuparse de problemas concretos, jurídicos y organizativos, que de los especulativos, unido a la aparición de nuevas herejías, como el donatismo y el pelagianismo, estimularán una reflexión nueva y original sobre los temas paulinos de la gracia, de la Iglesia, de los sacramentos y de la Escritura. Son los asuntos sobre los que quisiéramos reflexionar en la presente predicación cuaresmal.



2. ¿Qué es la Iglesia?



Comenzamos nuestro análisis por el más grande de los padres latinos, Agustín. El doctor de Hipona ha dejado su huella en casi todos los ámbitos de la teología, pero sobre todo en dos de ellos: el de la gracia y el de la Iglesia; el primero, fruto de su lucha contra el pelagianismo; el segundo, de su lucha contra el donatismo. El interés por la doctrina de Agustín sobre la gracia ha prevalecido, desde el siglo XVI en adelante, tanto en el ámbito protestante (a él se vinculan Lutero, con la doctrina de la justificación, y Calvino, con la de la predestinación), como en el ámbito católico a causa de las controversias suscitadas por Jansenio y Bayo [2]. En cambio, el interés por sus doctrinas eclesiales es predominante en nuestros días, debido al Concilio Vaticano II que ha hecho de la Iglesia su tema central, y a causa del movimiento ecuménico en el que la idea de Iglesia es el nudo crucial que hay que desatar. Al buscar en los padres ayuda e inspiración para el hoy de la fe, nos ocuparemos de este segundo ámbito de interés de Agustín que es la Iglesia.

La Iglesia no había sido un tema desconocido para los padres griegos y para los escritores latinos anteriores a Agustín (Cipriano, Hilario, Ambrosio), pero sus afirmaciones se limitaban la mayoría de las veces a repetir y comentar afirmaciones e imágenes de la Escritura. La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios; a ella se le promete la indefectibilidad; es «la columna y la base de la verdad»; el Espíritu Santo es su supremo maestro; la Iglesia es «católica» porque se extiende a todos los pueblos, enseña todos los dogmas y posee todos los carismas; siguiendo la estela de Pablo, se habla de la Iglesia como del misterio de nuestra incorporación a Cristo mediante el bautizo y el don del Espíritu Santo; ella ha nacido del costado traspasado de Cristo en la cruz, como Eva por del costado de Adán dormido [2].

Pero todo esto se decía ocasionalmente; la Iglesia no es aún tratada como tema. Quien estará obligado a hacerlo es precisamente Agustín que durante casi toda su vida tuvo que luchar contra el cisma de los donatistas. Nadie quizás hoy se acordaría de esta secta norteafricana, si no fuera por el hecho de que ella fue la ocasión de la que nació lo que hoy llamamos eclesiología, es decir, una reflexión sobre lo que es la Iglesia en el designio de Dios, su naturaleza y su funcionamiento.

Alrededor del año 311, un cierto Donato, obispo de Numidia se negó a readmitir en la comunión eclesial a aquellos que durante la persecución de Diocleciano habían entregado los Libros Sagrados a las autoridades estatales, renegando de la fe para salvar la vida. En el año 311 fue elegido obispo de Cartago un cierto Ceciliano, acusado (según los católicos, injustamente) de haber traicionado la fe durante la persecución de Diocleciano. Un grupo de setenta obispos norte-africanos, liderados por Donato, se opuso contra este nombramiento. Ellos destituyeron a Ceciliano y eligieron a Donato en su lugar. Excomulgado por el papa Milcíades en el año 313, permaneció en su puesto, produciendo un cisma, que creó en el Norte de África una Iglesia paralela a la católica hasta la invasión de los vándalos que tuvo lugar un siglo después.

Durante la polémica, habían intentado justificar su posición con argumentos teológicos y, al refutarlos, Agustín va elaborando, poco a poco, su doctrina de la Iglesia. Esto ocurre en dos contextos diferentes: en las obras escritas directamente contra los donatistas y en sus comentarios a la Escritura y discursos al pueblo. Es importante distinguir estos dos contextos, porque dependiendo de ellos, Agustín insistirá más en algunos aspectos o en otros de la Iglesia y sólo del conjunto se puede obtener su doctrina completa. Veamos pues, siempre someramente, cuáles son las conclusiones a las que el santo llega en cada uno de los dos contextos, empezando por el directamente antidonatista.



A. La Iglesia, comunión de los sacramentos y sociedad de los santos. El cisma donatista había partido de una convicción: no puede transmitir la gracia un ministro que no la posee; los sacramentos administrados de este modo carecen, pues, de cualquier efecto. Este tema, aplicado al principio a la ordenación del obispo Ceciliano, se extenderá pronto a los demás sacramentos y en particular al bautismo. Con él los donatistas justifican su separación de los católicos y la práctica de volver a bautizar a quién se incorporaba a sus filas.

En respuesta, Agustín elabora un principio que se convertirá en una conquista para siempre de la teología y crea las bases del futuro tratado De sacramentis: la distinción entre potestas y ministerium, es decir, entre la causa de la gracia y su ministro. La gracia conferida por los sacramentos es obra exclusiva de Dios y de Cristo; el ministro sólo es un instrumento: «Pedro bautiza, es Cristo quien bautiza; Juan bautiza, es Cristo quien bautiza; Judas bautiza, es Cristo quien bautiza» [3]. La validez y la eficacia de los sacramentos no es impedida por el ministro indigno: una verdad que, se sabe, el pueblo cristiano necesita también hoy recordar…

De este modo, neutralizada la principal arma de sus adversarios, Agustín puede elaborar su grandiosa visión de la Iglesia, mediante algunas distinciones fundamentales. La primera es aquella entre Iglesia presente o terrestre, e Iglesia futura o celeste. Sólo esta segunda será una Iglesia de todos y de sólo santos; la Iglesia del tiempo presente siempre será el ámbito en el que estén mezclados trigo y cizaña, la red que recoge peces buenos y peces malos, es decir santos y pecadores.

Dentro de la Iglesia, en su fase terrena, Agustín opera otra distinción: entre la comunión de los sacramentos (communio sacramentorum ) y la sociedad de los santos (societas sanctorum). La primera une entre sí visiblemente a todos los que participan de los mismos signos externos: los sacramentos, las Escrituras, la autoridad; la segunda une entre sí a todos y sólo a aquellos que, más allá de los signos, tienen en común también la realidad escondida en los signos (la res sacramentorum), es decir, el Espíritu Santo, la gracia, la caridad.

Puesto que aquí abajo siempre será imposible saber con certeza quién posee el Espíritu Santo y la gracia —y más todavía si persevera hasta el final en este estado—, Agustín termina para identificar la verdadera y definitiva comunidad de los santos con la Iglesia celeste de los predestinados. «¡Cuántas ovejas que hoy están dentro, estarán fuera, y cuántos lobos que ahora están fuera, entonces estarán dentro!» [4].

La novedad, sobre este punto, también respecto de Cipriano, es que, mientras éste hacía consistir la unidad de la Iglesia en algo exterior y visible —la concordia de todos los obispos entre sí— Agustín la hace consistir en algo interior: el Espíritu Santo. La unidad de la Iglesia se efectúa, así, por el mismo que opera la unidad en Trinidad. «El Padre y el Hijo han querido que nosotros estuviéramos unidos entre nosotros y con ellos, por medio de ese mismo vínculo que les une a ellos, es decir, el amor que es el Espíritu Santo» [5]. Él desempeña en la Iglesia la misma función que el alma ejerce en nuestro cuerpo natural: es decir, es su principio animador y unificador. «Lo que alma es para el cuerpo humano, el Espíritu Santo lo es para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia» [6].

La pertenencia plena a la Iglesia exige las dos cosas juntas: la comunión visible de los signos sacramentales y la comunión invisible de la gracia. Pero ésta admite grados, por lo que nada dice que se debe estar por fuerza dentro o fuera. Se puede estar en parte dentro y en parte fuera. Hay una pertenencia exterior, o de los signos sacramentales, en la que se sitúan los cismáticos donatistas y los malos católicos mismos y una comunión plena y total. La primera consiste en tener el signo exterior de la gracia (sacramentum), pero sin recibir la realidad interior producida por ellos (res sacramenti), o en recibirla, pero para la propia condena, no para la propia salvación, como en el caso del bautismo administrado por los cismáticos o de la Eucaristía recibida indignamente por los católicos.

B. La Iglesia cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo. En los escritos exegéticos y en los discursos al pueblo encontramos estos mismos principios basilares de la eclesiología; pero menos presionado por la polémica y hablando, por así decirlo, en familia, Agustín puede insistir más en aspectos interiores y espirituales de la Iglesia que aprecia mucho. En ellos, la Iglesia es presentada, con tonos a menudo elevados y conmovidos, como el cuerpo de Cristo (falta todavía el adjetivo místico que será añadido a continuación), animado por el Espíritu Santo, hasta tal punto afín al cuerpo eucarístico que coincide en rasgos casi totalmente con él. Escuchemos lo que escucharon, en una fiesta de Pentecostés, sus fieles sobre este tema:

«Si quieres comprender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol lo que dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros
(1 Cor 12,27). Por tanto, si sois el cuerpo y los miembros de Cristo, en la mesa del Señor se coloca vuestro misterio: recibid vuestro misterio. A lo que sois respondéis: Amén y respondiendo los suscribís. Se te dice, en efecto: El cuerpo de Cristo, y tu respondes: Amén. Sé miembro del cuerpo de Cristo, para que sea verídico tu Amén… Sed lo que veis y recibid lo que sois» [7].

El nexo entre los dos cuerpos de Cristo se basa, para Agustín, en la singular correspondencia simbólica entre el devenir del uno y el formarse de la otra. El pan de la Eucaristía es obtenido al amasar muchos granos de trigo y el vino de una multitud de granos de uva, así la Iglesia está formada por muchas personas, reunidas y fusionadas por la caridad, que es el Espíritu Santo [8]. Como el trigo disperso sobre las colinas fue primero cosechado, luego molido, amasado en agua y cocido al horno, así los fieles diseminados por el mundo han sido reunidos por la palabra de Dios, molidos por las penitencias y los exorcismos que preceden al bautizo, sumergidos en el agua del bautismo y pasados al fuego del Espíritu. También en referencia a la Iglesia se debe decir que el sacramento «significando causat»: significando la unión de muchas personas en una, la Eucaristía la realiza, la causa. En este sentido, se puede decir que «la Eucaristía hace la Iglesia».



3. Actualidad de la eclesiología de Agustín


Tratamos ahora de ver cómo las ideas de Agustín sobre la Iglesia pueden contribuir a iluminar los problemas que ésta debe afrontar en nuestro tiempo. Quisiera detenerme, en particular, sobre la importancia de la eclesiología de Agustín para el diálogo ecuménico. Una circunstancia hace que esta elección sea particularmente actual. El mundo cristiano se está preparando para celebrar el quinto centenario de la Reforma protestante. Ya empiezan a circular declaraciones y documentos conjuntos de cara al acontecimiento [9]. Es vital para toda la Iglesia, que no se eche a perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, tratando de verificar, quizá con mayor objetividad e irenismo que en el pasado, las razones y las culpas de unos y otros, sino que se haga un salto de calidad, como ocurre en la «exclusa» de un río o de un canal, que permite luego a los naves proseguir su navegación a un nivel más alto.

La situación del mundo, de la Iglesia y de la teología ha cambiado respecto de entonces. Se trata de partir nuevamente desde la persona de Jesús, de ayudar humildemente a nuestros contemporáneos a descubrir la persona de Cristo. Debemos referirnos al tiempo de los apóstoles. Ellos tenían delante un mundo pre-cristiano; nosotros tenemos delante un mundo en gran parte post-cristiano. Cuando Pablo quiere resumir en una frase la esencia del mensaje cristiano no dice: «Os anunciamos esta o aquella doctrina»; dice: «Anunciamos a Cristo y Cristo crucificado»
(1 Cor 1,23) y también: «Anunciamos a Cristo Jesús Señor» (cf. 2 Cor 4,5).

Esto no significa ignorar el gran enriquecimiento teológico y espiritual producido por la Reforma, o querer volver al punto anterior; significa permitir a toda la cristiandad que se beneficie de sus logros, una vez liberados de algunos forzamientos debidos al clima acalorado del momento y a las sucesivas polémicas. La justificación gratuita mediante la fe, por ejemplo, debería ser predicada hoy —y con más fuerza que nunca—, pero no en oposición a las buenas obras, que es ya una cuestión superada, sino en oposición a la pretensión del hombre moderno de salvarse por sí solo, sin necesidad ni de Dios ni de Cristo. Estoy convencido de que si viviera hoy esta sería la manera con que el mismo Lutero predicaría la justificación por la fe.

Veamos cómo la teología de Agustín nos puede ayudar en esta empresa de superar los obstáculos seculares. El camino a recorrer hoy es, en cierto sentido, en dirección opuesta al seguido por él con respecto a los donatistas. Entonces se debía partir de la comunión de los sacramentos hacia la comunión en la gracia del Espíritu Santo y en la caridad; hoy debemos partir desde la comunión espiritual de la caridad hacia la plena comunión en los sacramentos, entre los cuales está, en primer lugar, la Eucaristía.

La distinción de los dos niveles de realización de la verdadera Iglesia —el externo, de los signos, y el interno, de la gracia— permite a Agustín formular un principio, que habría sido impensable antes de él: «Puede, por lo tanto, haber en la Iglesia católica algo que no es católico, como puede haber fuera de la Iglesia católica algo que es católico» [10]. Los dos aspectos de la Iglesia —el visible e institucional y el invisible y espiritual— no pueden ser separados. Esto es cierto y lo confirmó Pío XII en la Mystici Corporis y el Vaticano II en la Lumen Gentium, pero mientras ellos, a causa de separaciones históricas y del pecado de los hombres, por desgracia no coincidan, no se puede dar mayor importancia a la comunión institucional que a la espiritual.

Para mí, esto plantea un interrogante serio. ¿Puedo yo, como católico, sentirme más en comunión con la multitud de los que, bautizados en mi misma Iglesia, se despreocupan, sin embargo, completamente de Cristo y de la Iglesia, o sólo se interesan de ella para decir de ella lo malo, de lo que me siento en comunión con el grupo de aquellos que, aun perteneciendo a otras confesiones cristianas, creen en las mismas verdades fundamentales en las que creo yo, aman a Jesucristo hasta dar la vida por él, difunden su Evangelio, se ocupan de aliviar la pobreza del mundo y poseen los mismos dones del Espíritu Santo que tenemos nosotros? Las persecuciones, tan frecuentes hoy en ciertas partes del mundo, no hacen distinción: no arden iglesias y matan personas porque sean católicos o protestantes, sino porque son cristianos. ¡Para ellos somos ya «una sola cosa»!

Esta es, naturalmente, una pregunta que deberían plantearse también los cristianos de otras Iglesias respecto de los católicos, y, gracias a Dios, es precisamente lo que está sucediendo en medida oculta pero superior a lo que las noticias corrientes dejan adivinar. Un día, estoy convencido, nos sorprenderemos, u otros se sorprenderán, de no haberse dado cuenta antes de que el Espíritu Santo estaba actuando entre los cristianos en nuestro tiempo al abrigo de la oficialidad. Fuera de la Iglesia católica hay muchísimos cristianos que miran a ella con ojos nuevos y empiezan a reconocer en ella sus propias raíces.

La intuición más nueva y más fecunda de Agustín sobre la Iglesia, como hemos visto, ha sido individuar el principio esencial de su unidad en el Espíritu, más que en la comunión horizontal de los obispos entre sí y los obispos con el Papa de Roma. Igual que la unidad del cuerpo humano la da el alma que vivifica y mueve todos los miembros, así es la unidad del cuerpo de Cristo. Es un hecho místico, antes incluso que una realidad que se expresa social y visiblemente hacia el exterior. Es el reflejo de la unidad perfecta que existe entre el Padre y el Hijo por obra del Espíritu. Jesús fijó una vez para siempre este fundamento místico de la unidad cuando dijo: «Que sean uno como nosotros somos uno»
(Jn 17,22). La unidad esencial en la doctrina y en la disciplina será el fruto de esta unidad mística y espiritual, nunca podrá ser la causa.

Los pasos más concretos hacia la unidad no son, por ello, los que se hacen alrededor de una mesa o en las declaraciones conjuntas (por importante que sea todo esto); son los que se hacen cuando creyentes de distintas confesiones se encuentran para proclamar juntos, en fraternal acuerdo, Jesús es Señor, compartiendo cada uno su carisma y reconociéndose hermanos en Cristo. Vale para la unidad de los cristianos lo que la Iglesia proclamó en sus diversos mensajes para la jornada mundial de la paz, incluido el último de este año: la paz empieza por el corazón de las personas, el fundamento de la paz es la fraternidad.



4. ¡Miembros del cuerpo de Cristo, movidos por el Espíritu!


En sus discursos al pueblo, Agustín nunca expone sus ideas sobre la Iglesia, sin sacar enseguida consecuencias prácticas para la vida cotidiana de los fieles. Y es lo que queremos hacer también nosotros, antes de concluir nuestra meditación, casi colocándonos entre las filas de sus oyentes de entonces.

La imagen de la Iglesia cuerpo de Cristo no es nueva de Agustín. Lo que es nuevo en él son las conclusiones prácticas que deduce de ella para la vida de los creyentes. Una es que ya no tenemos más razón de mirarnos con envidia y celos los unos a los otros. Lo que yo no tengo y los otros, en cambio, sí tienen es también mío. Escuchas al Apóstol enumerar todos esos maravillosos carismas: apostolado, profecía, sanaciones…, y quizás te entristeces pensando que no tienes ninguno de ellos. Pero, atento, advierte Agustín: «Si amas, no es poco lo que posees. En efecto, si amas la unidad, todo lo que de ella es poseído por alguien, ¡lo posees tú también! Destierra la envidia y será tuyo lo que es mío, y si yo destierro la envidia, es mío lo que tú posees» [11].

Sólo el ojo en el cuerpo tiene la capacidad de ver. Pero, ¿Acaso ve el ojo solamente para sí mismo? ¿No es todo el cuerpo el que se beneficia de su capacidad de ver? Sólo la mano actúa, pero ¿acaso ella actúa sólo para sí misma? Si un piedra está a punto de golpear el ojo, ¿acaso la mano permanece inmóvil, diciendo que el golpe no se dirige contra ella? Lo mismo ocurre en el cuerpo de Cristo: lo que cada miembro es y hace, ¡lo es y lo hace para todos!

He aquí desvelado el secreto por el que la caridad es «el camino mejor de todos»
(1 Cor 12,31): me hace amar a la Iglesia, o a la comunidad en la que vivo, y en la unidad todos los carismas, no sólo algunos, son míos. Pero hay todavía más. Si amas la unidad más de lo que yo la amo, el carisma que yo poseo es más tuyo que mío. Supongamos que yo tenga el carisma de evangelizar; yo puedo complacerme o presumir de él, entonces me convierto en «un címbalo que rechina» (1 Cor 13,1); mi carisma «no sirve para nada», mientras que a ti que escuchas, no dejará de beneficiarte, a pesar de mi pecado. Para la caridad, tú posees sin peligro lo que otro posee con peligro. La caridad multiplica realmente los carismas; hace del carisma de uno el carisma de todos.

¿Formas parte del único cuerpo de Cristo? ¿Amas la unidad de la Iglesia?, preguntaba Agustín a sus fieles. Entonces, si un pagano te pregunta por qué no hablas todas las lenguas, ya que está escrito que aquellos que recibieron el Espíritu Santo hablaban todas las lenguas, respóndele también sin dudar: ¡Cierto que hablo todas las lenguas! Pertenezco, efectivamente, a ese cuerpo, la Iglesia, que habla todas las lenguas y en todas las lenguas anuncia las grandes obras de Dios [12].

Cuando seamos capaces de aplicar esta verdad no sólo a las relaciones internas, a la comunidad en que vivimos y a nuestra Iglesia, sino también a las relaciones entre una Iglesia cristiana y otra, ese día la unidad de los cristianos será prácticamente un hecho consumado.

Recojamos la exhortación con que Agustín cierra muchos de sus discursos sobre Iglesia: «Por tanto, si queréis vivir del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad, y alcanzaréis la eternidad. Amén» [13].




P. Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap  | Segunda predicación de Cuaresma 2014 –



© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

[1] Bernardo de Chartres, en Juan de Salisbury, Metalogicon, III, 4: CCCM 98, 116.
[2] A este ámbito de influencia de Agustín está dedicado el libro de H. de Lubac, Augustinisme et théologie moderne (Aubier, París 1965) [trad. it.: Agostinismo e teologia moderna (Il Mulino Bolonia 1968).
[3] Cf. J.N.D. Kelly, Early Christian Doctrines (London 1968) cap. 15 [trad. it.: Il pensiero cristiano delle origini (Bolonia 1972) 490-500].
[4] Agustín, Contra epist. Parmeniani II,15,34; cf. todo el Sermo 266.
[5] Agustín, In Ioh. Evang. 45,12: «Quam multae oves foris, quam multi lupi intus!».
[6] Agustín, Discursos, 71, 12, 18: PL 38,454.
[7] Agustín, Sermo 267, 4: PL 38,1231.
[8] Agustín, Sermo 272: PL 38,1247s.
[9] Ib.
[10] Cf. el documento conjunto católico-luterano «Del conflicto a la comunión», http://www.lutheranworld.org/sites/default/files/FCTC_ES-Del_conflicto_a_la_comunion.pdf
[11] Agustín, De Baptismo , VII, 39, 77 .
[12] Agustín, Tratados sobre Juan, 32,8.
[13] Agustín, Discursos, 269, 1.2: PL 38,1235s.
[14] Agustín, Sermo 267, 4: PL 38, 1231.



Fuente: http://www.cantalamessa.org/?p=2308&lang=es