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miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL MANDO INSURGENTE TRAS LA CAPTURA DE MIGUEL HIDALGO




Introducción


En los cursos enseñanza básica y media de Historia de México y en ciertos libros -que por cubrir mucho (de la aparición el hombre en América hasta nuestros días)-, más bien cubren poco, los saltos históricos son práctica frecuente. Así del fusilamiento de los primeros insurgentes, se pasa a la figura victoriosa de Morelos y de ahí a la consumación de la Independencia con Guerrero e Iturbide. 

Este trabajo busca llenar ese hueco de la lucha del movimiento insurgentes, tras la aprensión de los primeros caudillos y de rescatar del inmerecido olvido al abogado Ignacio López Rayón, hombre perfectamente informado de los movimientos de su época y que trató de institucionalizar el movimiento independiente.


Otro aspecto que quisiera resaltar es que la historia de la enseñanza básica y media e incluso superior, se asemeja más bien a un cuento de hadas, con poco de las pasiones humanas. Por ejemplo no se habla de la disputa por el liderazgo que se dio entre Miguel Hidalgo e Ignacio Allende y posteriormente entre los miembros de la Junta de Zitácuaro, entre el Congreso de Chilpancingo y Morelos y finalmente entre Ignacio López Rayón y Nicolás Bravo y la Junta de Jaujilla. Ya que, para la historiografía oficial el único caudillo ambicioso fue Agustín de Iturbide. 


La captura de los primeros caudillos




Después del desastre de la batalla de Puente de calderón –el 17 de enero de 1811-, en donde cerca de 100,000 insurgentes se enfrentaron a 6,000 realistas. Lo que quedó de las tropas insurgentes -que se dieron a la desbandada- marcharon a Aguascalientes. 

El 10 de marzo, llegan Miguel Hidalgo, Ignacio Aldama, José Mariano Abasolo e Ignacio Allende a Saltillo. Ahí reciben la invitación del cacique texano Ignacio Elizondo, para reunirse con ellos en las Norias de Baján, Coahuila y luego marchar a Estados Unidos para comprar armamento.

El 16 de marzo, los insurgentes convocan una junta general en Saltillo. Se decide que los líderes de la insurgencia partan a los Estados Unidos, con un contingente de 1,500 hombres y la mayoría permanezcan en Torreón al mando de Ignacio López Rayón. Es ahí donde los caudillos insurgentes ascienden a López Rayón a general y le instruyen regresar al centro del territorio, con José María Liceaga como segundo al mando

El 21 de marzo, los caudillos insurgentes Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José Mariano Jiménez, José Mariano Abasolo e Ignacio Aldama –al dirigirse a Estados Unidos para comprar armamento-, son capturados por Ignacio Elizondo en las Norias de Baján y conducidos prisioneros a Monclova y Chihuahua. Al resistirse, el hijo de Ignacio Allende es abatido. Así concluye la breve participación de seis meses de los primeros caudillos de la Independencia.


El liderazgo de Ignacio López Rayón


Personaje minimizado ante otros caudillos insurgentes, este abogado por el Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México, es originario de Tlalpujahua, Michoacán, en donde nació el 31 de julio de 1773.

Inicia su participación en el movimiento insurgente el 23 de octubre de 1810, cuando emite su primera proclama en Tlalpujahua, adhiriéndose a la insurgencia, en la que manifiesta al pueblo los puntos básicos de la insurgencia sobre embargo y confiscación de bienes de españoles y presentación de europeos.

Se unió a las fuerzas de Hidalgo en Maravatío, y fue “Secretario de Estado y del Despacho” de Miguel Hidalgo, durante su breve gobierno en Guadalajara, en donde se encargó de organizar la Audiencia y fundó el “Despertador Americano”.

Tras la captura de los jefes insurgentes, Rayón decidió abandonar de Saltillo, por considerarlo vulnerable, por lo que el 26 de marzo comenzó su retirada con rumbo a Zacatecas, acompañado de los restantes caudillos insurgentes: el padre José Antonio Torres, Juan Pablo Anaya, Víctor Rosales, Manuel Villalongín y sus dos hermanos José María y Francisco. Entonces sus fuerzas se elevaban a 3,500 hombres y 22 cañones.


Creación de la “Suprema Junta Nacional Americana” o “Junta de Zitácuaro”


En 1808 tropas napoleónicas ingresan a España con el pretexto de atacar a Portugal, Carlos IV y su hijo Fernando VII, son hechos prisioneros en Bayona. La respuesta de los ciudadanos españoles, fue la de formar Juntas de Defensa para hacer frente al enemigo, las cuales posteriormente se transformaron en Juntas de Gobierno. Este modelo se traslado a los virreinatos de América, en dónde se constituyeron algunas como la Suprema Junta Gubernativa del Reino de Quito (1809) y la Junta Suprema de Caracas (1810), “que Torre Villar supone, por las similitudes en el número de integrantes y funciones, sirvieron de inspiración a Ignacio López Rayón”.

<<Desde Zacatecas, en abril de 1811, Rayón —como se hacía llamar— y Liceaga, convencidos de la justicia de su causa, expusieron a Félix María Calleja que “la religiosa América intenta erigir un Congreso o Junta Nacional bajo cuyos auspicios… permanezcan ilesos los derechos del muy amado señor don Fernando VII”. Sin molestarse en darles respuesta, Calleja ordenó su captura, mientras ellos continuaron su camino hacia Michoacán. Luego de algunos enfrentamientos armados, Rayón se estableció en la villa de Zitácuaro, lugar estratégicamente privilegiado por su ubicación geográfica. No conforme con ello, ordenó obstruir los caminos, retirar las provisiones y forrajes en las inmediaciones y cavar una zanja a su alrededor. Desde entonces, Zitácuaro se convirtió en la principal fortaleza militar insurgente y pronto en sede de su gobierno.>> [1]

El 26 de junio, en Chihuahua, en la plazuela de los Ejercicios, Ignacio Allende, Ignacio Aldama y José Mariano Jiménez son fusilados por la espalda y decapitados. José Mariano Abasolo es condenado a prisión perpetua.

El 5 de julio, el Congreso reunido en Caracas proclama la independencia de Venezuela.

El 11 de julio, Ignacio López Rayón, que se encuentra en Zitácuaro, propone a José María Morelos la formación de una junta nacional con autoridad suprema.

El 30 de julio, Miguel Hidalgo es fusilado y decapitado en Chihuahua.

El 13 de agosto, Morelos se encuentra en Tixtla. Le comunica a Ignacio López Rayón que aprueba la idea del establecimiento de la junta y designa a Sixto Berduzco como su representante. Así pues, Rayón convoca a los generales y jefes de la independencia, a una junta cerca de Zitácuaro para el día 19 de agosto de 1811. 

<< Se celebró una asamblea de generales insurgentes el 19 de agosto, en la que se acordó la instalación de una “Suprema Junta Nacional Americana que, compuesta de cinco individuos, llenen el hueco de la soberanía”. De este modo se ponía en práctica una tesis original de la segunda escolástica, la cual sostenía que el poder de los monarcas surge del pueblo y, en caso de estar ausentes, regresa al pueblo como su depositario original. Resultaron electos como vocales Rayón, en carácter de presidente, Liceaga, y el teólogo José Sixto Berdusco, cura de Tuzantla y apoderado de Morelos, de quien fue compañero desde los días del seminario. Hecha la protesta por los vocales, se solemnizó la ceremonia “con juramento de fidelidad al rey don Fernando VII”. A los pocos días se invitó a Morelos para participar como cuarto vocal. Las facultades de la Junta de Zitácuaro serían muy similares a las de la Junta Suprema Central Gubernativa creada en la Península en 1808, pues su función principal, además de gobernar, sería administrar justicia y constituirse como una especie de secretaría de guerra, que también fabricó moneda y trazó un plan de reformas fiscales>>[2]

El 21 de agosto de 1811 fue firmada el acta que dio fe de los hechos anteriores. El segundo gobierno insurgente procedió a usar un escudo y emblema propios, expidió nombramientos, acuño monedas y emitió diversos ordenamientos, además de publicar un periódico propio. 

<<A principios de octubre de 1811, el cura Antonio Palafox visitó Zitácuaro para intentar persuadir a Rayón de abstenerse de construir gobiernos paralelos al virreinal. Como no siguiera su consejo, desde Guanajuato, el realista Félix María Calleja dio a conocer una proclama en la que negaba la autoridad de cualquier junta nacional salvo la reunida en las cortes de Cádiz y ofreció recompensa de diez mil pesos por la cabeza de Rayón y los demás vocales. El 2 de enero de 1812, el ejército virreinal lanzó un ataque contra Zitácuaro, que concluyó con el incendio de la villa.

Los vocales de la Junta lograron huir, junto con más de quinientos hombres, y llegar al pueblo de Tlalchapa. Poco tiempo después, decidieron establecerse en el Real de Minas de Sultepec, donde continuaron sus labores en las tres ramas de gobierno: legislativa, ejecutiva y judicial, apoyados por asesores, tenientes de justicia y subdelegados que ejercían la jurisdicción contenciosa, civil y criminal en las zonas aledañas, los cuales eran nombrados por la Junta. La dirección de las operaciones militares continuó según la costumbre.

También echaron mano del llamado cuarto poder: la prensa. El doctor José María Cos, recién incorporado a la insurgencia, creó un periódico en una imprenta de madera hecha con sus propias manos, hasta que los Guadalupes [3] le hicieron llegar una con tipos de metal. El Ilustrador Nacional fue protagonista de esta guerra de información apoyada por intelectuales como el propio Cos y Rayón, el doctor Francisco Lorenzo de Velasco y, más tarde, Andrés Quintana Roo. Sus principales colaboraciones fueron el célebre manifiesto del doctor Cos y sus Planes de Paz y Guerra, en los que el zacatecano aclaró que la lucha que realizaban era con respecto al gobierno de la Península, mas no buscaban la independencia del soberano común. También justificó la existencia de su gobierno, pues “La soberanía, que reside en la nación, está resumida en la Suprema Junta, conservadora de los derechos del rey”. Por su parte, el doctor Velasco colaboró primero y dirigió después el Ilustrador Americano, que se imprimió primero en Sultepec y luego en Tlalpujahua.


Primer Proyecto Constitucional para el México Independiente `Elementos de la Constitución´


Mientras esto sucedía, el presidente de la Junta se dedicó a redactar los Elementos de nuestra Constitución [4]. El documento, que envió a Morelos desde Zinacantepec el 30 de abril de 1812, seguía en términos generales la doctrina jurídica hispánica, en concreto, la Constitución de Cádiz, y se inspiraban en ciertas leyes inglesas. Si bien apuntaba soluciones en aspectos fundamentales como el orden y los poderes del gobierno, las funciones de sus cuerpos, los derechos individuales basados en el derecho natural y de gentes, declaraba la independencia, creaba las figuras del Protector Nacional y de los representantes de Ayuntamiento de provincia, e instituía algunas fiestas cívicas, el proyecto incluía un par de retrocesos considerables como lo eran la subsistencia de un “Tribunal de la fe” para vigilar el dogma de la religión católica, y el depósito de la soberanía nacional en la persona de Fernando VII. A partir de noviembre, Morelos le hizo llegar sus observaciones, entre las que subrayaba “que se le quite la máscara a la Independencia, porque ya todos saben la suerte de nuestro Fernando VII […]

El ataque a Sultepec provocó que los vocales se separaran. Berdusco y Liceaga volvieron al mismo lugar, pero Rayón fue obligado a salir por las tropas de Joaquín del Castillo. Fue hasta principios de julio cuando se encontraron en Tiripetío. Decidieron entonces que a cada vocal le correspondería una demarcación territorial con el grado de capitanes generales: A Berdusco tocó el poniente (Michoacán), a Liceaga el norte (Guanajuato), a Morelos el sur (Oaxaca, Veracruz y Puebla) y a Rayón el oriente (México).

Rayón hizo de Tlalpujahua su centro de operaciones. Aquí estableció también la “imprenta de la nación” y mandó fabricar armas y reclutar nuevas tropas. Se le había unido Andrés Quintana Roo a mediados de 1812 y fray Vicente de Santa María llegó a principios de 1813. Quintana fundó el Semanario Patriótico Americano, uno de los más aguerridos diarios insurgentes. Santa María elaboró un proyecto de Constitución que se ha perdido.




En la demarcación poniente, Berdusco organizó la milicia insurgente, captó recursos para sostener el movimiento e impartió justicia. Se desplazó por Ario, Tancítaro, Uruapan y Pátzcuaro. Sin consultarlo con el resto de los vocales, decidió tomar Valladolid a finales de enero de 1813, pero fracasó rotundamente. Tanto lo afectó la derrota, que renunció a su cargo de vocal; luego se retractó, pero comenzó una lucha virulenta contra Rayón. Al teólogo se unió José Francisco Pedro Argandar, colaborador incansable que recorrió el territorio michoacano en busca de subsidios económicos y ofreció sus vastos conocimientos al servicio de la Junta.

Liceaga comisionó a Francisco Javier Casate para reunir a la tropa dispersa en Valle de Santiago, pero fue sorprendido por Agustín de Iturbide y obligado a retirarse junto con el doctor Cos. Regresó a Yuriria, a principios de agosto, e informó al presidente Rayón de la intercepción de un convoy en Salamanca, con lo que obtuvo gran cantidad de armamento. Fortificó uno de los islotes de la laguna de Yuriria, que llamó Isla Liceaga. Engrosaron sus filas el inglés Nelson y el mayor de plaza José María Santa Cruz, quienes construyeron galeras para fundir cañones, fabricar pólvora y acuñar moneda. En la pequeña imprenta del Dr. Cos nació la Gazeta del Gobierno Americano en el Departamento del Norte, en la cual se dieron a conocer todos los partes de guerra de la zona. Sin embargo, creyó en las palabras de Berdusco contra Rayón, y fue convencido de que buscaba despojarlo del poder en el departamento del norte.

A pesar de que Rayón los convocó para tratar en persona sus problemas, Berdusco ignoró sus llamados. En su lugar, junto con Liceaga, publicó un bando en el que se declaraba a Rayón traidor y enemigo de la patria “por haber intentado amonarcarse”. Rayón no permaneció al margen. El 7 de abril promulgó otro bando en el que anunciaba la suspensión de los vocales Berdusco y Liceaga por “oprimir a los pueblos y vejar a los particulares, tratando además de sostener con ellas el proyecto monstruoso de hacerse independientes en lo que llaman sus departamentos”.

Refugiados en Surumuato, Berdusco y Liceaga propusieron a Morelos desconocer a Rayón como presidente de la Junta. Por su parte, el jefe Manuel Muñiz se rebeló contra Berdusco, desconociéndolo junto con Liceaga. Rayón se reconcilió poco después con este último, pero el daño ya estaba hecho. En agosto de 1813, desde Puruándiro, Rayón anunció la agonía de la Junta: “olvidad, ciudadanos, el melancólico cuadro que ofrece la historia de la Junta de Zitácuaro, casi disuelta ya a impulsos de tramas execrables y pasiones fermentadas por la torpeza y la intriga”.

A finales de junio, Morelos había lanzado la convocatoria para el Congreso de Chilpancingo. De los tres vocales convocados, sólo Berdusco asistió puntualmente a la cita; Liceaga se incorporó a finales de octubre y Rayón a principios de noviembre, antes de que se suscribiera el Acta de Independencia.

Según Guzmán Pérez, las causas de la desintegración de la Suprema Junta Nacional Americana se debieron a que nunca se desvinculó de la imagen de Fernando VII, jamás concibió una verdadera constitución y nunca entregó el mando supremo a una sola persona. En cierta forma lo reconoció Rayón al decir: “No fue capaz el vigor de mis esfuerzos para mantener ilesa la unidad [de la Junta]”. >>[5]

A la muerte de Morelos, el 22 de diciembre e 1815, Rayón trató de mantener el liderazgo de la causa insurgentes, y no reconoció a la Junta de Jaujilla, que apoyaba otro grupo insurgente. Tras la derrota de cerro del Cóporo, fue detenido por el oscuro y ambicioso Nicolás Bravo [6], quien propició su entrega a los realistas. Conducido a la ciudad de México, López Rayón fue procesado y sentenciado a muerte, sin embargo, su ejecución fue aplazada y permaneció en prisión desde 1817 hasta noviembre de 1820.

En 1821 se adhirió al Plan de Iguala de Agustín de Iturbide, quien a la consumación de la independencia, lo nombró tesorero y en 1823, intendente de San Luis Potosí, para posteriormente ser electo diputado por Michoacán al Congreso Constituyente. En 1824 el Congreso le confirió el despacho de general de división y le declaró benemérito de la Patria.

En 1825 fue nombrado comandante general de Jalisco, cargo que desempeñó hasta febrero de 1827; posteriormente presidió la segunda sala del Supremo Tribunal de Guerra y Marina. Murió el 2 de febrero de 1832, en la Ciudad de México.


Jorge Pérez Uribe



[1] Miguel Ángel Fernández Delgado, El bicentenario de la Junta de Zitácuaro, INEHRM, México, 2011 
[2] Miguel Ángel Fernández Delgado, op.cit. 
[3] El grupo de los Guadalupes, fue una sociedad secreta, no masónica, que operaba en la Ciudad de México, en donde realizaba labores de espionaje y financiamiento para la causa insurgente. 
[4] El nombre del documento es: Primer Proyecto Constitucional para el México Independiente Elementos de la Constitución. 
[5] Miguel Ángel Fernández Delgado, op.cit. 
[6] Cerró su participación histórica el 13 de septiembre 1847, cuando siendo Director del Colegio Militar de Chapultepec, abandonando a los cadetes que lo defenderían, bajó al pie del cerro para esperar y entregarse a las tropas norteamericanas.



Bibliografía:

  • Carlos Herrejón Peredo, La ruta de Hidalgo, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2012.
  • Jaime del Arenal Fenochio, Cronología de la Independencia (1808-1821), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2012.
  • Miguel Ángel Fernández Delgado, El bicentenario de la Junta de Zitácuaro, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2011.

Anexo.- (La razón de mi decir)



miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL DESCONOCIDO PLAN DE IGUALA


“PLAN DE YNDEPENDENCIA DE LA AMÉRICA SEPTENTRIONAL”





Consideraciones iniciales


Ahora, muchos años después de haber cursado la educación básica y media y al haber leído y analizado a fondo el Plan de Iguala que consta de tan sólo 24 breves artículos, me pregunto el por qué nunca lo estudiamos en clase de historia. ¡Cuánta tinta y consideraciones nos habríamos ahorrado con sólo leerlo y meditar un poco en su contenido! A quiénes he inquirido sobre si tuvieron ocasión de leerlo en sus cursos de historia, me confirman una respuesta negativa.

Aunque signado, también por Vicente Guerrero, fue obra exclusiva de Agustín de Iturbide. En él plasmó su visión de un México independiente, de los principios que lo inspirarían y del régimen que se instauraría, una vez conseguida la independencia. “Obra maestra de política y saber” fue llamado por el “padre del liberalismo” Lorenzo de Zavala

¿Alguien pensaría que en este breve plan, se estamparían las garantías individuales, los derechos humanos, hoy tan en boga? (artículos 12, 13, 20).

Al analizarlo, a muchos extrañará que Iturbide pensará en una moderna monarquía constitucional, es decir, no absoluta, sino moderada por una constitución, -pero eso sí- una constitución “peculiar” y “adaptable” a nosotros, un instrumento muy distinto al producto del pensamiento masónico-liberal francés que era la Constitución de Cádiz (artículos 3, 11).

Además de una constitución Iturbide pensaba en una división de poderes, ya que además del monarca o emperador existirían las Cortes (Congreso), -cuyo principal papel sería dotar al país de esa constitución-, y un poder judicial (artículos 21,24).


Nueva España al iniciar 1820


<<A comienzos de 1820, el dominio español se había vuelto a consolidar en la Nueva España después de años de luchas internas. Diversos factores habían contribuido a ello: el agotamiento de una sociedad envuelta en 10 años de guerra civil, el restablecimiento de la autoridad real –un tanto mermada- en la persona de Fernando VII, El deseado, y la derrota insurgente motivada, entre otras razones, por la incapacidad del proyecto iniciado por Hidalgo y continuado por Morelos para atraerse el apoyo de las élites criollas debido, entre otras razones, a que predicó la destrucción de los peninsulares. [...]

Una concesión de indultos fue favorecida por el virrey Juan Ruiz de Apodaca y tuvo los resultados esperados, ya que buena parte de los antiguos insurgentes depuso las armas y volvió a sus lugares de origen “a dedicarse al comercio, agricultura e industria”, lográndose, al finalizar la segunda década del siglo un evidente repunte en la actividad económica. Los habitantes de la Nueva España gozaron nuevamente de los beneficios de la paz, y la armonía de las clases sociales, seriamente afectadas por el estallido de Dolores, pareció restablecerse. Tanto criollos como peninsulares, castas, mestizos e indígenas nuevamente ejercieron las tareas que les correspondían según el rígido orden estamental que les correspondía. Las tropas expedicionarias y las milicias provinciales volvieron a sus cuarteles, salvo las encargadas de sofocar a las pocas partidas de guerrilleros insurgentes que no amenazaban ya a la estabilidad del reino. La Iglesia, por su parte, pareció retomar el control sobre una parte del clero que activamente había participado en la insurgencia o que había protestado el favor del fuero eclesiástico. Derogados los decretos de las Cortes de Cádiz, que la afectaron nada parecía amenazarla. >>


Restablecimiento de la Constitución de Cádiz de 1812


El 1° de enero de 1820 el teniente coronel Rafael del Riego [1] al grito de ¡viva la Constitución!, amotinó a las tropas acantonadas en localidad de Las Cabezas de San Juan, a unos sesenta kilómetros de Cádiz en el camino de Sevilla, mientras esperaban en el puerto gaditano ser embarcadas rumbo a las Américas. Riego formó una Junta Consultiva que tomó como rehén al soberano español, obligándolo a restablecer la Constitución de 1812.

Ante la noticia del restablecimiento y jura por el rey de la Constitución, conocida en la Nueva España a principios de abril, <<“se manifestó la mayor inquietud en los espíritus”, por lo que el virrey Apodaca pensó en aplazar y, de ser posible, evitar el juramento debido. Sin embargo, la presión de los grupos adictos a la Constitución, entre los que destacaban los comerciantes, los masones y las tropas expedicionarias, obligó primero al comandante Dávila de Veracruz y finalmente al propio virrey a jurarla a fines de mayo. A partir de ese momento, se proclamó en todas las provincias “jurando observarla todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas”. La Constitución al no obtener la adhesión general de todos los grupos que integraban la sociedad novohispana, fue la clave para explicar y entender la fase final de la independencia en México. Como afirmara un testigo de la época al comentar la jura de la Constitución, “esperen ustedes la independencia, que es lo que va a resultar de todo esto”


La Profesa y otras conjuras


Los primeros en reaccionar en forma desfavorable contra la Constitución fueron los grupos y autoridades peninsulares –civiles y eclesiásticas- que habían sido nombradas a partir del regreso de Fernando VII a España y que se vieron afectadas por el talante liberal de esta carta fundamental, planteándose incluso la posibilidad de desconocerla.

Durante mayo de 1820 en la casa de los oratorianos de México, conocida como La Profesa, se reunió un grupo de personas inconformes con la restauración constitucional y decidido, de ser posible, a impedir su aplicación en México. Entre los asistentes se encontraban el canónigo Matías de Monteagudo, el regente de la real Audiencia, Miguel Bataller, y el ex inquisidor José Tirado, contando con el apoyo velado del propio virrey Apodaca. [...] Su plan consistía en declarar la falta de libertad de Fernando VII para jurar la constitución y, en consecuencia, facultar al virrey para continuar en el gobierno de la Nueva España, en forma independiente al gobierno liberal instalado en España y bajo la vigencia de las Leyes de Indias, es decir, “la actitud y los argumentos del Ayuntamiento de México en 1808...se reproducían con intención contraria”. Para ejecutar este plan convinieron en la necesidad de contar con el apoyo de un militar de confianza, al que creyeron encontrar paradójicamente no en un español, quizá por la influencia que la masonería tenía ya por entonces en las filas realistas, sino en un militar criollo: el coronel Agustín de Iturbide, quien después de asistir a unos ejercicio espirituales en La Profesa y de conferenciar con Apodaca, aparentó ofrecer sus servicios para la realización del plan. Nada, sin embargo se pudo hacer, pues el 31 de mayo el virrey se vio obligado a jurar a la Constitución, juramento que le impidió llevar a cabo los planes de los conjurados. Después del juramento virreinal. Siguió el de todas las corporaciones civiles y eclesiásticas que se comprometieron a marchar por la “senda constitucional”, a ejemplo de su rey.

Una vez establecido el orden constitucional, en el lapso comprendido entre los meses de junio a diciembre de 1820, se forjaron otros proyectos y se fraguaron conjuras dirigidas a los más diversos propósitos: “en todas partes se hacían juntas clandestinas en las que se trataba del sistema de gobierno que debía adoptarse”, e incluso al mismo Fernando VII se le atribuye uno de esos proyectos dirigidos a Apodaca y tendiente a salvar sus derechos absolutos, ya que no en la vieja España, cuando menos en la Nueva. Como quiera que sea y en medio de un ambiente caldeado por una intensa labor panfletaria, Iturbide comenzó a elaborar su propio plan, destinado, éste sí, a triunfar. 


Surgimiento y difusión del plan


El plan fue fraguado en octubre de 1820, aunque sufrió modificaciones por las sugerencias que amigos le hicieron a Iturbide. A ello es debido que existan diversas versiones del plan, ya sean manuscritas o impresas y que se conservan hasta nuestros días.

Iturbide, reenganchado en el servicio de la Corona española, aunque ya no en la ejecución de ningún plan fue asignado a combatir a la guerrilla de Vicente Guerrero. Inició correspondencia y comunicación a través de enviados personales con Guerrero y a principios de 1821 empezó a entablar negociaciones dirigidas a consumar la independencia sobre las bases propuestas en el Plan de Iguala

El plan se hizo público el 24 de febrero de 1821, en la pequeña población de Iguala y se promulgó y juró solemnemente por los primeros oficiales y la tropa del nuevo ejército de las Tres Garantías en el mismo pueblo de Iguala entre el 1 y el 2 de marzo.

<< El contenido del plan propuesto en Iguala fue dado a conocer por Iturbide a través de una amplia correspondencia a un buen número de personas importantes: al virrey Apodaca, al arzobispo Fonte, de México, y al obispo Ruiz Cabañas, de Guadalajara: al fiero mariscal Cruz de la Nueva Galicia, al comandante Rafael Dávila, de Veracruz, y a militares de alta graduación, como Pedro Celestino Negrete; al propio rey Fernando VII y hasta las Cortes reunidas en Madrid, con el objeto de asegurarse la adhesión de estos europeos a su causa. Durante los meses siguientes la imprenta adquirida en Puebla por medio del presbítero Furlong no descansó: copias del plan, órdenes, actas y un periódico, El Mejicano Independiente, se encargaron de dar a conocer con más precisión y a mayor número de personas las verdaderas intenciones de Iturbide. Impresos, cartas y entrevistas personales llevadas a cabo por enviados de confianza del primer jefe del Ejército Trigarante dieron a la larga el fruto esperado. >>[2]


Consecuencias del Plan


Las adhesiones al plan, empezaron el en sur, luego simultáneamente en el oriente y en el bajío. En los primeros días de marzo llegaron al cuartel trigarante noticias de adhesiones de jefes, soldados, guarniciones, villas y ciudades: Echávarri, Miguel Torres, en Sultepec, Vicente Endérica y el teniente coronel Berdejo en Chilpancingo, Nicolás Bravo. Siguieron en el curso del mes los criollos José Joaquín Herrera y Antonio López de Santa Anna en la zona de Veracruz y el Bajío, Luis Cortázar y Anastasio Bustamante, que tomaron Amoles, Salvatierra, Celaya y Guanajuato. Salamanca, Silao, Irapuato, León y San Miguel se adhirieron espontáneamente.

<< En Michoacán, Juan Domínguez y Miguel Barragán, ex oficiales realistas, incorporaron Apatzingán y Ario, y entraron unidos a Pátzcuaro para conocer la adhesión de los capitanes Vicente Filisola y Juan José Codallos. Don Ramón Rayón se presentó a Iturbide en Cutzamala y fue encargado de rehabilitar el viejo fuerte de Cóporo: en mayo y junio se adhirieron Guadalupe Victoria, Quintanar y, por fin Pedro Celestino Negrete, quién declaró la independencia en Tlaquepaque.

En el campo realista, el ánimo era muy distinto, ya que si bien se dieron numerosas deserciones, el grueso de las tropas expedicionarias permanecieron leales a la corona española; no obstante las noticias de las defecciones y del rápido avance del movimiento trigarante, así como la indecisión de muchos oficiales criollos del ejército realista sobre el partido que debían tomar; más la aparentemente lenta reacción del Conde del Venadito para sofocar en forma eficaz la llama de la nueva rebelión hicieron que la débil cohesión que se mantenía dentro de las filas realistas por fin se derrumbara. En efecto, la derrota en la Hacienda de la Huerta, en las inmediaciones de Toluca, y la capitulación de las tropas de Domingo Luaces de Querétaro, marcaron el límite de la paciencia de las tropas expedicionarias que, exasperadas, obligaron a Apodaca a dimitir del mando superior de la Nueva España el día 5 de julio, nombrando en su lugar al mariscal de campo Francisco Novella. De esta forma, los propios españoles violaban flagrantemente la vigencia de la constitución que habían jurado obedecer hacía casi un año, hecho que no pasó inadvertido por la mayoría de las corporaciones civiles de la Ciudad de México –Audiencia, Diputación Provincial y Ayuntamiento- que, conscientes del golpe de estado llevado a cabo por los militares y contrarios a la supresión de la libertad de imprenta decretada por Apodaca días antes, a duras penas reconocieron la autoridad del usurpador Novella. En adelante les quedaría claro que, ante dos movimientos igualmente anticonstitucionales, resultaba más conveniente para sus intereses inclinarse por aquel que aseguraba la independencia y la construcción de un nuevo orden constitucional al cual podrían contribuir a edificar. >>[3]


El documento


Debemos distinguir en entre el plan original de Iturbide o borrador que consta de 23 artículos, más una “Proclama inicial”, así como una “Proclama final” y que fue publicado en La Abeja Poblana (Puebla) seis días después de su promulgación (1 de marzo de 1821) y el publicado el 24 de febrero de 1821 o Plan e indicaciones para el Gobierno que debe instalarse provisionalmente con el objeto de asegurar nuestra sagrada religión y establecer la Independencia del Imperio Mexicano, el cual consta de 24 artículos, que es “una versión mejor redactada, más precisa y más completa”
A continuación se presentan en forma comparativa ambas versiones:

Plan de Iguala


Plan e indicaciones para el Gobierno que debe instalarse provisionalmente con el objeto de asegurar nuestra sagrada religión y establecer la Independencia del Imperio Mexicano y tendrá el título de Junta Gubernativa de la América Septentrional, propuesto por el Sr. Coronel D. Agustín de Iturbide al Excelentísimo señor Virrey de Nueva España, Conde del Venadito.

Plan original o borrador
Plan o indicaciones
1° La religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna.
1° La religión de la Nueva España es y será la católica, apostólica, romana, sin soberanía [tolerancia] de otra alguna.

2° La absoluta independencia de este reino
La Nueva España es independiente de la antigua y de toda otra potencia, aun de nuestro continente.

3° Gobierno monárquico templado por una constitución análoga al país
3° Su gobierno será monarquía moderada, con arreglo a la constitución peculiar y adaptable del reino.

4° Fernando VII, y en sus casos los de su dinastía o de otra reinante serán los emperadores, para hallarnos con un monarca ya hecho, y precaver los atentados funestos de la ambición
Será su emperador el señor don Fernando VII, y no presentándose personalmente en México dentro del término que las Cortes señalaren a prestar el juramento, serán llamados en su caso el serenísimo señor infante don Carlos, el señor don Francisco de Paula, el archiduque Carlos u otro individuo de casa reinante que estime por conveniente el Congreso.

5° Habrá una junta ínterin [4] se reúnen las córtes, que haga efectivo este plan,
Ínterin las Córtes se reúnen, habrá una Junta que tendrá por objeto tal reunión y hacer que se cumpla con el Plan en toda su extensión.

6° Ésta se nombrará gubernativa, y se compondrá de los vocales ya propuestos al señor virrey
6° Dicha junta, que se denominará gubernativa, debe componerse de los vocales de que habla la carta oficial dirigida al excelentísimo señor Virrey.

7° Gobernará en virtud del juramento que tiene prestado al rey, ínterin éste se presenta en México y lo presta y hasta entonces se suspenderán todas ulteriores órdenes.
Ínterin el señor don Fernando VII se presenta en México y hace el juramento, gobernará la junta a nombre de Su Majestad, en virtud del juramento de fidelidad que le tiene prestado la nación; sin embargo de que se suspenderán todas las órdenes que diese, interín no haya prestado dicho juramento.

8° Si Fernando VII no se resolviere a venir a México, la junta o la regencia mandará á nombre de la nación, mientras se resuelve la testa que deba coronarse.

8° Si el señor don Fernando VII no se dignare venir a México, interín se resuelve el emperador que debe coronarse, la junta o la regencia mandará en nombre de la nación.

9° Será sostenido este gobierno por el ejército de las Tres Garantías.
Este gobierno será sostenido por el ejército de las Tres Garantías, de que se hablará después.

10° Las córtes resolverán si ha de continuar esta junta o substituirse una regencia, mientras llega el emperador.
10° Las Córtes resolverán la continuación de la junta o si debe sustituirla una regencia, ínterin llega la persona que debe coronarse.

11° Trabajarán luego que se unan, la constitución del imperio mexicano,
11° Las Córtes establecerán en seguida la Constitución del imperio mexicano.

12° Todos los habitantes de él, sin otra distinción, que  su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo.

12° Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinción, alguna de europeos, africanos ni indios, son ciudadanos de esta monarquía con opción a todo empleo, según su mérito y virtudes.

13° Sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas.

13° Las personas de todo ciudadano y sus propiedades serán respetadas y protegidas por el gobierno.

14° El clero secular y regular será conservado en todos sus fueros y propiedades.
14° El clero secular y regular será conservado en todos sus fueros y preeminencias.

15° Todos los ramos del estado y empleados públicos, subsistirán como en el día, y sólo serán removidos los que se opongan a este plan, y substituidos por los que más se distingan en su adhesión, virtud y mérito.
15° La junta cuidará de que todos los ramos del Estado queden sin alteración alguna, y todos los empleados políticos, eclesiásticos, civiles y militares, en el estado mismo en qué existen en el día [Sólo serán removidos los que manifiesten no entrar en el plan substituyendo en su lugar los que más se distingan en virtud y mérito].

16° Se formará, un ejército protector que se denominará: de las Tres Garantías, y que se sacrificará del primero al último de sus individuos antes que sufrir la más ligera infracción de ellas.
16° Se formará, un ejército protector que se denominará de las Tres Garantías, porque bajo su protección toma, lo primero, la conservación de la religión católica, apostólica, romana, cooperando por todos los medios que estén a su alcance, para que no haya mezcla alguna de otra secta y se ataquen oportunamente los enemigos que puedan dañarla; lo segundo, la independencia bajo el sistema manifestado; lo tercero, la unión, íntima de americanos y europeos; pues garantizando bases tan fundamentales de la felicidad de Nueva España, antes que consentir la infracción de ellas, se sacrificará dando la vida del primero al último de sus individuos.

17° Este ejército observará a la letra la Odenanza; y sus gefes y oficialidad continuará en el pié en que están, con la espectativa no obstante á los empleos vacantes, y a los que se estimen de necesidad ó conveniencia.
17° Las tropas del ejército observarán la más exacta disciplina a la letra de las ordenanzas, y los jefes y oficialidad continuarán bajo el pie en que están hoy; es, decir, en sus respectivas clases con opción a los empleos vacantes y que vacasen por los que no quisieren seguir sus banderas o cualquiera otra causa, y con, opción a los que se consideren de necesidad o conveniencia.

18° Las tropas de que se componga; se considerarán como de línea y lo mismo las que abracen luego este plan: las que lo difieran y los paisanos que quieran alistarse, se mirarán como milicia nacional, y el arreglo y forma de todas, lo dictarán las córtes.

18° Las tropas de dicho ejército se considerarán como de línea.

19° Los empleos se darán en virtud de informes de los respectivos gefes y á nombre de la nación provisionalmente.
19° Lo mismo sucederá con las que sigan luego este Plan. Las que no lo difieran, las del anterior sistema de la independencia que se unan inmediatamente a dicho ejército, y los paisanos que intenten alistarse, se considerarán como tropas de milicia nacional, y la forma de todas para la seguridad interior y exterior del reino la dictarán las Córtes.

20° Ínterin se reunen las córtes, se procederá en los delitos con total arreglo a la constitución española.

20° Los empleos se concederán al verdadero mérito, a virtud de informes de los respectivos gefes y en nombre de la nación provisionalmente.

21° En el de conspiración contra la independencia, se procederá a prisión, sin pasar á otra cosa hasta que las córtes decidan la pena al mayor de los delitos, después del de lesa Magestad divina.

21° Ínterin las Córtes se establecen, se procederá en los delitos con total arreglo a la Constitución española.

22° Se vigilará sobre los que intenten fomentar la división, y se reputarán como conspiradores contra la independencia.
22° En el de conspiración contra la independencia, se procederá a prisión, sin pasar a otra cosa hasta que las Córtes decidan la pena al mayor de los delitos, después del de lesa Magestad divina.

23° Como las córtes que van a instalarse son constituyentes, deben ser elegidos los diputados bajo este concepto. La junta determinará las reglas y el tiempo necesario para el efecto.

23° Se vigilará sobre los que intenten fomentar la desunión, y se reputarán como conspiradores contra la independencia.


24° Como las Córtes que van a instalarse han de ser constituyentes, se hace necesario que reciban los diputados los poderes bastantes para el efecto; y como a mayor abundamiento es de mucha importancia que los electores sepan que sus representantes han de ser para el Congreso de México y no de Madrid, la junta prescribirá las reglas justas para las elecciones y señalará el tiempo necesario para ellas y para la apertura del Congreso. Ya que no puedan verificarse las elecciones en marzo, se estrechará cuanto sea posible, el término.


Reproducido en Fase final de la guerra por la independencia. (Tomado del Mexicano Independiente número 2, publicado en Iguala el 17 de marzo de 1821.) México: Biblioteca Mínima Mexicana, 1955. 99-102. En las dos ocasiones que añadimos texto entre [corchetes], éste corresponde al texto del Plan publicado en La Abeja Poblana (Puebla) seis días después de su promulgación (1 de marzo de 1821). Edición digital de Marina Herbst.


Jorge Pérez Uribe

Notas:
[1] Miembro de la logia masónica Lautaro de Cádiz. Como premio fue nombrado capitán general de Aragón y gran maestre del Gran Oriente 
[2] Jaime del Arenal Fenochio, Un modo de ser libres Independencia y Constitución en México (1816-1822), INEHRM, México, 2010., pág.28 
[3] Op. cit., págs. 28, 29 
[4] Adverbio antiguo del español, que debe entenderse como “en tanto”. Diccionario de la R.A.E



Bibliografía: 
Jaime del Arenal Fenochio, Un modo de ser libres Independencia y Constitución en México (1816-1822), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México, México, 2010.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

“EL GRITO DE INDEPENDENCIA” EN LA VOZ DE SUS PROTAGONISTAS




Se conoce como Grito de Independencia a la celebración de carácter patriótico con la que los mexicanos conmemoramos el inicio de nuestra lucha de independencia de España. Al efecto, desde finales del siglo XIX tiene lugar la ceremonia de "el grito” que cada 15 de septiembre es celebrada por el Presidente de la República a las 11 de la noche, en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, seguida de juegos pirotécnicos. Esta ceremonia tiene réplicas en cada una de las capitales de los Estados que conforman la República Mexicana y en muchas poblaciones más.

Como en otros hechos patrióticos se impone -el mito o la leyenda- a la realidad; y así resulta que los hechos concernientes al Grito de Independencia, tuvieron lugar no en la noche del día 15 de septiembre de 1810, sino en la madrugada del día 16. El que se celebre el día 15 tiene su antecedente en que ese día festejaba su cumpleaños el presidente Porfirio Díaz que gobernó por 35 años y estableció la costumbre de celebrar en ese día la fiesta patria.

Para desmitificar el acontecimiento histórico, no hay como, recurrir a las declaraciones de los principales próceres durante los procesos de consejo de guerra que se les siguió en el mes de mayo de 1811, en la ciudad de Chihuahua.

He aquí la narración de los hechos en boca de sus actores:

Miguel Hidalgo Y Costilla: <<...que la expresada insurrección tuvo principio en el expresado pueblo (Dolores) el día dieciséis de septiembre próximo pasado como a las cinco de la mañana. [...]

Que en esto como a tres o cuatro días antes del dieciséis, tuvo el declarante noticias aunque vagas de que Allende estaba delatado, por lo que lo llamó a Dolores para ver lo que el resolvía, pero nada resolvieron en la noche del catorce que llegó a su casa, ni en todo el día quince, que se mantuvo allí; hasta que a las dos de la mañana del dieciséis vino don Juan Aldama diciéndole que en Querétaro habían aprendido a sus confidentes, en cuya vista en el mismo acto acordaron los tres dar el grito, llamando el declarante como a diez de sus dependientes, dando soltura a los presos que había en la cárcel, obligando al carcelero con una pistola a franquear las puertas de ella.

Y entonces les previno a unos y otros que le habían de ayudar a aprehender a los europeos, lo que se verificó a las cinco de la mañana del mismo día, sin otra novedad que la de unos cintarazos que se le dieron a don José Antonio Larrincia porque se iba huyendo. Que puestos en la cárcel los europeos, cerradas las tiendas de unos, dejadas otras a cargo de los cajeros criollos o de sus familias, y viniendo a su partido los indios y rancheros que por ser domingo habían ocurrido a misa, trataron de encaminarse a San Miguel el Grande en persecución de su proyecto.>>

Ignacio de Allende: <<que el día quince del mismo mes (septiembre), se trasladó el declarante desde San Miguel el Grande al pueblo de Dolores, como una de tantas veces solía hacerlo, habiendo llegado allí, a cosa de seis de la tarde, apeándose en la casa del cura Hidalgo, a que se siguió hablar entre los dos del riesgo a que estaba expuesto el Reino de ser entregado a los franceses porque para el concepto de los dos toda la Grandeza de España estaba inclinada, o por mejor (decir), decidida por Bonaparte, y que la Península estaba perdida, excepto Cádiz, de que debía resultar que el Reino se perdiera también porque estaba indefenso, y las más de sus autoridades públicas eran hechuras del tiempo del Príncipe de la Paz [1], y no podía tenerse confianza de ellas.>>

Manifestó que el encargado en Querétaro era don Epigmenio González, Ignacio Carreño y N. Lozada y en San Miguel el Grande, el mismo declarante, don Juan Aldama y don Joaquín Ocón. Agregó que: << a hora de las doce de la noche llegó Juan Aldama con la noticia de que en Querétaro se había aprendido a su confidente don Epigmenio González y a otros, y de que consecutivamente venían a prender al declarante, visto lo cual, y no pudiendo dudar de que así sería, por mediar las relaciones que se tienen expresadas, entraron los tres, Aldama, Hidalgo y el que declara, en consulta sobre lo que debían hacer, en que se resolvió entrando en el acuerdo don Mariano Hidalgo, y don Santos Villa, convocar en la misma noche (a) los vecinos que estaban, o se consideraba estarían prontos a seguirlos, y juntos hasta ochenta hombres, fueron al cuartel y se apoderaron de las espadas de una compañía que estaban depositadas allí y luego se distribuyeron por las casas de los europeos, para que los fuesen asegurando, según fuesen abriendo sus puertas por la mañana, y al declarante le tocó la casa del subdelegado don Nicolás Rincón, a quien también se aprehendió, sin embargo de ser criollo, porque se temía no había de ser de su partido, y cuando el declarante se llevaba al subdelegado le dijeron en medio de la plaza que se dirigiese a la cárcel, pues ya estaban todos los europeos, habiendo antes puesto en libertad a los presos, no sabe si por disposición de Hidalgo o de algún otro, y para aquella hora que serían las seis de la mañana, ya se habían juntado hasta doscientos hombres y a poco rato llegarían a quinientos, por ser día domingo y de mercado; que inmediatamente trataron de dirigirse a San Miguel el Grande con el fin de practicar igual operación y don Juan de Aldama se quedó encargado de conducir a los europeos, que serían de diez y ocho a veinte, a las inmediaciones de San Miguel el Grande, hasta ver el resultado de su empresa y no exponerlos al furor de la plebe... >>

Juan Aldama, en sus declaraciones –acobardado y pusilánime, ante una probable sentencia de muerte- trata de liberarse de responsabilidad en el movimiento y narra que habiendo recibido al mozo enviado por Epigmenio González, en la población de San Miguel el Grande y yendo a esconderse a la hacienda de su hermano don Ignacio Aldama, tuvo que pasar por Dolores, por lo que no le quedó otra más que la de señalar en donde vivía el cura Hidalgo <<llegados a ella tocaron la puerta, y se levantó el cura, haciéndole instancia al declarante que se apease a tomar chocolate [2]; y en efecto se apeó, y al mozo lo dirigió al cuarto donde estaba Allende; inmediatamente vino este al del cura a quien dijo lo que había, y aquel sin detención salió a llamar a su cochero, lo que le dijo no lo oyó; pero si vio que a poco rato entraron ocho hombres armados de los cuales sólo conoció a un Martínez vecino del mismo Dolores, estando el declarante tomando chocolate: entonces dijo el cura a todos: Caballeros somos perdidos aquí no hay mas recurso que ir a coger gachupines, a que le dijo el declarante: Señor que va a hacer vuestra merced por amor de Dios: vea vuestra merced lo que hace, repitiéndoselo por dos veces: a ese tiempo entró el cochero, y dijo que un tal Herrera que lo había enviado a solicitar el cura decía que no podía venir porque estaba medio malo; entonces el cura mandó a dos de aquellos hombres que estaban allí armados a que lo fueran a traer por bien o por mal; cuando ellos vinieron con el otro se fueron parando todos y le dijeron al declarante el cura y Allende, vamos Aldama, y de miedo de que no lo fueran a matar se paró y los acompañó, se dirigieron para la cárcel fueron, y el mismo cura hizo al alcalde de la ciudad que echase los presos a la calle; y todos se armaron con leños y piedras, y dieron principio a la prisión de los europeos en sus casas como a las seis de la mañana, y concluida esta operación a cosa de las ocho que los encerraron en la cárcel entre ellos al padre sacristán don N. Bustamante; ya se habían juntado más de seiscientos hombres de a pie y caballo por ser día domingo, y haber ocurrido a misa de los ranchos inmediatos, y el cura que los exhortaba a que se uniesen con él le ayudasen a defender el reino porque querían entregarlo a los franceses: que ya se había acabado la opresión: que ya no había más tributos, que los que se alistasen con caballos y armas les pagaría a peso diario, y los de a pie a cuatro reales, que todo esto pasó desde las cuatro de la mañana del día dieciséis que llego a Dolores, hasta las once de la misma mañana.>>

Ignacio de Allende: <<hicieron alto en Atotonilco en donde tomaron de casa del capellán don Remigio González un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe por idea de alguno de la compañía, el cual pusieron en una garrocha y continuaron su marcha para el lugar de su destino, a donde llegaron ya de noche y hallaron que el pueblo estaba alborotado, y gritando viva la América y muera el mal gobierno; los europeos que se habían hecho fuertes en Casas Reales se entregaron al que declara por ser ya mucha la plebe que se había juntado, y algunos gritaban que mueran los gachupines; pero el que declara pudo contenerlos con mucho trabajo, aunque no pudo evitar el saqueo de tres o cuatro tiendas, y así quedo entablada la resurrección...>>

El mejor biógrafo de Hidalgo el doctor en Historia, Carlos Herrejón Peredo, nos ofrece una vívida narración de esa madrugada [3]:


<<El grito de Dolores: “¡Se acabó la opresión!”


Cuando ya estaban reunidas como quince o dieciséis personas, alfareros y sederos, incluso los dos serenos, y algunos del pueblo que no pertenecían a las oficinas del señor Cura, pero que con el rumor de la novedad se habían levantado, y otros que los mismos alfareros habían convidado al pasar por sus casas, entonces dio orden el señor Cura a los alfareros para que fueran a traer armas y hondas que estaban ocultas en la alfarería, lo cual se verificó en un momento y se les repartieron a los que habían concurrido [...]

Una vez armados los pocos que se habían reunido, tomó el señor Cura una imagen de nuestra Señora de Guadalupe, y la puso en un lienzo blanco, se paro en el balconcito del cuarto de su asistencia, arengó en pocas palabras a los que estaban reunidos recordándoles la oferta que le habíamos hecho de hacer libre nuestra patria, y levantando la voz dijo:

-¡Viva nuestra Señora de Guadalupe! ¡Viva la independencia!
Y contestamos:
-¡Viva!
Y no faltó quien añadiera:
-¡Y mueran los gachupines!

Acto seguido el cura se dirigió junto con ellos a la cárcel, donde liberó a cincuenta reos; de allí fueron todos al cuartel por espadas. Se agregaron soldados del destacamento del Regimiento de la Reina. Y todos se distribuyeron para proceder a la prisión de españoles: Allende y Aldama al subdelegado Rincón, aunque criollo, y al colector de diezmo Cortina, Balleza al padre sacristán, el peninsular Bustamante; Mariano Hidalgo y Santos Villa fueron por los demás. En total 18 condujeron a la cárcel. Larrinúa fue herido por uno de los reos liberados. El subdelegado Rincón se oponía a entregar a Cortina, el encargado del diezmo recién llegado; no se doblegó hasta que llegaron Allende e Hidalgo. El lugar del subdelegado lo ocupó Mariano Montes.

Mientras tanto el campanero, el cojo Galván, había dado las llamadas para la misa de cinco. Como una de de las razones primordiales del movimiento era la defensa de la fe y sus prácticas, lo más seguro es que, una vez aprehendidos los gachupines, gran parte de los sublevados acudiera a la misa dominical, pues era de riguroso cumplimiento comenzando por el propio Hidalgo, aunque no oficiara él sino uno de los vicarios.

Habiendo salido todos de la iglesia poco después de las seis, allí en el atrio el Cura Hidalgo arengó a la multitud en estos términos: “¡Hijos míos! ¡Únanse conmigo! ¡Ayúdenme a defender la patria! Los gachupines quieren entregarla a los impíos franceses. ¡Se acabó la opresión! ¡Se acabaron los tributos! Al que me siga a caballo le daré un peso; y a los de a pie, un tostón.”

“Voy a quitarles el yugo”


A las siete de la mañana ya se contaban más de seiscientos los animados a entrar en la insurgencia. Allende y Aldama ayudados por 34 soldados del destacamento del Regimiento de la Reina, se dieron a la tarea de formar pelotones y dotarlos cuando menos de hondas que tenían guardadas en El Llanito y lanzas de Santa Bárbara, de donde había llegado Luis Gutiérrez con más de doscientos jinetes.

Mariano Abasolo no estuvo en el momento de la primera arenga, pues permaneció en su casa, pero más tarde escucho a Hidalgo mientras se dirigía no a la muchedumbre sino a un grupo de vecinos principales de Dolores. En efecto, <<el propio cura Hidalgo y Allende mandaron juntar todos los vecinos principales del propio pueblo, y reunidos, les dijo el Cura estas palabras:

“Ya vuestras mercedes habrán visto este movimiento, pues sepan que no tiene más objeto que quitar el mando a los europeos, porque éstos, como ustedes sabrán, se han entregado a los franceses y quieren que corramos la misma suerte, lo cual no hemos de consentir jamás; y vuestras mercedes como buenos patriotas, deben defender este pueblo hasta nuestra vuelta que no será muy dilatada para organizar el gobierno.”

Con cuya simple arenga, sin decirles los vecinos si lo ejecutarían o no, se retiraron a sus casas.
Hidalgo encargó la parroquia al padre José maría González, generoso devoto de la cofradía de los Dolores. Hubo otras misas dominicales y así unos entraban y otros salían. Almorzaban lo que generalmente se ofrecía en el tianguis dominical.

Hidalgo inició también una de las que serían las acciones de mayor trascendencia para el movimiento: el nombramiento de comisionados para diversos puntos. Por último, encargó los obrajes a Pedro José Sotelo y otros.

Habló con sus hermanas Vicenta y Guadalupe, prometiéndoles que pronto volvería, y hacia las once de la mañana montó en caballo negro. Al paso del desfile de cerca de ochocientos sublevados que enfilaron hacia la hacienda de la Erre, pasando por el puente del río Trancas, una joven del pueblo, Narcisa Zapata, le gritó al párroco:

-¿A dónde se encamina usted, señor cura?
Y éste contestó:
-Voy a quitarles el yugo, muchacha.
A lo que replicó Narcisa:
-Será peor si hasta los bueyes pierde, señor Cura.

Ya había salido la extraña tropa, cuando llegó a Dolores aquel mozo Cleto, Anacleto Moreno, a quien Hidalgo había encargado conseguir adeptos en Tierrasnuevas. Había hablado en efecto con un tal Urbano Chávez, pero este, haciéndole creer que se interesaba, lo denuncio ante José Gabriel Armijo, quien lo llamó para pedirle una constancia escrita por Hidalgo en que formulara la invitación a la revuelta. El ingenuo Cleto, a eso se presentó en Dolores; más no halló sino a un soldado insurgente en la casa de Hidalgo, que no tuvo empacho en extenderle, delante de Abasolo, el siguiente papel, significativo de cómo se percibía el levantamiento:

En diez y seis de septiembre de 1810 han sido presos todos los gachupines de este lugar. En la fatiga no ha sido menester maltratarlos ni lastimarlos, porque ha sido tanto el gentío que alcanzo el número a 300 y tantos de a pie y 400 de a caballo; y habiéndolos puesto en la cárcel, fueron puestos en libertad todos los presos y fueron pensionados a tomar las armas. De sus intereses no se ha echado mano hasta hoy más de los reales para sueldos de toda esta gente, repartiendo en trozos cada un trozo con su comandante según el número de gachupines en cada lugar hay.

Esto es reducido a quitar esta vil canalla de estos mostros [sic], antes que se ejecute la ruin que se espera de que se introduzca la herejía en este reino; y así, considero usted hace lo mismo en ese partido, pues no vamos en contra de la ley.

Por demás está decir que a su regreso Cleto fue aprehendido mientras Armijo comunicaba el levantamiento a su jefe, Félix María Calleja. [...]>>

Así fue aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.



[1] Manuel Godoy y Álvarez, valido de Carlos III
[2] En los primeros veinte minutos de la película La Virgen que forjó una Patria (1942) se muestran estas escenas con mucho apego, y con una insuperable actuación del actor Julio Villarreal en el papel de Hidalgo. En particular es interesante la recreación del rito novohispano de "tomar chocolate". El link o liga es: http://es.gloria.tv/?media=358304
[3] Revista Letras Libres, La naciente insurgencia, septiembre 2010, México,

Bibliografía: Voces insurgentes Declaraciones de los caudillos de la Independencia, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2010