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jueves, 1 de noviembre de 2012

"EL PURGATORIO NO ES UN LUGAR DEL ESPACIO..."




Un problema de la fe en nuestro medio, es el del infantilismo, el de la falta de crecimiento, de maduración de la misma, de adecuación al pensamiento adulto.


El ejemplo más patético de éste infantilismo lo podemos atribuir al primer cosmonauta Yuri Gagarin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); que al efectuar su circunvolución a la tierra, un 12 de abril de 1961, expresó: “Aquí no veo a ningún Dios”. 


Aunque no hay ninguna grabación del vuelo que corrobore estas palabras; si existe la de máximo dirigente Nikita Jrushchov quién en cierto contexto dijo: «Gagarin estuvo en el espacio, pero no vio a ningún Dios allí».

Cabría preguntarnos que esperaban ver Gagarin y Jrushchov: ¿ángeles revoloteando alrededor del Vostok I? o ¿a Dios sentado en su trono y con la corte celestial a su alrededor?

Cuando de niños nos prepararon para hacer la primera comunión, se nos enseñaron las verdades de la fe como corresponde a un niño. Y se nos dijo que el “cielo”, pues, estaba en el cielo y, si no se nos dijo, dedujimos que el infierno debía estar en un lugar muy caliente, quizás en el centro de la tierra. Toda la enseñanza fue referida al tiempo y al espacio, y a lo que los sentidos pueden captar, ya que solo así lo puede entender un niño.

Obviamente al crecer y poder ya captar los conocimientos dentro de la abstracción matemática y filosófica, nuestro conocimiento de la fe debe ser también replanteado, ya que entonces si podremos captar las verdades de la fe tal como son. Aunque habrá que considerar que nuestro entendimiento de las cosas por estar siempre referido a las dimensiones de tiempo y espacio y a leyes como la de la gravitación universal, así como a teorías como la de la Relatividad y de la Mecánica Quántica, pues, le costará entender aquél mundo que no está sujeto a dichas limitaciones.

El pasado día 12 de enero de 2011, Benedicto XVI, ante unas nueve mil personas que asistieron en el Aula Pablo VI a la audiencia pública de los miércoles, dedicó su catequesis a la figura de santa Catalina de Génova (1447-1510), conocida por su visión sobre el purgatorio.

Catalina tuvo una serie de revelaciones místicas, que consignó en su Tratado sobre el purgatorio y el Diálogo entre el alma y el cuerpo. 

El Papa afirmo que: “En su tiempo (el Purgatorio) se representaba principalmente con el recurso a imágenes ligadas al espacio: se pensaba en un cierto espacio, donde se encontraría el purgatorio. En Catalina, en cambio, el purgatorio no está presentado como un elemento del paisaje de las entrañas de la tierra: es un fuego no exterior, sino interior. Esto es el purgatorio, un fuego interior”

“La Santa habla del camino de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios, partiendo de su propia experiencia de profundo dolor por los pecados cometidos, en contraste con el infinito amor de Dios. Hemos escuchado sobre el momento de la conversión, donde Catalina siente de repente la bondad de Dios, la distancia infinita de su propia vida de esta bondad y un fuego abrasador dentro de ella. Y este es el fuego que purifica, es el fuego interior del purgatorio. También aquí hay un rasgo original respecto al pensamiento de la época. No se parte, de hecho, del más allá para narrar los tormentos del purgatorio – como era habitual en ese tiempo y quizás también hoy – y después indicar el camino para la purificación o la conversión, sino que nuestra Santa parte de la experiencia propia interior de su vida en camino hacia la eternidad. El alma – dice Catalina – se presenta a Dios aún ligada a los deseos y a la pena que derivan del pecado, y esto le hace imposible gozar de la visión beatífica de Dios. Catalina afirma que Dios es tan puro y santo que el alma con las manchas del pecado no puede encontrarse en presencia de la divina majestad. Y también nosotros nos damos cuenta de cuan alejados estamos, cómo estamos llenos de tantas cosas, de manera que no podemos ver a Dios. El alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de Dios y, en consecuencia, sufre por no haber respondido de modo correcto y perfecto a ese amor, y por ello el amor mismo a Dios se convierte en llama, el amor mismo la purifica de sus escorias de pecado”.

“Cuando Dios ha purificado al hombre, lo ata con un hilo finísimo de oro, que es su amor, y lo atrae hacia sí con un afecto tan fuerte, que el hombre se queda como “superado y vencido y todo fuera de sí”. Así el corazón humano es invadido por el amor de Dios, que se convierte en la única guía, el único motor de su existencia. Esta situación de elevación hacia Dios y de abandono a su voluntad, expresada en la imagen del hilo, es utilizada por Catalina para expresar la acción de la luz divina sobre las almas del purgatorio, luz que las purifica y las eleva hacia los esplendores de los rayos resplandecientes de Dios “.

Si como resultado de esta lectura, les viniera un deseo de profundizar más en este tema, les recomiendo el siguiente link:

http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1346327?sp=y




Fuente: Benedicto XVI: Santa Catalina de Génova y el purgatorio, Audiencia General [12-01-2011] http://www.zenit.org/article-37854?l=spanish