sábado, 26 de abril de 2014

LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE JUAN PABLO II






“La vida humana se encuentra en una situación muy precaria cuando viene al mundo y cuando sale del tiempo para llegar a la eternidad”.

Carta encíclica Evangelium Vitae 


Juan Pablo II 








Introducción

Gran revuelo causó en la prensa internacional, el artículo publicado en la revista política italiana «MicroMega», de mayo de 2007, por la doctora Lina Pavanelli, -médica anestesista-, con el título «La dulce muerte de Karol Wojtyla», al afirmar que a Juan Pablo II se le aplicó la eutanasia. 

Al respecto el doctor Renzo Puccetti, especialista en Medicina Interna y secretario del Comisión «Ciencia y Vida» de Pisa-Livorno comenta: “La autora, médica anestesista y activista política, reconoce directamente que el propio trabajo no es el resultado de un conocimiento directo de la situación clínica del paciente, pues nunca atendió directamente a Karol Wojtyla, sino de una búsqueda por Internet para obtener «noticias, notas de agencias y artículos de periódico»,…” [1]

Por su parte, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, ministro de Sanidad de la santa sede, aseguró que:”Juan Pablo II rechazó el ensañamiento terapéutico (tratamiento médico que intenta, por medios artificiales, retardar lo más posible la muerte en pacientes graves) y cuando le dijeron que una nueva hospitalización no servía para curarle prefirió permanecer en el Vaticano y ponerse “en manos de Dios”. 

Él preguntó: ¿si me llevan al Gemelli me curaré? La respuesta fue no. Entonces replicó: me quedo aquí y me pongo en manos de Dios”, afirmó Barragán en un congreso en Milán, del que se hizo ayer eco el periódico Corriere della Sera. 

Lozano Barragán, según el diario, se preguntó “¿eso es un rechazo al ensañamiento terapéutico?” y respondió que “sí, sí en el sentido de curas desproporcionadas e inútiles”, por lo que Juan Pablo II decidió ponerse en manos de Dios”.[2]


Lo anterior nos lleva a reflexionar desde la Bioética, en que consiste la eutanasia, el <<ensañamiento terapéutico>> y cuál es la actitud que debemos de asumir frente a la muerte.



Eutanasia, distanasia y ortotanasia


Si bien el término eutanasia (del griego eu-thanatos) significa buena muerte), en la actualidad se entiende por eutanasia, “la práctica médica que procura la muerte o acelera su proceso para evitar grandes dolores o molestias al paciente; y esto, a petición del propio paciente, de sus familiares o por iniciativa de otros”.

Un aspecto que la distingue del homicidio o del suicidio es la proximidad de la muerte. Pero quizás los rasgos que más la configuran son: la intención y los medios utilizados”.[3] También habría que distinguir entre la eutanasia por la voluntad propia y la eutanasia impuesta, que es la decisión tomada por los familiares o los médicos.

La distanasia, hoy tan en boga, contrariamente a la eutanasia, tiende a prolongar en forma exagerada la agonía de enfermos, desahuciados y moribundos sin esperanza de recuperación, es algo próximo a lo que hoy se denomina <<encarnizamiento terapéutico>>.

Frente a estos abusos, se ha llegado recientemente a emplear la palabra ortotanasia, que quiere significar la muerte en el momento oportuno y que implica: la muerte digna del hombre y el derecho a la propia agonía y a morir humanamente. Ortotanasia implica: “atender al moribundo con todos los medios que la ciencia médica posee actualmente, liberar a la muerte del ocultamiento a que es sometida, asumirla conscientemente, proporcionar todos los remedios oportunos para calmar el dolor, aunque suponga abreviar la vida Significa pues, la praxis médica que deja morir en paz porque la prolongación de la vida del paciente, abocado ya a la muerte, es irrazonable y desproporcionada.

La ortotanasia se diferencia de la eutanasia en que no supone poner fin a la vida de un paciente. Aunque el proporcionar determinados calmantes pueda abreviar su existencia, la intención del médico no es acabar rápidamente con la vida del enfermo”. [4]



Medios proporcionados y medios desproporcionados


“Desde antiguo la moral ha insistido en la distinción entre <<medios ordinarios>> y <<medios extraordinarios>>, juzgando lícita la supresión de estos últimos. Pero el problema está hoy en determinar que es ordinario y que extraordinario. El progreso de la ciencia hace que los métodos juzgados como extraordinarios hace quince ó veinte años, no lo sean ya hoy. Normalmente se han considerado extraordinarios los medios escasos y costosos, los que están en fase de experimentación o aquellos cuya utilización no es obligatoria”.[5] Adicionalmente deberá considerarse la situación del enfermo y las complicaciones psicológicas, espirituales, familiares y sociales.

La Bioética señala que en todas las situaciones conflictivas hay que tener en cuenta que la medicina esta al servicio del hombre, y no viceversa, y que el enfermo sigue siendo el primer responsable de su salud. Si bien el médico ha de tender a prolongar la vida del enfermo y a recuperar la salud, esta tendencia no puede extremarse.

También establece la Bioética, que hay que contar con la opción y decisión del enfermo, ya que en definitiva, es su vida la que está en juego. Así habrá que compartir con el paciente la información sobre su situación y respetar su negativa a algunas intervenciones y tratamientos que, si es posible que impliquen una prolongación de la vida, conllevan también importantes deficiencias psicológicas.



La enseñanza de la Iglesia católica


Entre las principales intervenciones del magisterio de los últimos años podemos citar:

  • La Declaración sobre la Eutanasia emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe (1980) 
  • El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y su edición revisada de 1997 
  • La encíclica Evangelium Vitae (1995) 
El fundamento de toda la enseñanza del magisterio católico sobre la eutanasia, descansa en el principio de la inviolabilidad de la vida humana inocente, que se apoya en dos aspectos:
  •  Su carácter sagrado porque tiene en Dios su origen y destino 
  •  La dignidad de la persona humana, que es la dignidad de una vida creada a imagen de Dios 

Algunos conceptos de la enseñanza del magisterio católico son:
  • Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente […] Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros […] Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo o permitirlo. 
  • Subraya el valor cristiano del dolor y la posibilidad de que el cristiano pueda asumirlo; pero reconoce, al mismo tiempo la legitimidad del uso de analgésicos, aunque indirectamente abrevien la vida. 
  • Con relación a los medios proporcionados y desproporcionados, afirma que para valorar el carácter proporcionado o no de un método hay que tener en cuenta <<el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales. 
  • Evangelium Vitae ubica a la eutanasia como síntoma de la <<cultura de la muerte>>, señalándola como <<una grave violación de la ley de Dios>>, que según las circunstancias, conlleva la malicia del suicidio y del homicidio. Pero la distingue del <<ensañamiento terapéutico>>, juzgando lícito renunciar a un tratamiento que únicamente procuraría una prolongación precaria y penosa de la existencia, y afirma también la licitud del recurso a los diversos tipos de analgésicos y sedantes para aliviar los dolores del enfermo, aún cuando esto comporte el riesgo de acortarle la vida. 


Conclusión


A estas alturas podemos ya evaluar si la decisión de Juan pablo II, fue de recurrir a la eutanasia o bien a la de una muerte digna y si estuvo de acuerdo con la doctrina que el mismo enseñó y plasmó en ese tributo a la vida que representa la encíclica Evangelium Vitae.



Elementos para la reflexión


  • La vida humana se recibe como un don no solicitado, y por ser conscientes debemos agradecerla, valorarla y protegerla como tal don. 
  • La vida no se puede pedir desde el principio para uno mismo, porque el don de la vida implica la existencia misma. Se recibe prestada, en usufructo, no en propiedad. 
  • Y la vida se tiene que devolver cuando sea requerida, siendo extraordinarios los casos en que se concede una prórroga. 
  • Puesto que se nos han concedido la vida y el cuerpo, tenemos derecho a ellos. 
  • Puesto que no somos dueños ni de la vida, ni del cuerpo, ni de la muerte, no tenemos derechos sobre ellos. 
  • Puesto que se ha dejado en nuestras manos la salvaguarda de la vida tenemos graves obligaciones hacia ella. 
  • Vida y muerte forman parte de nuestra existencia humana y tejen la trama de nuestra historia. Por definición el ser humano es mortal. 
  • La muerte forma parte de nuestro ser y estructura; nuestro reloj biológico tiene a la vez programado nuestro perfeccionamiento y nuestra degradación. 
  • Por ello, si los hombres somos solidarios en la vida, hemos de serlo también en la muerte. Y si el hombre es un ser social llamado a la comunión, ha de sentir también la comunión y la ayuda humana en su enfrentamiento con la muerte. 
  • Hay que llenar de humanidad el trance de la muerte, y la clave está en el acompañamiento y cercanía (que al sedar al enfermo –como se acostumbra en el agonizante- se rompe). Desde el punto de vista cristiano, esta compañía llega también a compartir la fe y la esperanza en la resurrección del Señor.




Jorge Pérez Uribe





[1] Documento publicado por la agencia Zenit, el 2 de octubre de 2007, por el doctor Renzo Puccetti, (Cf. Juan Pablo II no pidió la eutanasia. Hablan las pruebas). http://www.zenit.org/article-24998?l=spanish
[2] Nota del periódico La Crónica del 5 de octubre de 2007, Ciudad de México
[3] Alburquerque Eugenio, Moral de la vida y de la sexualidad, CCS, Madrid, 1998, pp.82-91
[4] Ibídem
[5] Ibídem