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viernes, 10 de febrero de 2017

“LO POLÍTICAMENTE CORRECTO” Y LA ESCUELA DE FRANKFURT




Qué entendemos por “lo políticamente correcto”


El pensador español Manuel Ballester nos habla de ello: <<Lo políticamente correcto remite a un modo de actuar y de hablar que se está imponiendo, pero no pacíficamente como si se tratase de una nueva moda, por ejemplo. Por el contrario se trata de una imposición a base de legislación y que cuenta con un poderoso aparato censor y punitivo. Remite, por una parte, a una cierta visión buenista de la sociedad que, por otra, se contradice con el modo inquisitorial en que se aplica.



En un sentido muy amplio, podríamos señalar que lo políticamente correcto es un hecho social y lingüístico, un conjunto de comportamientos y actitudes que tienden a minimizar la discriminación de diversos grupos en función de su origen, raza o sexo [...]


Tenemos, pues, de un lado, una caracterización de lo políticamente correcto como un modo de hablar y actuar acorde con una sensibilidad moderna que reacciona frente a todo tipo de discriminación. Por otro lado, la consideración de ese mismo fenómeno como dotado de un aparato censor y totalitario.>> [1]

En su obra The Death of the West, Patrick Buchanan identifica la corrección política con el marxismo cultural: “La corrección política es marxismo cultural, un régimen para castigar a los disidentes y para estigmatizar las herejías sociales justo como la Inquisición castigó las herejías religiosas. Su sello es la intolerancia.”

La Escuela de Frankfurt


Se conoce con este nombre al Instituto de Investigaciones Sociales o Instituto para la Investigación Social (Institut für Sozialforschung), fundado en la Universidad de Frankfurt am Main, en Alemania, por los marxistas Georg Lukács y Felix Weil en 1924, inspirándose en Karl Marx y Sigmund Freud para desarrollar la llamada "Teoría Crítica" de la sociedad occidental, cuyo único fin sería sustituir los valores europeos, por los marxistas. El término "Escuela de Frankfurt" es un término informal empleado para referirse tanto a los pensadores miembros del Instituto de Investigaciones Sociales como a aquellos influenciados por él. No existió ninguna institución formal con este nombre." La Escuela de Frankfurt abrió formalmente sus puertas el 22 de junio de 1924. Pero ya había dictado su primer seminario en la primavera de 1923. Ahí, casi dos docenas de catedráticos marxistas se reunieron bajo el nombre de “la semana de estudio”.

Sus principales integrantes fueron Georg Lukács, Félix Weil, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Erich Fromm y Theodor Adorno.



Como todos sus integrantes eran judíos marxistas, cuando Adolfo Hitler llegó al poder en 1933 tuvieron que emigrar de Alemania hacia Suiza. Después de un año en Ginebra, se establecieron en Nueva York, donde la Universidad de Columbia les dio cobijo. Entre los graduados más célebres de esta universidad se cuentan Theodore Roosevelt, Franklin D. Roosevelt y Barack Obama.


La praxis revolucionaria y “lo políticamente correcto”


En el siglo XIX y comienzos del XX, la teoría marxista predecía que si la guerra llegaba a Europa, las clases trabajadoras en cada país europeo se unirían y sublevarían. Pero la teoría fracasó. Cuando la Primera Guerra Mundial comenzó en 1914, la lealtad de los trabajadores por su país fue más fuerte que su llamada "conciencia de clases". Fueron a la guerra con honor, tanto los franceses como los alemanes, austriacos, rusos o británicos y marcharon al frente de batalla.

Antonio Gramsci en Italia y Georg Lukács en Hungría creían tener la respuesta. Gramsci y Lukács creían que la cultura occidental había enceguecido a la clase trabajadora sobre sus intereses marxistas reales. Para que la revolución marxista tuviera lugar, la cultura occidental tenía que ser destruida.

<<El italiano comunista Antonio Gramsci decía que los obreros no se levantaban en revolución porque estaban impregnados de la cultura tradicional occidental en todas sus formes y síntomas:

Los hombres eran hombres y se comportaban como tales, las mujeres eran mujeres y se comportaban como tales, la gente creía en Dios, los europeos estaban orgullosos de su historia, los franceses seguían orgullosos de su imperio, los británicos seguían orgullosos de su imperio, los españoles seguían orgullosos de haber colonizado un nuevo mundo, todos daban por seguro que la cristiandad era la verdadera religión y las otras religiones falsas.

Y todos seguían defendiendo que el ‘todo’ Occidental, desde Mozart a Davinci, de Copérnico a Cervantes, de San Alberto Magno a Mendel, desde Pasteur hasta Tesla, de Shakespeare a Volta y desde Wagner hasta Miguel Ángel, era superior a las otras culturas.

Esto era, según Gramsci, el freno mayor, el impedimento y barrera que no dejaba avanzar la revolución en Occidente.

Para contrarrestar esto, Gramsci decía que había que extirpar por todos los medios la cultura cristiana occidental en un “combate cultural”, al que él llamaba “camino largo” o “marcha larga”.



Esta “marcha larga” debía dirigirse hacia todas las instituciones: universidades, escuelas, museos, iglesias, seminarios, periódicos, revistas, hoy día también televisión, cine, etc. desde donde se propague una anti-cultura que acabe con los cimientos y las convicciones de la cultura cristiana occidental para que la gente, una vez debilitada en sus convicciones, se adhiera a los ideales marxistas que antes habían rechazado de forma natural.

Así pues nace la teoría (después puesta en práctica con increíble éxito como vemos hoy día) de que hay que destruir todo (y a todos) lo que defienda o promueva el cristianismo, la familia tradicional, el rol natural del hombre y la mujer, las etnias autóctonas europeas, la superioridad de la literatura, arte, y música europea, la creencia en Dios, el orgullo en la historia europea (especialmente la conquista y colonización de otros continentes, culturas y religiones), el hetero-sexualismo, y en fin todo lo que componía la cultura y realidad occidental cristiana.

Había que debilitar cual quinta columna, desde dentro, la cultura de Occidente, debilitar la creencia en Dios, en la Ley Natural, en el orden natural de la sociedad y había que defender todo lo que fuera anti cristiano, anti Europa, anti Occidente.

Así, en el 1923 nace en Frankfurt (Alemania) el Instituto para la Investigación Social o, simplemente, la Escuela de Frankfurt dirigida por el húngaro Georg Lukacs y financiada por Félix Weil para diseminar y llevar a la práctica la estrategia concebida por Gramsci.

Sobre el objetivo de esta Escuela, decía su primer director George Lukacs: “Vi la destrucción revolucionaria de la sociedad como la única solución para las contradicciones culturales de la época… Tal volteamiento mundial de valores no puede ocurrir sin la aniquilación de los antiguos valores y la creación de otros nuevos por los revolucionarios”.

“Horkheimer afirma en su ‘Teoría Crítica’ que la manera de destruir la civilización occidental era el ataque sistemático a todos sus valores asociados a esta, y así, por ejemplo, defendía la destrucción del matrimonio y la familia con hijos”

Otros pensadores marxistas se unieron al esfuerzo con dedicación: Adorno, Marcuse, Fromm, Benjamin, Horkheimer, etc.


De inmediato la Escuela tuvo muchísimo éxito y tanto en el mundo académico como en el cultural se empezó a notar la puesta en práctica de la estrategia, algo muy reflejado en la decadencia de a finales de la década de los años 20, los “locos” años 20.

Sin embargo, tanto el trabajo como la influencia en la cultura del instituto se detuvieron bruscamente por la gran Depresión, primero, y por la II Guerra Mundial, después.

Muchos de los grandes arquitectos de la Escuela de Frankfurt se instalaron en la Universidad de Columbia de Nueva York y esperaron tiempos más favorables para impulsar de nuevo su revolución cultural.

Fue en la década de los 60 cuando una nueva generación de adolescentes y jóvenes que no conocían la Depresión ni la Guerra Mundial tomo de nuevo el proceso revolucionario de la Escuela de Frankfurt.

De ahí que la estrategia de la Escuela de Frankfurt “explotara” con rotundo éxito en los 60 por todo Occidente.

Así, la obra ‘Eros y civilización’ de Marcuse se convirtió en el máximo fundamento doctrinal del hippismo. También es Marcuse quien reenfoca los esfuerzos del marxismo cultural poniendo como máximo objetivo el ganarse y adoctrinar (lavar el cerebro) a los universitarios de clase media y alta.

Por su parte Max Horkheimer afirma, en su ‘Teoría Crítica’, que la manera de destruir la civilización occidental era el ataque sistemático a todos sus valores asociados.

Así, por ejemplo, defendía la destrucción del matrimonio y la familia con hijos llegando a decir que el matrimonio puede ser cualquier tipo de unión donde intervenga la atracción sexual sin ningún fin concreto.

De la misma manera Fromm decía que la masculinidad y la feminidad no eran reflejo de diferencias biológicas, sino que era imposición debida a la “opresión” que los heterosexuales ejercían en la sociedad.

Así, a la teoría y estrategia de la Escuela de Frankfurt, una vez puesta en práctica, esto es una vez que salió del salón de clase y empezó verdaderamente a destruir la cultura cristiana occidental, se le llamó marxismo cultural.

Según esta corriente, las personas de cultura occidental son por definición una clase opresora y malévola por naturaleza.

En contraste, la nueva clase oprimida y buena por naturaleza está constituida por todos los individuos de cultura, religión y etnias no occidentales o por las minorías que contradicen en sus acciones y pensamiento lo tradicional cristiano: todas las razas no blancas, homosexuales, inmigrantes del tercer mundo, feministas, ateos “científicos”, musulmanes, etc.



“el propósito del Marxismo Cultural era destruir todo lo que hasta entonces había sido la Civilización Occidental: la cultura, la Ley Natural, el rol masculino en la sociedad, el rol femenino en la sociedad, la creencia en Dios, todo lo pro europeo, todo lo pro cristiano”

Entre las armas que usa este marxismo cultural, producto de la Escuela de Frankfurt, está la inmigración masiva de gentes del tercer mundo con religiones y culturas ajenas a la europea, y la imposición de leyes de “discriminación positiva” que favorezcan a todas las “minorías” (desde los homosexuales hasta todos los que practican religiones no cristianas).

Y una fuerte imposición de leyes que atenten contra los derechos de todos aquellos que defiendan la Ley Natural moral, la cultura occidental, el rol natural de los hombres y las mujeres, la familia tradicional, etc.

En su ensayo ‘Tolerancia Represiva’, Marcuse da nacimiento indirecto a lo que se convertiría después en el concepto de nuestros días de lo ‘políticamente correcto’, o sea la dictadura del pensamiento que condena con el martillo del rechazo, la vergüenza e incluso la multa o la cárcel a todo aquel que se atreve a cuestionar los nuevos ‘dogmas’ impuestos a golpes y lavado de cerebro por el marxismo cultural.

Decía Marcuse: “La conclusión obtenida es que la realización del objetivo de la tolerancia exige intolerancia hacia orientaciones políticas, actitudes y opiniones dominantes y en cambio, la extensión de la tolerancia a orientaciones políticas, actitudes y opiniones puestas fuera de la ley o eliminadas… (esto es) intolerancia hacia los movimientos de la derecha, y tolerancia de movimientos de la izquierda (…) se extendería a la fase de acción lo mismo que de discusión y propaganda, de acción como de palabra” (Tolerancia Represiva, Marcuse).

De ahí que entendemos que el propósito del marxismo cultural era destruir todo lo que hasta entonces había sido la civilización occidental: la cultura, la Ley Natural, el rol masculino en la sociedad, el rol femenino en la sociedad, la creencia en Dios, todo lo pro europeo, todo lo pro cristiano, la historia basada en la superioridad de una civilización e historia fundamentada en la verdadera religión cristiana.

Para destruir eso había que imponer todo lo que fuera anti europeo, anti cristiano, anti historia y legado europeo, anti ley natural, anti rol natural del hombre y mujer en la sociedad.

De esa manera y después de la gran “explosión” del marxismo cultural en la década de los años 60, EEUU y el resto de Occidente llevan ya casi 50 años sufriendo bajo esta revolución cultural y social impuesta por los medios de educación y comunicación.

Más aun, los últimos ocho años de Obama sólo sirvieron para acelerar al máximo la profundidad y la devastación de ésta.

Durante los últimos ocho años, Obama impuso a martillazos y de manera radical la revolución de la Escuela de Frankfurt, y por supuesto, la Europa occidental siguió el ejemplo de su referente por excelencia (EEUU) intentando copiar en todo a Obama para demonstrar lo ‘modernos’ que eran. Como decimos en EEUU, monkey see, monkey do [N. del Editor: el mono imitamonos]. >>[2]


Colofón: Una nueva discriminación nacida de la “tolerancia”


Universidad de Columbia, New York, al fondo a la derecha se ve el ‘Lerner Hall’)

<<El consejo estudiantil de la prestigiosa Universidad de Columbia, Estados Unidos, ha aprobado por unanimidad una resolución para “reservar espacios exclusivos de la comunidad LGTBI y otras minorías”.

La propuesta, dirigida por líderes del LGTBI en la Universidad, y que fue aprobada el pasado 25 de enero, insta a que el centro educativo monte por obligación un espacio exclusivo para dar apoyo institucional, personal y de financiación a los estudiantes que pertenezcan a la comunidad LGTBI. 


Además, dentro de este espacio exclusivo podrán acceder los estudiantes de color, así como las mujeres que se “sientan intimidadas por la presencia masculina en el campus”. Pero no los heteros blancos.

Según se publica en el portal Campus Reform, este proyecto del LGTBI trae consigo además numerosas exigencias que esperan que el centro apoye.

Una de las demandas es que este “espacio exclusivo” debe disponer de “televisión, cafetería, ordenadores o sala de estudio” entre otras cosas.

Piden además la creación de puestos remunerados para su ‘espacio íntimo’ como son el de un director, trabajadores a tiempo parcial y estudiantes que colaboren.

Y por si fuera poco, los LGTBI pretenden que la zona exclusiva se ubique en uno de los vestíbulos más prestigiosos de la universidad de Columbia, el ‘Lerner Hall’, que en un principio estaba diseñado para el descanso de todos los estudiantes>>[3]


Jorge Pérez Uribe

Notas:
[1] Manuel Ballester, Lo políticamente correcto o el acoso de la libertad, Cuadernos de Pensamiento Político, Abri/junio 2012, Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, España, http://www.fundacionfaes.org/file_upload/publication/pdf/20130423223125lo-politicamente-correcto-o-el-acoso-a-la-libertad.pdf 

2] http://www.actuall.com/criterio/democracia/como-el-marxismo-cultural-de-la-escuela-de-frankfurt-invento-la-persecucion-al-disidente/ 

[3] http://www.actuall.com/familia/discrimina-el-lgtbi-a-los-heteros-la-universidad-de-columbia-crea-salas-solo-para-el-lobby/